09 septiembre, 2012

SARAJEVO EN EL CORAZÓN


Sarajevo. Diario de un Éxodo 
Dzevad Karahasan


Europa contempló con asombro en los años noventa los sucesivos conflictos que surgieron tras la desintegración de Yugoslavia. En el seno de una Europa que se preciaba de sus ideales de civilización, prosperidad, derechos humanos, etc, surge un conflicto que pone de manifiesto una realidad discordante. La caída del comunismo fue saludada como la oportunidad para la reconciliación de los europeos, divididos hasta la fecha por el telón de acero, pero cuando aún no se habían podido calibrar las consecuencias de estos cambios, apareció un nuevo foco de confrontación que amenazaba por extenderse a los estados vecinos.

La Europa que gustaba de presentarse como fruto de una tradición cultural, intelectual y religiosa común, se sorprendía al contemplar guerras de carácter étnico y religioso, a pocos kilómetros de sus modernas capitales. Más aún, toda Europa descubrió que expresiones como limpieza étnica, fosas comunes o franco tiradores, saltaban a la realidad desde los documentales y los libros de historia volviendo a reclamar su espacio.

Ese pasado, las guerras balcánicas de principios del siglo XX, el desencadenamiento de la Primera Guerra Mundial, se aglutina con precisión milimétrica para destruir una imagen confortable de nosotros mismos. ¿Y qué hace Europa? Entre dudas, vacilaciones, decisiones equivocadas, reconocimientos unilaterales, interesados y precipitados de nuevos estados, el caos y la división vuelven a ponerse de manifiesto.
Los ciudadanos europeos, quizá ajenos a las complicadas leyes geopolíticas, contemplan las noticias de la televisión con asombro y horror. Las explosiones, las muertes en la cola de una panadería o la gente corriente por las calles no vienen de países del Tercer Mundo, de Jerusalén o de Líbano: vienen de Europa. 

Los muertos viven, vivían, en casas prácticamente iguales a las nuestras. Casas con calefacción, televisión y video, antena parabólica. Sus habitantes no son de piel oscura, ni llevan extraños atuendos. Visten como nosotros, con americana y corbata, con faldas ceñidas y tacones. Y como nosotros, parecían vivir ajenos a las miserias del mundo, pero ahora deben correr por sus calles huyendo de balas perdidas, granadas, cascotes. Incomprensible.

Y mientras algunos reflexionaban sobre el fin de la historia, el renacimiento del nacionalismo o la pujanza del Islam, los ciudadanos de la antigua Yugoslavia trataban de continuar con sus vidas, de superar sus problemas diarios, sus inmensas dificultades. De esta experiencia extrae Dzevad Karahasan el principal aporte a su obra, Sarajevo. Diario de un éxodo.

En este libro, Karahasan reflexiona sobre las consecuencias del conflicto en la vida de los habitantes de Sarajevo, desde un punto de vista filosófico; esto es, discurre sobre los efectos morales de la guerra, sobre el papel del intelectual ante la misma, sobre los efectos de los bombardeos como factor de cohesión de la comunidad asediada, etc. De todas sus reflexiones escojo al azar las siguientes:

- El papel del trabajo (y el Arte) como reserva de la dignidad humana: Durante el asedio de Sarajevo Karahasan fue nombrado decano de la facultad de Artes Escénicas. Tras uno de los primeros grandes bombardeos sobre la ciudad se reunió con sus alumnos y decidieron continuar con el curso en la medida de sus posibilidades, preparando la representación de las obras de fin de carrera.

El profesor Karahasan arenga así a sus alumnos: “Les ruego que trabajen tanto y tan bien como les sea posible. Su trabajo es lo único que, de momento, puede liberarlos del miedo y ayudarlos a conservar la dignidad, la sensibilidad y el juicio. Los hombres se han desentendido de nosotros, la fortuna nos ha dejado atrás, el mundo se aparta y la realidad material en la que nos han enseñado a creer nos abandona. Lo único que todavía no nos ha dejado es nuestro trabajo; lo que aprendemos y el oficio al que servimos aún nos protegen. Una de las funciones básicas del arte es la de proteger a la gente de la indiferencia, y el hombre está vivo mientras no permanezca indiferente”.

Nada parece más contradictorio que un conflicto y el Arte. Pero precisamente el conflicto nace cuando los hombres pierden esa sensibilidad, esa capacidad de empatía y ese respeto, no sólo por los demás sino por uno mismo. Trabajo, dignidad, sensibilidad y Arte surgen de entre las cenizas humeantes de Sarajevo como verdades inmutables, verdadera esencia de esa cultura que Europa no supo defender en aquellos días.

- Fundación del PEN Club de Bosnia y Herzegovina: un colega de Karahasan le invita a la fundación del PEN Club como acto de rebelión y resistencia frente a los horrores de la guerra. Pese a sus iniciales resistencias a participar en este tipo de actos formales, y ante los argumentos de su amigo, decide participar en el acto (aunque finalmente un bombardeo le impedirá llegar al lugar donde se ha convocado la reunión): “Mientras pensáramos en la literatura, mientras nos saludáramos tal como exige la buena educación y utilizáramos los cubiertos para comer, mientras deseáramos escribir o pintar algo, mientras nos esforzáramos por articular nuestra situación y sentimientos a través del teatro, tendríamos la posibilidad de persistir como seres de cultura, de defender nuestra ciudad y la tolerancia que en ella reinaba, de salvaguardar nuestro derecho a la convivencia entre pueblos, religiones y convicciones diferentes. Por eso era importante que en la reunión en la que se fundara el PEN Club de Bosnia y Herzegovina estuviéramos todos los que teníamos que estar”.

- La Verdad en una obra de Arte: el asedio de Sarajevo y las duras condiciones de vida que debían afrontar sus habitantes, provocaron una pequeña escena, apenas perceptible, apenas de dos o tres segundos de duración, en una de las representaciones de los alumnos de Karahasan. El actor debe tomar la mano de la actriz y besarla con apasionado amor. Esa mano simboliza en la obra lo hermoso, refinado e inalcanzable. 

Sin embargo, la realidad se cuela de manera indiscreta en el escenario. La mano de la actriz está ajada, falta de cuidado y de higiene (el agua se había convertido en un recurso precioso) y el actor no puede disimular la distancia que hay entre el objeto de deseo que se supone ha de besar y la realidad que sus ojos contemplan. 

Sólo un gesto, un breve instante y sus labios se posan ardorosamente sobre esa mano y, desde ese momento, la compenetración entre ambos intérpretes alcanza un nivel excepcional. Sin embargo, la mirada analítica del profesor se ha detenido en ese leve momento en el que el actor ha sido incapaz de abstraerse la realidad e interpretar su papel, recrear la ficción.

De esta escena surge la siguiente reflexión: “En la escuela se aprende que la verdad interior de la obra de arte consiste en la realización consecuente de los principios básicos de la estructuración; pero ahora sé, gracias a ese instante, que existe una forma más profunda y muy diferente de verdad interior de la obra de arte, esa que se alcanza sólo cuando mediante el arte se defiende y demuestra la realidad de las personas vivas y su necesidad de vivir como seres de cultura, y de modo tal que esa necesidad de cultura es al mismo tiempo una necesidad existencial”.

- Las dos traiciones de la Literatura: Karahasan acusa a la literatura de su país de dos graves culpas. De una parte, considera que la literatura de la forma, la estética, la que abandera el arte por el arte, la que se recrea en ella misma como principio y fin, al margen de todo lo ajeno a ella, es culpable de favorecer un distanciamiento ético de la realidad. La ausencia de valores y principios se traduce en una sociedad insensible, egoísta, centrada sólo en el placer más inmediato. De ahí que el sufrimiento ajeno sea visto como una mera cuestión estética; puede ser bello o no, pero no se enjuicia moralmente. Acusa, por tanto, a estos escritores de inmorales y a sus escritos de evitar un posicionamiento entre el bien y el mal.

Pero Karahasan también acusa a la literatura de alejarse del modelo en el que los personajes tienen un carácter, una psicología, un modo de pensar y sentir en función del cuál actúan. Se admiten cambios de personalidad, flexibilidad en sus actos y emociones, pero, en definitiva, cada personaje es un individuo que se representa a sí mismo. Por contra, Karahasan señala acusadoramente a la literatura en la que las personas actúan de un modo u otro en función, no de su individualidad, sino de su pertenencia a una religión, a un partido político, a una nación. Así, el serbio tiene una personalidad y un modo de pensar y actuar diferente al de un bosnio, un conservador o un musulmán; es su pertenencia a una etnia lo que le convierte en estandarte de la misma. El individuo queda desposeído de sí mismo para ser reducido a un arquetipo sobre el que construir el odio y el rechazo, los tópicos que luego repetirán los generales y los políticos en sus discursos.

Si bien es cierto que ambas visiones de la literatura parecen contradictorias (una es claramente desideologizadora, la otra es profundamente ideológica) y que es probable que ambas tendencias sean consecuencia (y no causa) de la realidad metaliteraria, no es menos cierto que Karahasan opta por una visión del individuo libre y responsable de sus actos, con capacidad y autonomía para decidir; opta por un ciudadano, no por un serbio o croata y, al menos en esto, no podemos por menos que estar de acuerdo con él.

El libro se cierra con una despedida melancólica: los primeros judíos arribaron a Sarajevo a finales del siglo XV, llegaban tras la expulsión de España por los Reyes Católicos. En Sarajevo se asentaron y compartieron la fortuna y la desgracia de la ciudad al igual que el resto de sus habitantes. Durante el cerco a Sarajevo se celebró el Quinto Centenario de su llegada y, pocos días después, la práctica totalidad de la comunidad judía de Sarajevo abandonó la ciudad rumbo a un nuevo exilio. Los judíos se ponían de nuevo en marcha después de quinientos años, después de haber sobrevivido a diferentes dominaciones de la ciudad (el Imperio Otomano, el régimen nazi, la dictadura comunista, ...).

Y Karahasan se pregunta si la propia idea de Sarajevo como centro de convivencia de tres religiones, tres culturas, ha sucumbido a la fuerza bruta y si, como han hecho los judíos durante dos mil años tras sus celebraciones despidiéndose con un “el año que viene en Jerusalén” siendo dicha ciudad más una referencia mítica que un centro físico, no harán lo propio los sarajevos repitiendo acongojadamente “el año que viene en Sarajevo”. Y es que, en definitiva, el éxodo al que hace referencia el título del libro no es sino la constatación de la orfandad del autor al que sólo el mito de una ciudad, a la que ya no puede reconocer en la realidad que le rodea, sostiene.

 GWW

Datos del libro
  • 14.0x22.0cm.
  • Nº de páginas: 123 págs.
  • Editorial: GALAXIA GUTENBERG
  • Lengua: CASTELLANO
  • Encuadernación: Encuadernación en tela
  • ISBN: 9788481094893
  • Año edición: 2005
  • Plaza de edición: BARCELONA


06 septiembre, 2012

BYRON RECUERDA


LAS MEMORIAS DE LORD BYRON
ROBERT NYE
Título original: The Memoirs of Lord Byron, 1989
ISBN: 8434590581
Género: Novela Histórica
Editorial: EDHASA
Fecha de publicación: 1991
Número de páginas: 220


Robert Nye,  (Londres, 1939) el autor de este libro, se introduce dentro de la piel de Lord Byron, absorbiendo personalidad y modos lingüísticos del poeta, y reescribe unas memorias que el poeta romántico podría muy bien haber escrito. De hecho, las escribió, pero fueron quemadas por no ser muy adecuadas para el público, a juicio de su albacea, Hobhouse. Al parecer, estaban llenas de obscenidades, detalles morbosos, y descubrían hechos ilícitos y punibles por la justicia del momento. Tampoco quedaba muy bien parado el honor o el prestigio de algunas personas, por lo que su albacea, su hermanastra y su esposa deciden hacerlos desaparecer.   Nye intenta reproducir lo que hiubieran podido ser esas memorias, basándose muy fielmente en lo que queda de los Diarios byronianos, cartas y testimonios de terceros. Alterna, a lo largo de cada capítulo, el relato de lo que le está ocurriendo en Venecia en el momento de escribir (relación con varias amantes, encuentros con Shelley y otros amigos, juegos y correrías de su hija Allegra…) con los recuerdos que va desgranando del pasado.
Desde el veneciano Palazzo Mocenigo, donde reside en 1818 rodeado de pavos reales, monos, gallinas de Guinea, grullas egipcias, un cuervo, y su pequeña hija bastarda Allegra, correteando por las escaleras y parloteando en dialecto veneciano, George Gordon, sexto Lord Byron, rememora a los treinta años infancia y juventud en Inglaterra, viajes posteriores a Oriente, los primeros escritos, las relaciones con las mujeres…todo lo encontramos en los dieciocho amenos capítulos y dos post-scriptum de este texto, muy byroniano ―detalles escatológicos incluidos, para dar más verosimilitud. Un epílogo final narra en breve la muerte del poeta en Grecia, probablemente más debida a un absurdo tratamiento médico de unas fiebres, que a la propia enfermedad.
Así, Byron narra la infancia pasada en Aberdeen, fallecido el padre tras haber derrochado  la fortuna familiar. El mocoso tullido ―tenía el pie derecho deforme, lo que le producía una cojera― como lo llamaba la madre, recibió de su  progenitora tanto besos y  como mamporros. A los nueve años, tuvo una primera iniciación sexual a cargo de una institutriz, May Gray, que también alternaba con él golpes y manoseos, aunque, por otra parte, le implantó un gran amor a los espacios naturales abiertos. Cambiando muy a menudo de colegio y tutores, pasó la adolescencia, hasta dar en el colegio de Harrow a los 13 años. El mejor amigo que recuerda de esos días es el segundo conde de Clare, John Fitzgibbon. Byron recuerda esa amistad como limpia y en nada ligada a contactos físicos, por otra parte tan comunes en los internados británicos. El jovencito y futuro poeta destacaba más en ejercicios de brazos, como natación, remo y boxeo, ya que no podía salir por piernas.  
Fallece el tío abuelo William, quinto lord Byron, y por azares del destino resulta ser él, George Gordon, el heredero. Con el título hereda Newstead Abbey, un inmueble absolutamente ruinoso, rodeado de un campo arrasado, puesto que su tío abuelo había ido talando árboles para pagar deudas. Newstead le dio solo quebraderos de cabeza y algo de dinero cuando consiguió venderla, desde el exilio.
Posteriormente sabemos de los primeros amores: con una primita, Mary Duff, cuando tenía ocho años; con otra prima, Margaret Parker, a los once, que le motivó unas primeras incursiones en la poesía. Mary Chaworth, dos años mayor que él fue el tercer amor, pero no correspondido: la tal Mary se burlaba de él y lo trataba como a un niño…a los quince años.

El paso del joven Gordon por Cambridge, de 1805 a 1808, le provee de fuertes amistades, que mantendrá a lo largo de su vida, como Elderstone, Hobhouse, Tom Moore, así como de lecturas magníficas: Pope, Scott, Coleridge y Shelley. En 1809 ingresa en la Cámara de los Lores y publica Bardos ingleses, críticos escoceses, que le trae una cierta fama. Según él, no hay nada mejor que citar muchos nombres famosos para conseguir la atención del público.
 Tras los años universitarios hace el primer viaje a Oriente, donde realiza la proeza de cruzar a nado el Helesponto, y observa las curiosas costumbres otomanas. Con las experiencias del viaje oriental, escribe y publica en 1812 Las peregrinaciones de Childe Harold, poema autobiográfico en cuatro cantos que le convierte en un autor famoso con 24 años.
En Londres, de nuevo, asiste a fiestas aristocráticas, alterna con muchas mujeres, salta de una amante a otra e inicia una tormentosa relación con Lady Caroline Lamb, a la que presenta como una desequilibrada. Pero el amor de su vida no es ninguna de ellas. Es, curiosamente, su hermanastra Augusta Leigh, casada con un personaje anodino.  Augusta, a la que apenas ha visto en su niñez, comienza a relacionarse con él en 1813, generándose una profunda pasión entrambos, con el resultado del nacimiento de una niña, Medora. Esta pasión la transporta a su poema La novia de Abydos.

Para acallar rumores y frenar un poco esa pasión incestuosa, se casa en 1815 con Annabelle Milbanke, a la que sólo soporta durante un año, pero con la que tiene una hija: Ada. Parece ser su destino tener sólo hijas: las mujeres, con las que mantiene relaciones de amor-odio, parecen condenarle a un mundo femenino. Más adelante, tendrá otra hija, Allegra, resultado de breves momentos de sexo ―en los días de la separación matrimonial― con Claire Clairmont, cuñada de Shelley, que le perseguirá hasta Italia y le causará incontables complicaciones, aunque con esa hija convive en Venecia y Rávena, y llega a quererla, lamentando profundamente su muerte a los cinco años.
Byron afirma no soportar a las mujeres comiendo (él solía comer en solitario). Insiste en que los hombres, al contrario que las mujeres, buscan la perfección. Quizá por eso la visión de una dama con la boca llena o los dedos manchados de dulces le resultaba catastrófica.  Su esposa recibe de él el calificativo de «ecuación matemática con pechos», admitiendo que el dinero de la dote era parte importante de su decisión de casarse con ella. Sin embargo, esta mujer aparentemente fría pareció acoger con gusto las demandas sexuales de su esposo, que eran de muy diversa índole.
Tras la separación, y ante la amenaza de Annabelle de acusarle de incesto y sodomía (práctica que aceptó placenteramente mientras estuvo casada) Byron parte de Inglaterra con idea de no volver, como efectivamente así fue. Tras visitar Waterloo, deplorando la derrota de Napoleón ―Byron era ardiente bonapartista―, pasa una temporada en Suiza, en la Villa Diodati con el poeta Shelley, con quien le une gran amistad. Allí también están Mary Shelley y su hermana Claire Clairmont, ya embarazada de Allegra. Después viajará por Italia, instalando su cuartel general en el Palazzo Mocenigo de Venecia. Desde allí visita Roma, que no le impacta como a Stendhal. Prefiere las oscuras y pútridas aguas de la laguna veneciana. Convive con su amante Teresa Guiccioli y se siente fuertemente impactado por la muerte, primero de su hijita Allegra, y luego, en condiciones dramáticas, Shelley: los detalles de la exhumación de los restos del poeta es un pasaje francamente escatológico y morboso, como el de la asistencia a una ejecución pública en Roma.

Publica los primeros cantos de Don Juan, en 1822. Byron siempre se ha sentido atraído por ese personaje, con quien de algún modo se identifica, asistiendo a las representaciones del Don Giovanni de Mozart con verdadero placer. Pero la obra no goza de buenas críticas y es rechazada por el público. A Byron cada vez se le considera más como obsceno y poco recomendable, políticamente incorrecto, diríamos hoy. Reside temporalmente en Pisa, en Rávena, Bolonia, se implica en la sociedad secreta de los Carbonarios y finalmente parte para Grecia, que será su final, ya que morirá allí. El libro dedica un epílogo a narrar brevemente esa muerte.
En suma, la novela cumple muy bien su papel de memorias imaginarias, ateniéndose a la vida y al lenguaje que el propio Byron usa en los textos que de él pueden cotejarse, así como las ideas y comentarios del poeta. Es atractiva y entretenida, ya que en la vida de Byron no  hay un momento de sosiego, podríamos decir. Cargada de humor y  detalles con morbo. Sin desperdicio, podríamos decir.


Ariodante


03 septiembre, 2012

ROMA CONTRA ROMA


VALENTIA
Las Memorias de Cayo Antonio Naso
GABRIEL CASTELLÓ ALONSO


     

Valentia es, entre otras muchas cosas, una crónica de la primera guerra civil –precursora de  tantas otras- en suelo hispano. La novela está ambientada en dos épocas muy diferentes: el lector se dará cuenta de cómo cambiaron las cosas en la poderosa Roma:  Desde los tiempos de ambición y conquista de la República a principios del siglo I. a. de C.. En este período,  Quinto Sertorio y Pompeyo Magno medirán sus fuerzas en territorio hispano. Unos sucesos que conmovieron el oriente hispano durante este turbulento siglo. El siglo III d. de. C. es totalmente distinto, pues se comprobará la decadencia imperial al ser invadidos los territorios de la otrora poderosa Roma por las llamadas hordas bárbaras.


Pues es sencillo, muchacho –le contestó el centurión- en los negocios y en los estados las cosas nunca se estabilizan: o merman o crecen. Y, nosotros, sencillamente, decrecemos. Los buenos tiempos del divino Augusto, del duro Trajano o del general filósofo Marco Aurelio ya son Historia. Llevamos varios años soportando gobernantes corruptos e incapaces, años de despiadadas luchas internas por la púrpura, de más y más impuestos para pagar las intrigas y las exhuberancias palatinas que ya han arruinado a muchos ciudadanos. (Pág. 52).

Este fragmento pertenece a la ópera prima del escritor Gabriel Castelló, Valentia, novela que empieza con el abandono de la ciudad, tras la decisión adoptada por sus habitantes, ante el próximo ataque a la colonia romana por los bárbaros francos. Solo permanecerían en ella unos pocos para defenderla. Tito es el último descendiente de la familia de los Antonios que se ve obligado a dirigirse a Sagunto. A su regreso a la ciudad se encuentra con un panorama desolador. Entre lo poco que puede salvar de su familia son unos rollos en los que, mientras hace sus guardias en la muralla saguntina, va leyendo la vida de sus antepasados. Estamos en el siglo III d. de C.. Un período que solo abarca el primer capítulo de esta obra pero narrado con un ritmo trepidante y una dosis de dramatismo en el que el lector seguirá con sumo interés los desagradables avatares por los que pasarán los habitantes de colonia valentina.

Los hechos que el narrador nos irá dando a conocer a lo largo de los demás capítulos se desarrollan durante el siglo I a. de C. en el que se recrean de forma novelada los sucedido en territorio hispano durante el enfrentamiento bélico entre los partidarios del dictador Sila y del populista Mario. Conoceremos a los dos personajes principales en torno a los cuales se desarrolla la trama: Uno ficticio, pero totalmente verosímil y que se ve inmerso en unos acontecimientos que realmente sucedieron, Cayo Antonio Naso el Joven y otro real, Quinto Sertorio, el procónsul populista que se enfrentó en tierras hispanas a Cneo Pompeyo Magno.

Cayo Antonio Naso el Joven es quien, en primera persona, nos irá narrando lo ocurrido a la familia Antonia desde su asentamiento en Valentia. De sus memorias, escritas desde la vejez y siempre contadas desde su punto de vista recordará con añoranza todo lo que vivió. Esta misma forma de relatarlas me recuerda mucho a tal como lo hizo Sinuhé, el Egipcio, personaje creado por el escritor finlandés Mika Waltari, pues también escribió sus memorias desde su exilio y ya en edad senil.

Nos recordará cómo conoció a su mujer, a Nunn; la historia de su abuelo Publio, uno de los fundadores de la nueva colonia, y su matrimonio con Sicedunin, su segunda esposa, tras licenciarse de su servicio a las legiones romanas. Su padre que, junto con su hermano Lucio, se dedicaban a la exportación de sus vinos, desde la base de Dianium, para comerciarlo desde Gades hasta Siracusa. Un viaje por el Mare Nostrum le llevará hasta Italia para comercializar allí sus vinos. Un viaje que sería una verdadera odisea a medida que las naves surcaban las aguas del Mar Interior por las vicisitudes que les acontecen a los intrépidos marinos durante el periplo. A su vuelta se encuentra con que la situación en territorio hispano ha cambiado. El conflicto que enfrenta a ambos rivales daría un giro más peligroso e implicará a los indígenas en el mismo. Incluso Cayo adoptará la decisión de alistarse en las filas del rebelde Sertorio, a cuya causa estaba unido también su padre que ya había combatido junto al militar en otras campañas bélicas.

Los personajes que nos iremos encontrando están muy bien perfilados por Gabriel Castelló. La personalidad de Cayo se va fortaleciendo a lo largo de la novela. Conoceremos sus pasiones, sus temores, su valor y entrega tanto en el trabajo como el la lucha, su fidelidad a la causa sertoriana y a su familia. Pero también ciertos hechos, que algunos presenciará directamente,  harán que veamos su lado malo y cómo de él se apodera la ira, el odio y la sed de venganza.


Quinto Sertorio, el procónsul sabino rebelde contra Roma, vemos cómo aparece con majestuosidad ante el pueblo valentino. Allí empezaba su historia. El discurso en el Foro convenció a la población para que se uniera a su causa. Estaba obsesionado en derrotar a su enemigos Pompeyo y Metelo. Era un general con unas grandes dotes de mando pero sus puntos débiles eran sus más directos colaboradores, sobre todo Marco Perpenna, inútil de mantener su flanco siguiendo las órdenes que le encomendaba su jefe. Pero poco a poco, al ver que sus ideales no se cumplían, su carácter iba mudando y se convirtió en un déspota, hecho que originó una conspiración hacia él, encabezada por Marco Perpenna y secundada por allegados suyos como Aufidio, Octavio Graecino, entre otros, llevada a cabo en Osca, la base principal de los sublevados, en donde el general tenía instalada una Academia

Valentia es una historia novelada pues los acontecimientos reales sucedidos en torno al general sublevado están fidedignamente contrastados, como su alianza con el enemigo declarado de Roma, el rey Mitídrates VI del Ponto, y los piratas cilicios, que atacaban a las naves que realizaban sus rutas comerciales por el Mediterráneo o las batallas entre ambos contendientes que tienen lugar en suelo hispano. Es de agradecer la minuciosa labor de documentación llevada a cabo por el autor de la novela. Fruto de este trabajo son las notas a pie de página que el lector se irá encontrando. Utiliza muchos latinismos para darle más realismo a la narración. Términos que el lector podrá consultar si lo desea pero que se pueden obviar siempre y cuando vayamos comprendiendo el sentido de lo relatado. En otras notas completa la información que nos facilita en cada capítulo sobre los hechos reales y suele hacer referencia a las fuentes de que se sirvió. 

En esta novela diría que en el lenguaje que se emplea hay una cierta influencia galdosiana: el realismo con el que nos relata los ambientes, las costumbres o los acontecimientos vividos por los protagonistas producen en el lector el efecto de sentirse partícipe de lo que va sucediendo a lo largo de la obra. Nos encontramos con una cantidad de personajes muy variados, caracterizados todos ellos por pequeños detalles, como bien pudieran ser la forma de hablar, según su rango social, los gestos de cada uno de ellos.

Valentia es una obra de lectura más bien lenta desde el segundo capítulo,  al estilo de los grandes escritores españoles del siglo XIX, dado el realismo con que se narran los hechos y son presentados con todo lujo de detalles, pero no por ello deja de enganchar al lector pues en ella nos encontramos con acontecimientos históricos, algunos de ellos relatados con cierta crudeza, a los que hay que unir los desarrollados por la imaginación del autor, como el viaje a través del Mar Interior por el narrador, cómo era la vida en la Edetania romana, sus costumbres, la vida familiar, los negocios de la época, las celebraciones festivas, los lujos que algunos podían permitirse, los alimentos que se consumían en esa época y cómo eran preparados. Una novela que, sin lugar a dudas, recomiendo pues el autor profundiza en una época convulsa en la Hispania romana en los últimos tiempos de la República.


Gabriel Castelló (Valencia, 1972) Ejecutivo de ventas en una compañía líder del sector de las telecomunicaciones, Gabriel Castelló entró fuerte en el mundo editorial con su primera publicación, Valentia, las memorias de Cayo Antonio Naso (mejor novela histórica en su editorial en 2009), una historia de aventuras ambientada en la Hispania romana durante la revuelta de Quinto Sertorio. A raíz del éxito que obtuvo con dicha novela actualmente imparte talleres de literatura creativa en Valencia y colabora asiduamente en varios medios digitales a nivel nacional como articulista sobre la antigua Roma, destacando entre ellos www.historiasdelahistoria.com (2º mejor blog cultural según Bitácoras), la revista Stilus de la asociación Hispania Romana o el blog literario-histórico www.arquehistoria.com. El autor mantiene un blog en el que publica regularmente todas sus colaboraciones, así como muchas otras más curiosidades de la Antigüedad clásica que nos va descubriendo en sus viajes por todo el Mare Nostrum:
gabrielcastello.blogspot.com.es


Francisco Portela 



Título: Valentia. Las memorias de Caio Antonio Naso.
Autor: Gabriel Castelló Alonso.
          Editorial: Akrón, S. L.
          Primera edición: Octubre de 2008
          ISBN: 9788493672515
          Nº páginas: 666



¡Sálvese quien pueda! - Andrés Oppenheimer

¡Sálvese quien pueda! El futuro del trabajo en la era de la robotización. Oppenheimer siempre me ha llamado la atención, si bien no he sid...