UNA SOLEDAD DEMASIADO RUIDOSA
BOHUMIL HRABAL
Bohumil Hrabal es dueño de una
voz propia en el mundo de la literatura contemporánea. Su gusto por temas de
gran trascendencia se adereza con un estilo alegre y desenvuelto, protagonizado
por personajes que escapan de la mediocridad gracias al exquisito trato que el
autor les concede, nada de lo que hagan es visto con desagrado por Hrabal como
ya vimos en Yo
que he servido al Rey de Inglaterra y, por tanto, el lector se
contagia de esa simpatía.
La vida del escritor checo fue
una colección de trabajos variopintos hasta los años 50. La experiencia de
estos primeros años de formación le sirvió de caldo de cultivo para muchos de
sus textos entre los que se encuentra Una soledad muy ruidosa cuyo protagonista
es el trabajador de una prensa de papel en un frío y húmedo sótano por cuyo
techo caen desde la calle los papeles y libros, desechados por el mundo
exterior, que deben ser prensados y empaquetados.
Estos libros son una de sus
pequeñas ventanas al mundo. Cada día lleva a su casa algún ejemplar indultado y
con él tapiza las paredes de su habitación, su salón e incluso su cuarto de
baño, con riesgo continuo de desprendimientos. En ellos aprende las palabras de
Jesucristo y Buda, Schiller y Kant o Goethe entre otros muchos. Como él mismo
asegura, ha asimilado sus palabras hasta el punto de ser incapaz de reconocer
cuáles son sus propios pensamientos, y así sufre inusitadas batallas mentales
entre ideas contrapuestas y sus respectivos filósofos adalides. Éste es
precisamente el ruido que inunda la soledad de este pequeño hombre.
Pero también hay vida fuera del
sótano y de los libros, y así a veces visita a un tío suyo que, ya retirado de
su trabajo en los ferrocarriles, ha instalado raíles, una pequeña estación y un
tren en el terreno adyacente a su casa. Este entrañable personaje es la
semblanza de un familiar de Hrabal con el que vivió durante el final de la
Segunda Guerra Mundial y que trabajaba de guardavías de una pequeña estación y
en el que se inspiró para escribir la que es quizá su obra más conocida, Trenes
rigurosamente vigilados.
Al igual que su tío, cuando se retire del trabajo que ama por encima de todas las cosas, comprará la máquina de prensar (para ello ya está ahorrando) y la instalará en su propio jardín y, una vez al año, enseñara a sus vecinos los secretos del prensado del papel y les dejará hacer su propio fardo por un módico precio.
Al igual que su tío, cuando se retire del trabajo que ama por encima de todas las cosas, comprará la máquina de prensar (para ello ya está ahorrando) y la instalará en su propio jardín y, una vez al año, enseñara a sus vecinos los secretos del prensado del papel y les dejará hacer su propio fardo por un módico precio.
Otros personajes pueblan las
páginas del libro ofreciendo ese fresco a medio camino entre una comedia amable
y un amargo sabor que no sabemos de donde procede. Y es que, finalmente, la
desgracia se precipita sobre nuestro hombre feliz. Ha oído hablar de una enorme
prensadora de papel instalada en una ciudad cercana, capaz de hacer en un día
el trabajo que una máquina como la suya hace en una semana.
Cuando decide visitar la máquina
queda sorprendido, no sólo por su tamaño y eficiencia, sino por los propios
trabajadores, jóvenes, limpios y ¡bebiendo leche en lugar de cerveza!. Incluso
con vacaciones pagadas por el sindicato que les organiza viajes al extranjero,
el último año a Grecia. Y comprende que él nunca ha disfrutado de un viaje al
extranjero, conoce de Grecia a sus autores y sueña que podría acompañar al
grupo y mostrarles las ruinas y los lugares en los que Platón y Sócrates
ofrecían su sabiduría, o donde se representaban las obras de Sófocles. Pero
nada de ello ha visto y sólo tiene sus libros y sus ideas. Y decide volver a su
sótano, y rendir como estos jóvenes, abandonar la cerveza por la leche y
trabajar a destajo. Pero ya es tarde, su jefe que nunca le ha respetado no
aprecia su esfuerzo, le insulta y decide contratar a dos nuevos empleados
relegándole a él a tareas de limpieza y al despido. Es el fin.
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