24 abril, 2012

EN LAS ALTAS CALIFORNIAS


LA FRAGATA PRINCESA
LUIS DELGADO BAÑÓN

Ed. Noray, 2012


Quinto volumen de la Saga Marinera Española, publicado en principio por la editorial Áglaya y reeditado ahora por Noray, es la obra que tenemos entre manos. La acción de la novela comienza cuatro años más tarde de cuando finaliza la entrega anterior, El jabeque Murciano. En ella, el capitán de navío y escritor Luis Delgado (Murcia, 1946), nos trasporta a las Américas, desplazando a los dos héroes de la Saga, Francisco Leñanza y Santiago Cisneros, ya tenientes de navío por sus hazañas mediterráneas. Francisco ha aumentado la familia con una Rosalía, que añadida al pequeño Santiago, hacen las delicias de todos. Tras esos años navegando en jabeque por el Mediterráneo y perfeccionando sus conocimientos teóricos de navegación con los avances científicos, ambos jóvenes ansían dar el salto a aguas del Atlántico e incluso del Pacífico. Como todo llega, también se produce un nombramiento y un destino, aunque hasta llegar a tierras americanas no sabrán exactamente cuál.
Hasta casi la mitad del libro viajamos con Gigante y Pecas, en el navío San Ildefonso que los transportará a Cartagena de Indias. Allí conocerán sus diferentes destinos, puesto que inevitablemente, y ante la urgente necesidad de oficiales en los departamentos americanos, Santiago es requerido en Lima y Francisco en San Blas (México). Para llegar cada uno a su puerto, han de recorrer el istmo de Panamá y acceder al Pacífico, donde cada uno embarcará con dirección opuesta. El acúmulo de dificultades que encuentran es insospechado, y ambos amigos se dan cuenta de que las cosas no funcionan en tierras americanas como en la metrópoli. Pero de un modo u otro, y ayudados por golpes de suerte, consiguen embarcarse. A partir de ese momento, dejamos a Santiago y seguimos a Francisco.

La narración sigue la derrota de Francisco hacia San Blas. Como el trayecto es largo y el paquebote que le transporta no demasiado marinero, la paciencia de Gigante sufre y su ánimo se perturba. Consigue al menos, aleccionarse  e instruirse acerca de lo que le espera, la historia de la colonización de la zona, las distintas políticas de los virreyes, los puestos y avanzadillas situados en la zona y las múltiples expediciones y viajes organizados,  información que le larga (y de paso nos ilustra a los lectores) el comandante Perona, entre frasca y frasca de caldos generosos y alguna que otra paletilla, servida por Setum, que acompaña a Francisco como criado y secretario. Así conocemos cómo diversos expedicionarios españoles descubrieron una serie de puertos, islas y poblaciones entre el paralelo 40 y el 60, a lo largo de la costa americana en el Pacífico Norte; los problemas surgidos posteriormente por la ausencia de un buen mantenimiento de las plazas, la competencia entre misioneros jesuitas y franciscanos, siendo los primeros los que organizaron prácticamente toda la costa, pero al ser abolida su orden por Carlos III, fueron sustituidos por franciscanos, con Fray Junípero Serra al mando. Precisamente esta competencia fue la que hizo que el Apostadero fuera situado en San Blas; originariamente  situado en el puerto Matanchén por manos jesuíticas, pasó al actual emplazamiento al ser desplazados los jesuitas.

El autor, por medio de los diálogos de sobremesa entre Francisco y Perona, nos transmite valiosísima información que nos ilustra sobre las múltiples expediciones y descubrimientos, la competencia con los rusos y sobre todo con los británicos, que, apoderándose por medio del espionaje de cartas marinas y detalles de expediciones previas, llegaron a tomar posesión y dar nombre a puertos  e islas que ya habían sido descubiertas por españoles, pero cuyo descuido y poco aprovisionamiento por parte de la Corona había abandonado a su suerte, con lo que el esfuerzo y el trabajo de todos estos hombres relegados al olvido fue en balde. Luis Delgado aporta nombres de navegantes y hazañas dignos de ser recordados, lo que confiere un valor especial a la narración, de recuperación de una parte de la historia española de ultramar desconocida para la gran mayoría.

Francisco es nombrado, ―para asombro y satisfacción internos― comandante del Apostadero de San Blas. Inmediatamente entra en funcionamiento, para poner al día las cosas, organizar las expediciones al Norte y vigilar que la maquinaria trabaje a todo ritmo. Pero a la vez surge un asunto que pondrá unos granos de pimienta en el aderezo de la narración: lejos de la familia, los ojos se le van tras una morena espectacular... Los hombres –como las mujeres― tienen sus necesidades de afecto y de calor humano, a ser posible, con añadido físico. En San Blas el calor es bochornoso, y a los veintitrés años la fogosidad es irreprimible. Así que ya tenemos vendaval entablado.

En la parte final del libro se organiza la importante misión que le lleva, a bordo de la fragata que da nombre al la novela, a tierras del norte, a Nutka, (parte de la actual isla de Vancouver) donde han de tomar posesión como territorio de la Corona y construir un fortín y asentamiento, previendo las posibles y siempre astutas intrusiones británicas. El enfrentamiento que mantiene con los británicos que intentan posesionarse de la misma plaza es de una fuerza dramática enorme. Y la aventura posterior, en el Estrecho de Fuca, la lucha contra los elementos y por la supervivencia en condiciones terriblemente adversas de imprime a la novela un magnífico colofón. Francisco madura a pasos agigantados en pocos meses, bajo la responsabilidad que supone la comandancia, la soledad del mando, la toma de decisiones en última instancia. Y podemos advertir del temple que va adquiriendo su carácter.

El autor nos aclara al final del libro algunos puntos sobre los hechos históricos que son la base de la historia de ficción. Como es habitual en la Saga, personajes reales están mezclados con los protagonistas de la novela, y a veces el autor se toma alguna licencia en función de la trama literaria. Pero lo importante que creo conviene destacar, es que por medio de la narración llegamos al conocimiento de una serie de hazañas históricas y de personajes que realmente existieron y dejaron su vida en su empeño por llevar el pabellón español a tierras lejanas y defenderlo a toda costa, con valentía y honor. En suma, un libro memorable, bastante ameno desde su comienzo aunque mucho más atractivo y emocionante en la segunda parte, de final apoteósico.

La edición de Noray incluye esta vez una larga lista de ilustraciones: un mapa de América posterior a 1750, con el vacío de la «Tierra incógnita» del noroeste americano. Otro mapa de la expedición del piloto de la Armada Juan Pérez (1774) en la que se descubre la isla Nutka.  Mapa de las expediciones del piloto de la Armada Esteban José Martínez (1788-1789). Reproducción del acta del convenio firmado por España y Gran Bretaña que dio paso a la «Expedición de límites», comandada por los capitanes de navío Juan Francisco de la Bodega y Quadra y George Vancouver (1792). Grabado de Macuina, jefe indígena de Nutka, y su mujer. Plano del puerto de Santa Cruz de Nutka, 1791.Vista del puerto de Nutka. Imagen del Capitán de navío de la Real Armada don Juan Francisco de la Bodega y Quadra.


Ariodante

Publicada también en:  http://novilis.es/?p=3069



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