Estos son algunos de los pensamientos que la lectura me genera. No soy, ni me siento ningún gurú o especialista en el tema, ni un estudioso de letras, ni un escritor exitoso, sino una simple y humilde persona que le gusta leer y tiene algo que comunicar.
Una vez me pregunté, ¿qué sentido tienen las palabras?, y un amigo me contestó sabiamente que sólo sirven para expresar ideas y emociones, intentan comunicar lo que uno piensa y siente, nada más. Me parece que uno de los pensamientos más claros e interesantes que he oído en mis 24 años.
¿Y por qué leer lo que alguien escribió? Leer no es solo una actividad intelectual donde el lector se limita a introducir e interpretar en su mente lo que otra persona escribió, sino que tiene varias connotaciones. Quien lee entra en una especie de relación con quien escribe, ya sea por que tiene algo importante que decir, o para transmitir solo su expresión. A través de la lectura se trasmiten no solo conocimientos y experiencias, sino también sensaciones y sentimientos, pero el escritor no limita al lector. Digo que el escritor no limita al lector, y eso es lo que a mi parecer le inyecta una gran dosis de riqueza a la lectura, porque la comprensión y la imaginación de lo que está escrito depende del lector. El escritor le presenta al lector una la posibilidad de interpretar lo que él ha escrito, pero le brinda la alternativa de que este último vuele con su imaginación intentando empalizar con el escritor. Lo contrario sucede con la televisión, por ejemplo (sin tratar de menospreciarla ni desacreditarle como medio masivo de comunicación), donde uno se limita a ver lo que se entrega, y no hay nada que crear. Leer nos lleva a un lugar que sólo existe en nuestra mente, nos abstrae de nuestro mundo cotidiano, con su aceleración, ajetreos y rutinas; eso nos hace una especie de coautores, nos permite crear y desarrollar nuestras capacidades intelectuales (ante esta diferencia se llama “la caja boba” a la televisión).
Por otro lado, leer nos brinda capacidad de criterio, capacidad de interpretación, nos insita a pensar, nos desarrolla la creatividad y agilidad mental, entre otras habilidades que hoy en día son muy valoradas en el mercado laboral, y no pueden ser adquiridas fácilmente, pero sí pueden perderse con la falta de práctica, como si un músculo se atrofiara. Además, la lectura nos permite plantearnos que esperamos de nuestra vida, nos da la posibilidad de crear nuestro plan de vida.
Generalmente, creo que uno adquiere cierto rechazo a la lectura a temprana edad (como me sucedió a mí), ya que en la escuela cualquier plan es mejor o más entretenido que leer. Yo viví esa etapa en que prefería hacer cualquier cosa antes que leer, pero con el correr de los años, gracias a Dios, pude adquirir el hábito de leer. Pero algunas personas no lo lograron, y he aquí un problema, nunca será lo mismo leer por placer que leer por obligación. Leer debería ser una alegría, no un sufrimiento; una actividad relajante, no estresante; una sensación de placer, no de tortura. Este es quizás el desafío más grande que tenemos los que gozamos leyendo, el de inculcar los beneficios de la lectura a quines no lo ven así. Además, de acuerdo con Melnick Barraza, quienes afirman que el conocimiento se duplica cada 3 ó 4 años, lo que implica que el conocimiento avanza a una velocidad superior a la velocidad de procesamiento que tenemos nosotros. Es decir que no podemos darnos el lujo de perder tiempo, ya sea porque no dedicamos parte de nuestro tiempo a la lectura o porque simplemente leemos cosas que no nos agregan valor alguno.
Dediquemos un rato de nuestro tiempo diario a la lectura, no hay nada que perder y mucho por ganar. Adquiramos ese hábito sensacional de la lectura cotidiana, los beneficios son enormes.
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