14 enero, 2013

EL ABUELO DE LORD BYRON


VIAJE ALREDEDOR DEL MUNDO
PRECEDIDO DE UN NAUFRAGIO
JOHN BYRON
Ediciones del Viento,  2006


John Byron (Londres, 1723-1785) fue un marino británico, y aunque en sus días disfrutó de reconocida fama y prestigio en Inglaterra, actualmente es más conocido por ser abuelo de otro Byron: George Gordon, sexto Lord Byron, poeta universal, viajero empedernido, iconoclasta, trasgresor y legendario.
El honorable John Byron no es escritor, propiamente: lo que nos cuenta es una relación, a modo de reportaje o bitácora, del viaje que realizó alrededor del mundo, a instancias del rey Jorge III, con fines exploratorios y científicos, a bordo de la fragata Delfín,  barco de la armada británica  que por primera vez recubría su casco con planchas de cobre, como protección. Sin embargo, la mitad del libro está  compuesta por el relato de un naufragio que el joven ―diecisiete años― guardiamarina Byron sufrió en un primer viaje. Relato que su insigne nieto, Lord Byron, el cual admiraba mucho a su abuelo, contará en su obra Don Juan y le inspirará para otra de sus obras, El Corsario.
El joven guardiamarina Byron formaba parte de la expedición del almirante Anson, y su barco, la Wager, encalló en las terribles costas de la Magallania.  Cuatro años tardó en volver a su país, cuatro años de rozar la muerte en distintas ocasiones, de hambruna,  enfermedades y todo tipo de desgracias y penalidades. La mayoría de sus compañeros fallecieron y quizás la juventud y su constitución física de Byron le mantuvieron con vida, a pesar de las infrahumanas condiciones que hubo de soportar.
Pero lo importante es que sobrevivió, y pudo relatar los sucesos y aventuras vividas. Esa primera parte del libro, la calificaría de más interesante aún que la segunda, ya que ésta, a pesar de su interés, no tuvo el dramatismo de aquélla.

La fragata Wager era un viejo barco que había hecho el recorrido de Indias habitualmente, y fue armado y pertrechado ―al mando del capitán Cheap― para formar parte de la escuadra del almirante Anson, que debía enfrentarse a la española del almirante Pizarro, aunque nunca llegaron a hacerlo, ya que ambas escuadras fueron destrozadas y dispersadas por los terribles temporales australes del cabo de Hornos. El naufragio de la Wager se produjo el 14 de mayo de 1741, al norte de las islas Guayanecos, en la fría, desolada y pantanosa costa oeste de la Patagonia. El resto de la escuadra fue desmantelada por el temporal y algunos de los buques hubieron de regresar al Brasil, mientras que otros consiguieron llegar a la isla chilena de Juan Fernández. El joven guardiamarina soportó en tierra, junto a otros supervivientes, condiciones terriblemente inhóspitas y dramáticas. De ciento cuarenta hombres que consiguieron llegar a tierra, fue disminuyendo su número a pasos agigantados, debido a las malísimas condiciones, la falta e insalubridad de los alimentos, el húmedo y gélido tiempo que les mantenía permanentemente empapados y  sin poder apenas guarecerse, las incursiones no siempre amables de los indios y las rencillas internas entre los náufragos, que ocurrieron desde el primer momento. La recuperación de material procedente del barco, mientras estaba a flote, les fue muy dificultosa: «Nos veíamos con frecuencia obligados ―cuenta Byron― a pescar las cosas por medio de grandes garfios amarrados a unas varas, en cuya faena nos venían a incomodar los cadáveres que flotaban entre las cubiertas» cuando trataban de rescatar objetos, herramientas o comida del barco embarrancado. «Hallábame nos diceen el estado más lastimoso, a causa de mi enfermedad, que se había agravado por las infames cosas que comía».

Tras diversos intentos de salir de allí y avanzar hacia el norte, buscando lugares civilizados o al menos, de mejor clima y condiciones de subsistencia, hubieron de regresar, mermados de fuerzas y con cada vez menos personal, al campamento base ―por llamarle de algún modo―, que llamaron Isla Wager, para esperar mejores condiciones climáticas e intentarlo de nuevo.
Finalmente, con algunos indios que, con la esperanza de bonificaciones y regalos, les ayudaron a desplazarse, consiguieron avanzar en el arduo trayecto, a veces por mar y a veces por tierra y por cauces de ríos, hasta llegar a tierras habitadas y habitables,  cerca de Chiloé. Allí los indígenas les alimentaron y vistieron, pues su estado era francamente  lastimoso. Byron describe minuciosamente tanto paisajes como el aspecto de los indios, sus costumbres, el trato a las mujeres, etc.

El encuentro con la guarnición española-chilena es descrito así: «Salieron a encontrarnos tres o cuatro oficiales y un pelotón de soldados, todos con las espadas desenvainadas, y nos rodearon como si tuvieren que custodiar a un enemigo formidable, en vez de tres pobres diablos desamparados que apenas si podíamos con nuestros cuerpos». Fueron mantenidos como prisioneros (España e Inglaterra estaban en guerra) y trasladados de una población a otra hasta llegar a Santiago, donde fueron embarcados finalmente para Europa. Pero la mayoría de las veces el trato que recibieron fue satisfactorio, incluso en Santiago dispusieron de libertad de movimiento, siendo recibidos por el gobernador. Los tres que sobrevivieron finalmente eran el capitán, Mr. Cheap, el oficial Mr. Hamilton y el guardiamarina Byron. Éste describe con bastante interés y detalle las costumbres, apariencia y vestuario de los chilenos de la capital, así como la economía del país y su funcionamiento.

La segunda parte del libro trata del viaje alrededor del mundo, del que el ya comodoro Byron da cuenta del trayecto, las incidencias, descripciones de islas, indígenas, botánica y zoología, en fin, detalles más de tipo científico y geográfico, pero menos atractivo en cuanto a las andanzas y aventuras humanas, reducidas al gobierno de la fragata y su lucha ―victoriosa, por otra parte―contra los elementos, llegando a buen término el viaje. Byron fue el primero que dio a conocer detalles exactos para la navegación por el Estrecho de Magallanes. Partieron de Plymouth (Inglaterra) el 2 de julio de 1764 y regresaron el 9 de mayo de 1766. Veintidós meses en la mar. La Relación del viaje alrededor del Mundo fue publicada póstumamente.
Para el relato del naufragio, se ha usado como base la edición publicada por J. Valenzuela  (Santiago de Chile, 1901), que a su vez se basó en la primera edición inglesa (1768). Para el relato del viaje alrededor del mundo se ha basado en la edición madrileña de 1943, a cargo de Ciriaco Pérez Bustamante.
Destaca el traductor los fallos de estilo y escritura, cosa que percibimos en la lectura, si bien el dramatismo de los hechos nos hace sobrellevar la ausencia de una forma literaria más atractiva. Lo que se echa de menos en esta edición es algún mapa de ambos recorridos, puesto que al emplear nombres que hoy no existen como tales, a veces resulta muy difícil seguir la derrota de los buques.

Ariodante



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