MIGUEL PUENTE MOLINS
Dependiendo de cómo salga del berenjenal en
el que me haya metido por su culpa, considero que la curiosidad es uno de mis
mayores defectos, o la más grande de mis virtudes. Ayer me empujó a pasarme por
la presentación en Valencia de un par de libros del llamado “género fosco”.
Este tipo de literatura, definida, por lo que entendí, como un tipo de fantasía
oscura, gusta de jugar con el terror, nuestras fobias y nuestras angustias.
No sé si es debido a los muchos cuentos de
muertos resucitados, ánimas en pena, brujas, maldiciones, sucesos extraños y
conductas aviesas del personal más variopinto, oídos durante mi infancia al
calor y única iluminación de una chimenea vieja, o a que la lectura con ocho
años de Poe y Lovercraft me curó de espantos, pero lo cierto es que en casi 40
años que llevo leyendo cuanta historia de fantasía cae en mis manos, no he
encontrado ningún relato o novela que me estremezca o haya hecho que me
sobresalte ante algún ruido. Debido a esa incapacidad para causar emoción en
mí, no suelo interesarme mucho por la
novela llamada “de miedo” o “de terror”.
No le encuentro más aliciente que el de la calidad literaria que pueda tener,
pues normalmente suelo encontrarlas previsibles y poco interesantes.
Uno de los libros de los que se habló, El círculo de Krisky, es una antología de relatos. Esto no es algo que me
entusiasme demasiado, pues los cuentos me parecen eso, cuentos, siempre
demasiado cortos. A pesar de ser otro punto en su contra decidí probar suerte
cuando un amigo me señaló un valor que lo hacía muy atractivo a mis ojos: los
relatos tenían bases mitológicas.
Mitología: la palabra que, junto a “Fantasía”
e “Historia”, hace que se disparen todas las alarmas en mi mente y me sienta
atraída por una narración como por un imán.
El libro se compone de ocho relatos muy
armónicos en su temática y en su estructura, que si bien no me han hecho pasar
miedo, ni siquiera un poco de inquietud, sí que me han parecido historias
interesantes bastante bien escritas y bien desarrolladas. Tienen la duración
adecuada a cada una. Unas son muy cortas, pero sin tener apariencia de estar
resumidas. Otras se alargan bastante más, sin que les sobre paja de relleno.
Pero todas, con independencia del tema, el estilo o la duración, han conseguido
lo mismo: que acabe de leerlos con una sonrisa de complicidad con el autor.
El primero de ellos, Los siete cuervos, está
basado en un cuento popular, no muy difundido, que yo conocí en mi infancia
como el de “Los siete hermanos cisnes”. El autor coge la historia, la sitúa en
Galicia, y la viste con una exquisita ambientación de mitología celta-galaica
que a mí personalmente me ha hecho
disfrutar mucho. Me ha parecido delicioso.
El segundo, Una duda razonable, es un
cuento muy corto que tiene su punto de sorpresa gamberra y me dejó con la grata
sensación de que se trata de un guiño a Poe.
En Psicosomático, quizá de los
que menos me han gustado, la enfermedad
mental se mezcla con otras culturas con un resultado inquietante y muy interesante.
La forma en que trata la somatización de los problemas mentales es cuanto menos
curiosa, pero creo que el final podría haber sido mejor elaborado.
El hombre sin
nombre hunde sus raíces en la
civilización del creciente fértil. Algún fleco suelto en una historia bastante
elaborada hace que este relato no sea lo redondo que podría haber sido. Es una
pena, pues tiene elementos suficientes para convertirse en uno de los mejores
relatos de la antología.
Sombra, otro de los más breves, hace buena la máxima
de “menos es más” y se convierte en uno de los mejores para mi gusto.
Inquietante y con un sabor que me ha recordado a King, en sus cuatro páginas
condensa sentimientos y emociones muy diversas.
El extraño
caso de Elías Fosco es, para mi
gusto, el mejor de todos. Ambientado en la Galicia de la transición, con un
fondo de mitología, cultura, o superstición (como se le quiera llamar) de la
tierra natal del autor, le da otra vuelta de tuerca a la llamada “novela negra”
concentrándola en un cuento interesante y muy especial. Lástima algún desliz
tonto que lo afea un poquito, pero que
no afecta a la historia.
La cabeza de
Dick pone el contrapunto
humorístico que sirve para descargar la tensión acumulada tras el relato
anterior. Historia simpática y un poco traviesa, nos vuelve a demostrar que
este autor se maneja muy bien en las distancias cortas.
El círculo de
Krisky es el relato que da nombre y
cierra la antología. Basado en las cadenas de mensajes que recibimos todos en
nuestros correos con desesperante asiduidad, las mezcla con extraordinaria
habilidad con el folklore centroeuropeo, creando un relato capaz de despertar
cierta ansiedad, para culminar en un final interesante.
En resumen, este libro me ha gustado
bastante, más de lo que me esperaba. Solo algún pero ensombrece el buen sabor
que me ha dejado.
Comentarios
sobre la edición: un error de
maquetación (creo, que yo de eso no entiendo) en una página llama bastante la
atención.
Comentarios
sobre el autor: algún desliz
involuntario y cierta tendencia a perderse en frases largas (un par de veces en
todo el libro) son las únicas pegas que podría encontrarle buscando mucho.
Ángeles Pavía
Ficha
Técnica
Título: EL CIRCULO DE
KRISKY
Autor: MIGUEL PUENTE
MOLINS
Editorial:
AJEC
Páginas: 167
ISBN: 84-15156-22-2
Género: Antología de relatos.
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