LA
FRAGATA PRINCESA
LUIS
DELGADO BAÑÓN
Ed. Noray,
2012
Quinto
volumen de la Saga Marinera Española,
publicado en principio por la editorial Áglaya y reeditado ahora por Noray, es
la obra que tenemos entre manos. La acción de la novela comienza cuatro años
más tarde de cuando finaliza la entrega anterior, El jabeque Murciano. En
ella, el capitán de navío y escritor Luis
Delgado (Murcia, 1946), nos trasporta a las Américas,
desplazando a los dos héroes de la Saga, Francisco Leñanza y Santiago Cisneros,
ya tenientes de navío por sus hazañas mediterráneas. Francisco ha aumentado la
familia con una Rosalía, que añadida al pequeño Santiago, hacen las delicias de
todos. Tras esos años navegando en jabeque por el Mediterráneo y perfeccionando
sus conocimientos teóricos de navegación con los avances científicos, ambos
jóvenes ansían dar el salto a aguas del Atlántico e incluso del Pacífico. Como
todo llega, también se produce un nombramiento y un destino, aunque hasta
llegar a tierras americanas no sabrán exactamente cuál.
Hasta casi
la mitad del libro viajamos con Gigante
y Pecas, en el navío San Ildefonso que los transportará a
Cartagena de Indias. Allí conocerán sus diferentes destinos, puesto que
inevitablemente, y ante la urgente necesidad de oficiales en los departamentos
americanos, Santiago es requerido en Lima y Francisco en San Blas (México). Para
llegar cada uno a su puerto, han de recorrer el istmo de Panamá y acceder al
Pacífico, donde cada uno embarcará con dirección opuesta. El acúmulo de
dificultades que encuentran es insospechado, y ambos amigos se dan cuenta de
que las cosas no funcionan en tierras americanas como en la metrópoli. Pero de
un modo u otro, y ayudados por golpes de suerte, consiguen embarcarse. A partir
de ese momento, dejamos a Santiago y seguimos a Francisco.
La
narración sigue la derrota de Francisco hacia San Blas. Como el trayecto es
largo y el paquebote que le transporta no demasiado marinero, la paciencia de Gigante sufre y su ánimo se perturba.
Consigue al menos, aleccionarse e
instruirse acerca de lo que le espera, la historia de la colonización de la
zona, las distintas políticas de los virreyes, los puestos y avanzadillas
situados en la zona y las múltiples expediciones y viajes organizados, información que le larga (y de paso nos
ilustra a los lectores) el comandante Perona, entre frasca y frasca de caldos
generosos y alguna que otra paletilla, servida por Setum, que acompaña a
Francisco como criado y secretario. Así conocemos cómo diversos expedicionarios
españoles descubrieron una serie de puertos, islas y poblaciones entre el
paralelo 40 y el 60, a lo largo de la costa americana en el Pacífico Norte; los
problemas surgidos posteriormente por la ausencia de un buen mantenimiento de
las plazas, la competencia entre misioneros jesuitas y franciscanos, siendo los
primeros los que organizaron prácticamente toda la costa, pero al ser abolida
su orden por Carlos III, fueron sustituidos por franciscanos, con Fray Junípero
Serra al mando. Precisamente esta competencia fue la que hizo que el Apostadero
fuera situado en San Blas; originariamente
situado en el puerto Matanchén por manos jesuíticas, pasó al actual
emplazamiento al ser desplazados los jesuitas.
El
autor, por medio de los diálogos de sobremesa entre Francisco y Perona, nos
transmite valiosísima información que nos ilustra sobre las múltiples expediciones
y descubrimientos, la competencia con los rusos y sobre todo con los
británicos, que, apoderándose por medio del espionaje de cartas marinas y
detalles de expediciones previas, llegaron a tomar posesión y dar nombre a
puertos e islas que ya habían sido
descubiertas por españoles, pero cuyo descuido y poco aprovisionamiento por
parte de la Corona había abandonado a su suerte, con lo que el esfuerzo y el
trabajo de todos estos hombres relegados al olvido fue en balde. Luis Delgado
aporta nombres de navegantes y hazañas dignos de ser recordados, lo que
confiere un valor especial a la narración, de recuperación de una parte de la
historia española de ultramar desconocida para la gran mayoría.
Francisco
es nombrado, ―para asombro y satisfacción internos― comandante del Apostadero
de San Blas. Inmediatamente entra en funcionamiento, para poner al día las
cosas, organizar las expediciones al Norte y vigilar que la maquinaria trabaje
a todo ritmo. Pero a la vez surge un asunto que pondrá unos granos de pimienta
en el aderezo de la narración: lejos de la familia, los ojos se le van tras una
morena espectacular... Los hombres –como las mujeres― tienen sus necesidades de
afecto y de calor humano, a ser posible, con añadido físico. En San Blas el
calor es bochornoso, y a los veintitrés años la fogosidad es irreprimible. Así
que ya tenemos vendaval entablado.
En la
parte final del libro se organiza la importante misión que le lleva, a bordo de
la fragata que da nombre al la novela, a tierras del norte, a Nutka, (parte de
la actual isla de Vancouver) donde han de tomar posesión como territorio de la
Corona y construir un fortín y asentamiento, previendo las posibles y siempre
astutas intrusiones británicas. El
enfrentamiento que mantiene con los británicos que intentan posesionarse de la
misma plaza es de una fuerza dramática enorme. Y la aventura posterior, en el
Estrecho de Fuca, la lucha contra los elementos y por la supervivencia en
condiciones terriblemente adversas de imprime a la novela un magnífico colofón.
Francisco madura a pasos agigantados en pocos meses, bajo la responsabilidad
que supone la comandancia, la soledad del mando, la toma de decisiones en
última instancia. Y podemos advertir del temple que va adquiriendo su carácter.
El autor nos aclara al final del libro algunos puntos sobre
los hechos históricos que son la base de la historia de ficción. Como es
habitual en la Saga, personajes reales están mezclados con los protagonistas de
la novela, y a veces el autor se toma alguna licencia en función de la trama
literaria. Pero lo importante que creo conviene destacar, es que por medio de
la narración llegamos al conocimiento de una serie de hazañas históricas y de
personajes que realmente existieron y dejaron su vida en su empeño por llevar
el pabellón español a tierras lejanas y defenderlo a toda costa, con valentía y
honor. En suma, un libro memorable, bastante ameno desde su comienzo aunque
mucho más atractivo y emocionante en la segunda parte, de final apoteósico.
La edición de Noray incluye esta vez una larga lista de
ilustraciones: un mapa de América posterior a 1750, con el
vacío de la «Tierra incógnita» del noroeste americano. Otro mapa de la expedición del piloto de la Armada Juan Pérez
(1774) en la que se descubre la isla Nutka. Mapa de las expediciones del piloto de
la Armada Esteban José Martínez (1788-1789). Reproducción del acta del convenio
firmado por España y Gran Bretaña que dio paso a la «Expedición de límites»,
comandada por los capitanes de navío Juan Francisco de la Bodega y Quadra y
George Vancouver (1792). Grabado de
Macuina, jefe indígena de Nutka, y su mujer. Plano
del puerto de Santa Cruz de Nutka, 1791.Vista del puerto de Nutka. Imagen del
Capitán de navío de la Real Armada don Juan Francisco de la Bodega y Quadra.
Ariodante
Publicada también en: http://novilis.es/?p=3069
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