15 marzo, 2012

YUNUS: UN NUEVO PARADIGMA


EL BANQUERO DE LOS POBRES
MUHAMMAD YUNUS
 PAIDÓS IBÉRICA 2005
ISBN 9788449318306
Muhammad Yunus recibió en 2006 el Premio Nobel de la Paz y en 1998 el Príncipe de Asturias de la Concordia por su contribución a la erradicación de la pobreza mediante un innovador mecanismo de préstamos denominado "microcréditos".
El banquero de los pobres describe el nacimiento del proyecto del banco Grameen desde su primera fase experimental en el pueblo de Jobra en 1977 hasta su consolidación actual en numerosos países (alguno de ellos sorprendentes como los Estados Unidos o Noruega). Anteriormente, Yunus era profesor de economía del desarrollo en la Universidad de Chittagong en Bangladesh tras realizar estudios en los Estados Unidos. Sin embargo, día a día observaba cómo sus “bellas teorías” no servían más allá de la pizarra del aula en la que cómodamente enseñaba al margen de la pobreza que acuciaba a la mayoría de sus conciudadanos.

Investigando los motivos de dicha pobreza comprendió varias reglas que forman la base del ideario del banco Grameen. Los pobres, por el hecho de serlo, no son menos innovadores o emprendedores que los grandes empresarios de una sociedad moderna, el mero hecho de seguir vivos en sus circunstancias les acredita como extraordinarios luchadores. Por otro lado, para poder mantener sus pequeñas actividades (venta ambulante, venta de leche, fabricación de sillas de paja, etc) necesitan de dinero para comprar las materias primas. Su única fuente de financiación son los prestamistas locales ya que la banca comercial les está vedada (carecen de antecedentes comerciales, los préstamos que necesitan son de importes tan bajos que el coste de la maquinaria burocrática que estas entidades necesitan excede el importe del préstamo) por lo que las condiciones económicas de dichos préstamos son tan draconianas que apenas les permiten obtener lo necesario para devolver las cuotas correspondientes y sobrevivir hasta el siguiente préstamo.
La idea de Muhammad Yunus es sustituir a estos financieros locales prestando fondos a un interés más bajo sin las complicaciones que suele imponer la banca tradicional. En su sistema, el banco Grameen, no hay contratos firmados (la mayoría de los prestatarios no sabe escribir), sus préstamos son de muy poco importe (“microcréditos”) y a corto plazo. Si un prestamista no puede pagar un plazo no se le lleva a los tribunales, se estudia su caso y se le concede una moratoria de los intereses, o se le hace un nuevo préstamo o se prolonga la vigencia del mismo para ajustar la cuota a un importe asumible por el prestatario. De este modo, la filosofía convencional según la cuál el prestamista debe tomar todas las garantías precisas para recuperar lo prestado se torna en la contraria: el prestatario no impagará salvo que le sea totalmente imposible porque precisamente este préstamo es su única oportunidad para salir de la pobreza, no se ve al deudor como un riesgo en potencia sino como un emprendedor en potencia que sólo necesita combustible financiero. Actualmente, tal y como ha ocurrido a lo largo de toda su historia, el banco Grameen, cuenta con el ratio de morosidad más bajo de todo Bangladesh.

El libro describe el proceso por el cuál el proyecto se extendió desde la localidad de Jobra a la región de Tangail, al resto de Bangladesh y a otros países del mundo. Yunus narra cómo tuvieron que luchar para conseguir financiación de los bancos nacionales y cómo obtuvieron la independencia económica a partir de los años 90. También se explica el crecimiento de la entidad a la hora de ofrecer nuevos servicios, las sociedades que se están creando en torno al banco (p. ej. el de suministro de telefonía móvil o de internet, sanidad, etc). Se recoge el balance del banco en el año 2004 y se da cuentas del proceso de transformación del banco Grameen en Grameen II, básicamente la misma entidad pero como mayor capacidad de adaptarse a las necesidades de sus clientes.
Son innumerables las lecciones que se extraen de la lectura del libro por lo que me limitaré a comentar algunas de ellas dejando al lector que descubra directamente en el libro de Yunus todo lo que de aprovechable hay en él.

El banco Grameen se dirige fundamentalmente a las mujeres de los extractos más pobres de la sociedad (una sociedad, por otro lado, fundamentalmente musulmana en la que el papel de la mujer es ajeno al manejo de la economía familiar, privilegio reservado al varón). Para obtener un préstamo Grameen, se debe formar un grupo de 4-5 prestamistas potenciales que acuden a unos cursillos de información sobre la operativa del banco, tras los que se realizan unos exámenes que deben aprobar todos los integrantes del grupo. El préstamo se concede individualmente pero el grupo toma un papel fundamental dado que si uno de sus integrantes tiene dificultades para pagar sus cuotas, impide que el resto de miembros del grupo puedan mejorar las condiciones de sus propios préstamos. De este modo se fomenta la cooperación mutua y el aprendizaje de errores ajenos. Estos grupos se unen a otros de la misma localidad eligiendo un representante (todo un honor) y el esquema se repite hasta llegar a agrupaciones de ámbito nacional.
 
Las sociedades que prestan servicios accesorios siguen la misma filosofía que el banco Grameen. Como ejemplo, parecería que en pueblos en los que apenas hay medios para garantizar la salud o la educación, la telefonía móvil es un lujo superfluo o frívolo. Sin embargo, Grameen ha optado por un modelo que acerca las nuevas tecnologías a los estratos más pobres de la sociedad de modo que les sean rentables. Así, en cada pueblo hay una persona con un teléfono móvil de la operadora de Grameen, que es el “negocio” de una mujer cuyo trabajo consiste en cobrar dinero por dejar utilizar su móvil y actuar como recadera del resto de vecinos. De este modo, el pueblo se beneficia de las ventajas de la comunicación (principalmente en casos de necesidad) y una persona puede salir de la pobreza gracias a ello.

Esta filosofía de obtener un beneficio para repartirlo entre los que lo generan es la clave en la distinción de las empresas tradicionales (volcadas a la obtención de beneficios para el empresario, al margen de cualquier tipo de “beneficio social”) y el nuevo modelo de empresa que representa Grameen. El propio autor ve un futuro en el que, cada vez más, las empresas del primer tipo incorporarán objetivos sociales (de hecho, las nuevas tendencias en materia de responsabilidad social corporativa parecen encaminarse en este sentido).
 
Igualmente, respecto de la clásica distinción ideológica entre derecha e izquierda, Yunus se sitúa en un nuevo paradigma. Admite valores considerados como propios de izquierda (solidaridad, lucha contra la discriminación, etc) pero discrepa del modo en el que la izquierda concibe la labor del Estado como proveedor de servicios para los desfavorecidos. Así, considera que cualquier ayuda que se pretenda conceder, desde el Estado o instituciones internacionales, para luchar contra la pobreza sólo sirve para expulsar de la recepción de las mismas a los más pobres del colectivo objeto de la ayuda. Igual ocurre con los servicios de los estados desarrollados, la Seguridad Social, por ejemplo, no es un mecanismo de ayuda para los más desfavorecidos sino para consolidar los beneficios de muchos que no lo son.

Por otro lado considera, al igual que los ideólogos del liberalismo más estricto, que cualquier ayuda que se conceda sólo sirve para acomodar en esa situación al receptor de la misma. Yunus describe los problemas que se encuentra cuando proyectos como el del banco Grameen pretenden instalarse en países prósperos. En el caso de Estados Unidos se sorprendió de que, inicialmente, nadie estaba dispuesto a luchar para salir adelante con un pequeño negocio (p. ej. venta ambulante de tacos, o arreglos de ropa a domicilio, reparación de muebles, etc) porque al comenzar una actividad deberían renunciar a todo o parte del subsidio de desempleo. ¿Son menos emprendedores los pobres de Estados Unidos que los de Bangladesh? No, simplemente, el emprendedor que todos llevamos dentro se repliega cuando el Estado nos subvenciona.

Ideas como ésta hacen de la lectura del libro un revulsivo y un desafío a las ideas establecidas. Por otro lado, Yunus combina las grandes ideas y los proyectos generales del banco con las pequeñas historias de muchos de los prestatarios de Grameen que han logrado salir adelante gracias a sus propios esfuerzos (nada deben a la caridad o al voluntarismo de ONG alguna). Las vidas de estas personas son las que abren una ventana a la realidad de modo, que al igual que Yunus, decidió dejar sus “bellas teorías macroeconómicas”, podamos entrar y salir de estos debates ideológicos con la mente un poco más clara y menos dogmática.

GWW

14 marzo, 2012

KOESTLER LUCHADOR


LOS GLADIADORES  
Arthur Koestler

Única incursión de Koestler en el campo de la novela histórica, Los gladiadores, o Espartaco (The gladiators, 1939), es el título inaugural de un terceto narrativo en que el autor aborda –entre otras cosas- el tema de la ética revolucionaria. Novelando el episodio de la sublevación de esclavos acaecida entre los años 73 y 71 a. C., Koestler estudia algunos de los dilemas relativos a fines y medios o el conflicto ‘moralidad trascendente v/s conveniencia social’ en una revolución. Se trata, pues, de una obra de registro político, basada parcialmente en la extrapolación y el anacronismo. Los otros componentes del trío son Oscuridad al mediodía (Darkness at noon, 1941; también conocida en castellano como ‘El cero y el infinito’) y Arrival and departure (1943; al parecer, sin traducción al castellano); ambas novelas, ambientadas en el siglo XX.

Arthur Koestler (1905-1983) fue un escritor de origen judío, nacido en Budapest y educado en Viena. En 1931 se afilió al Partido Comunista alemán, cuando trabajaba en un periódico berlinés. Poco después viajó a la URSS en misión reporteril, ocasión en que pudo conocer la atroz realidad del alardeado ‘paraíso de los trabajadores’. Progresivamente desencantado del comunismo, Koestler realizó una indagación primaria sobre la figura de Espartaco, movido de la curiosidad sobre quien inspiró el nombre del Spartakus-Bund (Liga Espartaco, movimiento del que surgiría el PC alemán). Entusiasmado por lo que descubrió y acuciado por la dura contingencia en que se hallaba inmerso, concibió la idea de componer una novela histórica sobre la famosa rebelión de esclavos.

Koestler creyó notar ciertos paralelismos entre la época del mentado suceso y las primeras décadas del siglo XX. Postula en su autobiografía que el siglo I a.C. fue “un siglo de intranquilidad social, de revoluciones abortadas y de violentos movimientos de masas […]. Las causas que determinaron tales trastornos sociales y políticos tenían un rasgo igualmente familiar a nuestra era: el derrumbe de valores tradicionales, una rápida transformación del sistema económico, grandes masas de gente sin ocupación, debido a la importación de esclavos de trabajo y a los cereales mas baratos llevados desde las colonias, la ruina de los pequeños campesinos y el aumento de grandes latifundios, una administración corrompida y una clase rectora decadente [etc.]” (La escritura invisible, Debate, 2000; p. 287). De acuerdo a esto, el autor procura reconstruir la historia de la sublevación recurriendo a las escasas fuentes históricas disponibles y al expediente de la ficción novelística, esto último con dos propósitos: suplir de modo especulativo los vacíos de la historiografía –curiosidad y prerrogativa de novelista, incipiente en su caso- y, ante todo, plasmar ciertas consideraciones nacidas de su evaluación del moderno paradigma revolucionario, extrapolándolas por vía de anacronismo al precedente establecido por Espartaco. El proceso de creación de Los gladiadores permitió a su autor ordenar ideas y romper definitivamente con el comunismo.
Como anticipaba, Koestler hace de la ética revolucionaria el tema medular de la novela. En su versión del episodio histórico, Espartaco quiere construir una sociedad utópica, una “federación basada en la justicia y la buena voluntad” que llevaría el nombre de ‘Estado del Sol’. El ideario que lo inspira es de índole igualitaria y protocomunista: nadie debía arrogarse el derecho de imponerse a los demás y todos compartirían la propiedad de los bienes. El problema es que la realización de la utopía enfrenta un sinnúmero de dificultades, tanto internas como externas, y Espartaco no puede sino actuar como un tirano. Es lo que Koestler denomina la ‘ley de los desvíos’: el líder revolucionario, amante de su pueblo y colmado de buenas intenciones, se ve obligado a desviarse del camino que inicialmente se ha trazado -demasiado piadoso, excesivamente ingenuo- y a ejercer la crueldad en nombre de la bondad; para suprimir de la historia las matanzas y los despotismos, se convierte él mismo en déspota asesino. Considerado desde la lógica revolucionaria, es una porfiada realidad, refractaria a las buenas intenciones, lo que fuerza a que los iluminados como Espartaco –así nos lo presenta el novelista- pospongan virtud y humanitarismo en nombre de un futuro soñado, cuya (hipotética) realización justificaría los sacrificios del presente (tema que es mejor tratado en Oscuridad al mediodía). No obstante, la exasperada observación hecha por uno de los personajes es la de más precio: “No hay tirano más peligroso que el que está convencido de ser un abnegado guardián del pueblo”. Esta es, en definitiva, la conclusión que mejor identifica el pensamiento de autor.

El afán polémico de la novela es patente conforme se desenvuelve la trama y explícito en el post scriptum -apéndice explicativo añadido por el autor en la edición inglesa de 1965, e invariablemente incorporado en las ediciones en castellano-. La tentativa de Koestler no fue la única en su género ni en su tiempo. Otros representantes de la denominada ‘literatura del exilio’ (Lion Feuchtwanger, Alfred Döblin, Heinrich Mann) cultivaron la modalidad literaria que el venezolano Arturo Uslar Pietri calificara de “reconstrucción de la historia”, en novelas de tesis que se valen de paralelismos históricos para dilucidar un presente conflictivo. Más que en el acápite de la fidelidad histórica, mis reproches irían por el lado de la perdurabilidad de la obra; lado del que, como es lógico, suele cojear la ficción de tinte político. La sola presencia del post scriptum me suscita dudas acerca de la autonomía de la obra (aquello de “La novela debiera ser capaz de hablar por sí misma”). Con todo y recordar que el de la autonomía narrativa es un principio nacido de una época, un artificio literario entre otros, creo que la relevancia y la vigencia de Los gladiadores están muy supeditadas al contexto histórico que impulsó su redacción. Se trataría, por tanto, de una obra con fecha de vencimiento.

Hecha constancia de tales reservas, me parece que la novela aún se sostiene satisfactoriamente, bien confeccionada como está, de modo que se deja leer con gratitud. Resulta interesante, además, por los dilemas que plantea.
En suma, recomendable.


Rodrigo

- Arthur Koestler, Los gladiadores. 
Pocket Edhasa, Barcelona, 2005.
Traducción de María Eugenia Ciocchini, 504 pp. 
Hay edición por Altaya bajo el título de Espartaco (1996, misma traducción, 346 pp.).

12 marzo, 2012

CON PUSHKIN EN LA INTIMIDAD


DIARIOS ÍNTIMOS
(1836-1837)
A.S. PUSHKIN
Traducción de Olga Volkonskaya
Prefacio de Mijail Armalinsky
Ilustraciones de A.S. Pushkin
Editorial Funambulista.

Magnífica traducción y cuidada presentación editorial, que incluye ilustraciones del propio Pushkin, es la obra presente. Reflexiones sobre el amor, la pasión, las relaciones con las mujeres -incluida su esposa-, así como su visión general de la vida, siempre a través del cristal del sexo, son el tema del  Diario Secreto. Escrito para no ser publicado hasta mucho después de su muerte, en sus páginas Pushkin se siente absolutamente libre y no pone freno a sus palabras. Abre su alma y su cuerpo al lector: desde crudas confesiones sobre su irrefrenable necesidad física de las mujeres, hasta detalladas descripciones del acto carnal que hubieran hecho sonrojar al propio Casanova, que era mucho más sugerente que explícito –quizás porque sus memorias sí estaban destinadas a publicarse en vida. Así como Tolstoi, en cuyos diarios de juventud plasma una vida turbulenta, se siente culpable ante su propio desenfreno, Pushkin, por el contrario, no sólo no se siente tal, sino que justifica su inevitable necesidad de sexo como una peculiaridad personal, alardeando de ello. Lo necesita, lo busca, lo desea: no puede evitarlo.
Únicamente le preocupa el honor, -tema recurrente en su obra, por otra parte-  es decir, el honor de su matrimonio: su esposa debe serle fiel, al menos en público. De ahí que llevase adelante el duelo fatal. D’Anthés, casado unas semanas antes con su cuñada Ekaterina, le provoca constantemente tratando de seducir a su esposa, y ésta le alienta con un coqueteo constante pero sin rendirse. Natalia parecía ser una mujer de pocas luces, aunque de una belleza esplendorosa. Y jugaba sus cartas: casó con Pushkin sin amor, para escapar de una familia problemática. Y se encontró con que el escritor era un sátiro, un hipersexual que no podía vivir sin practicar el sexo constantemente y con mujeres diferentes. Acabó acostumbrándose, pero usó la baza de los celos y la coquetería, en parte como venganza, en parte porque tampoco le amaba realmente. De hecho, le dio plena libertad para encelarse con sus hermanas, así como con prostitutas. Y Pushkin no necesitó más: las poseyó a todas.

Alexandr Sergeievich Pushkin (Moscú, 1799-San Petersburgo, 1837) poeta, dramaturgo y novelista, considerado como el padre de la moderna literatura rusa; nació en el seno de una familia noble, aunque por parte de madre descendía de un príncipe abisinio, esclavizado por los otomanos y llevado posteriormente a Rusia. Estas gotas de exotismo de algún modo se advertían en sus rasgos que él consideraba poco agraciados, y quizás aumentaron el ardor de su carácter apasionado. Pushkin fue un genio, un torbellino tanto en vida y en muerte, ya que murió a los 38 años, tras recibir un balazo en un duelo por salvaguardar su honor y la libertad de su modo de vida. Envidiado y odiado por muchos, ya que desde muy pronto destacó su producción literaria, poética, dramática y prosística, tuvo que soportar exilio, en Odessa y el Caúcaso, como un héroe romántico, ya que la sociedad no le deseaba en ella.
En 1831 se casa, casi por convención, con Natalia Goncharova, dama bellísima, no muy apasionada, pero generadora de pasiones, incluido el propio Zar, que la había sentado -apenas una niña- sobre sus rodillas y gracias a una oportuna intervención se quedó sin consumar lo que podría haber acabado con su virtud. Pero la coquetería de Natalia –quizás cansada de las constantes infidelidades de su marido, finalmente le lleva al duelo con un dandi francés que pone fin a su vida.
Seductor, sensual y apasionado, amante de la belleza como un artista del Renacimiento, su obra en su conjunto transita a caballo entre el romanticismo y el realismo, caracterizándose por una sucesión de contrastes y un juego con los diferentes puntos de vista. Tres elementos podrían considerarse como definitorios de su obra, mirada globalmente: la aproximación  historicista, la actitud social crítica y el enfoque psicológico. En el Diario, sin embargo, rezuma realismo por los cuatro costados. Realismo e incorrección política, diríamos ahora. Pushkin fue incorrecto políticamente desde que empezó a publicar, lo que le llevó al destierro  en 1820, con diecinueve años, por opiniones políticas liberales que disgustaron al zar, que a punto estuvo de enviarlo a Siberia aunque se contentó con el Cáucaso.
Al mismo tiempo, el Diario tiene profundísimas reflexiones sobre la vida, la muerte, el honor y el amor. Unas marcadamente románticas y otras de un realismo descarnado. Pero sus descripciones del sexo son ardorosas, detalladísimas y francamente perturbadoras por su sinceridad. Abre su alma y muestra su cuerpo como pocos hombres lo han hecho: dispuesto para la muerte, esperando el disparo fatal, escribe a corazón abierto. Las últimas páginas son dedicadas al tema del duelo, que ya veía como inevitable, y hasta lo deseaba: matar o morir, pero acabar aquel infierno en que se estaba hundiendo. Incluso llega a imaginar qué va a hacer su esposa tras su muerte, ¡y acierta! con una lucidez increíble.
Obra imprescindible para comprender el alma del gran escritor, e incluso diría más: el alma de un hombre, el alma de los hombres. Porque creo que  estas páginas resumen la esencia de lo masculino frente a lo femenino, la eterna batalla de los sexos, al margen de lo que entendemos por amor, que pertenece a otro nivel.

Ariodante







¡Sálvese quien pueda! - Andrés Oppenheimer

¡Sálvese quien pueda! El futuro del trabajo en la era de la robotización. Oppenheimer siempre me ha llamado la atención, si bien no he sid...