ALEJANDRO CASTROGUER
De
la pluma de Alejandro Castroguer —autor de La
guerra de la doble muerte— ha surgido una nueva novela: El Manantial. Publicada en la línea Z de
Dolmen, los lectores pensarán que es básicamente eso: una novela de zombis. Yo,
sinceramente, creo que no se debería haber publicado en esa línea, porque así
tal vez se pierda a lectores que se podrían interesar también por ella. Espero
que con reseñas como esta —y otras que he leído— despertemos la curiosidad en
lectores de todo tipo. No quiero decir con esto que El Manantial sea la mejor novela que de todos los tiempos y que
todo sea perfecto —sabemos que en literatura la perfección es algo muy difícil
de conseguir—, sin embargo, Castroguer ha conseguido crear una obra con un
argumento sólido, con unos personajes interesantes y con una prosa muy cuidada,
algo que realmente agradezco.
Pienso
que en El Manantial lo de menos son
los zombis. Evidentemente están ahí, pero no se centra en ellos y el malestar
que provoca la novela no proviene de ellos tampoco. El Manantial es (y podemos decir que este es el argumento de la
novela) la historia de dos jóvenes supervivientes: Verona y Abel. El Manantial es la historia sobre dos
personas que han tenido que luchar contra la adversidad, que han tenido que
afrontar un destino inhumano. Dos niños sin figuras maternas o paternas,
desamparados en un mundo hostil, en un mundo vacío, en un mundo muerto. Y es la
historia de cómo esos dos niños se han convertido en dos jóvenes despiadados,
salvajes. Hace poco leí Subte de
Pinedo, una distopía en la que los humanos volvíamos al primitivismo y nos
comportábamos como animales. El Manantial
es otra forma de representar esa distopía. En este caso, la razón del retorno
al primitivismo es —como ya he dicho— una especie de fin de mundo —llamada La
Noche del Desastre—. La cuestión es que Verona y Abel no son solo dos seres
humanos que se comportan como unos salvajes, sino que realmente son unos
salvajes despiadados, sin ningún tipo de escrúpulos. La pregunta que Castroguer
ha logrado que yo me haga es si, realmente, dos niños sin una figura adulta que
les eduque, que les haga comprender lo que está bien y lo que está mal,
acabarán transformándose en unos “carniceros”. Sin embargo, pienso que hay algo
más, porque Verona y Abel sí tuvieron una figura paterna en sus años mozos.
Tras su muerte, ellos cambian. ¿Qué ha sucedido entonces? ¿La edad que ellos
tenían cuando muere el padre no es suficiente para que ellos comprendan que lo
que hacen no está bien? Siempre que leo este tipo de historias acabo haciéndome
muchísimas preguntas. ¿Cuál es, verdaderamente, la naturaleza del hombre? ¿La
maldad? ¿La bondad?
Otro
de los aciertos de Castroguer, además de los personajes, es el hecho de ir
mostrando gradualmente el aprendizaje de los jóvenes. Para los lectores puede
resultar muy chocante pero es totalmente coherente con la situación de Abel y
Verona. Este aprendizaje está estrechamente relacionado con la religión. Castroguer
ya lo comenta antes de que leamos el libro. Tal vez algunos lectores piensen
que es algo sacrílego o que es simplemente una provocación más; sin embargo, el
hecho de jugar con metáforas a la hora de hablar del sexo o de la violencia y
emplear paralelismos con la religión es un gran acierto. Ya los modernistas se
consideraban sacerdotes del placer, ¿por qué no podemos recuperarlo?
Por
otra parte, como ya comenté antes, la prosa de Castroguer es un punto más a su
favor, ayuda mucho a la lectura. Y es que Alejandro escribe muy, muy bien.
Vamos a encontrar distintos niveles de escritura, es decir, que el lector —para
mantener la coherencia y el decoro— ha empleado un lenguaje distinto a la hora
de narrar en tercera persona —es un narrador muy culto, que sabe todo lo que
sienten y piensan Abel y Verona y nos lo va descubriendo para sentirnos muy,
muy dentro de ellos— y otro lenguaje dedicado a los personajes. Recordemos que
ellos se han criado casi solos, pues el padre muere pronto. Este es un tema
peliagudo que no creo conveniente extender en esta reseña, pero pienso que
sería muy interesante a la hora de abordan la cuestión de las relaciones entre
significado y significante y la comprensión del mundo. En fin, que Verona y
Abel no conocen el mundo y, por ello, no pueden entender muchas de las palabras
que leen o escuchan. Se encuentran con un paraguas y, evidentemente, no saben
lo que es porque nunca antes habían visto uno. Tampoco saben cuál es su nombre.
En alguna ocasión pensé que tal vez los personajes no deberían saber algo que
sí saben o que usen palabras y conceptos un tanto difíciles. Esto es lo de
menos y no afecta para nada a la totalidad de la obra.
Cabe
mencionar que la obra no está situada temporalmente de forma explícita. Tampoco
sabemos el lugar exacto donde todo sucede. No obstante, Castroguer va
diseminando algunas pistas para que el lector elabore sus propias hipótesis,
algo que todavía hace más interesante la novela.
No
me queda más que señalar que El Manantial
presenta muchas escenas violentas y sexuales muy explícitas, es cierto,
pero que para nada son gratuitas. En todo momento se encuadran de forma correcta
en la historia de la obra y en la situación de los personajes: Abel y Verona,
unos Adán y Eva modernos que intentan continuar su propia historia.
El Manantial
es una novela muy aconsejable. Una distopía sobre la supervivencia, una teoría
sobre la maldad y la bondad humanas del hombre, un estudio naturalista de dos
personas que, viviendo solas y siendo hombre y mujer y, a pesar de ser
hermanastros, acaban teniendo sexo. El
Manantial es eso, y mucho más. Descúbrelo tú mismo, lector.
Elena Montagud.
Título: El Manantial
Autor: Alejandro Castroguer
Editorial: Dolmen
Págs: 140
1 comentario:
Lo de las novelas de zombies está convirtiéndose en todo un género en España. ¡Y bien que me alegro! Porque son muy entretenidas.
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