17 enero, 2013

MÁRAI LIBERADO


LIBERACIÓN 

Sándor Márai

Salamandra Ed.


En el arranque de ¡Tierra, tierra!, segundo volumen de sus memorias, Sándor Márai describe su primer encuentro con un soldado soviético, episodio con el que nos introduce en su testimonio del sometimiento de la patria por un poder extranjero. Se verificaba en aquel entonces el asedio de Budapest por el Ejército Rojo, a fines de 1944, y al susodicho soldado lo siguieron muchos otros, toda una inmensa hueste surgida del Este cual materialización de la eterna pesadilla europea, premunida esta vez de una novedad ideológica –el comunismo-. Verdadera historia de una liberación nacional frustrada, el referido libro está surcado de  reflexiones sobre el significado cultural, social y político de la invasión. Ahora bien, mucho antes de concebir estas memorias, Márai escribió al fragor de los mismos acontecimientos una novela breve y bastante ácida, la que solo sería publicada de modo póstumo. Se trata de Liberación, una cruda historia de oprobio y desengaño, no ya en el plano político, sino en el de la intimidad de una mujer.

Escrita en el segundo semestre de 1945 y publicada recientemente en castellano,  Liberación tiene por protagonista a Erzsébet, una joven que, como la mayoría de sus conciudadanos, se cobija en los refugios antiaéreos de Budapest, en los hacinados sótanos de una ciudad que se ha tornado escenario de la descomunal guerra en curso. Se oculta, además, bajo una identidad falsa que la protege de la persecución de los fascistas húngaros -los cruces flechadas- y de la Gestapo, que se afanan en capturar a su padre, un famoso científico que ha solidarizado con los judíos y otras víctimas del fascismo. Articulada la narración en torno a la joven, asistimos a un agobiante cuadro de tensiones y padecimientos propios de un asedio; compelidos sin apenas distinción de clases a una vida subterránea, los habitantes de la capital húngara se deslizan bien pronto a un estado de promiscuidad y de relajación de las normas sociales, una condición en que la irritabilidad, la suspicacia y la mezquindad parecen imponerse a los mejores impulsos humanos. Por encima de sus cabezas resuenan el tableteo de las ametralladoras y el estruendo de las bombas, mientras que nazis y cruces flechadas, acicateados por la desesperación y la rabia de la agonía, redoblan esfuerzos en su bárbara cacería del hombre…

Erzsébet cifra todas sus esperanzas de liberación –para sí y para sus compatriotas, incluso para su tiempo- en la llegada de los rusos. ¿Cómo reprochárselo si otros, más avezados en las faenas de la vida y mejor informados, se hacen similares ilusiones? La situación es tal que apenas puede imaginarse algo peor; los ocupantes alemanes, bien se sabe, llevaron las cosas a tal extremo que a los soviéticos se los pudo ver como liberadores. El contrapunto de las expectativas de Erzsébet lo ofrece uno de sus compañeros de confinamiento en el improvisado refugio, un antiguo profesor de matemáticas de origen judío y, a la sazón, inválido. A la idea de que con los rusos todo cambiará, expresada con fervor por nuestra joven, opone el profesor la dosis necesaria de incertidumbre y escepticismo; el prolongado diálogo que ambos sostienen, justo antes de desencadenarse la catástrofe final, procede como pueden hacerlo las conversaciones entre desconocidos expuestos en común a situaciones extremas, mejor si entre ellos fluye una secreta corriente de simpatía. Es, este diálogo, el contrapunto entre la madurez desencantada, la que viene de vuelta de las aspiraciones desmedidas y las ensoñaciones románticas, y la juventud entusiasta e idealista, fogosamente dispuesta a creer. Y es en este diálogo que la novela trasciende el marco estrictamente histórico en que se desenvuelve para regalarnos un atisbo del mejor Márai, el que en obras como El último encuentro, La mujer justa y La extraña nos sumerge en perspicaces y desgarradoras exploraciones del alma.

El realismo cauteloso del postrado matemático nos anticipa el significado profundo de la novela, en que la liberación aludida en el título excede el ámbito de lo político, de las calamidades de la época. Más allá de lo que depara el específico contexto en que se desarrollan los acontecimientos (la guerra, la llegada de los rusos, el cambio de régimen), lo que el autor pone en juego es, principalmente, la liberación del individuo en el plano moral y espiritual. A renglón seguido, la realidad irrumpe abrupta y brutalmente en la forma de un soldado soviético, cuando el sótano en que se refugian los personajes ha sido desalojado por todos excepto por la joven y el inválido. Es una ominosa aparición, la del soldado, indicio del cambio de tornas histórico y, sobre todo, una pesada losa sobre las ilusiones de Erzsébet.

Liberación es, a todas luces, una novela escrita sin demasiadas pretensiones, exponente menor de una obra que en su conjunto es de muy alto nivel. Para los lectores asiduos de este autor puede que resulte un poco disonante por su crudeza, inusual en una novelística que se caracteriza por la parquedad de la acción –que no en las emociones- y un refinamiento no exento de ironía. Resulta una lectura valiosa, empero, en que destaca la descripción de un contexto tan premioso y atosigante como el de la guerra librada en plena ciudad, con las víctimas civiles en el primer plano, y cuyo material proporciona un complemento a ras de suelo de un libro como las memorias de Márai. Lectura valiosa, digo, como todo lo que conozco de su autor.

Rodrigo

- Sándor Márai, Liberación. Salamandra, Barcelona, 2012. 158 pp.

14 enero, 2013

EL ABUELO DE LORD BYRON


VIAJE ALREDEDOR DEL MUNDO
PRECEDIDO DE UN NAUFRAGIO
JOHN BYRON
Ediciones del Viento,  2006


John Byron (Londres, 1723-1785) fue un marino británico, y aunque en sus días disfrutó de reconocida fama y prestigio en Inglaterra, actualmente es más conocido por ser abuelo de otro Byron: George Gordon, sexto Lord Byron, poeta universal, viajero empedernido, iconoclasta, trasgresor y legendario.
El honorable John Byron no es escritor, propiamente: lo que nos cuenta es una relación, a modo de reportaje o bitácora, del viaje que realizó alrededor del mundo, a instancias del rey Jorge III, con fines exploratorios y científicos, a bordo de la fragata Delfín,  barco de la armada británica  que por primera vez recubría su casco con planchas de cobre, como protección. Sin embargo, la mitad del libro está  compuesta por el relato de un naufragio que el joven ―diecisiete años― guardiamarina Byron sufrió en un primer viaje. Relato que su insigne nieto, Lord Byron, el cual admiraba mucho a su abuelo, contará en su obra Don Juan y le inspirará para otra de sus obras, El Corsario.
El joven guardiamarina Byron formaba parte de la expedición del almirante Anson, y su barco, la Wager, encalló en las terribles costas de la Magallania.  Cuatro años tardó en volver a su país, cuatro años de rozar la muerte en distintas ocasiones, de hambruna,  enfermedades y todo tipo de desgracias y penalidades. La mayoría de sus compañeros fallecieron y quizás la juventud y su constitución física de Byron le mantuvieron con vida, a pesar de las infrahumanas condiciones que hubo de soportar.
Pero lo importante es que sobrevivió, y pudo relatar los sucesos y aventuras vividas. Esa primera parte del libro, la calificaría de más interesante aún que la segunda, ya que ésta, a pesar de su interés, no tuvo el dramatismo de aquélla.

La fragata Wager era un viejo barco que había hecho el recorrido de Indias habitualmente, y fue armado y pertrechado ―al mando del capitán Cheap― para formar parte de la escuadra del almirante Anson, que debía enfrentarse a la española del almirante Pizarro, aunque nunca llegaron a hacerlo, ya que ambas escuadras fueron destrozadas y dispersadas por los terribles temporales australes del cabo de Hornos. El naufragio de la Wager se produjo el 14 de mayo de 1741, al norte de las islas Guayanecos, en la fría, desolada y pantanosa costa oeste de la Patagonia. El resto de la escuadra fue desmantelada por el temporal y algunos de los buques hubieron de regresar al Brasil, mientras que otros consiguieron llegar a la isla chilena de Juan Fernández. El joven guardiamarina soportó en tierra, junto a otros supervivientes, condiciones terriblemente inhóspitas y dramáticas. De ciento cuarenta hombres que consiguieron llegar a tierra, fue disminuyendo su número a pasos agigantados, debido a las malísimas condiciones, la falta e insalubridad de los alimentos, el húmedo y gélido tiempo que les mantenía permanentemente empapados y  sin poder apenas guarecerse, las incursiones no siempre amables de los indios y las rencillas internas entre los náufragos, que ocurrieron desde el primer momento. La recuperación de material procedente del barco, mientras estaba a flote, les fue muy dificultosa: «Nos veíamos con frecuencia obligados ―cuenta Byron― a pescar las cosas por medio de grandes garfios amarrados a unas varas, en cuya faena nos venían a incomodar los cadáveres que flotaban entre las cubiertas» cuando trataban de rescatar objetos, herramientas o comida del barco embarrancado. «Hallábame nos diceen el estado más lastimoso, a causa de mi enfermedad, que se había agravado por las infames cosas que comía».

Tras diversos intentos de salir de allí y avanzar hacia el norte, buscando lugares civilizados o al menos, de mejor clima y condiciones de subsistencia, hubieron de regresar, mermados de fuerzas y con cada vez menos personal, al campamento base ―por llamarle de algún modo―, que llamaron Isla Wager, para esperar mejores condiciones climáticas e intentarlo de nuevo.
Finalmente, con algunos indios que, con la esperanza de bonificaciones y regalos, les ayudaron a desplazarse, consiguieron avanzar en el arduo trayecto, a veces por mar y a veces por tierra y por cauces de ríos, hasta llegar a tierras habitadas y habitables,  cerca de Chiloé. Allí los indígenas les alimentaron y vistieron, pues su estado era francamente  lastimoso. Byron describe minuciosamente tanto paisajes como el aspecto de los indios, sus costumbres, el trato a las mujeres, etc.

El encuentro con la guarnición española-chilena es descrito así: «Salieron a encontrarnos tres o cuatro oficiales y un pelotón de soldados, todos con las espadas desenvainadas, y nos rodearon como si tuvieren que custodiar a un enemigo formidable, en vez de tres pobres diablos desamparados que apenas si podíamos con nuestros cuerpos». Fueron mantenidos como prisioneros (España e Inglaterra estaban en guerra) y trasladados de una población a otra hasta llegar a Santiago, donde fueron embarcados finalmente para Europa. Pero la mayoría de las veces el trato que recibieron fue satisfactorio, incluso en Santiago dispusieron de libertad de movimiento, siendo recibidos por el gobernador. Los tres que sobrevivieron finalmente eran el capitán, Mr. Cheap, el oficial Mr. Hamilton y el guardiamarina Byron. Éste describe con bastante interés y detalle las costumbres, apariencia y vestuario de los chilenos de la capital, así como la economía del país y su funcionamiento.

La segunda parte del libro trata del viaje alrededor del mundo, del que el ya comodoro Byron da cuenta del trayecto, las incidencias, descripciones de islas, indígenas, botánica y zoología, en fin, detalles más de tipo científico y geográfico, pero menos atractivo en cuanto a las andanzas y aventuras humanas, reducidas al gobierno de la fragata y su lucha ―victoriosa, por otra parte―contra los elementos, llegando a buen término el viaje. Byron fue el primero que dio a conocer detalles exactos para la navegación por el Estrecho de Magallanes. Partieron de Plymouth (Inglaterra) el 2 de julio de 1764 y regresaron el 9 de mayo de 1766. Veintidós meses en la mar. La Relación del viaje alrededor del Mundo fue publicada póstumamente.
Para el relato del naufragio, se ha usado como base la edición publicada por J. Valenzuela  (Santiago de Chile, 1901), que a su vez se basó en la primera edición inglesa (1768). Para el relato del viaje alrededor del mundo se ha basado en la edición madrileña de 1943, a cargo de Ciriaco Pérez Bustamante.
Destaca el traductor los fallos de estilo y escritura, cosa que percibimos en la lectura, si bien el dramatismo de los hechos nos hace sobrellevar la ausencia de una forma literaria más atractiva. Lo que se echa de menos en esta edición es algún mapa de ambos recorridos, puesto que al emplear nombres que hoy no existen como tales, a veces resulta muy difícil seguir la derrota de los buques.

Ariodante



11 enero, 2013

DIDO Y ENEAS


DIDO REINA DE CARTAGO

ISABEL BARCELÓ

 Es Ediciones


Isabel Barceló (Sax, Alicante) nos relata esta historia como lo hacían los poetas antiguos. La narradora, Imilce, se reune con su escribiente Karo en la plaza del granado, en Cartago. En torno a ella se congregan los habitantes de la ciudad que quieren escuchar los recuerdos de esta anciana que narra los hechos que llevaron a la Reina Dido a abandonar Tiro hasta llegar a las costas libias y fundar Cartago, así como sus amores con el príncipe troyano Eneas y el fatal desenlace tras conocer el deseo de éste de seguir su rumbo para fundar su ciudad en las costas del Lacio. Todos escuchan pero también aportan. La memoria colectiva está presente en todo momento, sobre todo cuando hablan los que en esa difícil travesía habían tomado parte.

Dido Reina de Cartago fue gestada al estilo de las novelas publicadas en el siglo XIX pero con la diferencia de que, en vez de aparecer los capítulos en un diario determinado para que sus lectores siguieran con interés la lectura del mismo y esperasen a la aparición del siguiente capítulo, se fue publicando en el blog Mujeres de Roma, del que Isabel Barceló es su administradora. Por eso los capítulos son muy cortos. La autora concedió la posibilidad a los lectores de implicarse en la novela de una manera especial: algunos optaron por elegir como «propio» alguno de los personajes clásicos, o aportar personajes por el simple procedimiento de inventarse para ellos un nombre y un oficio, según sus gustos y fantasías. En el listado de personajes aparecen los nombres de los participantes o sus seudónimos cuando así ellos lo quisieron.

El lector se encuentra con dos narradores: Imilce, la hija de Barce, nodriza de Siqueo y confidente de Dido que completa sus conocimientos con textos de las crónicas de Xilón, y el poeta troyano Trailo, a quien en más de una ocasión acusa de utilizar un tono demasiado poético y el permitirse ciertas licencias con las que ella no está de acuerdo, pues lo tacha de partidista. Nos encontramos con unos capítulos escritos en primera persona y otros en tercera dictados por un narrador omnisciente.

Imilce es el personaje en torno al cual gira este relato. Quiere que sus recuerdos queden anotados para que generaciones posteriores conozcan la verdadera historia de su pueblo. Un personaje al que, pese a su carácter temperamental, le iremos tomando cariño a medida que van pasando los capítulos.
 

Pigmalión era un hombre ambicioso. Quería el trono que había heredado su hermana tras morir su padre. Pero también quería riquezas: el tesoro que estaba escondido en el templo de Melqart para llevar a cabo sus planes. No dudó en torturar a Siqueo, el sacerdote del templo y esposo de Dido, para que le revelase el escondite.

La reina era conocedora de las pretensiones de su hermano. Enterada de la atrocidad que había cometido en la persona de su esposo, decide huir de la ciudad con los habitantes que quieran seguirle pues no quería que se produjese un enfrentamiento entre hermanos. Junto con el Príncipe del Senado y Acus, el hijo de este, prepara sigilosamente la huida. A medida que tocan diversos puertos para aprovisionarse se les van uniendo algunos pasajeros más, como los curiosos hermanos Xilón y Filón, la amazona Nismacil, el cordelero Kostas, o las bailarinas que son tomadas prisioneras en Chipre. Tras sufrir muchas penalidades durante la travesía llegan a las costas libias y tiene un encuentro con Yarbas, el rey de esas tierras, para que le dejase construir en su costa una ciudad.

Eneas, príncipe de los troyanos, entra en escena. Tras la destrucción de Troya, huye con varias naves para tratar de llegar a las costas del Lacio, en Italia, y allí fundar otra ciudad. Dido los recibe y acoge en Cartago. Los homenajea con un excelente banquete de bienvenida. Dido había sido aconsejada en más de una ocasión de que volviese a tomar esposo pero ella se negaba y era fiel a la memoria de Siqueo. Yarbas el rey libio, le pidió matrimonio en varias ocasiones. Pero al llegar Eneas a Cartago, los dioses entran en acción y deciden que Cupido aparezca en escena para que Dido se entregue a Eneas, que era hijo de la diosa Venus. Pero, tras llevar instalados un tiempo en las playas de Cartago, Eneas decide que ha llegado el momento de seguir su ruta. Dido es avisada de las pretensiones del príncipe troyano. La reina se desmorona al no poder retener a su amado y la tragedia se consuma.

Con pocas pinceladas vamos conociendo cómo son los personajes que irán apareciendo en esta historia. El carácter de la Reina Dido, fuerte, enérgica, que demuestra grandes dotes de mando conforme a su cargo para hacerse valer ante su pueblo o el temperamento de la anciana Imilce. La ambición y la codicia de Pigmalión o la actititud desconcertante de Eneas, hijo de Venus, que cae prendado ante la belleza de Dido pero que sabía que su destino estaba marcado y debía de cumplirlo.

Dido Reina de Cartago es una historia en donde se conjuga lo humano y lo divino, pues los dioses juegan un papel importante en el devenir de los acontecimientos. Vemos cómo Neptuno, Eolo, Juno o Venus intervendrán directamente en la historia para que se cumpla el destino que tienen preparado para el príncipe troyano Eneas, poniéndole a prueba al enviar a Cupido para que Dido se quedara prendada de él. Una historia, en definitiva, bien construida pues se nota que la autora, una gran conocedora de la antigüedad clásica, sabe hacernos llegar la historia que nos cuenta de la forma más sencilla posible. 

De esta forma, Isabel Barceló consigue que nos enganchemos en su lectura desde las primeras páginas, y se nos haga amena y entretenida. El estilo es directo y el lenguaje utilizado sencillo pero contundente. Si a ello le unimos unos diálogos breves y directos, así como unas descripciones concisas, pues el lector lo agradece. En todo momento y siempre empleando estas premisas nos daremos una idea de cómo se va desarrollando el pasaje que estamos leyendo.  Dido Reina de Cartago es una novela histórica que no va a defraudar porque tiene todos los ingredientes necesarios para que el lector disfrute de la historia por lo que recomiendo su lectura. 

Francisco Portela

 DATOS DEL LIBRO
Nº de páginas: 300 págs.
Encuadernación: Tapa blanda
Editoral: ES EDICIONES
Lengua: ESPAÑOL
ISBN: 9788492760084

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