09 mayo, 2012

GÓGOL ESTEPARIO


Taras Bulba Nikolái Gógol


Ed. Losada, 2011

El protagonista de esta novela es en realidad el pueblo cosaco, de origen eslavo y asentado después del siglo X en las estepas que hoy conforman gran parte de Ucrania y el sur de Rusia. Pueblo cuya imagen estereotipada es la de unas gentes más bien salvajes, levantiscas y celosas de su libertad, consumados jinetes y juerguistas de campeonato (tan diestros en el danzar como en el beber). Pues bien, acaso sea este uno de los casos en que el estereotipo represente una buena parte de la verdad, al menos considerada con una cierta perspectiva histórica o, dicho de otra manera, con una mirada retrospectiva. Parecen confirmar este supuesto -entre otras fuentes- algunas novelas rusas decimonónicas, cuyo valor testimonial en este sentido acaso exceda el propiamente artístico (sin tratarse en modo alguno de obras deficientes). Me refiero a La hija del capitán, de Alexander Pushkin; Taras Bulba, de Nikolái Gógol; y Los cosacos, de Lev Tolstói.
El caso de Taras Bulba es singular, porque en ella su autor se propuso nada menos que forjar la épica del cosaco, en un empeño que denota el influjo del romanticismo a la sazón en boga –es la primera mitad del siglo XIX-. Ese romanticismo que, llevado del desencanto ante la modernidad y el universalismo de las categorías racionalistas, se volcó al enaltecimiento de la nación como expresión suprema del alma colectiva, y para ello nada más decisivo que hurgar en el pasado legendario de los pueblos (cuanto más legendario y heroico, tanto mejor). En verdad, Gógol no es un escritor rigurosamenteromántico, puesto que en su obra destacan elementos propios del realismoque ya amagaba con desbancar al romanticismo, tales como la sátira y el ánimo de denuncia social. Taras Bulba representa una suerte de paréntesis en el conjunto de su obra, uno intermedio entre dos épocas y dos corrientes culturales. Es la épica romántica del cosaco, pero vertida en prosa y en conformidad con un estilo realista. El impulso romántico de la obra se advierte precisamente en su carácter de epopeya, en que el novelista recrea el pasado glorioso de una etnia notoriamente simbólica, de entre las que conformaron la Gran Rusia (compuesta en esencia por las actuales Rusia, Ucrania y Bielorrusia o Belarús).

Gógol no pinta al pueblo cosaco en color de rosa, sino que exhibe muy crudamente el primitivismo y la brutalidad que con toda certeza se le puede atribuir en la época en que se ambienta el relato, el siglo XVI, habida cuenta de que la suya era y sigue siendo tierra fronteriza entre dos continentes y sus respectivos paradigmas civilizacionales. Los cosacos se hallaban por entonces enfrentados en constantes luchas contra polacos, tártaros y turcos. También se contaban entre sus enemigos calmucos, lituanos y moscovitas. Aunque habían abandonado el nomadismo mucho tiempo atrás, su estilo de vida conservaba más de un toque de las pasadas costumbres trashumantes, evidentes sobre todo en su cultivada estirpe de jinetes y en su forma de organización social. En el modo en que se reúnen y deliberan en torno al destino de la nación cosaca, acudiendo desde los más apartados confines, hay claras reminiscencias de lo que debió ser su primigenia estructuración en clanes, posiblemente rivales pero hermanados al momento de enfrentar a un enemigo común.

Gógol no escatima honestidad al retratar las cotas de tosquedad y salvajismo que podía alcanzar el varón cosaco en la orgía o en la acción militar. Pero tampoco le mezquina admiración al elevarlo a la condición de “extraordinaria manifestación de la potencia rusa”, homenajeando su papel histórico de contención de invasiones mogolas. En el cosaco cifra Gógol lo que hoy consideraríamos tópicos sobre el ‘ser nacional ruso’: disposición a una amistad ruda y generosa, rectitud de carácter, despreocupación respecto del futuro, desprecio de los bienes materiales y ansia de gloria, etc. Características en cierto modo notables aunque en ellas no hubiera sino un ápice de verdad, pero de las que bien se puede recelar si, como ha ocurrido, llega Rusia a ocupar un sitial internacional de preponderancia.

En un relato cuya extensión varía entre las 150 y las 200 páginas, según sea la edición, asistimos a feroces campañas sostenidas por los cosacos contra el tradicional adversario polaco, cuyo empuje amenazaba la libertad de los jinetes de las estepas, y cuyo refinamiento cortesano ya se hacía sentir en la nobleza moscovita –algo que en muchos cosacos suscitaba todo el recelo posible-. Taras Bulba, coronel y jefe de un regimiento de cosacos, es el verdadero instigador de la primera de estas campañas, ansioso de que sus hijos Ostap y Andréi completen su educación –o mejor, olviden la que han recibido en la academia o seminario de Kiev-. No creo que muchos desconozcan la dramática suerte corrida por ambos jóvenes en esta campaña inicial, que parece una especie de batida preliminar en comparación con lo que vendrá luego. En efecto, tras el frustrado desenlace de aquélla, los cosacos se embarcarán en una expedición en toda regla, calificada por el autor como una de aquellas guerras de religión que han hecho estragos en la historia de Rusia y de sus vecinos.Pero este episodio sólo ocupa unas cuantas páginas fínales del relato, en las que nos enteramos de la muerte del protagonista, tan cruel como despiadada ha sido su cólera vengativa.

La narración es vívida y vigorosa, dotada por momentos de una cálida pátina de pintorequismo; cualidades que, a poco andar la lectura, le granjean el entusiasmo del lector –cuando menos, éste ha sido mi caso.-. Aparte la colorida descripción de proezas guerreras, disfrutamos de una emotiva historia de amor y traición, y celebramos la entereza con que los personajes arrostran la adversidad.No menos interesante es el tratamiento de las costumbres de los cosacos y, como se puede suponer, la contextualización histórica de lo narrado.
Taras Bulba se deja leer como narración épica pero también como novela histórica y como documento etnográfico. Su brevedad es un argumento contra toda reticencia. En suma, entretenida y recomendable lectura para quien no la haya acometido aún.

Rodrigo

Nikolái Gógol, Taras Bulba.
Losada, Buenos Aires, 2011. 191 pp.

07 mayo, 2012

AVENTURAS EN LA ESPAÑA PRERROMANA



EL HEREDERO DE TARTESSOS
ARTURO GONZALO AIZPIRI 
Evohé Ediciones. 2012

  Esta novela fue publicada en principio por Imágica (2010) y ahora ve de nuevo la luz en una nueva edición a cargo de Evohé. Fruto de seis años de esfuerzos y documentación se estrena el autor en el campo literario. Aficionado a la arqueología y a la historia, gran lector de los clásicos, ha buscado como marco para su novela la España prerromana, a la que llama Ispania, llena de razas y tribus variopintas en pugna continua y a medio invadir por los cartagineses, que tras haber sido derrotados por los romanos en Sicilia, intentan saquear la península y conseguir una posición de poder. Cito al propio autor  hablando sobre sus motivos para escribir este libro:

¿Pero de dónde surge el interés por ese albor de la historia de España? Diré que en ello tuvo mucho que ver mi padre, quien a lo largo de sus años de estudiante, y más tarde profesor, de latín y griego, construyó una maravillosa biblioteca de los clásicos que fue, y aún sigue siendo, el más frecuentado de mis paisajes literarios. Allí me encontré con la Hispania de Plinio y Pomponio Mela, con el relato de las guerras púnicas y el retrato de Aníbal de Tito Livio, y con un pasaje de Diodoro de Sicilia que se refería al desenlace del asedio de la ciudad oretana de Hélike por el ejército cartaginés de Amílcar Barca.

Bien documentado, como constata el autor del prólogo, director del Museo Arqueológico Regional de la comunidad madrileña, el libro está estructurado en cinco partes: Voces de agua y fuego; Los jinetes de Tanit; La lámina de plomo; Hambre de destino y La cólera de Aquiles. En total, veinticinco capítulos, aunque el último es muy corto, simbólico. Títulos todos muy bien elegidos y muy sugerentes; en los primeros nos sitúa en la época y la zona, una imprecisa parte que podría estar entre la serranía de Albacete y la de Cuenca, ya que la ciudad de Hélike, capital oretana, no está claro si se la identifica con Elche o con Elche de la sierra, en el nacimiento del río Segura, y Arecorata, la capital  de los ólcades, reino celtíbero al norte, en la serranía conquense. Todo ello lo aclara la Nota del autor, al final del libro.

La narración gira alrededor de un hecho histórico: el sitio a la ciudad oretana de Hélike por parte del ejército cartaginés al mando de Amílcar Barca, acompañado por un jovencísimo guerrero que daría mucho que hablar en el futuro: Aníbal, su hijo. Pero desde los primeros capítulos, en los que imagina la vida en un pequeño poblado y los ritos de introducción del joven Gerión a la clase guerrera, nos sentimos atrapados por la acción, y nos dejamos llevar por la narración, que sin agobiarnos con demasiados detalles que no sabríamos cotejar, dada la poca publicidad de esa época histórica en España, nos lleva de la mano, a veces corriendo, haciéndonos partícipes de las emociones y de los sueños, del miedo y del dolor, así como del placer de una buena comida o una conversación agradable; la relativa ausencia de datos fiables de la época le permite al autor una libertad de movimiento y de ficción, que aprovecha precisamente para hacernos identificar con los personajes principales y contarnos una historia de aventuras, viajes, luchas, traiciones, amor y honor, defensa de un pueblo y muchas otras cosas más que aceptamos porque son universales y sólo sus manifestaciones son lo que cambia a través de los siglos.

La novela desarrolla un excelente tono épico a la vez que le da algunas pinceladas de misterio, referidas al mundo tartésico, desconocido y ancestral, y al mágico, en las inmersiones de Anglea, sacerdotisa de Astarté, en sueños premonitorios y mensajes ultraterrenos. El ritmo de la acción, muy bien tratado, va in crescendo, desde un comienzo pausado y cotidiano hasta una urgencia febril en los últimos capítulos, desembocando en la explosión final. La batalla final, por cierto, está muy bien descrita, y consigue que participemos con el aliento contenido mientras nos adentramos entre el polvo y la sangre, perdonándosele algunas libertades ficticias en beneficio del efecto global.

La polifonía con que el autor desdobla los puntos de vista nos permite distintos enfoques del mismo tema, por lo que captamos mejor lo que se nos está contando, ya que recibimos información de ambos bandos, no desde un único narrador omnisciente y universal, sino desde voces narradoras locales, que a veces llegan a ser subjetivas y escuchamos sus pensamientos.
De este modo, podemos entender la fuerza de Amílcar y sus objetivos, el amor de Aníbal a su padre y a su país y sus juramentos de venganza; la valentía y la ansiedad de los defensores de Hélike, que intentan por todos los medios conseguir ayuda de pueblos hermanos enviando a sus más queridos líderes a tal efecto. Entendemos la mirada recelosa con que reciben los ólcades la llegada del oretano, su petición de ayuda, la necesidad de frenar al invasor púnico que representa una amenaza para el futuro cercano de los pueblos celtíberos.  Y hacemos un aparte en la relación creada entre el personaje de Gerión, el heredero de Tartessos, y Orisson/Argantio, también descendiente del mítico pueblo desaparecido. Se crea una complicidad entre ambos y el lector, que asiste a este secreto compartido  con verdadero interés y emoción. La aparición de Anglea, original mezcla de sacerdotisa y amazona, introduce otra pincelada casi fluorescente en el campo multicolor que se nos va mostrando, creando un atractivo triángulo.

Aunque el personaje central es Gerión, o el eje Gerón/Argantio, se desarrolla todo un despliegue de personajes secundarios muy atractivos, así como unas descripciones del paisaje y de las costumbres muy jugosa, y en algunos momentos muy sugerente y poética, como por ejemplo, este fragmento:

Era su hora favorita: el espacio infinito de la noche, cuajado de estrellas y enigmas, comenzaba a retirarse con los primeros resplandores rosados, dando paso a un cielo mucho más próximo, confortable y humano. Sólo en ese instante ambos mundos, el del día y la noche, el de la vida y la muerte, el de los dioses y los hombres, estaban presentes al mismo tiempo, como si uno pudiera transitarlos juntos, o elegir libremente cuál de ellos hacer propio.

Una parte de los personajes pertenecen a unas culturas muy en contacto con la naturaleza, con los olores y sabores de sus prados y montañas, con los colores de sus cielos y sus bosques; aunque también se contempla el lado de aquellos otros que han desarrollado una cultura más ciudadana, más refinada, que aprecia y reconoce los avances técnicos y artísticos, que posee una lengua escrita, unos símbolos que le permiten relacionarse con su propio pasado y con otras culturas, como la griega. Las referencias a la Ilíada no carecen de importancia simbólica.

Todo ello es aglutinado por el autor de manera muy natural, sin descripciones farragosas, sin abrumarnos con demasiados detalles que nos frenen el desarrollo de la acción. Es una buena novela de aventuras, con movimiento ágil  y que, aunque ubicada en una época histórica, y sin romper los lazos con lo que se sabe que sucedió, se mueve con la libertad necesaria para que disfrutemos sin interrupciones ni lecciones de historia. La obra se cierra  con un pequeño hueco: hay algunos cabos que quedan en el aire, discretamente dispuestos a una posible continuación, que no sería de extrañar.

Sin embargo, y a pesar de sus logros evidentes, habría que anotar algunos puntos mejorables, en cuanto a la narración en sí: quizás adolezca de ciertas ausencias, a concretar en una posible continuación; el nombre de Tartessos, citado en el título, apenas es tratado en la historia salvo como una referencia del pasado y con tintes oníricos. Es un tema muy atractivo precisamente por su misterio, como la Atlántida: es un reino que roza lo mítico por la ausencia de datos fiables. Y en ese punto sería muy bien recibido un desarrollo posterior, aunque fuera exclusivamente fabulación ficticia.

En suma, una muy recomendable novela de aventuras, que llena un hueco en la novela histórica -el de los pueblos celtíberos- que pocos, salvo tangencialmente, han tratado de modo novelado. 

Arturo Gonzalo Aizpiri, (Madrid 1963), doctor en Ciencias Químicas, ha desarrollado su carrera profesional alternado actividades públicas y privadas en el campo de la energía y del medio ambiente. Actualmente trabaja en una gran empresa energética española. Su pasión por la historia lo ha llevado a escribir El heredero de Tartessos, su primera novela. Ha publicado tambien diversas traducciones, destacando recientemente la del libro de Charles Chaplin, Mis andanzas por Europa, en la colección El Periscopio de Ediciones Evohé.


Ariodante

Fecha: marzo de 2012
Colección: Evohé
Más datos: Nº pág.: 408, 23X15, rústica
ISBN: 9788415415060




05 mayo, 2012

COELHO BUSCANDO LA PIEDRA FILOSOFAL


EL ALQUIMISTA
 
 
PAULO COELHO
 
 

Quién no ha leído Alicia en el país de las maravillas, de Lewis Carroll,  El Principito de Antoine de Saint Exupéry o Juan Salvador Gaviota, de Richard Bach. Todos ellos son relatos que tienen algún trasfondo detrás de su inocente apariencia externa. Nos parecen simples historias para niños o jóvenes escritas con la intención de entretenernos y aficionarnos a la lectura pero todos nos enseñan algo. Incluso en las programaciones escolares son obras que se eligen como lecturas obligadas pero no son escogidas al azar, por decir que los alumnos tienen que leer algo. Los alumnos deben explicar lo que el autor nos ha querido enseñar con esas historias, algunas con apariencia irreal, disparatada; otras, como quimeras, sueños. Pero todas ellas esconden un fin. 

Algo semejante pasa con El Alquimista (O Alquimista), novela de Paulo Coelho. En el prefacio, narrado en primera persona, el autor nos dice que es un libro simbólico, a diferencia de El Peregrino de Compostela (Diario de un mago), que fue un trabajo descriptivo. Siempre estuvo muy interesado en la Alquimia, a la cual dedicó once años de su vida y  confiesa que le interesaba más descubrir el Elixir de la Larga vida, pues le desesperaba el pensamiento de que todo se acabaría algún día, antes de entender y sentir la presencia de Dios tras hacer el Camino de Santiago. Su maestro, RAM, el cual le reconduce por el camino que estaba trazado para él, le explica que existen tres tipos de alquimistas:

- “Aquellos  que son imprecisos porque no saben de lo que están hablando, aquellos que lo son porque saben de lo que están hablando pero también saben que el lenguaje de la Alquimia es un lenguaje dirigido al corazón y no a la razón”.
- “¿Y cuál es el tercer tipo? –pregunté- “Aquellos que jamás oyeron hablar de Alquimia pero que consiguieron, a través de sus vidas la Piedra Filosofal”.


Paulo Coelho (Río de Janeiro, 24 de agosto de 1947). En 1972 inicia su carrera como autor, que incluye trabajos periodísticos, guiones para la televisión, dirección escénica o composición de canciones, aunque su fama viene derivada de su labor como novelista. En 1974 fue encarcelado, acusado de subversión por el gobierno brasileño. Se caso con la pintora Cristina Oiticia y con ella adoptó los preceptos de la orden religiosa RAM (rigor, amor, misericordia). Su primer gran éxito  fue “El peregrino de Compostela”(1987), donde relato sus experiencias durante la peregrinación por el Camino de Santiago. Otros títulos conocidos internacionalmente son; “Brida”, “Las Valquirias”, “La quinta Montaña”, “Verónica decide Morir”  “A orillas del río piedra me senté y llore” y “Once Minutos”.

Ya en tercera persona, el narrador nos relata la historia de Santiago, un pastor que se desplaza con su rebaño por los campos andaluces. Durante dos noches duerme en una iglesia abandonada y sueña con que un niño se acercaba a él y a sus ovejas y comenzaba a jugar con éstas. Después conducía a Santiago hasta las pirámides de Egipto donde se hallaba un tesoro. Cuando llegó a Tarifa, fue a contarle su sueño a una gitana. Ésta le dijo que debía viajar hasta Egipto para encontrar su tesoro. Descontento, se sienta en  un banco de la plaza a leer un libro y conoce a un anciano que dice ser el rey de Salem. El misterioso rey le cuenta una historia: la meta en la tierra de todo hombre es su Leyenda Personal,”Cuando una persona desea realmente algo, el Universo entero conspira para que pueda realizar su sueño". 

El pastor decide viajar a África. Desembarca en Tánger y empieza su largo camino que le llevaría hasta el tesoro. Se da cuenta de que ha llegado a una tierra ajena. Todos hablan lenguas extrañas y tienen costumbres y vestimentas muy diferentes. Al poco tiempo de llegar a la ciudad un chico le roba el dinero que había conseguido vendiendo sus ovejas. Un comerciante de cristal le da trabajo en su tienda. Había transcurrido casi un año y se acuerda de que tiene que seguir con su Leyenda Personal. 
 
Pero aún le esperaban una serie de vicisitudes hasta llegar a las Pirámides, que era donde encontraría su tesoro. Se marcha con una caravana que partía al día siguiente para atravesar el desierto. Como había guerras tribales viajaban con precaución y querían llegar pronto al oasis, porque según la Tradición era un lugar neutral y no podía ser atacado. Se enamora de Fátima, sólo de verla ir a recoger agua al pozo con un cántaro. Caminando por el desierto, cerca del oasis, se encuentra con un jinete misterioso que le hace unas preguntas intimidantes. Como le hablaba de cosas que poca gente conocía se da cuenta de que era el alquimista. Éste acepta acompañarle hasta las pirámides, no sin antes pasar por una serie de peligros y pruebas. El jinete decide separarse del muchacho al llegar a un monasterio copto. Allí son recibidos por un monje. Santiago viaja solo hasta llegar a las Pirámides. Al verlas, llora y donde caen sus lágrimas empieza a cavar. Allí estaba su tesoro. 

Este best-seller de Paulo Coelho está escrito con un lenguaje sencillo, directo y lleno de sentencias y términos simbolistas, como Leyenda Personal, Lenguaje del Mundo, Gran Obra, que le dan al texto un sentido alegórico y otras veces metafórico. Se intercalan historias bíblicas como la que figura en el prefacio contando cómo Nuestra Señora y el niño Jesús deciden bajar a un monasterio. También encontramos otra sobre Jesús, ocurrida en el  reinado de Tiberio. El personaje de Melquisedec, el rey de Salem, lo encontramos en el Génesis. También en el prefacio el autor nos relata la historia de Narciso. A lo largo de la novela observamos cómo el joven va conversando con personas mayores, como Melquisedec, el mercader, el inglés o el alquimista. Es curioso que se forma siempre una relación maestro y alumno, pues de esta manera el autor nos da a conocer conceptos moralizantes. 

Vemos también, como es habitual en el escritor brasileño, la relación con la naturaleza,  que normalmente, en sus obras, siempre tiene un momento para acordarse de la ella: En este caso, los campos de Andalucía, el desierto, las montañas o el rebaño de ovejas.

El ritmo es algo lento por su realismo simbólico pero no falto de aventuras. Ritmo que nos permite imaginarnos perfectamente cada escenario por el que el protagonista viaja en busca de su sueño, de su Leyenda Personal.

Francisco Portela

Título Original. O Alquimista
Traducción: Monserrat Mira
Editorial Planeta, 2007
Pág.: 184


¡Sálvese quien pueda! - Andrés Oppenheimer

¡Sálvese quien pueda! El futuro del trabajo en la era de la robotización. Oppenheimer siempre me ha llamado la atención, si bien no he sid...