15 julio, 2012

EN TIERRAS RUSAS


LA PULGA DE ACERO
 Nikolai Leskov


Asociamos la Literatura rusa del siglo XIX a sus más grandes autores (Dostoievski, Gogol, Tolstoi) y a sus obras más conocidas (Crimen y Castigo, Guerra y Paz, etc). También nos resulta fácil asociarla con la obra de Chejov o Turgeniev. Pero es cierto que estos nombres acaban por extender una pesada sombra sobre el resto de sus contemporáneos menos conocidos, privándonos de un inmenso legado apenas conocido y de difícil acceso para el lector medio.

Éste es el caso de Nikolái Leskov, considerado por muchos de sus compatriotas como el más ruso de todos los escritores rusos. Aunque nació en una familia acomodada, la muerte de su padre le privó a una temprana edad de todo aquello a lo que estaba acostumbrado. Leskov comenzó a trabajar como oficinista en los tribunales de su región, continuando su carrera en Kiev. Posteriormente fue contratado por una empresa inglesa como representante de sus negocios en Rusia lo que le llevó a viajar por todo el país permitiéndole conocer su riqueza y acercarse al padecimiento del pueblo ruso (el servilismo aún no había sido abolido).

Gracias a esos viajes y a un golpe de suerte, la vida de Leskov tomaría un giro inesperado. Gran observador, volcaba en las cartas que enviaba a su jefe todo aquello que veía. Su estilo ágil, fresco e irónico le valieron la posibilidad de comenzar a trabajar como periodista y, al poco, de publicar sus primeros relatos.

Llegados a este punto no se puede decir que la vida de este autor se tornara tranquila y sosegada. Su estilo irónico y burlesco atrajo hacia él odios de los más diversos orígenes: la jerarquía ortodoxa le consideraba impío (una de sus obras llevaba por título Pequeños detalles de la vida episcopal, si bien en otro libro – Gentes de la Iglesia- ofrecía un discurso apasionado a su favor). Por los mismos motivos perdió el cargo público que ostentaba en el Ministerio de Hacienda.

Tras su muerte su figura y su obra no dejaron de ser controvertidas. El régimen soviético le vio como símbolo de la Rusia decadente del pasado; los escritores modernos como una rémora del pasado con un lenguaje y un estilo excesivamente populares e incluso vulgares.
La pulga de acero es considerada su obra maestra y narra la historia del regalo que los ingleses hicieron al zar Alejandro I, con motivo de su visita a Inglaterra tras el Congreso de Viena. El regalo consiste en una minúscula pulga de acero que, gracias a una pequeña llave con la que se hace girar un resorte, ejecuta una hermosa danza. El zar ve en esta pulga la prueba de la habilidad y destreza de los artesanos extranjeros frente a la de los de su patria, incultos e incapaces de hacer nada parecido. El acompañante real, Platov –un noble cosaco- se ve incapaz de convencer al soberano de la capacidad de sus leales súbditos y de su superioridad frente a los remilgados extranjeros.

A su regreso a Rusia, la pulga se almacena con el resto de regalos reales y sólo vuelve a ver la luz tras la muerte del zar cuando se presenta a su sucesor. Nicolás I, extrañado por el artilugio, interroga a Platov quien le informa de la impresión que se llevó Alejandro I de los artesanos ingleses. El soberano, que confia en su pueblo, encarga a Platov que acuerde con los artesanos de Tula (ciudad metalúrgica famosa por sus especialistas) la forma de superar la invención extranjera.

Platov encarga a los artesanos de Tula que venzan al ingenio inglés cosa que estos logran (no diremos cómo) gracias a su talento, esfuerzo y a las oraciones ante sus sagrados iconos.

Exultante, el zar ordena que uno de los artesanos viaje a Inglaterra para demostrar la superioridad de los trabajadores rusos. Ya en Inglaterra, el Zurdo (apodo del artesano de Tula elegido como embajador) causa el asombro inglés, no sólo porque explica que él y el resto de trabajadores del metal ruso no conocen las matemáticas ni la química, y apenas saben leer, sino por su llaneza y sentido común respecto a cuestiones tan diversas como el cortejo, los bailes o el té.

Pese a ser excelentemente tratado, el Zurdo siente nostalgia de su patria y decide regresar a Rusia donde fallece al poco de llegar, no sin antes transmitir un importante secreto militar inglés (ha descubierto que estos no limpian los cañones con ladrillos para no estropearlos). 

Su sacrificio es en vano puesto que el destinatario del mensaje, mezquinamente no lo transmite, siendo una de las causas de la derrota rusa en Crimea.
 
La polémica en torno a la figura de Leskov se extiende a esta obra y hay quien la interpreta como un panfleto a favor de los valores de la Rusia tradicional y hay quien piensa que es una denuncia y ridiculización de la pobreza e incultura de una Rusia que se alejaba de los países modernos, anclada al pasado por sus mediocres clases dirigentes. No entraremos en polémica puesto que creo que hay argumentos para defender ambas hipótesis. Quizá por ello ambas opiniones sean correctas. Al igual que tiempo después ocurriría en España, a finales del siglo XIX, la sensación de esta cerrando una época servía como aglutinante de ideas encontradas. Por una parte se deseaba el progreso, la modernidad, pero por otra se reivindicaba lo propio y diferenciador. Quizá sea éste uno de los mayores méritos del pequeño relato, obligarnos a reflexionar sobre ese filo de navaja por el que discurre la Historia de los pueblos.

Reflexiones aparte, la contribución de Leskov al enriquecimiento del lenguaje ruso hace de este cuento un auténtico suplicio (o delicia) para cualquier traductor. El autor emplea libremente vocablos de su invención mediante diversos métodos que van desde la unión de dos palabras preexistentes ( calamata es la casamata convertida en calabozo), hasta la asociación de sonidos o ideas (bufía par indicar el paso de la admiración al alivio). La traductora, Sara Gutiérrez, lleva a cabo un esfuerzo meritorio (y exitoso) por volcar esta riqueza léxica al castellano de una manera natural e integrada en el texto. Asimismo hace una breve introducción explicativa de estas peculiaridades del lenguaje de Leskov.

En definitiva, La pulga de acero, es un breve libro de fácil lectura pero larga digestión. Permite alumbrar ciertos aspectos de la historia de nuestros propios países (todos han pasado antes o después por situaciones similares), pugnando por encontrar su propio camino hacia la modernidad (o su modo de atarse al pasado). También nos permite leer de primera mano una historia bien escrita y que trata de llevar el lenguaje a un terreno infrecuente, el de la pura invención.


 GWW

Datos del libro
  • Nº de páginas: 128 págs.
  • Editorial: IMPEDIMENTA
  • Lengua: CASTELLANO
  • ISBN: 9788493592714
  • Año edición: 2007
  • Plaza de edición: MADRID



13 julio, 2012

HACIA EL SUR CON VAZQUEZ-RIAL


FRONTERA SUR
Horacio Vázquez-Rial

Un hombre, de origen hispano-argentino y radicado en Barcelona, reconstruye la historia de su familia a partir del arribo a Buenos Aires de su bisabuelo y el hijo de éste, abuelo del narrador, el año de 1880. Se trata de Roque Díaz Ouro, viudo de 35 años, y su hijo Ramón, de tan sólo cinco, oriundos de Galicia como tantos españoles llegados a la Argentina en torno del 1900, huyendo de la pobreza y el desamparo. A ellos se suma el alemán Hermann Frisch, Germán para los argentinos; eximio artista del bandoneón y un ferviente partidario del socialismo, estuvo presente en los dramáticos hechos de la Comuna de París, en 1871. Frisch es para Roque el mejor de los amigos y un segundo padre para Ramón, pero también una suerte de ángel guardián de los Díaz; así pues, su lugar en la memoria familiar es igualmente importante.

Horacio Vázquez-Rial (Buenos Aires, 1947), hispano-argentino, es historiador, escritor y periodista.Reside desde 1974 en Barcelona, ciudad en que obtuvo el doctorado en Geografía e Historia. Ha publicado una serie de obras de ficción y ensayos, contándose entre éstos el libro La Guerra Civil española: una historia diferente (1996) y una biografía de Juan Domingo Perón (Perón. Tal vez la historia, 2005). Frontera sur, publicada originalmente en 1994, es la décima de sus novelas.
En torno al mencionado trío protagónico, Vázquez-Rial construye una animada y cautivante saga familiar que transcurre entre las dos últimas décadas del siglo XIX y el primer tercio del siglo XX, y cuyo escenario privilegiado es la capital argentina. Tan privilegiado que la novela funciona también como el vivo retrato de un Buenos Aires que, por aquel entonces, sufría profundas transformacionespor iniciativa de un intendente admirador del París reestructurado por el barón Haussmann. A la planificación urbanística, con sus imponentes edificaciones y reformas viales, se añadían continuas mejoras debidas a la introducción de los avances técnicos del momento: el alumbrado eléctrico, los tranvías, el teléfono, el cine, etc. Buenos Aires se expandía y se revestía con los signos de la modernidad, contagiándose algunos de sus habitantes de la fiebre de los descubrimientos y las innovaciones (en cierto pasaje de la novela se asiste a la fallida experiencia de un aspirante al gremio de los inventores). Asimismo, resonaban en las calles de la ciudad los acentos de multitud de idiomas extranjeros, algunos de los cuales daban origen a un número importante de publicaciones estables. Eran en verdad riadas de portadores de esperanzas e ilusiones, los inmigrantes que impusieron a Buenos Aires un toque cosmopolita.

Ahí afloran, en las páginas de Frontera sur, bares y hostales de mala muerte, reñideros de gallos, casinos clandestinos, los prostíbulos, algunos de ellos de una miseria atroz y otros de lujo (como el regentado por la bella Teresa, más conocida como «Piera»: uno de los personajes destacados de la novela); las asociaciones mafiosas, dedicadas entre otros turbios negocios a la trata de mujeres… El de la novela es, en buena parte, el Buenos Aires barriobajero, mas sin un patetismo o una sordidez abrumadores. También es el Buenos Aires de clase media y el de las fortunas incipientes, como la de los mismísimos Díaz. En efecto, merced a su esfuerzo y a una suerte envidiable, Roque Díaz Ouro se convierte más pronto que tarde en un próspero negociante, asumiendo a la vuelta de los años y aun sin pretenderlo un papel semejante al de un patriarca, rol en que reemplaza a quien hiciera para él –como para otros españoles recién llegados a la Argentina- de protector y benefactor. Esto, sin abandonar su profesión de fe socialista.
Abundan las situaciones y sobre todo los diálogos, ágiles, naturales, muy vívidos. La galería de personajes es cuantiosa, un entrañable muestrario de inmigrantes en su mayoría.Sus historias oscilan entre el drama y la felicidad, el logro y la derrota. Algunos de ellos son todo un carácter. Así ocurre en el caso de la mencionada Teresa, tan querida por los Díaz; también en el de Frisch, cuyos amores resultan tan plenos como infortunados. Interesante personaje es Antonio Reyles, al que un ya crecido Ramón Díaz y su flamante esposa han conocido en Galicia –en viaje motivado por la nostalgia de la tierra natal y también, cómo no, por la búsqueda de las raíces familiares-. A poco de desembarcar en Buenos Aires, Reyles adquiere un plano de la ciudad en el que irá marcando los lugares y recorridos que conciernan a sus proyectos, y es que está resuelto a triunfar. Lo logra, en el margen mismo de la legalidad, moviéndose con suma destreza entre los intereses y los pistoleros de unos sectarismos políticos que son en sí mismos organizaciones delictivas.

Aquí y allá surgen los nombres de connotados políticos argentinos de la época, pero el aderezo principal lo constituye la aparición de dos personajes históricos: Durruti, el famoso anarquista español, y Carlos Gardel. Acompañado por su banda, con la que ha asaltado un banco en Chile, Durruti prosigue en suelo argentino su campaña de atracos, convirtiéndose Antonio Reyles en un auxiliar circunstancial. El prócer del tango, por su parte, es un secundario de mayor relevancia, a cuya biografía dedica el narrador un merecido interés (su vida se entrelaza con la de los Díaz y la de Germán). En Frontera sur consta un individuo de estatura humana, vulnerable y nada irreprochable, desprovisto por tanto del aura legendaria que la posterioridad le ha conferido. La oscuridad que rodea sus orígenes ha generado una diversidad de teorías; Vázquez-Rial lo muestra nacido en Uruguay bajo el nombre de Carlos Escayola, quien adopta el apellido francés de un joven fallecido, Gardes, más tarde convertido en Gardel.

En este ejercicio de memoria familiar, la ficción rinde honor al mito, el que reviste la forma de un fantasma que traba amistad con Roque Díaz y lo ayuda a hacer fortuna. Se trata, pues, de un elemento en cierto modo disonante en el contexto de una novela realista, pero que da cuenta de la determinación del memorialista/narrador de registrarla memoria familiar tal cual ha llegado hasta él. Honesta determinación y una legítima licencia por parte del autor, cabe decir.
Lectura en verdad emotiva y gozosa.

Rodrigo

Horacio Vázquez-Rial, Frontera sur
Editorial Roca, Barcelona, 2006. 551 pp.

11 julio, 2012

NAVEGANDO HACIA EL NORTE


LAS RUTAS DEL NORTE
JAVIER TAZÓN RUESCAS

Ed. Kattigara, 2011

Esta obra es una variada combinación de aventuras marineras, historia, geografía, y biografía. Pero, ante todo es una novela. Y no sólo por la forma, sino porque mezcla, como en una marmita cociendo diversos ingredientes, ficción con realidad. En la vida de Juan de la Cosa hay etapas más bien oscuras, como son los años de infancia y juventud, adiestramiento y primeros viajes. Imaginar esos años es el tema de la presente novela.
Juan de la Cosa, como es bien conocido, fue el cartógrafo que dibujó el primer mapamundi conservado en el que aparece el continente americano, en 1500. Pero no sólo fue cartógrafo, sino que aunó esa facultad suya para el dibujo con la llamada del mar. Proveniente de familia de navegantes y constructores de barcos,  este santoñés universal  salta a la historia al acompañar a Colón y a Ojeda en sus viajes trasatlánticos.  Esa parte de su vida es narrada por el autor de este libro en una novela anterior, El cartógrafo de la reina (2010). Ambas tienen la forma de unas memorias, en las que el cartógrafo y al final su escribano, López de Haro, dan cuenta de la vida y aventuras de este personaje. 

Pero antes de esos viajes, realizó otros, acompañando a los balleneros cántabros por las rutas gélidas y oscuras del gran Norte. Javier Tazón imagina y describe esos viajes, como describe la educación del joven Juan, el escenario donde vive sus primeros años y la familia que lo rodea y acoge, así como las familias enemistadas con la suya ―las luchas de poder―y los problemas que derivan de esas rivalidades. Aprovecha en esta narración el autor, para explayarse sobre un tema que quizás sea poco conocido  para los que no vivimos en la cornisa cantábrica.
Que dispongamos de pocos datos no quiere decir que no los hubiera, o los haya. Los navegantes cántabros y vizcaínos, así como los gallegos, han sido los que tradicionalmente  han recorrido las rutas del Norte: Irlanda, Islandia, Terranova…en busca de bacalao y de ballenas, principalmente. Y el comercio con todas esas tierras nórdicas. Pues bien, de todos esos viajes, las leyendas y la realidad, lo imaginado y lo vivido, es de lo que nos habla el autor, poniéndolo en  boca del propio Juan de la Cosa. Imagina además, su infancia, las luchas entre las familias eminentes en Santoña, ciudad natal del protagonista, la terrible muerte del  padre, las actividades del abuelo, que se ocupa de la formación del futuro cartógrafo y navegante. Todo ello, como aclara el autor en una nota final, está novelado como bien pudiera haber sucedido, mezclando personajes reales pero sin constancia de la relación directa con el joven De la Cosa.

Conocemos así a los amigos de infancia y primera juventud, al inseparable Fernán de Castro; los primeros amores, el origen del nombre Marigalante, que será el del barco que le llevará con Colón a las Américas años después, aunque rebautizado como Santa María, para evitar connotaciones peligrosas. Sus primeros tutores, la enseñanza que recibió del fraile Pere Furnet, fraile de origen judío balear y vida borrascosa, que además de franciscano será confidente y espía a las órdenes de Isabel la Católica. Los marinos que le acompañan en los primeros tanteos en la mar: Chachu de Lequeitio, Bocanegra, Salvador Cachupín, (pariente de su esposa, Juana del Corral) Ojobreca, Pintalacola, etc. Nombres y sobrenombres curiosos y llamativos, de personajes que le siguen y participan de sus aventuras en los mares del Norte. La navegación hacia Terranova, la caza de las  ballenas, la descripción de los geiseres de Islandia, de los iglúes esquimales, de los acantilados de las tierras del otro lado del Mar Tenebroso…Y por otro lado, las intrigas políticas, con el fondo de la lucha por el poder entre los Trastámara, y a menor nivel, la lucha de las grandes familias norteñas entre sí; todo ello constituye parte de esta novela, lo que la hace atractiva y muy entretenida.

Contada a modo casi de lectura juvenil, muy directa, sin complicaciones, sin engorrosas digresiones demasiado técnicas, que a veces distraen en exceso, novela de aventuras y acción ante todo, pero con un marco histórico real y con personajes reales, a los que Tazón  da vida y movimiento. Avanza la idea general de que todo el proceso del descubrimiento, que a veces se enseña como centralizado en una o dos figuras emblemáticas, no es sino el resultado de un conjunto de exploraciones previas, de ignotos protagonistas que abren camino a otros que lo aprovechan y perfeccionan. La tradicional pesca de altura cántabra formó a muchos navegantes, y originó muchas rutas que Juan de la Cosa plasmó en líneas y dibujos sobre pergamino, concentrando todos sus conocimientos en una imagen –bellísima, por cierto, a nuestra disposición en el Museo Naval de Madrid― del mundo conocido: el mapamundi.

Javier Tazón Ruescas  (Santander, 1953) es abogado y escritor, muy interesado en el mundo de la gastronomía, sobre el que versa su primer libro. Después ha llevado su atención a la historia, a los personajes que salieron de Cantabria, lo que le ha llevado a la vida de Juan de la Cosa, sobre el que ya publicó El cartógrafo de la reina en 2010.


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