ELENA CASERO
Ed. Talentura, 2011
Hay en este conjunto de relatos
―diecinueve, en total―muchos nexos de unión entre ellos. No sólo el hecho de
que los personajes se sientan discordantes en su ámbito, sino que la obsesión
que resulta recurrente en muchos de los textos sea un hecho también
discordante: el suicidio. Porque si bien la muerte es algo que inevitablemente,
nos toca a todos, decidir en qué momento la abrazamos es discrepar del destino,
individualizarlo, decidiendo por nosotros mismos el único acto que quizá sea el
más dramáticamente libre. No decidimos nacer, nos nacen. No decidimos muchas
cosas en esta vida, que nos vienen impuestas, aunque sí podemos decidir otras:
llevarle la contraria a lo que nos parece venir decidido de antemano.
Otro nexo de unión que observamos
es una abrumadora sensación de soledad, aplastante, la soledad de la rutina, de
las vidas planas, soledad muchas veces compartida bajo el mismo techo y que es
más dramática precisamente porque podría no serlo. Mayoritariamente los relatos
son protagonizados por mujeres, mujeres de una cierta edad, que se encuentran
hartas de su diario y cotidiano vivir. Y cuya única salida creen encontrar en
la huida de la vida. A veces de la propia y a veces de la ajena.
También los hombres interpretan
un papel en estas narraciones, unas veces bajo el manto de la soledad o del
desamparo, otras en el papel del otro, del que está en casa pero como si no
estuviera, de ese otro desarraigado, o de ese indiferente, una especie de vegetal
con el que la mujer que transita por el mismo pasillo no consigue puntos de
encuentro y por tanto abandona.
En general, todos estos escritos
nos muestran un mundo dramáticamente desolador: una cárcel interior de la que
quieren huir, y de la que creen que sólo la muerte les va a liberar. Sin
embargo, los textos están contados de modo absolutamente cotidiano, como si
fuera algo que vemos a diario. Porque lo vemos a diario: son esas parejas que
no se hablan, esas convivencias insulsas, o esas relaciones desesperantes o
tristemente opresivas que estamos habituados a escuchar de vecinos, parientes,
a contemplar al lado, o en las noticias; a vivir, incluso. Todo es cotidiano,
tristemente cotidiano. Lo que no es tan cotidiano son las soluciones a las que
llegan los personajes.
Es el enfoque que la autora, Elena
Casero, lo que le da el toque personal, cuyas narraciones rezuman un humor
cáustico, negro, pero en algunos momentos desternillante. Un humor sin el cual
no soportaríamos seguir leyendo. Un humor que es lo que consigue mantenernos
vivos en un paisaje tan desolador como el que sabemos que reflejan de nuestro
entorno estos retazos de realidad arrancados por la autora y presentados con
una retranca y una ironía que les hace presentables. Porque la vida sin humor
resulta muy dura en algunos casos. ¿Y qué mayor discordancia es reírse de la
muerte? Porque la muerte está presente en casi todos estos relatos, pero
presentada desde un punto de vista que nos hace sonreír, en situaciones que
sería para llorar. También hay otro punto común, y son los finales. Elena
Casero llega al final del relato y nos da un sobresalto, nos deja con la boca
abierta o hace que soltemos una carcajada. Finales sorprendentes, finales
abiertos. Algunos de los relatos hacen referencia a otros, imbricándose en sus
personajes. Quizás el último, Bodas de
plata, sea a su vez discordante respecto al resto, al menos en cuanto al
tema fúnebre, que no en el humorístico. Si hubiera de quedarme con alguno,
quizá el relato Una llamada a deshora
sea el que me ha resultado poderosamente sugerente. Desternillante el de Recuerdos a Benedetti. Unos muy breves,
otros más largos, el conjunto es una lectura que se hace amena, escrita en un
lenguaje muy directo, muy llano, a veces descarnado, que a pesar de su poso
amargo hace reflexionar sobre la cotidianeidad de nuestras miserias, y produce algunos momentos de franca hilaridad
discordante, obviamente.
Elena Casero (Valencia, 1954) es una autora tardía, una autora a la
que la vida ha llevado a escribir, y lo hace siempre con un toque de humor y
retranca que la va caracterizando y dándole ya un sello personal a sus
escritos.
Ariodante
1 comentario:
Muchísimas gracias Ario.
Un abrazo muy grande
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