11 mayo, 2012

ROMA EN ACCIÓN


DEVOTIO

GABRIEL CASTELLÓ



Ed. GOOD BOOKS



SINOPSIS

DEVOTIO se compone de dos escenarios que se intercalan y avanzan en paralelo, uno desarrollado en tiempos de Diocleciano mientras que el otro arranca pocos meses después de que César cruce el Rubicón: en el primero nos sumergiremos en la Tarraconense de principios del siglo IV, sumida en una crisis económica y social sin precedentes hasta aquel momento en el que una nueva secta oriental gana adeptos día a día. El Augusto decide erradicarla a golpe de edicto y el encargado de dicho propósito en la provincia es un hombre cruel y sin escrúpulos, el gobernador Publio Daciano. Alentado por la ciudadanía más conservadora de Caesaraugusta, ordena el arresto de dos prominentes cristianos, el obispo Valero y su diacono, Eutiquio (conocido para la posteridad como San Vicente Mártir) y su traslado a Valentia donde serán procesados por su apostasía. Tito Antonio, magistrado emérito de la ciudad, conoce por casualidad al joven reo y, prendado por su carisma, decide actuar como su abogado frente al implacable gobernador.

 El segundo escenario alterno nos lleva a la Beronia fronteriza veinte años después de las guerras sertorianas. Un joven muchacho se enrola en las levas que Lucio Afranio, uno de los legados de Pompeyo el Grande en Hispania, está realizando por toda la Citerior con el propósito de reforzar las legiones fieles al Senado ante la inminente llegada del usurpador Cayo Julio César. Antes de partir, su padre le revela su auténtico nombre y condición como ciudadano romano, además de la terrible historia que le llevó al exilio. Lucio Antonio, el hijo de Cayo Antonio Naso, parte hacia la guerra dispuesto a lavar el honor de la familia y acompañará a los líderes de la facción pompeyana desde Ilerda hasta Munda en el periplo de aventuras y horrores que supuso la Guerra Civil. Sus crónicas suponen una versión claramente “pompeyana” y menos mitómana del De Belo Civili que nos dejó escrito César.

 Tanto Eutiquio como Antonio son dos exponentes de la fidelidad extrema a sus ideales, por ello ambos representan a la perfección la devotio hispana llevada a su máximo extremo.
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¿A qué extremo te pueden llevar tus convicciones? ¿Matarías o morirías por un ideal? DEVOTIO es la epopeya de dos hombres, separados por el tiempo, pero unidos en su lealtad extrema a sus creencias. Recorriendo estas dos historias paralelas, la de Eutiquio de Osca en tiempos de Diocleciano, y la de Lucio Antonio durante la Guerra Civil, el lector conocerá la turbulenta Hispania romana en dos momentos muy diferentes, la República y el Imperio, la creación del estado más grande de su tiempo y la corrosión interna de un mundo decadente.
***
Dos épocas, dos protagonistas, una misma cualidad:
Fidelidad hasta la muerte.

HISPANIA, albores del siglo IV…
 El nuevo gobernador de la Tarraconense, Publio Daciano, un veterano de las legiones de pasado oscuro, está dispuesto a que su primer cargo provincial sea el impulsor de sus ambiciones. Para ello no escatima esfuerzos en aplicar los edictos imperiales de Diocleciano con absoluta severidad. En plena persecución religiosa, el joven diácono de Caesaraugusta, un muchacho arrogante llamado Eutiquio de Osca, es arrestado junto a su obispo y conducido a Valentia para ser ambos juzgados por su apostasía. Tito Antonio, magistrado emérito y hombre de edad y reconocido carisma en la colonia, acaba siendo el abogado del joven cristiano frente a un riguroso tribunal liderado por el propio gobernador…
 
HISPANIA, 49 a.C.
 Turibas, un sencillo jovenzuelo berón, descubre que no es quien cree ser, sino hijo de un ciudadano romano exiliado tras las guerras sertorianas. Su padre, Cayo Antonio Naso, le revela al llegar a la mayoría de edad su tremenda historia y el verdadero origen de su familia. El muchacho, dispuesto a lavar la honra familiar mancillada durante la revuelta de Sertorio, se enrola en la leva que su tío, Lucio Afranio, está realizando en la Hispania Citerior con tal de nutrir de auxiliares las legiones fieles a Pompeyo acampadas en Ilerda ante la inminente llegada del usurpador Cayo Julio César.
 Los ojos de Lucio Antonio nos harán recorrer una Hispania en guerra, conocer el conflicto desde el punto de vista de Pompeyo el Grande y Catón de Útica, navegar por el Mare Internum hasta las exóticas África, Numidia, Grecia y Egipto, presenciar momentos cruciales de la historia romana como las dramáticas batallas de Farsalia o Munda y estremecernos con su romance imposible con la bella Varinia, la única hija del propretor Accio Varo. Las crónicas que Lucio va escribiendo a sus padres entre campaña y campaña relatan esas aventuras, pasiones y odios, además de todos los sucesos extraordinarios en los que se ve involucrado durante los largos cuatro años de Guerra Civil que asolaron la República y supusieron el germen del Imperio.
***


HISPANIA, invierno del 303
Un nuevo gobernador sin escrúpulos…
Un muchacho cristiano sin miedo…
Un viejo magistrado sin ayuda…
 Tres hombres distintos cuyas vidas confluirán en Valentia, a dos de ellos los engullirá la Historia, el tercero forjará una leyenda. Pocos conocen su verdadero nombre, muchos su apodo: Vincentius.

HISPANIA, primavera del 49 a.C.
La República está en guerra. César controla Roma y se dirige a marchas forzadas hacia Hispania con tal de derrotar a las legiones fieles a Pompeyo el Grande acantonadas en Ilerda. Lucio Afranio, uno de los legados de Pompeyo en la Citerior, se ve forzado a realizar una leva entre los indígenas para reclutar efectivos con los que reforzar sus legiones. Un muchacho berón se entera de su verdadero nombre y ascendencia en la víspera de dicha leva. Su padre no es solo un sencillo aldeano, es un prófugo, un ciudadano romano exiliado forzosamente tras las guerras sertorianas. Tras conocer los dramáticos motivos que obligaron a su padre a no volver a su Valentia natal, decide enrolarse en la milicia celtibera para restaurar el honor de la familia.
 En las cartas que Lucio Antonio, el hijo de Cayo Antonio Naso, les escribe a sus padres entre campaña y campaña el lector descubrirá una versión paralela de la Crónica de la Guerra Civil de César, pero vista desde el lado pompeyano, siendo sus ojos testigos de acontecimientos tan atemporales como las batallas de Farsalia o Tapsos, la muerte de Pompeyo o el suicidio de Catón. Su relato le sumergirá en la agonía de la República romana, las intrigas intestinas que socavaron a los enemigos de César, además de estremecerle con su historia de amor imposible con Varinia, la hija del propretor de África hasta llegar al final de la guerra tras el sangriento asalto de Corduba.

GABRIEL CASTELLÓ

Ficha técnica:


DEVOTIO
AUTOR: Gabriel Castelló
FORMATO: 13.5X21.5 CM
PÁGINAS: 790
IDIOMA: ESPAÑOL
EDICIÓN: 1°
ISBN: 9788494053474
PVP:19.95€

Podeis encontrarlo aqui:

09 mayo, 2012

GÓGOL ESTEPARIO


Taras Bulba Nikolái Gógol


Ed. Losada, 2011

El protagonista de esta novela es en realidad el pueblo cosaco, de origen eslavo y asentado después del siglo X en las estepas que hoy conforman gran parte de Ucrania y el sur de Rusia. Pueblo cuya imagen estereotipada es la de unas gentes más bien salvajes, levantiscas y celosas de su libertad, consumados jinetes y juerguistas de campeonato (tan diestros en el danzar como en el beber). Pues bien, acaso sea este uno de los casos en que el estereotipo represente una buena parte de la verdad, al menos considerada con una cierta perspectiva histórica o, dicho de otra manera, con una mirada retrospectiva. Parecen confirmar este supuesto -entre otras fuentes- algunas novelas rusas decimonónicas, cuyo valor testimonial en este sentido acaso exceda el propiamente artístico (sin tratarse en modo alguno de obras deficientes). Me refiero a La hija del capitán, de Alexander Pushkin; Taras Bulba, de Nikolái Gógol; y Los cosacos, de Lev Tolstói.
El caso de Taras Bulba es singular, porque en ella su autor se propuso nada menos que forjar la épica del cosaco, en un empeño que denota el influjo del romanticismo a la sazón en boga –es la primera mitad del siglo XIX-. Ese romanticismo que, llevado del desencanto ante la modernidad y el universalismo de las categorías racionalistas, se volcó al enaltecimiento de la nación como expresión suprema del alma colectiva, y para ello nada más decisivo que hurgar en el pasado legendario de los pueblos (cuanto más legendario y heroico, tanto mejor). En verdad, Gógol no es un escritor rigurosamenteromántico, puesto que en su obra destacan elementos propios del realismoque ya amagaba con desbancar al romanticismo, tales como la sátira y el ánimo de denuncia social. Taras Bulba representa una suerte de paréntesis en el conjunto de su obra, uno intermedio entre dos épocas y dos corrientes culturales. Es la épica romántica del cosaco, pero vertida en prosa y en conformidad con un estilo realista. El impulso romántico de la obra se advierte precisamente en su carácter de epopeya, en que el novelista recrea el pasado glorioso de una etnia notoriamente simbólica, de entre las que conformaron la Gran Rusia (compuesta en esencia por las actuales Rusia, Ucrania y Bielorrusia o Belarús).

Gógol no pinta al pueblo cosaco en color de rosa, sino que exhibe muy crudamente el primitivismo y la brutalidad que con toda certeza se le puede atribuir en la época en que se ambienta el relato, el siglo XVI, habida cuenta de que la suya era y sigue siendo tierra fronteriza entre dos continentes y sus respectivos paradigmas civilizacionales. Los cosacos se hallaban por entonces enfrentados en constantes luchas contra polacos, tártaros y turcos. También se contaban entre sus enemigos calmucos, lituanos y moscovitas. Aunque habían abandonado el nomadismo mucho tiempo atrás, su estilo de vida conservaba más de un toque de las pasadas costumbres trashumantes, evidentes sobre todo en su cultivada estirpe de jinetes y en su forma de organización social. En el modo en que se reúnen y deliberan en torno al destino de la nación cosaca, acudiendo desde los más apartados confines, hay claras reminiscencias de lo que debió ser su primigenia estructuración en clanes, posiblemente rivales pero hermanados al momento de enfrentar a un enemigo común.

Gógol no escatima honestidad al retratar las cotas de tosquedad y salvajismo que podía alcanzar el varón cosaco en la orgía o en la acción militar. Pero tampoco le mezquina admiración al elevarlo a la condición de “extraordinaria manifestación de la potencia rusa”, homenajeando su papel histórico de contención de invasiones mogolas. En el cosaco cifra Gógol lo que hoy consideraríamos tópicos sobre el ‘ser nacional ruso’: disposición a una amistad ruda y generosa, rectitud de carácter, despreocupación respecto del futuro, desprecio de los bienes materiales y ansia de gloria, etc. Características en cierto modo notables aunque en ellas no hubiera sino un ápice de verdad, pero de las que bien se puede recelar si, como ha ocurrido, llega Rusia a ocupar un sitial internacional de preponderancia.

En un relato cuya extensión varía entre las 150 y las 200 páginas, según sea la edición, asistimos a feroces campañas sostenidas por los cosacos contra el tradicional adversario polaco, cuyo empuje amenazaba la libertad de los jinetes de las estepas, y cuyo refinamiento cortesano ya se hacía sentir en la nobleza moscovita –algo que en muchos cosacos suscitaba todo el recelo posible-. Taras Bulba, coronel y jefe de un regimiento de cosacos, es el verdadero instigador de la primera de estas campañas, ansioso de que sus hijos Ostap y Andréi completen su educación –o mejor, olviden la que han recibido en la academia o seminario de Kiev-. No creo que muchos desconozcan la dramática suerte corrida por ambos jóvenes en esta campaña inicial, que parece una especie de batida preliminar en comparación con lo que vendrá luego. En efecto, tras el frustrado desenlace de aquélla, los cosacos se embarcarán en una expedición en toda regla, calificada por el autor como una de aquellas guerras de religión que han hecho estragos en la historia de Rusia y de sus vecinos.Pero este episodio sólo ocupa unas cuantas páginas fínales del relato, en las que nos enteramos de la muerte del protagonista, tan cruel como despiadada ha sido su cólera vengativa.

La narración es vívida y vigorosa, dotada por momentos de una cálida pátina de pintorequismo; cualidades que, a poco andar la lectura, le granjean el entusiasmo del lector –cuando menos, éste ha sido mi caso.-. Aparte la colorida descripción de proezas guerreras, disfrutamos de una emotiva historia de amor y traición, y celebramos la entereza con que los personajes arrostran la adversidad.No menos interesante es el tratamiento de las costumbres de los cosacos y, como se puede suponer, la contextualización histórica de lo narrado.
Taras Bulba se deja leer como narración épica pero también como novela histórica y como documento etnográfico. Su brevedad es un argumento contra toda reticencia. En suma, entretenida y recomendable lectura para quien no la haya acometido aún.

Rodrigo

Nikolái Gógol, Taras Bulba.
Losada, Buenos Aires, 2011. 191 pp.

07 mayo, 2012

AVENTURAS EN LA ESPAÑA PRERROMANA



EL HEREDERO DE TARTESSOS
ARTURO GONZALO AIZPIRI 
Evohé Ediciones. 2012

  Esta novela fue publicada en principio por Imágica (2010) y ahora ve de nuevo la luz en una nueva edición a cargo de Evohé. Fruto de seis años de esfuerzos y documentación se estrena el autor en el campo literario. Aficionado a la arqueología y a la historia, gran lector de los clásicos, ha buscado como marco para su novela la España prerromana, a la que llama Ispania, llena de razas y tribus variopintas en pugna continua y a medio invadir por los cartagineses, que tras haber sido derrotados por los romanos en Sicilia, intentan saquear la península y conseguir una posición de poder. Cito al propio autor  hablando sobre sus motivos para escribir este libro:

¿Pero de dónde surge el interés por ese albor de la historia de España? Diré que en ello tuvo mucho que ver mi padre, quien a lo largo de sus años de estudiante, y más tarde profesor, de latín y griego, construyó una maravillosa biblioteca de los clásicos que fue, y aún sigue siendo, el más frecuentado de mis paisajes literarios. Allí me encontré con la Hispania de Plinio y Pomponio Mela, con el relato de las guerras púnicas y el retrato de Aníbal de Tito Livio, y con un pasaje de Diodoro de Sicilia que se refería al desenlace del asedio de la ciudad oretana de Hélike por el ejército cartaginés de Amílcar Barca.

Bien documentado, como constata el autor del prólogo, director del Museo Arqueológico Regional de la comunidad madrileña, el libro está estructurado en cinco partes: Voces de agua y fuego; Los jinetes de Tanit; La lámina de plomo; Hambre de destino y La cólera de Aquiles. En total, veinticinco capítulos, aunque el último es muy corto, simbólico. Títulos todos muy bien elegidos y muy sugerentes; en los primeros nos sitúa en la época y la zona, una imprecisa parte que podría estar entre la serranía de Albacete y la de Cuenca, ya que la ciudad de Hélike, capital oretana, no está claro si se la identifica con Elche o con Elche de la sierra, en el nacimiento del río Segura, y Arecorata, la capital  de los ólcades, reino celtíbero al norte, en la serranía conquense. Todo ello lo aclara la Nota del autor, al final del libro.

La narración gira alrededor de un hecho histórico: el sitio a la ciudad oretana de Hélike por parte del ejército cartaginés al mando de Amílcar Barca, acompañado por un jovencísimo guerrero que daría mucho que hablar en el futuro: Aníbal, su hijo. Pero desde los primeros capítulos, en los que imagina la vida en un pequeño poblado y los ritos de introducción del joven Gerión a la clase guerrera, nos sentimos atrapados por la acción, y nos dejamos llevar por la narración, que sin agobiarnos con demasiados detalles que no sabríamos cotejar, dada la poca publicidad de esa época histórica en España, nos lleva de la mano, a veces corriendo, haciéndonos partícipes de las emociones y de los sueños, del miedo y del dolor, así como del placer de una buena comida o una conversación agradable; la relativa ausencia de datos fiables de la época le permite al autor una libertad de movimiento y de ficción, que aprovecha precisamente para hacernos identificar con los personajes principales y contarnos una historia de aventuras, viajes, luchas, traiciones, amor y honor, defensa de un pueblo y muchas otras cosas más que aceptamos porque son universales y sólo sus manifestaciones son lo que cambia a través de los siglos.

La novela desarrolla un excelente tono épico a la vez que le da algunas pinceladas de misterio, referidas al mundo tartésico, desconocido y ancestral, y al mágico, en las inmersiones de Anglea, sacerdotisa de Astarté, en sueños premonitorios y mensajes ultraterrenos. El ritmo de la acción, muy bien tratado, va in crescendo, desde un comienzo pausado y cotidiano hasta una urgencia febril en los últimos capítulos, desembocando en la explosión final. La batalla final, por cierto, está muy bien descrita, y consigue que participemos con el aliento contenido mientras nos adentramos entre el polvo y la sangre, perdonándosele algunas libertades ficticias en beneficio del efecto global.

La polifonía con que el autor desdobla los puntos de vista nos permite distintos enfoques del mismo tema, por lo que captamos mejor lo que se nos está contando, ya que recibimos información de ambos bandos, no desde un único narrador omnisciente y universal, sino desde voces narradoras locales, que a veces llegan a ser subjetivas y escuchamos sus pensamientos.
De este modo, podemos entender la fuerza de Amílcar y sus objetivos, el amor de Aníbal a su padre y a su país y sus juramentos de venganza; la valentía y la ansiedad de los defensores de Hélike, que intentan por todos los medios conseguir ayuda de pueblos hermanos enviando a sus más queridos líderes a tal efecto. Entendemos la mirada recelosa con que reciben los ólcades la llegada del oretano, su petición de ayuda, la necesidad de frenar al invasor púnico que representa una amenaza para el futuro cercano de los pueblos celtíberos.  Y hacemos un aparte en la relación creada entre el personaje de Gerión, el heredero de Tartessos, y Orisson/Argantio, también descendiente del mítico pueblo desaparecido. Se crea una complicidad entre ambos y el lector, que asiste a este secreto compartido  con verdadero interés y emoción. La aparición de Anglea, original mezcla de sacerdotisa y amazona, introduce otra pincelada casi fluorescente en el campo multicolor que se nos va mostrando, creando un atractivo triángulo.

Aunque el personaje central es Gerión, o el eje Gerón/Argantio, se desarrolla todo un despliegue de personajes secundarios muy atractivos, así como unas descripciones del paisaje y de las costumbres muy jugosa, y en algunos momentos muy sugerente y poética, como por ejemplo, este fragmento:

Era su hora favorita: el espacio infinito de la noche, cuajado de estrellas y enigmas, comenzaba a retirarse con los primeros resplandores rosados, dando paso a un cielo mucho más próximo, confortable y humano. Sólo en ese instante ambos mundos, el del día y la noche, el de la vida y la muerte, el de los dioses y los hombres, estaban presentes al mismo tiempo, como si uno pudiera transitarlos juntos, o elegir libremente cuál de ellos hacer propio.

Una parte de los personajes pertenecen a unas culturas muy en contacto con la naturaleza, con los olores y sabores de sus prados y montañas, con los colores de sus cielos y sus bosques; aunque también se contempla el lado de aquellos otros que han desarrollado una cultura más ciudadana, más refinada, que aprecia y reconoce los avances técnicos y artísticos, que posee una lengua escrita, unos símbolos que le permiten relacionarse con su propio pasado y con otras culturas, como la griega. Las referencias a la Ilíada no carecen de importancia simbólica.

Todo ello es aglutinado por el autor de manera muy natural, sin descripciones farragosas, sin abrumarnos con demasiados detalles que nos frenen el desarrollo de la acción. Es una buena novela de aventuras, con movimiento ágil  y que, aunque ubicada en una época histórica, y sin romper los lazos con lo que se sabe que sucedió, se mueve con la libertad necesaria para que disfrutemos sin interrupciones ni lecciones de historia. La obra se cierra  con un pequeño hueco: hay algunos cabos que quedan en el aire, discretamente dispuestos a una posible continuación, que no sería de extrañar.

Sin embargo, y a pesar de sus logros evidentes, habría que anotar algunos puntos mejorables, en cuanto a la narración en sí: quizás adolezca de ciertas ausencias, a concretar en una posible continuación; el nombre de Tartessos, citado en el título, apenas es tratado en la historia salvo como una referencia del pasado y con tintes oníricos. Es un tema muy atractivo precisamente por su misterio, como la Atlántida: es un reino que roza lo mítico por la ausencia de datos fiables. Y en ese punto sería muy bien recibido un desarrollo posterior, aunque fuera exclusivamente fabulación ficticia.

En suma, una muy recomendable novela de aventuras, que llena un hueco en la novela histórica -el de los pueblos celtíberos- que pocos, salvo tangencialmente, han tratado de modo novelado. 

Arturo Gonzalo Aizpiri, (Madrid 1963), doctor en Ciencias Químicas, ha desarrollado su carrera profesional alternado actividades públicas y privadas en el campo de la energía y del medio ambiente. Actualmente trabaja en una gran empresa energética española. Su pasión por la historia lo ha llevado a escribir El heredero de Tartessos, su primera novela. Ha publicado tambien diversas traducciones, destacando recientemente la del libro de Charles Chaplin, Mis andanzas por Europa, en la colección El Periscopio de Ediciones Evohé.


Ariodante

Fecha: marzo de 2012
Colección: Evohé
Más datos: Nº pág.: 408, 23X15, rústica
ISBN: 9788415415060




¡Sálvese quien pueda! - Andrés Oppenheimer

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