GUILLERMO GALVÁN
Ed. Evohé,
2012
Un buen título es aquel que
engloba la esencia del texto al que precede. Puede hacerlo de manera con una
larga y detallada explicación, o por el contrario, concentrarse en pocas
palabras, capaces de motivar distintas lecturas. Este es el caso de La mirada de Saturno, novela publicada
por primera vez en 1998 y galardonada con el premio Tiflos en 1999
y ahora, en edición revisada, se publica por cuarta vez, tras las ediciones de
la ONCE, Brand y Booket, y por vez primera en formato e-book, de la mano de
Evohé Ediciones.
Saturno es el equivalente romano
del Cronos griego, el dios que simboliza el Tiempo. ¿Algún concepto ha generado
tantas interpretaciones, sugerido tantos mitos, provocado tantas metáforas o
poemas como el del Tiempo? Saturno devorando a sus hijos, Zeus atacando a
Cronos, haciéndole vomitar a los hijos devorados, desterrándole al Tartaro. La
eterna tensión hijo-padre, la sustitución de unas generaciones por otras: El
Tiempo, la Memoria, el Recuerdo…Y también la mirada. Los ojos como un arma,
ojos que pueden expresar amor, miedo, odio, ira, la mirada de la Medusa mataba,
según el mito griego. Y Perseo, dicen, usó el espejo de su pulido escudo para
que el reflejo de los letales ojos de Medusa causaran la muerte del propio
monstruo.
En esta novela, la Mirada de Saturno refiere, además, a un
objeto de usos oscuros y legendarios, un objeto de culto, de poderes
inimaginables, algo así como el anillo de Tolkien, que se transmite a lo largo
de generaciones, se pierde entre las nieblas de la historia y es buscado por
distintos caminos y con diversas intenciones, en general todas poco sanas y
razonables.
Aunque el noventa por ciento de
la narración ocurre en 1975, entre Madrid, Segovia y París, con algunos
excursos a 1936 o a los años sesenta, hay tres capítulos que el autor introduce
dando un barniz ancestral a la historia. Un primer capítulo a modo de
explicación de cómo llega el misterioso objeto a Somosierra, otro capítulo
sobre el Kabisuaar celtibérico, y el tercero sobre La Mirada de Sobek, el dios cocodrilo, en la Tebtunis egipcia.
Estos excursos no los considero imprescindibles para entender la narración, y
probablemente el relato de Ricardo hubiera podido funcionar perfectamente sin
ellos, en mi opinión, pero están ahí, y quizás a otros lectores les sirva de
apoyo informativo.
Ricardo Asensi, el protagonista
de esta historia, se enfrenta con el distorsionado recuerdo de su padre,
Carlos, y al mismo tiempo de su pasado, en una búsqueda desenfrenada, que le
lleva a transitar por la frontera entre la razón y la locura. Tras muchos años
viviendo con la muerte de sus padres como una terrible losa sobre su vida,
ausente del cariño y ternura maternos, descubre que su progenitor no murió
cuando ocurrió el accidente aéreo, sino mucho tiempo después, y en un
psiquiátrico. Ese descubrimiento le perturba hasta el punto de iniciar un
rastreo compulsivo de las pistas que pudieran llevarle a comprender qué había
pasado en esos años, quien era, en realidad, su padre, y qué había pasado con
su madre. Pero no es solo él quien sabe de la oculta existencia paterna,
alguien más sigue sus pasos en la sombra, lo que a veces le lleva a situaciones
francamente peligrosas. Ricardo se siente perseguido, vigilado, objeto de esa
mirada que viene del pasado y que podría acabar con la vida que ha llevado
hasta ahora.
Una trama cuyo telón de fondo son
los días previos y posteriores a la muerte de Franco, días de inquietud y de
inseguridad, pero que a Ricardo le traen sin cuidado, ya que la figura de su
padre y el misterio que le rodea cobra una importancia vital, hasta el punto de
identificarse con la búsqueda de ese Grial que suponía La Mirada de Saturno, el
objeto cuya interpretación había perturbado a su padre hasta el punto de
traspasar la frontera de la cordura, alejándose del mundo. Pero son sus ojos
los que ven a Lucía, cuyo luminoso nombre y femenina presencia hace irrupción
tanto en la vida final del padre como la del hijo, y el intercambio de miradas
es un juego que lleva a otros juegos. Segovia, Madrid, París, Praga, Cuba…escenarios
que se suceden y donde el autor va situando la acción.
Novela pues, de intriga, con
fondo de la historia reciente española y europea, relatada con agilidad, corrección,
y que despierta el suficiente interés como para leerla de una sentada. La portada,
en la que un tramo de la acción se ve reflejada en la persecución nocturna,
incluye esos ojos demenciales de Saturno devorando a sus hijos que Goya plasmó
con fuerza en su pintura y que en la portada rivalizan con la luna, una luna
brillantísima, que intuyo simboliza a Lucía, luz sin la que Ricardo hubiera
caído en las sombras de la locura.
Guillermo Galván Olalla, (Valencia,
1950) periodista y escritor. Desde 2005 se dedica en exclusiva a la narrativa.
Comenzó su tardía actividad literaria en 1998, con la primera de sus novelas, La Mirada de Saturno, Tras ella,
ha publicado El aire no deja huellas (finalista del Rodrigo Rubio 2001), Aislinn-Sinfonía de fantasmas (premio
Río Manzanares 2002), De las cenizas
(premio Felipe Trigo 2003), Llámame Judas (premio Alfonso VIII de la Diputación de
Cuenca), Antes de decirte adiós
(2009) y pasó diez años investigando y documentándose para escribir Sombras de mariposa (2010),
que trascurre en el último tercio del siglo XI, y por la que ganó el premio
Hislibris a la mejor novela histórica 2011.
Ariodante
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