26 abril, 2012

EL OCASO COLONIAL


LA JOYA DE LA CORONA 
Paul Scott

Año de 1942. El imperio japonés se expande arrollador en Extremo Oriente y amenaza con arrebatar a la Corona Británica la que, según frase célebre de Benjamin Disraeli, es su joya más preciada: la India. La coyuntura es aprovechada por Gandhi, que incita a sus compatriotas a la sedición; el llamado surte efecto, desatándose una serie de hechos de violencia que acrecientan el historial de insurrecciones contra una dominación que, hoy sabemos, se extendería por muy pocos años más. Sobre este  contexto se desenvuelve la trama de La joya de la corona, novela escrita por el inglés Paul Scott (1920-1978) y publicada originalmente en 1966. La obra constituye la primera parte del denominado Cuarteto del Raj, una tetralogía cuyo trasfondo lo proporcionan los últimos años del imperio británico en la India, y que tiene en Los rezagados (1977) una elogiada secuela.  Así pues, el conjunto se inscribe en el breve pero notable subgénero de novela inglesa de temática colonial y ambientación india. La joya de la corona fue llevada a la televisión inglesa en formato de serie.
Dos mujeres, inglesas residentes en la ciudad ficticia de Mayapore (India): apenas tienen noticia la una de la otra; por sobre sus múltiples diferencias tienen en común el simpatizar con la población nativa, no obstante lo cual resultan ser víctimas del furor desatado en la referida sublevación. Miss Edwina Crane arribó a la India, tiempo atrás, en calidad de niñera e institutriz, para luego consumar prolongada trayectoria en escuelas misionales; permanece soltera y es muy estimada por sus pupilos y respectivas familias, indios todos. La comunidad inglesa la acoge con respeto pero también con frialdad: su linaje carece de lustre, es agnóstica y aborrece el complejo de superioridad racial de sus compatriotas; para colmo, no oculta su anhelo de ver independizada a la India. Miss Daphne Manners, la otra mujer en cuestión, es sobrina de un antiguo gobernador de la provincia en que transcurre la narración. Joven de poco más de veinte años, de carácter bondadoso y no muy atractiva, condujo ambulancias en Londres cuando arreciaban los bombardeos alemanes. Ya en la India, suscribe en privado a la causa independentista y traba amistad con un agraciado joven nativo, Hari Kumar, del que pronto se enamora;  la relación es por fuerza clandestina. Ella y Hari son en verdad los protagonistas de lo que desde el inicio se nos advierte es una historia cargada de dramatismo y no poca sordidez: la «historia de una violación, de los sucesos que la ocasionaron y de los que la siguieron, y del lugar en donde aconteció».
Mientras remite el vigor de la insurrección -represión de por medio-, miss Crane es encontrada junto a su automóvil volcado, bajo la lluvia y con algunos signos de maltrato; sostiene la mano de un maestro indio, el que fue asesinado a golpes por la soliviantada turba cuando trataba de proteger a la mujer. Horas después se difunde la noticia de que otra inglesa, miss Manners, ha sido violada por un grupo de indios; incidente éste que vertebra la narración.
No tratándose de novela de tesis ni de contenido estrictamente social o político, cabe decir que el trasfondo temático dista poco de  llevarse la palma. Dicho de otro modo: casi tanto como a los mencionados personajes, el protagonismo de la historia corresponde al tema de los prejuicios culturales y la segregación étnica, propio de un régimen de dominación colonial.  Materia tratada por el autor desde un punto de vista crítico, nada de deferente para con el Raj (la administración colonial británica en la India); pero también con discreción, lejos de estridencias y de afanes aleccionadores.  Como discreta es, por otra parte y dentro de lo posible, la plasmación del nudo de la trama novelística, asunto tan ominoso como es un caso de agresión sexual (que en la novela se conoce como el incidente de los jardines de Bibighar, por el lugar en que ocurrió).
Hari Kumar representa un tipo de individuo torturado por el desarraigo. Indio por nacimiento y ascendencia, creció y se educó en Inglaterra, adquiriendo por voluntad paterna una cultura del todo británica. Se suponía que haría carrera en la metrópoli, pero su padre, otrora hombre acaudalado además de anglófilo, falleció dejando a su familia –esposa e hijo- en la miseria. Hari, que ya había visto britanizado su nombre (Harry Coomer), se vió obligado a retornar a su patria natal, desempeñando desde entonces labores modestas –dependiente de comercio, luego redactor en un periódico-. Es un extraño en su país. Habla como un inglés y piensa a la manera occidental, lo que lo separa de sus congéneres indios, al tiempo que su piel oscura y rasgos autóctonos lo excluyen por completo de los círculos británicos.  Interiormente desgarrado, sufre los efectos de la discriminación racial y social. Concibe un cierto desprecio por sus compatriotas de sangre, forma de esnobismo que tiene su correlato en el resentimiento hacia aquellos que no saben ni quieren ver en él a uno de los suyos, al menos por educación y afinidad emocional: los británicos; resentimiento que bien puede convertirse en odio hacia ellos, gentes imbuidas de una falsa conciencia de superioridad e incapaces de ver en los indios otra cosa que criaturas de una especie inferior, indiscernibles entre sí y condenadas a la subordinación.

Hari se ve sometido a la minucia biológica que parece fundar el único factor de pertenencia válido, justamente la –en sus propias palabras- «distinción antropológica del color de la piel». Y son leyes no escritas, no por esto inocuas, las que sancionan el omnipresente sistema de segregación; consolidado por la práctica secular, aupado por el peso de la reprobación social –británica- y respaldado por las armas del poder dominante.
Su romance con Miss Manners representa un dilema y un quiebre, aunque en Hari escasamente aliente alguna forma de conciencia política. Recuérdese el contexto: la rebelión india de 1942, promovida por Gandhi. Pues bien, Hari no comparte el entusiasmo de sus compatriotas por el designio de la  emancipación nacional, pero tampoco desea la perpetuación del señorío extranjero. No tiene en  verdad la talla del héroe ejemplar, mucho menos del de tipo político; no por cobardía sino por la nota de egoísmo e irresolución que prevalece en su temperamento. Sin embargo, Hari es víctima de acoso y tortura por un inglés de nombre Ronald Merrick, superintendente de la policía local. Personaje un tanto estereotipado, Merrick es el malo de la historia. Hombre tosco y vanidoso, embebido además de un avieso sentido del deber para con el Imperio; cortejó en su momento a Daphne Manners, más por afán de ascender socialmente que por atracción, con nulo resultado. Tiene ojeriza a Kumar, evidente objeto del afecto de miss Manners –nada más escandaloso-, y lo acusa de ser el responsable principal del incidente de Bibighar.

La impresión que me ha dejado la novela es en general positiva, cual lograda pieza literaria capaz de captar la atención del lector sin necesidad de recurrir a efectos sensacionales. La historia es de suyo impactante y transcurre en base a un ritmo tan sereno como sostenido; el progresivo perfilamiento de los caracteres protagónicos es sobradamente convincente. En mi opinión, también cuenta el interés de los elementos extraliterarios, esto es, los ribetes históricos, políticos y sociológicos de la trama: muy atractivos. Acaso hubiese podido sacarse mayor partido a algunos de los personajes secundarios, por lo general demasiado reducidos a la condición de figurantes. Entre éstos destacan la hermana Ludmila, especie de Teresa de Calcuta en versión un punto grotesca; y Lili Chatterjee, mujer de linajuda estirpe india: un carácter recto y amiga-protectora de Daphne. Hay también el policía honesto, el subcomisario White, que proporciona un contrapeso algo tópico al odioso Merrick. Por otra parte, no ha dejado de sorprenderme el abrupto abandono del primer plano por miss Crane, personaje capaz de suscitar enorme simpatía y, desgraciadamente, pronto relegado.

Un detalle, acaso leve defecto, es que algunos personajes discurren sobre cuestiones de índole histórica y política casi con la profundidad con que lo haría un experto en tales materias. Empero, sus razonamientos fluyen de forma bastante natural -no es que diserten largo y tendido-, siendo captados en el postrer tercio de la novela, en medio de la reconstrucción del incidente de los jardines de Bibighar por un imaginario investigador-narrador (tarea para la cual se sirve de diversas fuentes: cartas, las memorias inéditas de un general, declaraciones del ex subcomisario White, el diario de miss Manners).
Con todo, la novela ha sido en lo personal un grato descubrimiento.

Rodrigo
-Paul Scott, La joya de la corona. Diagonal, Barcelona, 2001. 575 pp.

24 abril, 2012

EN LAS ALTAS CALIFORNIAS


LA FRAGATA PRINCESA
LUIS DELGADO BAÑÓN

Ed. Noray, 2012


Quinto volumen de la Saga Marinera Española, publicado en principio por la editorial Áglaya y reeditado ahora por Noray, es la obra que tenemos entre manos. La acción de la novela comienza cuatro años más tarde de cuando finaliza la entrega anterior, El jabeque Murciano. En ella, el capitán de navío y escritor Luis Delgado (Murcia, 1946), nos trasporta a las Américas, desplazando a los dos héroes de la Saga, Francisco Leñanza y Santiago Cisneros, ya tenientes de navío por sus hazañas mediterráneas. Francisco ha aumentado la familia con una Rosalía, que añadida al pequeño Santiago, hacen las delicias de todos. Tras esos años navegando en jabeque por el Mediterráneo y perfeccionando sus conocimientos teóricos de navegación con los avances científicos, ambos jóvenes ansían dar el salto a aguas del Atlántico e incluso del Pacífico. Como todo llega, también se produce un nombramiento y un destino, aunque hasta llegar a tierras americanas no sabrán exactamente cuál.
Hasta casi la mitad del libro viajamos con Gigante y Pecas, en el navío San Ildefonso que los transportará a Cartagena de Indias. Allí conocerán sus diferentes destinos, puesto que inevitablemente, y ante la urgente necesidad de oficiales en los departamentos americanos, Santiago es requerido en Lima y Francisco en San Blas (México). Para llegar cada uno a su puerto, han de recorrer el istmo de Panamá y acceder al Pacífico, donde cada uno embarcará con dirección opuesta. El acúmulo de dificultades que encuentran es insospechado, y ambos amigos se dan cuenta de que las cosas no funcionan en tierras americanas como en la metrópoli. Pero de un modo u otro, y ayudados por golpes de suerte, consiguen embarcarse. A partir de ese momento, dejamos a Santiago y seguimos a Francisco.

La narración sigue la derrota de Francisco hacia San Blas. Como el trayecto es largo y el paquebote que le transporta no demasiado marinero, la paciencia de Gigante sufre y su ánimo se perturba. Consigue al menos, aleccionarse  e instruirse acerca de lo que le espera, la historia de la colonización de la zona, las distintas políticas de los virreyes, los puestos y avanzadillas situados en la zona y las múltiples expediciones y viajes organizados,  información que le larga (y de paso nos ilustra a los lectores) el comandante Perona, entre frasca y frasca de caldos generosos y alguna que otra paletilla, servida por Setum, que acompaña a Francisco como criado y secretario. Así conocemos cómo diversos expedicionarios españoles descubrieron una serie de puertos, islas y poblaciones entre el paralelo 40 y el 60, a lo largo de la costa americana en el Pacífico Norte; los problemas surgidos posteriormente por la ausencia de un buen mantenimiento de las plazas, la competencia entre misioneros jesuitas y franciscanos, siendo los primeros los que organizaron prácticamente toda la costa, pero al ser abolida su orden por Carlos III, fueron sustituidos por franciscanos, con Fray Junípero Serra al mando. Precisamente esta competencia fue la que hizo que el Apostadero fuera situado en San Blas; originariamente  situado en el puerto Matanchén por manos jesuíticas, pasó al actual emplazamiento al ser desplazados los jesuitas.

El autor, por medio de los diálogos de sobremesa entre Francisco y Perona, nos transmite valiosísima información que nos ilustra sobre las múltiples expediciones y descubrimientos, la competencia con los rusos y sobre todo con los británicos, que, apoderándose por medio del espionaje de cartas marinas y detalles de expediciones previas, llegaron a tomar posesión y dar nombre a puertos  e islas que ya habían sido descubiertas por españoles, pero cuyo descuido y poco aprovisionamiento por parte de la Corona había abandonado a su suerte, con lo que el esfuerzo y el trabajo de todos estos hombres relegados al olvido fue en balde. Luis Delgado aporta nombres de navegantes y hazañas dignos de ser recordados, lo que confiere un valor especial a la narración, de recuperación de una parte de la historia española de ultramar desconocida para la gran mayoría.

Francisco es nombrado, ―para asombro y satisfacción internos― comandante del Apostadero de San Blas. Inmediatamente entra en funcionamiento, para poner al día las cosas, organizar las expediciones al Norte y vigilar que la maquinaria trabaje a todo ritmo. Pero a la vez surge un asunto que pondrá unos granos de pimienta en el aderezo de la narración: lejos de la familia, los ojos se le van tras una morena espectacular... Los hombres –como las mujeres― tienen sus necesidades de afecto y de calor humano, a ser posible, con añadido físico. En San Blas el calor es bochornoso, y a los veintitrés años la fogosidad es irreprimible. Así que ya tenemos vendaval entablado.

En la parte final del libro se organiza la importante misión que le lleva, a bordo de la fragata que da nombre al la novela, a tierras del norte, a Nutka, (parte de la actual isla de Vancouver) donde han de tomar posesión como territorio de la Corona y construir un fortín y asentamiento, previendo las posibles y siempre astutas intrusiones británicas. El enfrentamiento que mantiene con los británicos que intentan posesionarse de la misma plaza es de una fuerza dramática enorme. Y la aventura posterior, en el Estrecho de Fuca, la lucha contra los elementos y por la supervivencia en condiciones terriblemente adversas de imprime a la novela un magnífico colofón. Francisco madura a pasos agigantados en pocos meses, bajo la responsabilidad que supone la comandancia, la soledad del mando, la toma de decisiones en última instancia. Y podemos advertir del temple que va adquiriendo su carácter.

El autor nos aclara al final del libro algunos puntos sobre los hechos históricos que son la base de la historia de ficción. Como es habitual en la Saga, personajes reales están mezclados con los protagonistas de la novela, y a veces el autor se toma alguna licencia en función de la trama literaria. Pero lo importante que creo conviene destacar, es que por medio de la narración llegamos al conocimiento de una serie de hazañas históricas y de personajes que realmente existieron y dejaron su vida en su empeño por llevar el pabellón español a tierras lejanas y defenderlo a toda costa, con valentía y honor. En suma, un libro memorable, bastante ameno desde su comienzo aunque mucho más atractivo y emocionante en la segunda parte, de final apoteósico.

La edición de Noray incluye esta vez una larga lista de ilustraciones: un mapa de América posterior a 1750, con el vacío de la «Tierra incógnita» del noroeste americano. Otro mapa de la expedición del piloto de la Armada Juan Pérez (1774) en la que se descubre la isla Nutka.  Mapa de las expediciones del piloto de la Armada Esteban José Martínez (1788-1789). Reproducción del acta del convenio firmado por España y Gran Bretaña que dio paso a la «Expedición de límites», comandada por los capitanes de navío Juan Francisco de la Bodega y Quadra y George Vancouver (1792). Grabado de Macuina, jefe indígena de Nutka, y su mujer. Plano del puerto de Santa Cruz de Nutka, 1791.Vista del puerto de Nutka. Imagen del Capitán de navío de la Real Armada don Juan Francisco de la Bodega y Quadra.


Ariodante

Publicada también en:  http://novilis.es/?p=3069



22 abril, 2012

LA INDIA : UN MUNDO ESPECIAL


 CHOWRINGHEE, DE SANKAR


Seix Barral nos sorprende con esta novela de un autor prácticamente desconocido en España.  Sankar, pesudónimo de Mani Shankar Mukherjee, es uno de los novelistas más leídos en la India contemporánea, pero con la particularidad de que no lo hace en inglés, como casi todos los autores indios que se van conociendo en Occidente. Él  escribe en bengalí, una lengua hablada por 230 millones de habitantes. Seguro que nos suena más Rabindranath Tagore, sobre todo por sus poemas, y Premio Nobel de Literatura en 1913, convirtiéndose en el primer no europeo en obtener este reconocimiento. Tagore también escribía sus obras en bengalí. Las traducciones de Juan Ramón Jiménez de sus poemas, ayudado por su esposa Zenobia Campubrí, tienen por base los textos traducidos al inglés por su propio autor.

Sankar es autor de varios best-sellers en ese idioma, tanto de ficción como no ficción. Dos de sus novelas, Seemabadha y Jana  Araya, fueron llevadas al cine. Chowringhee, la novela que ahora nos ocupa, fue todo un éxito en la India, donde fue publicada en el año 1962. Seis años después fue llevada al cine y se convirtió en una película de culto. 

Chowringhee está ambientada en Calcuta, una de las ciudades más superpobladas del planeta. Pero no estamos hablando de la Calcuta que nos muestra Dominique Lapierre en La ciudad de la alegría, que nos lleva al barrio de Anand Nagar, el más degradado de esta gran urbe. Sankar nos enseña la otra cara, la más cosmopolita, donde se encuentra el antiguo y lujoso hotel Shahajahn, fundado en el siglo XIX por el sr. Simpson. Un hotel de seis plantas con azotea, un salón de celebraciones, un cabaret donde hay espectáculos nocturnos y destacaremos entre todas las habitaciones, la famosa suite número dos, arrendada permanentemente por el sr. Arawalla. Karabi, es la asistenta encargada de que siempre estuviese todo en orden y bien atendidos los ocupantes que fuesen invitados a ella. También está el llamado el Pequeño Shahjahan. 

 Shankar es un nuevo empleado del hotel. Él es el narrador de esta maravillosa historia. Iremos conociendo a los empleados del mismo y a los clientes que por él van pasando. La historia está ambientada a mediados del siglo XX, pero podría calificarse como atemporal.

El protagonista logra introducirse en este mundo de opulencia, de lujo. Trabaja como recepcionista. Allí, en ese mundo desconocido para él, pues venía de un trabajo totalmente distinto, se aferra a la sabiduría de Sata Bose, que será su guía, su protector. Él será quien le enseñe su trabajo y le aconseje cómo debe actuar en cualquier situación que se le presente porque puede verse metido en un buen lío si no se espabila. 

 Bose le contará cómo es el gerente del hotel: “Es difícil para un país tener un buen primer ministro, pero aún es más difícil conseguir un buen administrador de hotel”. Y el administrador al que se refería era Marco Polo. Shankar irá conociendo y nos hará saber todo lo que entre esas paredes va sucediendo. Detrás de cada personaje, sea empleado o huésped, hay una historia, una excentricidad, una manía. Historias contadas desde la ingenuidad del protagonista. Esa ingenuidad hará que algunos acontecimientos graves que pasarán a lo largo de la novela serán narradas con naturalidad e incluso nos llegarán a conmover. Conocerá el origen de la carta de los menús; nos hablará de Rosie, la mecanógrafa; Gómez, el que dirige la pequeña orquesta que ameniza las veladas pero tenía su secreto, que descubre el joven recepcionista al pasar junto a su habitación; Gurberia, el encargado de la sexta planta;  Junau, el cocinero francés; Byron, el detective, que no trabaja allí pero se encarga de hacer algunas investigaciones y por eso, de vez en cuando, aparece por el hotel; Connie, la Mujer y Lambretta, que le acompaña en su espectáculo. Las reuniones informales que se celebraban en la azotea después de un duro día de trabajo. Todos ellos irán teniendo su relación con el joven recepcionista, que escuchará sus consejos en forma de reflexiones y, al mismo tiempo, descubrirá muchas cosas sobre las vidas de los que comparten el día a día con él.  

 Pero también el hecho de estar en un lugar privilegiado como es la recepción verá pasar huéspedes de distintas nacionalidades y razas. Huéspedes con los que irá familiarizándose, pues algunos son clientes habituales. Ellos le irán contando también sus historias o las conocerá por boca de Sata Bose. El misterioso sr. Sutherland; la sra. Pakrashi, esposa de un rico industrial de la India; Sujata Mitra, la azafata de vuelo y otros muchos que los lectores irán descubriendo a medida que avance la narración.

Conoceremos historias sobre la India, su independencia, su cultura, la modernización del país, pero al mismo tiempo también las costumbres arraigadas, las ablaciones en el Ganges, las castas, las distintas razas que habitan la India. Una India moderna, pero al mismo tiempo exótica.

Gran parte de la historia que Shankar nos irá contando tiene lugar en el hotel. Pero esto no quita interés a la misma. Al contrario, es una obra llena de vida, de humor y de chispa. Lo que nos cuenta su autor pasa en el Sahahjhan, en la India, pero podría ocurrir en cualquier otro país.

Una novela que cuando se empieza a leer, uno duda, pero que a medida que nos adentramos en ella queremos pasar las páginas, pero al mismo tiempo no queremos que se acaben. Nos encontramos con historias de pobreza y riqueza, de amor, de engaños, de fidelidad. Personalmente, he disfrutado de ella. Ahora les toca a ustedes juzgarlo.

Galaico

Títuolo: Cowringhee
Editorial Seix Barral
Pág.: 544
ISBN: 9788432209468




¡Sálvese quien pueda! - Andrés Oppenheimer

¡Sálvese quien pueda! El futuro del trabajo en la era de la robotización. Oppenheimer siempre me ha llamado la atención, si bien no he sid...