MUHAMMAD YUNUS
Muhammad Yunus recibió en 2006 el
Premio Nobel de la Paz y en 1998 el Príncipe de Asturias de la Concordia por su
contribución a la erradicación de la pobreza mediante un innovador mecanismo de
préstamos denominado "microcréditos".
El banquero de los
pobres describe el nacimiento del proyecto del banco Grameen desde su
primera fase experimental en el pueblo de Jobra en 1977 hasta su consolidación
actual en numerosos países (alguno de ellos sorprendentes como los Estados
Unidos o Noruega). Anteriormente, Yunus era profesor de economía del desarrollo
en la Universidad de Chittagong en Bangladesh tras realizar estudios en los
Estados Unidos. Sin embargo, día a día observaba cómo sus “bellas teorías” no
servían más allá de la pizarra del aula en la que cómodamente enseñaba al
margen de la pobreza que acuciaba a la mayoría de sus conciudadanos.
Investigando los motivos de dicha
pobreza comprendió varias reglas que forman la base del ideario del banco
Grameen. Los pobres, por el hecho de serlo, no son menos innovadores o emprendedores
que los grandes empresarios de una sociedad moderna, el mero hecho de seguir
vivos en sus circunstancias les acredita como extraordinarios luchadores. Por
otro lado, para poder mantener sus pequeñas actividades (venta ambulante, venta
de leche, fabricación de sillas de paja, etc) necesitan de dinero para comprar
las materias primas. Su única fuente de financiación son los prestamistas
locales ya que la banca comercial les está vedada (carecen de antecedentes
comerciales, los préstamos que necesitan son de importes tan bajos que el coste
de la maquinaria burocrática que estas entidades necesitan excede el importe
del préstamo) por lo que las condiciones económicas de dichos préstamos son tan
draconianas que apenas les permiten obtener lo necesario para devolver las
cuotas correspondientes y sobrevivir hasta el siguiente préstamo.
La idea de Muhammad Yunus es
sustituir a estos financieros locales prestando fondos a un interés más bajo
sin las complicaciones que suele imponer la banca tradicional. En su sistema,
el banco Grameen, no hay contratos firmados (la mayoría de los prestatarios no
sabe escribir), sus préstamos son de muy poco importe (“microcréditos”) y a
corto plazo. Si un prestamista no puede pagar un plazo no se le lleva a los
tribunales, se estudia su caso y se le concede una moratoria de los intereses,
o se le hace un nuevo préstamo o se prolonga la vigencia del mismo para ajustar
la cuota a un importe asumible por el prestatario. De este modo, la filosofía
convencional según la cuál el prestamista debe tomar todas las garantías
precisas para recuperar lo prestado se torna en la contraria: el prestatario no
impagará salvo que le sea totalmente imposible porque precisamente este
préstamo es su única oportunidad para salir de la pobreza, no se ve al deudor
como un riesgo en potencia sino como un emprendedor en potencia que sólo
necesita combustible financiero. Actualmente, tal y como ha ocurrido a lo largo
de toda su historia, el banco Grameen, cuenta con el ratio de morosidad más
bajo de todo Bangladesh.
El libro describe el proceso por
el cuál el proyecto se extendió desde la localidad de Jobra a la región de
Tangail, al resto de Bangladesh y a otros países del mundo. Yunus narra cómo
tuvieron que luchar para conseguir financiación de los bancos nacionales y cómo
obtuvieron la independencia económica a partir de los años 90. También se
explica el crecimiento de la entidad a la hora de ofrecer nuevos servicios, las
sociedades que se están creando en torno al banco (p. ej. el de suministro de
telefonía móvil o de internet, sanidad, etc). Se recoge el balance del banco en
el año 2004 y se da cuentas del proceso de transformación del banco Grameen en
Grameen II, básicamente la misma entidad pero como mayor capacidad de adaptarse
a las necesidades de sus clientes.
Son innumerables las lecciones
que se extraen de la lectura del libro por lo que me limitaré a comentar
algunas de ellas dejando al lector que descubra directamente en el libro de
Yunus todo lo que de aprovechable hay en él.
El banco Grameen se dirige
fundamentalmente a las mujeres de los extractos más pobres de la sociedad (una
sociedad, por otro lado, fundamentalmente musulmana en la que el papel de la
mujer es ajeno al manejo de la economía familiar, privilegio reservado al
varón). Para obtener un préstamo Grameen, se debe formar un grupo de 4-5
prestamistas potenciales que acuden a unos cursillos de información sobre la
operativa del banco, tras los que se realizan unos exámenes que deben aprobar
todos los integrantes del grupo. El préstamo se concede individualmente pero el
grupo toma un papel fundamental dado que si uno de sus integrantes tiene
dificultades para pagar sus cuotas, impide que el resto de miembros del grupo
puedan mejorar las condiciones de sus propios préstamos. De este modo se
fomenta la cooperación mutua y el aprendizaje de errores ajenos. Estos grupos
se unen a otros de la misma localidad eligiendo un representante (todo un
honor) y el esquema se repite hasta llegar a agrupaciones de ámbito nacional.
Las sociedades que prestan
servicios accesorios siguen la misma filosofía que el banco Grameen. Como
ejemplo, parecería que en pueblos en los que apenas hay medios para garantizar
la salud o la educación, la telefonía móvil es un lujo superfluo o frívolo. Sin
embargo, Grameen ha optado por un modelo que acerca las nuevas tecnologías a
los estratos más pobres de la sociedad de modo que les sean rentables. Así, en
cada pueblo hay una persona con un teléfono móvil de la operadora de Grameen,
que es el “negocio” de una mujer cuyo trabajo consiste en cobrar dinero por
dejar utilizar su móvil y actuar como recadera del resto de vecinos. De este
modo, el pueblo se beneficia de las ventajas de la comunicación (principalmente
en casos de necesidad) y una persona puede salir de la pobreza gracias a ello.
Esta filosofía de obtener un
beneficio para repartirlo entre los que lo generan es la clave en la distinción
de las empresas tradicionales (volcadas a la obtención de beneficios para el
empresario, al margen de cualquier tipo de “beneficio social”) y el nuevo
modelo de empresa que representa Grameen. El propio autor ve un futuro en el
que, cada vez más, las empresas del primer tipo incorporarán objetivos sociales
(de hecho, las nuevas tendencias en materia de responsabilidad social corporativa
parecen encaminarse en este sentido).
Igualmente, respecto de la
clásica distinción ideológica entre derecha e izquierda, Yunus se sitúa en un
nuevo paradigma. Admite valores considerados como propios de izquierda
(solidaridad, lucha contra la discriminación, etc) pero discrepa del modo en el
que la izquierda concibe la labor del Estado como proveedor de servicios para
los desfavorecidos. Así, considera que cualquier ayuda que se pretenda
conceder, desde el Estado o instituciones internacionales, para luchar contra
la pobreza sólo sirve para expulsar de la recepción de las mismas a los más
pobres del colectivo objeto de la ayuda. Igual ocurre con los servicios de los
estados desarrollados, la Seguridad Social, por ejemplo, no es un mecanismo de
ayuda para los más desfavorecidos sino para consolidar los beneficios de muchos
que no lo son.
Por otro lado considera, al igual
que los ideólogos del liberalismo más estricto, que cualquier ayuda que se
conceda sólo sirve para acomodar en esa situación al receptor de la misma.
Yunus describe los problemas que se encuentra cuando proyectos como el del
banco Grameen pretenden instalarse en países prósperos. En el caso de Estados
Unidos se sorprendió de que, inicialmente, nadie estaba dispuesto a luchar para
salir adelante con un pequeño negocio (p. ej. venta ambulante de tacos, o
arreglos de ropa a domicilio, reparación de muebles, etc) porque al comenzar
una actividad deberían renunciar a todo o parte del subsidio de desempleo. ¿Son
menos emprendedores los pobres de Estados Unidos que los de Bangladesh? No,
simplemente, el emprendedor que todos llevamos dentro se repliega cuando el
Estado nos subvenciona.
Ideas como ésta hacen de la
lectura del libro un revulsivo y un desafío a las ideas establecidas. Por otro
lado, Yunus combina las grandes ideas y los proyectos generales del banco con
las pequeñas historias de muchos de los prestatarios de Grameen que han logrado
salir adelante gracias a sus propios esfuerzos (nada deben a la caridad o al
voluntarismo de ONG alguna). Las vidas de estas personas son las que abren una
ventana a la realidad de modo, que al igual que Yunus, decidió dejar sus
“bellas teorías macroeconómicas”, podamos entrar y salir de estos debates
ideológicos con la mente un poco más clara y menos dogmática.
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