LA HERMANDAD DE LA NIEVE
JOSÉ
VICENTE PASCUAL
Ediciones EVOHÉ. 2012
Crónica de un poeta que habita en las nieves leonesas
sobre una novela escrita para las nieves de Granada.
La hermandad de la nieve posee
un conjunto de aspectos capaces de convertir una novela histórica en obra
literaria sin más adjetivos, es decir, en una obra de arte: la puesta en
escena, el tratamiento de los personajes, el lenguaje, el misterio… el poeta,
en este caso el novelista, busca siempre a Homero, y en esa línea, a Robert
Graves o Marguerite Yourcenar, por no sembrar el pánico con nombres de más
actualidad.
Es
de agradecer la intencionada ausencia de la Granada romántica con sus misterios
y mitos sobre la Alhambra, así como la presencia y descripción de un paisaje más
auténtico, una tierra de ministriles dando crédito a la lucha de clases en la
que se desarrolla el relato. Aunque misterios no faltan, y los miembros de la
Hermandad de la nieve se verán en la ocasión de salvaguardar bajo su custodia
algunos de ellos, ocultos en unas cuevas de la sierra: un tesoro real y otro
falsario. Me refiero al manuscrito de El lazarillo de Tormes y a los Libros
Plúmbeos del Sacromonte.
*
Esta
nueva obra del veterano y prestigioso novelista José Vicente Pascual (Madrid,
1956), puede encuadrarse en el género histórico y así se hace constar en
la portada de la preciosa edición, de 350 páginas, publicada por Evohé.
De una “novela histórica” lo que menos le suele interesar
a un poeta, a priori, es la historia, puesto que ya la suele conocer, y, si no
es así, prefiere recurrir a los especialistas en la materia antes que exponerse
a que cualquier autor mal documentado le someta a la tortura de sus veleidades
narrativas. Lo que suele buscar es un conjunto de aspectos capaces de convertir
la obra en literatura, es decir, en una obra de arte: la puesta en escena, el
tratamiento de los personajes, el lenguaje, el misterio… Para no desorientar al
lector, el poeta busca siempre a Homero, y en esa línea, a Robert Graves o
Marguerite Yourcenar, por no sembrar el pánico con nombres de más actualidad.
Es más, resulta al poeta gratificante que el autor se tome
el atrevimiento de “inventar” la historia, sin con ello se contribuye a
resaltar algunos aspectos que la historia real ha dejado oscuros o no se ha
ocupado de desentrañar suficientemente, bien por considerarlos irrelevantes,
bien por desconocerlos y no atreverse a imaginarlos. Cree el poeta que las
grandes obras de la literatura gozan de estos elementos y a la cabeza de todas
ellas pone El Quijote de Cervantes. Cuánto haya de real o de irreal importa
poco si el resultado es un estudio del comportamiento humano. Para Platón el
poeta, el escritor, debe contar con lo verosímil más que con lo veraz.
Con esas coordenadas, La hermandad de la nieve de
José Vicente Pascual no podía menos que entrar en el ámbito de interés de este
poeta una vez sabido, y hay que agradecer al lector que sea el mismo autor
quien lo proclame abiertamente, que no existió la “Hermandad de la nieve” tal
como de ella se habla, pero que sí existió una Granada recién conquistada por
Isabel de Castilla y Fernando de Aragón
que fue ciudad en la que se concentró la sabia que nutriría en
muchísimos aspectos la modernidad occidental. Y también existió la nieve con
sus diecisiete formas de nevar.
¿Qué es lo que se dispone a encontrar el lector, entonces?
Pues lo que se encuentra es una familia de
montañeses procedentes de las tierras altas de León, quienes, por
circunstancias de la guerra, se encuentran en la Granada recién
conquistada y deciden afincarse allí,
abandonado el servicio de armas que ejercían a las órdenes de Gonzalo Fernández
de Córdova, y dedicarse a bajar nieve de la Sierra Nevada, convertirla en hielo
y distribuirla por las casas de una nobleza que se encuentra recién instalada
en una de las ciudades más misteriosas de la península. Una ciudad, Granada, en
la que la convivencia con los residuos de la nobleza musulmana destronada
resulta harto complicada para ambas partes, vencedores y vencidos.
No es asunto baladí recrear el vacío imperante en una
ciudad que durante siglos ha conocido una forma de vivir totalmente opuesta a
la de los nuevos amos y señores; se requiere para ello una habilidad tan solo
al alcance de un narrador experto, muy experto, como lo es el autor de más de
veinte novelas, algunas de ellas como “Juan Latino”, “La diosa de Barro”,
“Homero y los reinos del mar”, con un entramado similar al que nos propone el
autor, y la misma ambición de perfeccionarse en la tradicional “novela
histórica”, para recrear y recrearse en la invención de un mundo narrativo
completamente autónomo y singular.
La familia leonesa de los neveros, instalados en Granada,
pronto va a tener que sortear los conflictos con la vieja y rancia nobleza
castellana y con los otrora orgullosos nazaríes, muchos de los cuales han
devenido en moriscos (cristianos “nuevos”),o bien ocupan posiciones en las
Alpujarras como rebeldes y levantiscos que todavía sueñan con reconquistar su
mundo, ayudados por el poderío turco del momento. Aunque serán las mujeres, un
elenco de media docena de ellas, con una marcada personalidad que las hace
sugerentes y distintas, las que se irán haciendo dueñas del relato.
La Que No Dice Su Nombre, con ser la menos descrita y
retratada, resultará a la postre la de mas calado por hacerla el autor “médium”
entre estos dos mundos, el que fenece y el que nace. Sería ocioso reseñar aquí
las características comúnmente atribuidas a estos dos mundos, el musulmán y el
cristiano, y su tremendo antagonismo en aquel siglo XVI en el que Isabel y
Fernando iban a terminar la Reconquista e iniciar la unión de los reinos
cristianos de la península. Aquella unión que sería, a la larga, fundamento de
uno de los grandes imperios que en la historia han sido, conquistador de un
nuevo mundo y propagador de la fe cristiana a latigazo limpio y con una fe
curtida en las hogueras de la Inquisición.
Jose Vicente Pascual |
No quisiéramos olvidarnos de la principal protagonista: la
nieve. Porque, así como la hermandad es fingida, no lo es la nieve que
cubre las laderas del Mulhacén y que señorea sobre una ciudad con clima
mediterráneo, fría en invierno y con unos estíos implacables, en los que un
pedazo de hielo puede resultar un bien tan preciado que aquellos que dispongan
de dinero se propondrán con avidez conseguirlo. La nieve es, pues, la
protagonista de este libro y en torno a ella giran, como satélites, personajes
y situaciones que no vamos a revelar en pro del argumento. Pero sí avanzaremos
que no son los leoneses, las tres generaciones de neveros, gente de desorden
sino más bien partidarios de contemporizar y acomodarse al devenir de la ciudad
que nace “ex novo”, como perla de la corona de Castilla y Aragón, sobre las
cabezas de dos jóvenes reyes que se disponen a dar un vuelco a la historia
hasta entonces conocida.
De los “materiales” que tal vez para otro autor hubieran
sido de interés, muchos han quedado fuera de la obra. Tal es el caso de la
princesa Cetti Mariem y su marido Sidi Yahya, sobrina ella del rey de Granada.
A pesar de lo cual, una vez bautizados y conversos, él será nombrado Alguacil
Mayor de Granada, Principal de la Caballería de Santiago, Beneficiado de las salinas
de La Malahá, señor de la Tahá de Marchena y marqués de Campotéjar. Recibieron
los nombres cristianos de Doña María y Don Pedro de Granada Benegas.
No ahorra el autor sus juicios personales, puestos casi
siembre en boca del muy ecuánime y juicioso Álvaro de Bayos, narrador y
protagonistas del relato, como cuando dice: “Usarcé lo ha dicho hace unos
momentos. Allá donde hay guerras y ejércitos en campaña surgen muchas
oportunidades para los hombres determinados en busca de fortuna… (pág
26). Ni tampoco deja de hacer referencia
en algún momento a la “Pragmática de los Reyes Católicos” de 1505, por la que
se obliga a los musulmanes y judíos a bautizarse; ni al Cardenal Cisneros y sus
órdenes de quemar los libros santos de los musulmanes en Granada. Ningún asunto
que pueda arrojar alguna luz sobre el comportamiento imaginado para sus
personajes ha sido dejado a un lado, con lo que al final de la lectura, uno se
encuentra imbuido del ambiente que pudo respirarse en aquella maravillosa
ciudad de Granada recién rescatada de las manos del famoso Boabdil, a quien se
le ahorra el escarnio de escuchar la famosa frase que se suele poner en boca de
su madre: “No llores como mujer lo que no has sabido defender como hombre”;
frase que el autor reputa invención de algún poeta romanticoide, estragado por
el mito exótico de una Granada de “intrigas en el paraíso” que en realidad
nunca existió.
Es de agradecer la intencionada ausencia de la Granada
romántica con sus misterios y mitos sobre la Alhambra, así como la presencia y
descripción de un paisaje más auténtico, una tierra de ministriles dando
crédito a la lucha de clases en la que se desarrolla el relato. Aunque
misterios no faltan, y los miembros de la Hermandad de la nieve se verán en la
ocasión de salvaguardar bajo su custodia algunos de ellos, ocultos en unas
cuevas de la sierra: un tesoro real y otro falsario. Me refiero al manuscrito
de El lazarillo de Tormes y a los Libros Plúmbeos del Sacromonte. El
primero de ellos (1554) fue declarado maldito por la Inquisición, de cuyas
manos tratan los neveros de salvaguardar una copia. Los segundos fueron
declarados falsos y heréticos por el papa Inocencio XI en 1682.
Entre las capitulaciones de 25 de noviembre de 1491 y
1568, cuando los moriscos nombran rey de Granada a Aben Humeya con el
beneplácito del Sultán de La Sublime Puerta, guardada por las ambiciones de
Selim II, puede situarse la acción de esta novela muy bien escrita y diseñada
al modo de un guión cinematográfico. No se trata de una gran epopeya plagada de
episodios cruenta (aunque acciones bélicas no faltan en el relato), sino la
dura y áspera aventura que supone salir adelante, sobrevivir a tiempos de
calamidad, a una familia que no pertenece a ninguno de los dos mundos
enfrentados sino a la clase de gentes que perviven gracias a su tesón y su
trabajo, sin dejar por ello de involucrarse en los acontecimientos históricos
que marcan su tiempo.
El poeta ha creído encontrar en La hermandad de la
nieve de José Vicente Pascual un modelo de lo que él (el poeta) entiende
por novela histórica, siguiendo el gusto de Platón.
JOSÉ
ANTONIO LLAMAS
León, 2013
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