26 enero, 2013

TRONOS ARDIENTES


EL TRONO DE FUEGO

RICK RIORDAN

Dicen por ahí que las novelas juveniles son lo que son y ya está. Que no se les puede sacar ninguna chicha. Que solo ofrecen romances juveniles sin complejidad. Que es muy fácil escribir historias juveniles… Sin embargo, me alegro de que en el panorama literario aparezcan obras que demuestren todo lo contrario: que la novela juvenil es mucho más de lo que se puede llegar a creer, que no ofrecen solo romances juveniles, que no es sencillo escribirlas… A fin de cuentas, los jóvenes lectores son igual o más exigentes que los demás. Vamos, que de tontos no tienen un pelo, y también saben distinguir buenas y malas historias.
El Trono de Fuego es una de esas novelas juveniles que ofrece a sus lectores —tanto jóvenes como adultos— una historia maravillosa, mágica y entretenida, tal y como sucedía con su predecesora.
Carter y Sadie pertenecen a una familia de faraones (para los que han leído la anterior novela, seguro que los recuerdan) y dominan la magia. De nuevo, tienen una misión que cumplir, mucho más peligrosa que la anterior: deben despertar a Ra, el dios del sol, el más poderoso, para que Apofis —el dios del caos— no engulla el sol y el mundo acabe destruido, quedando oscuridad y más oscuridad. Para ello, solo disponen de un par de días, pero nadie sabe dónde se ocultó Ra a descansar. A todo esto hay que sumarle el hecho de que los dioses han formado dos bandos: los que quieren despertar a Ra y los que están en contra de ello. Sadie y Carter van a tener que superar muchas pruebas… ¿Lograrán despertar a Ra, el dios más poderoso?

Rick Riordan ha sabido combinar entretenimiento con mitología egipcia, algo que me parece muy satisfactorio y original, pues hasta ahora sí teníamos historias de magos en las que nos remontábamos a otras mitologías y religiones, pero no la egipcia, y lo cierto es que es muy interesante. De este modo, los lectores se verán atrapados en una historia llena de aventuras, magia, dioses egipcios y, también, amor. Una de las cosas que más me han gustado del libro es que al final se haya incluido un glosario en el que se explican una serie de palabras egipcias, así como los dioses y diosas que son mencionados a lo largo de la novela, con lo que el lector, si en alguna ocasión se pierde, puede acudir a él e informarse.
Otra cosa que también me ha gustado mucho es la forma de contar la historia. El autor ha utilizado la vieja estrategia del manuscrito encontrado, aunque adaptado a los nuevos tiempos: el texto se supone que es la transcripción de un archivo de audio. Esto hace que la narración gane verosimilitud y que, además, el lector se sienta apelado una y otra vez a lo largo de la historia por los dos personajes protagonistas.
También gustará mucho a los lectores el retrato que se hace de los dioses. Algunos de ellos parecen personas normales y corrientes, con sus caprichos y sus tonterías, tal y como sucede por ejemplo con Anubis, que estoy segura que será uno de los que más gustará a las jóvenes lectoras. Creo que Riordan mantiene durante toda la novela la coherencia y las historias de los dioses están introducidas en los momentos correspondientes, además de que se crea un argumento sólido e interesante.
No es extraño, por lo tanto, que Disney haya comprado los derechos cinematográficos de Las Crónicas de los Kane, así que, tal vez, dentro de poco podamos ver en pantalla a Sadie, Carter y los dioses luchando contra el caos.

Elena Montagud

Ficha técnica:
Título: El Trono de Fuego
Autor: Rick Riordan
Traducción: Manuel Viciano
Serie: Las Crónicas de los Kane
Editorial: Montena
Págs: 410




24 enero, 2013

SAGAS MEDIEVALES

SAGA DE TEODORICO DE VERONA 

ANÓNIMO
En Bergen, la ciudad nórdica donde el rey Hákon IV Hákonarson (1214-1263) tenía su corte, las noches de invierno eran largas y frías. En torno al fuego, en humildes casas o en lujosos banquetes, los sagnamenn amenizaban las veladas relatando historias de reyes, héroes, hadas, ondinas, dragones, troles o enanos. Los rapsodas recorrían las plazas de las ciudades y pueblos regándolos de hechos extraordinarios, gestas legendarias y crueles batallas, a mayor gloria del monarca y sus leales caballeros.
Aún hoy el reinado de Hákon IV suscita controversia entre los historiadores. Para unos fue hombre poderoso y dominante, que gobernó con puño de hierro el mayor imperio noruego que haya existido; para otros, sólo un personaje mediocre que alcanzó el trono en un momento clave de la historia noruega. Sea como fuere, de lo que no hay duda es que, durante su reinado, Noruega dejó atrás las luchas intestinas que la desgarraban y conquistó la unificación y el reconocimiento internacional; su corona se legitimó al entroncar con otras monarquías europeas como la castellana, con uno de cuyos vástagos, el infante don Felipe, hermano de Alfonso X, se desposó la princesa de aciago destino, Kristín, hija de Hákon. Su corte asistió al florecimiento de las artes en general y de la literatura en particular, plasmando en textos escritos leyendas germanas adaptadas a la lengua noruega, de donde nacería un nuevo género denominado riddarasögur o “sagas de caballeros”. El origen oral de estas narraciones en prosa se nos revela en su propia etimología, que ya Borges subrayó en sus Literaturas germánicas medievales, al señalar el origen alemán –sagen-  e inglés –say- del término saga,  cuyo significado viene a ser “decir o referir”. La Real Academia Española define el vocablo como “cada una de las leyendas poéticas contenidas en su mayor parte en las dos colecciones de primitivas tradiciones heroicas y mitológicas de la antigua Escandinavia” y, como muestra de la difusión que estas epopeyas han alcanzado a través de los siglos, también propone la acepción “relato novelesco que abarca las vicisitudes de dos o más generaciones de una familia”, evidenciando así uno de los rasgos de este tipo de literatura, la crónica de la vida de un personaje célebre –y de sus parientes y allegados- desde su nacimiento hasta su muerte.
Un magnífico ejemplo de este tipo de relatos es la Saga de Teodorico de Verona, única versión íntegra y estructurada que se conserva en la literatura medieval sobre la vida del monarca Teodorico el Grande (454-526) -Þiðrekr para los noruegos-.  Escrita a mediados del siglo XIII, narra las hazañas del rey ostrogodo a lo largo de varios años en escenarios italianos, húngaros, rusos, polacos o españoles, salpicándola con una serie de aventuras protagonizadas por furiosos dragones, pizpiretos enanos, vesánicos gigantes, hercúleos herreros, virtuosas princesas, hermosas doncellas, nobles caballeros e intrépidos guerreros.



Algunas de estas historias, más próximas a la leyenda que a la crónica, comparten protagonistas con otras sagas, como la de El cantar de los nibelungos, cuyo héroe, Sigfrido –Sigurðr en noruego-, que evoca en el lector el recuerdo del Aquiles homérico, inspiró a Wagner para componer su mastodóntica obra El anillo del nibelungo. Y no sólo el compositor alemán fue seducido por la mágica influencia de estos relatos; los lectores de J.R.R. Tolkien descubrirán sin mucho esfuerzo la musicalidad nórdica en los nombres de elfos, troles o enanos de El señor de los anillos; y los demás recordarán cuentos como La cenicienta o la Bella Durmiente de los hermanos Grimm, pensarán en el “érase una vez…” cuando lean “y ahora hay que contar…” y sonreirán al hallar entre sus páginas algún émulo de Guillermo Tell o al mismísimo rey Arturo.
La saga describe, en sus comienzos, los antecedentes familiares de Teodorico, continúa con su niñez y adolescencia y prosigue narrando los conflictos familiares con su tío Ermenerico –Erminrekr-, que acabaron avocándolo al exilio de Teodorico a la corte de Atila, rey de los hunos. Años después, Teodorico, comandando un ejército de hunos vuelve a Italia a intentar reconquistar su reino, pero la muerte de su hermano y de los hijos de Atila provoca el regreso prematuro y dolorido del héroe junto a éste, a pesar del favorable desenlace de la batalla. Finalmente, consigue recuperar su reino pero fallece por la gravedad de sus heridas tras vengar la muerte de su hermano. Pero a la trama general se unen episodios de otras leyendas y sagas, elementos mágicos y supersticiosos, y episodios caballerescos y corteses, todos ellos estructurados en XXVI relatos y divididos a su vez en 442 capítulos (muchos de ellos con sólo algunas líneas de extensión) intitulados con concisión y objetividad (“Velent elabora una imagen de Reginn y recupera sus herramientas”; Viðga y Þiðrekr combaten a caballo”; “Los niflungos y Sigurðr se van de caza”).
El medievalista Jacques Le Goff afirmaba que “las obras de arte, las imágenes, nunca son inocentes; las de la Edad Media lo son menos que otras muchas”. Quizás no erramos demasiado si extrapolamos esta afirmación a la Saga de Teodorico. A pesar de la aparente ingenuidad y puerilidad en su forma, en la que se nos presentan a los reyes como seres legendarios, a los héroes tan aguerridos que parecen deformes, a las espadas tan resistentes que parecen forjadas por semidioses y a los animales tan inteligentes que parecen humanos, en el fondo del relato late una intención moralizante que muestra, escondida entre sus líneas, un afán por ensalzar el espíritu caballeresco, el honor y la monarquía como único y legítimo cemento aglutinador de los pueblos.
Y sería imperdonable concluir sin resaltar la calidad de la edición que nos propone La Esfera de los Libros. No sólo el aspecto formal del libro es impecable, de portada en cartoné, con una iconografía elegante y bella y una edición del texto a dos tintas; también la traducción de Mariano González Campo, especialista en lenguas nórdicas, autor a un tiempo de la interesante introducción y de las más que oportunas notas, evidencia un profundo conocimiento del lenguaje nórdico antiguo. Su minucioso trabajo, que constituye la primera traducción al castellano del texto íntegro de esta maravilla medieval, transmite toda la magia de una época fascinante y sorprendente, y nos aproxima a la desconocida y antigua literatura noruega.
Y el broche de oro de la edición: Luis Alberto de Cuenca, flamante nuevo miembro de la Real Academia de la Historia y traductor al castellano de otros textos medievales como El cantar de Valtario, prologa la obra, desplegando ante nosotros la alfombra roja de la literatura por la que el lector hollará con deleite los caminos que llevan hacia los pueblos nórdicos del Medievo.


Pilar Moreno Monteverde

22 enero, 2013

ROTH CONTRA SHYLOCK


Operación Shylock

Philiph Roth

Apenas recuperado de los efectos alucinógenos del Halcion, un medicamento para combatir sus problemas de sueño tras una operación de rodilla, y previo a un viaje a Jerusalén para hacer una entrevista a su amigo, el escritor judío Aarón Appelfeld, con vistas a su posterior publicación en el New York Times, Philip Roth es informado de que alguien que se hace por él, está concediendo entrevistas a la prensa israelí y se propone la divulgación de una extraña teoría: el diasporismo.
La diáspora representa la expulsión del pueblo judío de la Tierra Prometida y su dispersión por el mundo. Frente a esta fuerza centrífuga, Thomas Herzl fundó el movimiento sionista que propugnaba, entre otras ideas, el regreso del pueblo elegido a Israel y la fundación de un estado judío como forma de acabar con el antisemitismo y la persecución a los judíos. Es conocido que las tesis de Herzl, pese a la incertidumbre y dudas que las rodearon en sus inicios, fueron ganando adeptos y finalmente se aceptaron internacionalmente tras el Holocausto.
La creación del estado de Israel, y el consiguiente desencadenamiento de sucesivas guerras ha supuesto uno de los mayores factores de inestabilidad en el mundo occidental moderno, hasta el punto de que el conjunto de pueblos árabes se opone a Israel y están dispuestos al exterminio judío, deseo que puede hacerse real cuando un país árabe tenga acceso a armamento nuclear. De ahí que surja una nueva teoría, el diasporismo, que defiende la necesidad de que los judíos de la diáspora, los hijos de los antiguos judíos europeos retornen a una Europa que les apoye y proteja, alejándolos así de su posible exterminio a manos de los árabes y de la inmoralidad de un Estado que, para sobrevivir, ha perdido toda referencia moral. De este modo los judíos, para seguir siéndolo, deben alejarse de su Estado, recuperando la idea del judaísmo tal y como se ha venido entendiendo a lo largo de la historia y que es, en esencia, el judaísmo de la diáspora, que ha traído al mundo logros como los que representan Freud, Einstein, Heine. Marx o Kafka, entre otras muchas brillantes mentes judías.

Cuando el Philip Roth auténtico viaja a Jerusalén se encuentra con el "falso" Philip Roth (idéntico físicamente, idéntico en su manera de actuar, en su voz, en su ropa, ..), pero hechizado por su némesis, evita denunciar a la policía la suplantación. Antes bien, el real Roth asume el papel del falso Roth y defiende entusiastamente el diasporismo ante un antiguo compañero de Universidad árabe al que reencuentra casualmente en la Ciudad Santa. Ambos Roth intercambian de continuo sus respectivas personalidades en una compleja competición mutua por anular al otro. El falso Roth acude a la habitación del hotel donde se hospeda el Roth verdadero, registrando sus pertenencias, éste se acuesta con la novia de aquél, etc.

Ambos acuden a las sesiones del juicio que tiene lugar para encausar a un ciudadano norteamericano de origen ucraniano a quien todas las fuentes apuntan como el despiadado Iván el Terrible, tristemente célebre en el campo de Treblinka. El juicio parece representar una justificación de los poderes del estado judío que no quiere dejar de jugar la partida del victimismo mientras comete atrocidades sin nombre. Víctimas o verdugos en ambos bandos actuando del modo que reprochan al otro campo.
Finalmente el falso Roth, que no ha conseguido ser aceptado por el verdadero, desaparece de escena y el Mossad propone a Philip Roth realizar una misión en Grecia gracias a la publicidad e interés que ha levantado el diasporismo en aquellos que parecen apoyar la causa árabe.
Esto es, en esencia, lo principal de un argumento complejo y con numerosas ramificaciones e implicaciones que van desde lo anecdótico, hasta las más profundas reflexiones sobre el estado de Israel, el papel de la revuelta palestina o el juego de espejos entre verdad y mentira.
La novela es lo suficientemente rica en detalles como para poder aproximarse a ella desde numerosos puntos de vista. Quizá uno de los más genéricos y que permite explicar la mayor parte de sus páginas es la idea de la dualidad. Casi cada elemento de la novela y cada personaje se explica por dicha dualidad. Dos Philip Roth que, por momentos, se fusionan al asumir uno el papel del otro. El árabe compañero de facultad de Roth en su juventud es ahora partidista y fanático, reproduce inconscientemente el esquema de lucha y odio que heredó de su padre y trata de inculcar en su hijo la misma semilla que rechazó en su juventud.

Los inofensivos taxistas árabes parecen capaces de las mayores atrocidades, mientras un fiero soldado israelí aprovecha la oportunidad de confesar a Roth sus contradicciones morales más profundas al tener que servir como soldado en un conflicto que apenas siente como propio mientras sueña con el fin de su servicio militar para emigrar a los Estados Unidos. Los más aguerridos defensores de la causa palestina parecen por momentos confidentes de los servicios secretos judíos y las locuras altruistas de un viejo inválido sobreviviente de los campos de concentración nazis que desea financiar con un millón de dólares el diasporismo, resultan no ser tan desinteresadas como se presumía.
Incluso la realidad histórica posterior a la redacción de la novela parece jugar a este festival de equívocos. Demjanjuk, el sospechoso de ser Iván el Terrible, aparenta ser un inofensivo hombre de familia, acompañado en el juicio por su hijo, representación de la vida familiar y religiosa que vivía en Estados Unidos. Roth lo considera, precisamente por esa normalidad, culpable de los terribles hechos que se le imputan Sólo quien ha cometido tales crímenes, quien ha vivido todas las emociones y furias en tan pocos años, como Iván el Terrible, puede quedar agotado y satisfecho, asumiendo una vida totalmente gris e inocua. Su vulgaridad es la mayor prueba de su culpabilidad. Y sin embargo, tras la inicial condena a muerte será absuelto al demostrarse que su condena se basó en pruebas falsificadas por la KGB.
Operación Shylock toma su nombre del personaje de El mercader de Venecia, la famosa obra de Shakespeare en la que aparece el prototipo de judío según los cánones del antisemitismo. Shylock es el prestamista judío que financia a Antonio, a quien odia, con el compromiso de que, en el caso de no recuperar su dinero, podrá cobrarse una libra de carne de Antonio. Pero de verdugo, pasa igualmente a víctima cuando el Dux de Venecia descubre que Shylock está involucrado en una conspiración contra su poder lo que da lugar a la conversión de verdugo en víctima y al inolvidable discurso: ¿El judío no tiene ojos? ¿El judío no tiene manos, órganos, dimensiones, sentidos, afectos, pasiones? ¿No es alimentado con la misma comida y herido por las mismas armas, víctima de las mismas enfermedades y curado por los mismos medios, no tiene calor en verano y frío en invierno, como el cristiano? ¿Si lo pican, no sangra? ¿No se ríe si le hacen cosquillas? ¿Si nos envenenáis no morimos? ¿Si nos hacéis daño, no nos vengaremos?”.
Shylock representa al judío avaro, egoísta pero, al tiempo, representa a la víctima del odio gentil y es esta contradicción la que planea constantemente sobre este libro de Roth. Desde el punto de vista de Roth, empeñado en ofrecer su visión del judaísmo a lo largo de toda su obra, éste será el principal tema de su novela. Sin embargo, como gran escritor que es, Operación Shylock alumbra más contradicciones y juegos de espejo ajenos a lo judío, que convierten su lectura en un constante examen de conciencia al lector atento; así, las contradicciones que todos acarreamos y el modo de superarlas, la alternativa entre apariencia o realidad y un largo etcétera.

Su escritura meticulosa parece perder algo de pulso en algunos pasajes del libro dado que éste no se asienta en una estructura tradicional de la novela; conjuga extractos de la entrevista que mantuvo con Appelfeld, suprime el último capítulo escrito para la novela por otro en el que explica el motivo de dicha mutilación, jugando nuevamente con la dualidad entre ficción y realidad, con la novela que habla de la novela que sostiene en sus manos el lector. En definitiva, un Roth algo alejado del habitual pero igual de estimulante, capaz de atrapar el interés de quien le lee.

GWW


 Datos del libro
  • Nº de páginas: 464 págs.
  • Editorial: DEBOLSILLO
  • Lengua: ESPAÑOL
  • Encuadernación: Tapa blanda bolsillo
  • ISBN: 9788497937559
  • Año edicón: 2011
  • Plaza de edición: BARCELONA

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