23 diciembre, 2012

HIPATÍA


 LA ÚLTIMA NOCHE DE HIPATIA

EDUARDO VAQUERIZO


Editorial: Alamut



Nada más enterarme de la existencia de este libro quise leerlo. He de reconocer que la historia de Hipatia me fascinó desde el primer momento en que la conocí. Yo soy una de esas mujeres que admiran a las grandes de la antigüedad, y como tal, no podía perdérmelo. De pequeñita ya había leído algo sobre Hipatia pero no me había introducido de lleno en saber más sobre su historia y lo dejé pasar. Fue hace tres años, a través de una asignatura de libre elección de la universidad (en concreto, “Religión y mitología romanas”) en la que el profesor nos fue presentando los distintos cultos en aquella época tan lejana a nosotros. Fue entonces cuando nos habló de Hipatia y nos dio más información sobre ella. La inteligencia de esta mujer, sus ansias por aprender en una sociedad en la que la mujer “debía ser mujer y nada más” y su posterior sufrimiento, me hicieron admirarla como nunca.
            La novela La última noche de Hipatia de Eduardo Vaquerizo nos cuenta los últimos días de la vida de esta filósofa y matemática a través de un personaje que ha viajado en el tiempo para descubrir más sobre la Historia. De esta manera, en esta novela podemos encontrar al principio, la historia de un grupo de investigadores, físicos, historiadores, filósofos… que quieren vencer las leyes del espacio-tiempo y viajar. Paralelamente, el autor va introduciendo una serie de epístolas que le envía Cirilo a su tío Teófilo, en las que ya muestra  el fanatismo que va a destruir la ciudad de Alejandría. También, encontramos las memorias de Orestes, prefecto  de Alejandría y amigo de Hipatia que nos da su propia visión sobre las circunstancias. Será en la segunda parte del libro (si se me permite decir que podemos dividirlo en dos partes), cuando Marta —una de las historiadoras del proyecto— consiga viajar hasta Alejandría y conocer a Hipatia, convirtiéndose en uno de sus discípulos en la Academia.
            A pesar de que la novela en sí podría ser considerada como de ciencia-ficción con tintes históricos, pienso que es mucho más que eso. Con esto me refiero a que se nota que Vaquerizo domina el arte de la escritura. Sí, me arriesgo diciendo “arte” porque él lo tiene. La novela podría ser narrada de un modo sencillo, sin embargo, Vaquerizo utiliza una prosa poética, un ritmo narrativo, que te impacta. A medida que iba leyéndolo, adentrándome cada vez más en la historia, disfrutaba más y más e incluso llegué a pensar que hacía tiempo que no leía una novela con una prosa tan magnífica.
            Las reflexiones de los personajes, los diálogos trabajados, el dominio que muestra Vaquerizo en el uso de las epístolas… todos ellos son recursos difíciles de conseguir que funciones correctamente, pero él lo consigue y creo que con creces. Además, las descripciones de los lugares de Alejandría, los hábitos de sus habitantes, el proceso de ascenso del cristianismo frente al resto de cultos… Todo esto también nos muestra que el autor ha trabajado en su obra arduamente, para conseguir el mayor rigor y verosimilitud y es algo que se agradece.
            Vaquerizo no sólo nos retrata una época historia, sino que le da un giro a dicha historia y reflexiona sobre ella, cómo podría haber sido de otro modo, las consecuencias de la implicación en los viajes en el tiempo (que es algo que se ha debatido ya en numerosas ocasiones). Y deja al lector la elección de reflexionar sobre el destino de Hipatia, sobre el fanatismo y el oscurantismo.
            Sin más, sólo me queda recomendar la novela. Y la recomiendo con una gran sinceridad. Me disgustaría que todos aquellos seguidores de la historia de Hipatia y de Alejandría se sintiesen mal por una “transgresión” (en el buen sentido de la palabra) en la historia, ya que opino que La última noche de Hipatia es mucho más que eso. Es un ejercicio intelectual, narrativo, artístico… que no se suele dejar ver mucho en nuestra literatura últimamente. 

Elena Montagud

21 diciembre, 2012

UNA DIVERTIDA HISTORIA


EL LIBRO DE LA SEÑORITA BUNCLE

D. E. STEVENSON

A pesar de los grandes avances científicos en el campo del genoma humano, aún no se ha encontrado ninguna prueba que demuestre que la capacidad de entretener a lectores de todas las generaciones se encuentra ligada al ADN. Sin embargo, puede que no resulte demasiado arriesgado e imprudente aventurar alguna relación entre cromosomas y literatura cuando se descubre que D.E. Stevenson, autora de la entretenidísima novela  El libro de la señorita Buncle es, ni más ni menos, que sobrina segunda de R. L. Stevenson, aquel  prestidigitador de la ficción y  taumaturgo de la peripecia que nos sedujo con la tonadilla “¡Quince hombres en el cofre del muerto, yo-jo-jo y una botella de ron!”, que nos asustó con el toc-toc del bastón del ciego Pew o que nos zarandeó a través de mares brumosos a bordo de la Hispaniola.

Dorothy Emily Stevenson nació en Edimburgo en 1892 y vivió en Escocia hasta su fallecimiento en 1973. Su padre, ingeniero y constructor de faros, la educó en casa a través de institutrices y fue a la tierna edad de ocho años cuando D. E. comenzó a escribir sus primeros textos. Su extensa carrera literaria (escribió más de cuarenta novelas) comenzó con Peter West (1923), pero no alcanzó popularidad hasta la publicación de Mrs. Tim of the Regiment (1932).

Para fortuna y deleite de los lectores en castellano, la editorial Alba, uno de los buques insignia en lo que a clásicos universales se refiere, rescata, en su colección Rara Avis, esta pizpireta novela de brillante plumaje, publicada en 1934 y a la que siguieron, en su país de origen, por su enorme éxito de ventas,  dos secuelas (Miss Buncle married y The two Mrs. Abbotts). En El libro de la señorita Buncle, un pequeño pueblecillo inglés de los años treinta, humilde y devoto admirador de su propio ombligo, ve con alarma y espanto cómo el rígido orden social que gobierna consuetudinariamente sus vidas es amenazado por la publicación de una novela,  El perturbador de la paz, escrita por un malévolo convecino que se parapeta tras un pseudónimo. La malvada es, en realidad, la señorita Buncle, una mosquita muerta y “tonta perdida” (sic) con aspecto de no haber roto un plato -de porcelana Wedgwood, claro- en su vida y que, de una manera ingenua, simpática y sencilla, retrata la vida de Silverstream y de sus amistades presentándolas como en realidad son, es decir, con todos sus defectos, manías y miserias ocultas (o casi ocultas). El vendaval de El perturbador de la paz arrancará sus caretas, abrirá los armarios y esparcirá por las coquetas y floridas calles todas las emociones reprimidas, consciente o inconscientemente,  durante muchos años y, poco a poco, y ante la mirada atónita de los habitantes y de la propia Barbara Buncle, muchos de los pronósticos de la novela de la discordia se irán cumpliendo.

Pero no solo los vecinos formarán parte de este divertimento metaliterario; el propio lector participa en el juego, porque, al igual que ocurre con El perturbador de la paz, El libro de la señorita Buncle no puede abandonarse una vez empezado, y el apetito provocado con cada capítulo debe, necesariamente, saciarse con la lectura del siguiente. Y es que la autora construye un juego de espejos en el que se reflejan los personajes, y  en el que también se deforma el ingenuo estilo de la señorita Buncle, transformándose en una narración omnisciente sutil y guasonamente malvada, preñada de mudas, anécdotas, burlas soterradas, un poquito de romanticismo y mucho, mucho humor inglés. Su  pluma irónica e incisiva dibuja unos personajes –junto a sus alter ego metaliterarios- pintorescos y entrañables, prontos a saltar de las páginas para dedicarse a arrancar nuestros hierbajos, como hace el hilarante coronel Weatherhead con sus “padrastros”, a reunirse en la cocina alrededor de un té Earl Grey para escuchar las imprecaciones de la empingorotada y despepitada señora Featherstone Hogg, o a salir pitando a la estación de ferrocarril más cercana para tomar el primer tren a Samarcanda.

Desde su simpático comienzo, “Una magnífica mañana el sol asomó la nariz entre las colinas”, hasta su redondo final –anunciando, eso sí, las futuras secuelas-,  D. E. Stevenson despliega una prosa fluida que discurre ágil, saltarina y directa por  los breves capítulos en los que se estructura la obra, plagados de  diálogos cómicos, frases lapidarias, descripciones sencillas y coloristas, y, en un alarde de inteligente dosificación argumental, cuajados de  pequeñas subtramas que, unidas entre sí por el hilo invisible de la comedia, contribuyen a evocar en la mente del lector una sensación de velocidad y ligereza.

A los amantes de los libros que hablan de libros esta novela les parecerá una lectura deliciosa; a los lectores de Gaskell les recordará sin duda a Cranford; y a los que disfrutan con la ironía sutil e incluso mordaz puede que les quede un cierto regusto a Saki (en versión, desde luego, menos corrosiva) porque esta matrioska literaria esconde en su interior, además, una carga de profundidad dirigida no solo contra los profesionales de la crítica literaria, sino  contra el borreguismo lector que sólo compra y lee lo que compra y lee el vecino.

Tal vez se echa en falta un dramatis personae y un puñado de notas a pie de página para aclarar al lector hispanoparlante el significado de algunos nombres propios y su ingeniosa mutación a manos de la ingenua señorita Buncle, como complemento todo ello de un ya de por sí explícito prólogo… Pero, en suma, merece Alba nuestra felicitación por haber sabido ofrecer a los lectores una cuidada edición, con una traducción impecable y un atractivo diseño; y nuestro aliento también para que ponga el mismo empeño y el mismo esmero en la edición en castellano de las dos secuelas que D.E. Stevenson regaló a los lectores de su tiempo.


Pilar Moreno Monteverde.

Datos técnicos
El libro de la señorita Buncle, D.E. Stevenson (1934).
Traducción: Concha Cardeñoso Sáenz de Miera.
Alba Editorial; colección Rara avis.
Primera edición: mayo 2012.
378 páginas.

19 diciembre, 2012

OLD ENGLAND



INGLATERRA, INGLATERRA

JULIAN BARNES



¿Llega un momento en el que el original comienza a dejar de parecernos auténtico?¿Es posible que prefiramos una copia, limpia, aséptica y sin genética propia, al original mismo? ¿Reducimos la realidad a una serie de imágenes simplistas que podemos manipular a nuestro antojo? En estas cuestiones se zambulle Inglaterra, Inglaterra, una original obra de Julian Barnes en la que plantea una fábula orwelliana con su habitual habilidad para la narración.

Julian Barnes fue una de las varias promesas de la literatura inglesa de los años ochenta, junto a autores como Martin Amis, Ian Mcewan o Kazuo Ishiguro. Desde entonces ha tenido ocasión de mostrar su talento en diversas obras. La reciente publicación de Arthur & George, soberbia recreación del fugaz cruce entre la vida del escritor Arthur Conan Doyle y el abogado de origen indio George Edalji, es un ejemplo perfecto de su interés por lo "inglés", sus símbolos y valores o la herencia de esa Inglaterra de finales del siglo XIX y principios del XX.

No es la primera vez que Barnes vuelve su mirada a Inglaterra, para repasar sus tópicos, su pasado e, inevitablemente atisbar el futuro en un mundo que le ha dejado de pertenecer. En 1998, Barnes publicó una obra íntegramente dedicada a esta materia, escrita desde la ironía (y el cariño) en la que fantasea sobre la creación de un parque temático que recoja la esencia de lo inglés.

Sir Jack Pitman, un multimillonario cuya nacionalidad original es dudosa (siempre los patriotas más vocingleros suelen ser los de adopción) desea culminar su vida invirtiendo una fortuna en la compra de un territorio (la isla de Wight será el objetivo final) para recrear al modo de un parque de atracciones temático, todo aquello que se debe ver y conocer de Inglaterra. De este modo, pretende, de una parte, conservar las esencias (o la imagen popular de éstas) de su país, así como preservarlas de los propios ingleses.

La idea que fundamenta el proyecto es la de que el público desea antes la copia que el original, más aún cuando la reproducción se le presenta de manera aceptable y cómoda, pudiendo visitar en un día aquello que requeriría varias semanas de fatigosos esfuerzos en la Inglaterra real. Desayunar sobre los acantilados de Dover, almorzar en Stratford-upon-Avon para luego tomar el té en un cottage con tejado de paja y cenar ante una espléndida puesta de sol en Stonehenge son sólo algunas de las múltiples posibilidades que ofrece la nueva Inglaterra, que, para destacar más su pretensión de sustituir a la original, lleva por nombre Inglaterra, Inglaterra.

En el catálogo de lo british más puro no faltan los taxis londinenses, los beefeaters, los autobuses de dos pisos, las cabinas telefónicas o el Big Ben. Pero para demostrar que no hay nada que la imaginación y el dinero (junto con la dosis adecuada de chantaje y coacción) puedan conseguir, también se podrá compartir una velada con el Dr. Samuel Johnson y sus inteligentes disertaciones, asistir a un asalto de la alegre pandilla de Robin Hood, contemplar en los cielos de Wight una representación de la Batalla de Inglaterra o disfrutar del cambio de guardia y la salutación de unos monarcas auténticos.

Para ello, Sir Pitman se rodea de un equipo de colaboradores multidisciplinar que le ayude a plasmar su idea en hechos concretos. Conviven así, un historiador estrella mediática de la televisión, un captador de ideas cuya única tarea inicial es la de grabar las ocurrencias espontáneas de su jefe, o una psicóloga -Martha Cochrane, cuyo papel fundamental es aportar negatividad y cinismo a las reuniones.

Martha es precisamente el personaje conductor de la novela, eclipsada en ocasiones por el todopoderoso Pitman. Su infancia difícil, abandonada por su padre, y su madurez compleja debido a varias relaciones insatisfactorias, configuran una visión del mundo que atrae de inmediato al millonario, que admira su crudeza y sarcasmo, y a otros miembros del equipo. De ser una empleada más pasa a ocupar un papel relevante dentro de la empresa (no explicaremos el cómo, sólo que Cochrane ha aprendido a manejar los mismos instrumentos que su jefe) y consigue convertir Inglaterra, Inglaterra en un completo éxito mercantil.

La identificación de la copia con el original es tan grande que, con el tiempo, los propios empleados del parque comienzan a identificarse con sus personajes. Robin Hood roba animales de granjas próximas, Johnson cae en una profunda melancolía abúlica y la copia empieza a querer parecerse demasiado al original, a cobrar vida propia, a reclamar su autonomía. Se da así la paradoja de que el modelo estático, destinado a eternizar Inglaterra, acaba por tornarse dinámico, asumiendo los valores mercantiles y falsarios de los que Pitman renegaba inicialmente.

Martha, tras su caída en desgracias, regresa a Inglaterra (a secas) y Barnes nos ofrece el contrapunto a lo que ocurre en la feliz Inglaterra, Inglaterra. Debido a su éxito comercial la pérfida Albión ha perdido todo su empuje económico, los especuladores han hundido la libra, el turismo abandona las islas, las instituciones internacionales le dan la espalda y la aristocracia se exilia en el Continente. Escocia y Galés aprovechan la oportunidad para independizarse y expandirse comprando tierras a los condados ingleses empobrecidos. Sin embargo, lo peor es que, tras ver arrebatada su historia, Inglaterra ha perdido la conciencia de sí misma (terrible pesadilla en un mundo en el que la globalización favorece la uniformidad) y debe buscar una nueva.

La nueva Inglaterra se rebautiza como Anglia, en un intento de recuperar sus raíces históricas. El regreso de los inmigrantes a sus países de origen ha convertido a Anglia en un estado rural y despoblado. Los transportes recuperan la fuerza animal como principal energía y la alimentación se limita a aquello que puede producir la tierra. Finalmente, Anglia ha vuelto a su más pura esencia medieval y rural, frente a Inglaterra, Inglaterra que tras crearse con la finalidad de copiar el original, recrear su pasado se convierte en futuro. Paradojas del destino de las que Martha tampoco logra escapar en su viaje por reconstruir su trayecto vital.
 
Inglaterra, Inglaterra, está escrita con la habitual maestría de Julian Barnes, con su preciosismo detallista y su ritmo narrativo impecable. No obstante, en algunos momentos, el esfuerzo de Barnes parece dirigirse a explicaciones excesivamente prolijas de aspectos claramente accesorios, mientras que en otros pasajes los acontecimientos se desencadenan con excesiva precipitación lo que hace perder el equilibrio narrativo. La combinación de aspectos psicológicos, la fabulación sobre el futuro de Anglia o el contraste entre realidad y copia resultan en ocasiones confusas.

Pese a no ser una de las mejores obras de Barnes, su argumento es tremendamente atractivo, original y muy sugerente; su estilo, brillante; y el resultado general más que aceptable. Ironía y reflexión, historia y ficción combinadas con acertadas reflexiones del autor sobre aspectos tan dispares como el arte, la felicidad y el amor la convierten en algo más que una curiosidad.

 GWW

DATOS DEL LIBRO

  • Nº de páginas: 320 págs.
  • Encuadernación: Tapa blanda
  • Editorial: ANAGRAMA
  • Lengua: ESPAÑOL
  • ISBN: 9788433968913



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