Evohé Ediciones, 2012
Ediciones Evohé me ha sorprendido gratamente con la
primera novela de la escritora madrileña, nacida en 1962, y Licenciada en
Historia del Arte, Mª José Galván. Ya el
lector lo primero que se va a encontrar nada más abrir este precioso libro es
un plano, un plano en el que vemos cuatro inmuebles que tienen un denominador
común: el patio. Un patio que está ahí, sin hacer ruido, viendo el transcurrir
de la vida de los vecinos que habitan a su alrededor. Pero el plano tiene su
sentido porque nos sirve para ver dónde residen los personajes que aparecen y
desaparecen en esta obra coral, donde casi toda ella se desarrolla en
interiores. El potencial lector no se me asuste al encontrarse el mismo, así,
de sopetón. Una gran idea del magnífico trabajo desarrollado por su creadora.
Pero el hecho de que todo lo que en la obra acontece
transcurra casi sin movernos de esas paredes no hace que pierda interés su
lectura. Al contrario. No hace poco leí otra de similares características,
también una obra coral pero aquí la trama transcurría casi toda en un hotel. Un
denominador común tienen ambas: me costó un poco meterme en lo que la autora
nos quiere transmitir pero una vez que le coges el hilo no eres capaz de
soltarlo, lo mismo que hace un gato cuando juega con una madeja, que empieza a
tirar de ella y sigue hasta deshacer todo el trabajo que había hecho su ama.
Con ambas me ocurrió lo mismo pues al terminar de leerlas me dije que eran
dignas de releerlas con el tiempo. Obras que te quedan en la memoria y de las
cuales sacas muchas conclusiones. En este caso, la condición humana.
El libro me gustó en su conjunto, tanto por su cuidada
presentación, que lo es, por la ilustración impactante de su portada, como por
el sentido de la gran calidad que atesora en su interior. Una calidad narrativa
por la que la autora nos sumerge en una obra de fácil lectura, con un lenguaje
muy de nuestros tiempos, encontrándonos con registros diferentes según sea el
personaje que intervenga, porque es una novela en la que se ven representadas
una gran parte de la población de este país, la que más abunda, la clase media,
con sus sentimientos, su quehacer diario pasando de un personaje a otro que,
aunque sean tantos los que habitan en esa famosa manzana, poco a poco nos vamos
familiarizando con sus problemas, sus alegrías, sus tristezas.
Escrita en tercera
persona, la autora nos cuenta cómo la tranquilidad de esos vecinos cambia en la
madrugada de un siete de septiembre. Una madrugada que los padres de un
adolescente, Julio, no iban a olvidar jamás, pero tampoco la iban a olvidar los
vecinos de los portales colindantes donde se produjo el fatal incidente que
truncaría una vida: el patio. Allí nunca pasaba nada, todo era considerado
normal. Pero llegó el día fatídico. Y todo fue porque tres muchachos, en plena
noche, se introdujeron a tientas por la rampa de acceso al mismo pero, con tan
mala fortuna que, entre risa y risa de los adolescentes, uno de ellos, el más
alto, tropezó con algo, dio un enorme traspié y cayó. Cayó hasta que poco a
poco sentía que se le iba la vida. El fatal desenlace se produce.
—¡Qué pena lo de ese chico!
—suspiró la madre reanudando la conversación—. La muerte es lo peor de todo.
La puñeta nos la están haciendo, eso es verdad, pero ¡cómo estarán los padres!
¿Por qué les estaban haciendo la
puñeta?. Y lo intento explicar así porque es una palabra que se suele utilizar
en la vida diaria y puede interpretarse según la connotación que tenga, en este
caso la de enfado, irritación de unos vecinos que se ven involucrados en algo
que según ellos, creen que no tienen arte ni parte. La notificación del inicio
de un procedimiento judicial va llegando a los presidentes de los cuatro
portales. La familia pide resposabilidades a los inmuebles a cuyos propietarios
considera culpables del fallecimiento de su hijo.
La escritora madrileña nos va
relatando de forma magistral todo lo que en la novela sucede, desde la relación
de unos vecinos que están condenados a entenderse, al proceso judicial que va
siguiendo su curso. Todo ello bien documentado pero descrito de manera que nos
enfrascamos en la lectura de la misma sin querer perdernos detalle, con un
lenguaje a veces escrito en tono desenfadado, haciendo soltar incluso alguna
carcajada, sabiendo utilizar figuras
como metáforas, comparaciones, exclamaciones o sonidos onomatopéyicos en su
justo momento. Diálogos que agilizan la lectura de esta maravillosa obra.
Una obra, en definitiva, muy de
nuestros días, un fiel reflejo de lo que ocurre en nuestra sociedad. Son, pues, situaciones que suceden a diario. Y ese carácter actual que tiene El
patio dormido lo vemos en sus personajes pues nos los podríamos encontrar
en el rellano de nuestras plantas. Vecinos con los que apenas uno se saluda, si
es que nos saludan. Pero llega un momento, un problema, en el que por muy
conflictivas que sean las relaciones que se produzcan entre nosotros no nos
queda más remedio que afrontarlo.
3 comentarios:
Me apunto la novela.
Excelente reseña.
Un abrazo.
Completísima, me ha gustado mucho mucho la reseña de la novela.
Según la iba leyendo me ha recordado a una obra de teatro que ya tiene unos cuantos años y he leído dos veces o tres, no lo tengo claro, pero que desde luego me gustó: Historia de una escalera de Antonio Buero Vallejo. Quizás no tenga nada que ver o quizás un poco, pero es la que se me ha venido a la memoria.
El libro tiene muy buena pinta, una pena que ahora esté algo liada con otros libros sino, ahora mismo estaría leyéndolo.
Saludos.
Gracias por vuestros comentarios. Y disculpad mi retraso en contestar, porque llevo poco tiempo con la administración y me he hecho un pequeño lío.
La novela está muy bien, y Francisco Portela ha hecho una reseña estupenda.
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