Arturo Uslar Pietri
El
venezolano Arturo Uslar Pietri (1906-2001) es uno de los nombres mayores de la
literatura hispanoamericana; se lo considera el padre de la moderna novela
histórica surgida en estas latitudes. Las lanzas coloradas (1931) es
su obra más famosa, uno de esos clásicos que figuran en todos los manuales y
que, por supuesto, muy pocos de nuestros escolares (y adultos) leen. Escrita
durante una estancia en París y publicada por vez primera en España, le valió a
su autor un éxito inmediato, que luego consolidaría merced a otras seis
novelas, multitud de volúmenes de género diverso (destacando una amplia
producción ensayística) y una columna de opinión que sostuvo por mucho tiempo,
“Pizarrón”, muy estimada en su país.
Uslar
Pietri escribió su novela a poco de que Rómulo Gallegos, compatriota suyo,
señalara un hito literario con la publicación de su Doña Bárbara (1929),
obra que se convertiría en la culminación de la narrativa regionalista, una
corriente literaria de fuerte contenido simbólico que en las primeras décadas
del siglo XX se ocupó de la singularidad latinoamericana. Sus mejores
exponentes son las novelas La vorágine (1924, del colombiano
José Eustasio Rivera), Don Segundo Sombra (1926, del
argentino Ricardo Güiraldes) y la ya mencionada de Gallegos. La novela
regionalista fluctúa entre un cierto folclorismo –descripción de tipos humanos
característicos: el llanero venezolano, el cauchero colombiano, el gaucho
argentino-, falto en todo caso del complaciente afán pintoresco que mucho
lastraba la obra de autores precedentes; y, sobre todo, una concepción
fatalista del hombre de estas tierras, sometido a su pesar a la inmensidad de
un entorno agreste e implacable y convertido prácticamente en prolongación de
las fuerzas ciegas de la naturaleza . La tendencia localista impregna buena
parte de la novelística latinoamericana, lo que en muchos casos le enajena el
interés del mundo de
fuera. Uslar Pietri, sin desembarazarse del aprecio de lo
vernáculo, optó por desmarcarse tanto del naturalismo paisajista y pintoresco
como del regionalismo y sus resonancias alegóricas, especialmente aquella
contraposición entre civilización y barbarie que le subyace (a modo de
desarrollo del tema que el argentino Domingo Faustino Sarmiento planteara en su
clásica novela Facundo, de 1845). El resultado es, al
menos en el caso de la que reseño, una obra más apta al reconocimiento
internacional.
‘Las
lanzas coloradas’ tiene
por contexto la guerra de independencia en lo que fuera la Capitanía General
de Venezuela.
En la breve extensión de la novela se condensa una variedad de
personajes de distinta condición, destacando entre ellos el hacendado Fernando
Fonta, joven soñador y de escaso temple, seducido por el idealismo de la causa
independentista; y su brutal capataz, Presentación Campos, mulato fuerte,
bravucón y de imponente presencia; ávido de acción y de gloria guerrera, Campos
solivianta a los esclavos que dirige, destruye la hacienda y se pliega al
ejército del general Boves, jefe realista famoso por su crueldad.
Mientras
Campos va en busca de la guerra y disfruta de sus atrocidades, el hacendado la
padece. En compañía muy diversa –Fonta con sus dos amigos, uno de ellos un
oficial inglés, Campos a la cabeza de los esclavos sublevados-, guiados por
motivos contrapuestos, recorren ambos los amplios llanos venezolanos hasta
toparse con los bandos en liza. La que hay es una guerra salvaje.Uslar Pietri
no se va con medias tintas al representarla, pero tampoco hace de su novela
libelo acusatorio ni folletín propagandístico. Lejos de formular discursos
aleccionadores, se aplica a enfocar la lente en la violencia desatada, en la
que los personajes no sirven más que de peones. El hombre que ha perdido su
hacienda y cree muerta a su hermana, ese Fernando Fonta que en Caracas se
uniera a los conspiradores que alentaban la instauración de la república, debe
empuñar un arma cuando sus escasos arrestos se han extinguido. Por su parte,
Campos, quien se ha unido al bando realista sólo por parecerle el más fuerte –y
es que toda señal de debilidad lo asquea-, se luce en la refriega, complacido
de enrojecer su lanza con la sangre del enemigo. No es la justicia de una causa
o las iniquidades de su contraria lo que conduce la narración, en la parte
medular, sino la ferocidad de la guerra y el salvajismo desbocado de los
hombres del llano.
“La
degollina se teje y desteje sañuda. Fúndense los montones de jinetes
vertiginosos y las lanzas, como pájaros torpes, van rebotando en los pechos.
Los gritos empavesan toda la atmósfera. Ya nadie es un hombre; cada cual es tan
sólo una cosa fatal que sabe destruir, que quiere destruir, que no alienta sino
para destruir”.
La
figura señera de Bolívar se cierne a lo largo del relato como una sombra, como
una obsesión, ominosa o esperanzadora según se trate de realistas o de
patriotas. Nunca llega a tomar cuerpo, el Libertador, pero se presiente su
significado. Es el hombre que ha encarnado la lucha por la emancipación y que,
pese a no tener presencia material en la novela, pende sobre ella en
correspondencia con su aura legendaria. No pueden Fonta y sus amigos verlo, han
sido arrollados por los de Boves. Campos, el feroz pardo, herido de muerte, oye en su
prisión los vivas al Libertador que se aproxima; desvaría, se enardece, quiere
verlo…
“Viene.
Aquel hombre que lo ha obsesionado. Que ha obsesionado toda la tierra de
Venezuela. Está llegando. Va a pasar junto a él. Podrá verlo pasar a caballo.
Haciendo un esfuerzo le verá la cara por entre las rejas del ventanillo.
“El griterío inunda las paredes, el techo, la sombra, y fatiga el delirio del herido. Siente el hervor de la sangre, de la sombra, de la tierra. Pasan como legiones de alas por el aire. Todo se estremece Comprende que está llegando algo que no a ver sino una vez en su vida. Afuera las voces llegan al paroxismo. Rueda, rueda y crece, crece como una rueda, y llega, llega. Se aproximan inminentemente. Resuenan junto a la pared. Llegan a la ventana. Estallan sobre ella”.
“El griterío inunda las paredes, el techo, la sombra, y fatiga el delirio del herido. Siente el hervor de la sangre, de la sombra, de la tierra. Pasan como legiones de alas por el aire. Todo se estremece Comprende que está llegando algo que no a ver sino una vez en su vida. Afuera las voces llegan al paroxismo. Rueda, rueda y crece, crece como una rueda, y llega, llega. Se aproximan inminentemente. Resuenan junto a la pared. Llegan a la ventana. Estallan sobre ella”.
Rodrigo
- Arturo Uslar Pietri, Las lanzas coloradas.
Ediciones Cátedra, Madrid, 2000. 302 pp.
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