BLANCA MIOSI
Túpac estaba
tan conmovido que no atinó a decir palabra. Siempre había pensado en un padre
inmortal y al tener la certeza de que moriría, le invadió una sensación de
temor y desconsuelo. Le había escuchado decir en algunas oportunidades que cada
quinientos años habría un cambio fundamental, y el formaría parte de eso,
porque regresaría transformado en un nuevo Pachacútec, pero Túpac no era un
hombre fácil de convencer. Aquellas palabras, sin embargo, dichas en aquellos
cruciales momentos le impresionaron profundamente.
Blanca
Miosi, la autora de El cóndor de la pluma dorada dice que la escribió
con el corazón. Y, efectivamente, a medida que vamos pasando sus páginas nos
vamos dando cuenta de su afirmación. Estrictamente documentada, la narración se
ciñe a los hechos que realmente acontecieron durante el incario y la llegada y
conquista de los españoles.
Una
historia de amor imposible se desarrolla en los primeros capítulos. La hija del
gran Pachacútec, que gobernaba el extenso Tahuantinsuyu, estaba enamorada de
Koullur. Pachacútec, sin embargo, tenía otros planes para ella: ofrecérsela
como virgen al dios Inti. Su hijo Túpac Yupanqui se embarcó en una expedición
marítima impensable para aquel entonces: llegarían, tras meses de dura
travesía, hasta lo que hoy es la Polinesia, en Oceanía. La noticia de esas
tierras le llegó al inca por medio de unos mercaderes que afirmaban que al otro
lado del mar de Mamacocha había unas islas con grandes riquezas. Mar a quien
los españoles llamarían Océano Pacífico.
El imperio fue
extendiendo sus dominios. Túpac Yupanqui, ya sucesor de Pachacútec, continuó la
tarea de su padre. Durante su reinado el imperio alcanza su máxima expansión.
No reparará en peligros a la hora de emprender expediciones que depararán
grandeza a su reino.
Le
sucedería su segundo hijo, Titu Cusi, el emperador Huayna Cápac. El imperio era
tan extenso que ya para su padre había sido difícil de gobernar. Estaba
decidido a llevar al incario a su máximo desarrollo aunque tuvo que enfrentarse
a revueltas. Finalizadas las revueltas, mandó reconstruir Quito y llevó al
imperio a una época de franco esplendor
prosiguiendo la obra de su padre. Pero esa tranquilidad contribuyó a la
decadencia del gran ejército incaico. El imperio estaba abocado a la
repartición entre sus dos hijos: Huáscar y Atahualpa.
Después de la muerte de Huayna Cápac, el imperio fue gobernado
por ambos, cada uno en su territorio de manera pacifica aunque siempre con la
idea de ir armando un gran ejercito.
Casi al tiempo en que Cristóbal Colón se
topó con el Nuevo Mundo, murió Tupac Yupanqui. En 1525, Francisco Pizarro,
alcalde de Panamá, estaba convencido de lo que había dicho un mercader
moribundo: que más al sur había un reino muy rico. Pizarro no se resignaba a
perder la oportunidad de conseguir riquezas.
Pizarro se encontró con una guerra civil
entre los partidarios de Huáscar y Atahualpa. Esto le beneficiaría en sus
conquistas terminando con la captura, evangelización y muerte de Atahualpa.
El cóndor de la pluma dorada es una novela que
todo aquél que le guste el género histórico va a engancharse a su lectura y más
por el carácter didáctico que tiene la misma. Escrita en tercera persona,
utiliza un lenguaje sencillo salpicado, eso sí, por vocablos quechuas pero que
no influyen para nada en la comprensión del texto. Al contrato, le aportan
realismo y, a base de ir familiarizándonos con ellos vamos entendiendo su
significado. Así ocurre con Koullur, que era un chasqui, o sea, un mensajero.
Los personajes
los vamos conociendo a lo largo de la novela. Están bien caracterizados y
llegamos a familiarizarnos con sus defectos y sus virtudes. Vemos cómo la
dedicación de cada uno de los incas a su cometido va cambiando, sobre todo la
actitud de Huayna Cápac, pues en los reinados anteriores la casta militar
estuvo dedicada a la abstinencia, la privación y el trabajo pero con él las
costumbres cambiaron. El imperio se desmembró con su mandato y los españoles
aprovecharon la ocasión.
El cóndor
de la pluma dorada nos va enseñando, a lo largo de sus
veintiocho capítulos, la cultura incaica. El Cápac Ñan, una gran vía de
comunicación que llegó a alcanzar hasta los confines del imperio. Su religión,
politeista, con Wiracocha como el creador de todo pero a quien más veneraban
era a Inti, el sol. La estructura social del imperio, que era vertical, con el
inca en la cúspide y los súbditos eran la parte más baja de la escala social.
Era una sociedad polígama. Los incas eran los que gobernaban el imperio. Eran
una casta y el inca elegía de entre sus hijos a su sucesor. Sus ciudades,
templos, agricultura, ganadería, todo ello lo iremos conociendo a lo largo de
esta obra.
Sin duda, con
esta novela nos damos cuenta de que tanto los incas como los conquistadores
buscaban lo mismo: el someter a los conquistados y hacerse con las mayores
riquezas posibles. Errores y aciertos, triunfos y fracasos, conquistas y
esclavos: todo esto igualó tanto a unos como a otros.
Esto es lo que
se agradece de una novela histórica, su imparcialidad. De otro modo, siempre
nos quedará la duda. Una duda que daría lugar a confundirnos y el lector que
vaya a leer El cóndor de la pluma dorada agradecerá el trabajo efectuado
por la autora a la hora de ofrecernos
una obra en la que, aparte de entretenernos, pretende que conozcamos los hechos
tal como realmente ocurrieron.
Francisco Portela
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