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16 septiembre, 2013

La rueda de la vida – Elisabeth Kübler-Ross

Esta reseña nos la envió Eduardo a nuestro mail, opiniondelibros@gmail.com. Muchas gracias Eduardo.

“Es muy importante que hagáis lo que de verdad os importe… Sólo así podréis bendecir la vida cuando la muerte esté cerca” es el subtítulo de esta obra y pensaba que probablemente, si bien no he llegado a dichas instancias todavía, podas personas no puedan bendecir la vida cuando la muerte esté cerca. Sin embargo, después pensé que hay muchas personas que, llegada determinada edad y bajo ciertas circunstancias, dicen no tener miedo de morir o, lo que es peor, no tener razones para vivir, lo cual me desconsuela enormemente, aunque no lo crean.

Elisabeth Küber-Ross supo desde muy joven que su misión en la vida era aliviar el sufrimiento humano. Y ese compromiso la llevó al cuidado de enfermos terminales. Mucho fue lo que aprendió de esta experiencia: vio que los niños dejaban este mundo confiados y serenos; observó que algunos adultos partían, después de superar la negación y el miedo, sintiéndose liberados, mientras que otros se aferraban a la vida sólo porque aún les quedaba una tarea por concluir, pero todos hallaban consuelo en la expresión de sus sentimientos y en el amor incondicional de quien les prestaba un oído. A Elisabeth no le quedaron  dudas: morir es tan natural como nacer y crecer, pero el materialismo de nuestra cultura ha convertido ese último acto de desarrollo en algo aterrador. La rueda de la vida es un libro tan singular que creía en el poder de un amor incondicional capaz de guiarnos cuando abandonemos la tierra en busca del hogar definitivo: un remanso de paz y de luz.

Luego de pensar y pensar llego a la misma conclusión, si no estamos convencidos de que en este mundo estamos de prestado, y que hay algo más después de esta vida terrenal llena de alegrías y desgracias, nuestra vida no tiene ningún sentido, y cuando llegue nuestra hora de partir de este mundo no podremos hacer más que saber que nuestro paso fue en vano…

”Cuando hemos realizado la tarea que hemos venido a hacer en la Tierra, se nos permite abandonar nuestro cuerpo, que aprisiona nuestra alama al igual que el capullo de ceda encierra a la futura mariposa. Llegado el momento, podemos marcharnos y vernos libres del dolor, de los temores y preocupaciones; libres como una bellísima mariposa, y regresamos a nuestro hogar, a Dios.”, tomado de una carca a un niño enfermo de cáncer. Ojalá pudiéramos todos vivir bajo esta premisa.

Muchas gracias Eduardo.


¡Saludos!

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