LIBERACIÓN
Sándor Márai
Salamandra Ed.
En
el arranque de ¡Tierra,
tierra!, segundo
volumen de sus memorias, Sándor Márai describe su
primer encuentro con un soldado soviético, episodio con el que nos
introduce en su testimonio del sometimiento de la patria por un poder
extranjero. Se verificaba en aquel entonces el asedio de Budapest por el
Ejército Rojo, a fines de 1944, y al susodicho soldado lo siguieron muchos
otros, toda una inmensa hueste surgida del Este cual materialización de la
eterna pesadilla europea, premunida esta vez de una novedad ideológica –el
comunismo-. Verdadera historia de una liberación nacional frustrada, el
referido libro está surcado de reflexiones sobre el significado
cultural, social y político de la invasión. Ahora bien, mucho antes de concebir
estas memorias, Márai escribió al fragor de los mismos acontecimientos una
novela breve y bastante ácida, la que solo sería publicada de modo póstumo. Se
trata de Liberación,
una cruda historia de oprobio y desengaño, no ya en el plano político, sino en
el de la intimidad de una mujer.
Escrita
en el segundo semestre de 1945 y publicada recientemente en castellano, Liberación tiene por
protagonista a Erzsébet, una joven que, como la mayoría de sus conciudadanos,
se cobija en los refugios antiaéreos de Budapest, en los hacinados sótanos de
una ciudad que se ha tornado escenario de la descomunal guerra en curso. Se
oculta, además, bajo una identidad falsa que la protege de la persecución de
los fascistas húngaros -los cruces flechadas- y de la Gestapo , que se afanan en
capturar a su padre, un famoso científico que ha solidarizado con los judíos y
otras víctimas del fascismo. Articulada la narración en torno a la joven,
asistimos a un agobiante cuadro de tensiones y padecimientos propios de un
asedio; compelidos sin apenas distinción de clases a una vida subterránea, los
habitantes de la capital húngara se deslizan bien pronto a un estado de
promiscuidad y de relajación de las normas sociales, una condición en que la
irritabilidad, la suspicacia y la mezquindad parecen imponerse a los mejores
impulsos humanos. Por encima de sus cabezas resuenan el tableteo de las
ametralladoras y el estruendo de las bombas, mientras que nazis y cruces
flechadas, acicateados por la desesperación y la rabia de la agonía, redoblan
esfuerzos en su bárbara cacería del hombre…
Erzsébet
cifra todas sus esperanzas de liberación –para sí y para sus compatriotas,
incluso para su tiempo- en la llegada de los rusos. ¿Cómo reprochárselo si
otros, más avezados en las faenas de la vida y mejor informados, se hacen
similares ilusiones? La situación es tal que apenas puede imaginarse algo peor;
los ocupantes alemanes, bien se sabe, llevaron las cosas a tal extremo que a
los soviéticos se los pudo ver como liberadores. El contrapunto de las
expectativas de Erzsébet lo ofrece uno de sus compañeros de confinamiento en el
improvisado refugio, un antiguo profesor de matemáticas de origen judío y, a la
sazón, inválido. A la idea de que con los rusos todo cambiará, expresada con
fervor por nuestra joven, opone el profesor la dosis necesaria de incertidumbre
y escepticismo; el prolongado diálogo que ambos sostienen, justo antes de
desencadenarse la catástrofe final, procede como pueden hacerlo las
conversaciones entre desconocidos expuestos en común a situaciones extremas,
mejor si entre ellos fluye una secreta corriente de simpatía. Es, este diálogo,
el contrapunto entre la madurez desencantada, la que viene de vuelta de las aspiraciones
desmedidas y las ensoñaciones románticas, y la juventud entusiasta e idealista,
fogosamente dispuesta a creer. Y es en este diálogo que la novela trasciende el
marco estrictamente histórico en que se desenvuelve para regalarnos un atisbo
del mejor Márai, el que en obras como El
último encuentro, La
mujer justa y La
extraña nos sumerge en perspicaces y desgarradoras exploraciones
del alma.
El
realismo cauteloso del postrado matemático nos anticipa el significado profundo
de la novela, en que la liberación aludida en el título excede el ámbito de lo
político, de las calamidades de la época. Más allá de lo que depara el
específico contexto en que se desarrollan los acontecimientos (la guerra, la
llegada de los rusos, el cambio de régimen), lo que el autor pone en juego es,
principalmente, la liberación del individuo en el plano moral y espiritual. A
renglón seguido, la realidad irrumpe abrupta y brutalmente en la forma de un
soldado soviético, cuando el sótano en que se refugian los personajes ha sido
desalojado por todos excepto por la joven y el inválido. Es una ominosa
aparición, la del soldado, indicio del cambio de tornas histórico y, sobre
todo, una pesada losa sobre las ilusiones de Erzsébet.
Liberación es, a todas luces, una novela escrita
sin demasiadas pretensiones, exponente menor de una obra que en su conjunto es
de muy alto nivel. Para los lectores asiduos de este autor puede que resulte un
poco disonante por su crudeza, inusual en una novelística que se caracteriza
por la parquedad de la acción –que no en las emociones- y un refinamiento no
exento de ironía. Resulta una lectura valiosa, empero, en que destaca la
descripción de un contexto tan premioso y atosigante como el de la guerra
librada en plena ciudad, con las víctimas civiles en el primer plano, y cuyo
material proporciona un complemento a
ras de suelo de un libro como las memorias de Márai. Lectura
valiosa, digo, como todo lo que conozco de su autor.
Rodrigo
-
Sándor Márai, Liberación.
Salamandra, Barcelona, 2012. 158 pp.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario