T. C. BOYLE
T. C. Boyle (Peeksill, Nueva York, 1948), es uno de los más famosos narradores estadounidenses del momento, por su sensibilidad, ironía y talento narrativo. Escritor que suele basar algunas de sus obras en hechos reales, como es el caso de Música acuática (1981), que narra las aventuras del explorador escocés Mungo Park, descubridor del curso del río Níger o The Woman (2009) donde narra la vida del arquitecto Frank Lloyd Wright a través del testimonio de cuatro de las mujeres que pasaron por su vida. Pero Boyle sorprende también con otro tipo de literatura, como la sátira que utiliza en Drop City, ambientada en los años 70, o El balneario de Battle Creck (1993), al que acude gente de postín para aprender a llevar una vida sana o curar sus dolencias gastrointestinales, pero donde también nos muestra las excentricidades de un científico loco, como es el doctor Kellogg. Una comedia adaptada con éxito a la gran pantalla en 1994 por Alan Parker y con Anthony Hopkins en el papel del excéntrico doctor.
Sin embargo, pese a los premios cosechados, - como el Pen/Malamoud por su novela de relatos T. C. Boyle Stories, el Pen/Faulkner por El fin del mundo (1987) o el Prix Médicis Étranger, a la mejor novela publicada en Francia en 2003 por la anteriormente citada Drop City- parece que es un autor poco conocido en nuestro país, quizá porque no es un escritor mediático y parece que sus obras no atraen a la gente por la temática provocadora de alguna de sus obras o por tratar temas que están de actualidad.
Impedimenta
ha apostado por una de sus obras basadas en hechos reales, El pequeño
salvaje, para dar a conocer su narrativa. Anteriormente, fue
llevada al cine por François Truffaut en
1969 con el título de L´enfant sauvage, considerada como una joya del
séptimo arte. Es lo que los franceses denominan nouvelle o relato corto,
con traducción de Juan Sebastián Cárdenas. En El pequeño salvaje Boyle nos presenta, de forma apasionada y
conmovedora, la historia de Víctor, el niño salvaje de Aveyron, que unos
cazadores encontraron en los bosques de Lacaune en la región francesa de
Languedoc, en 1797, totalmente desnudo y asilvestrado. Es protegido por
las autoridades gubernamentales y enviado a París donde “a pesar de la orden
estricta del Ministerio del Interior de que hicieran llegar al niño sano y
salvo y sin percances, Bonnaterre no pudo evitar tener que hacer varias paradas
por el camino, y complacer a la gente, dejándoles echar aunque fuera un breve
vistazo a aquel prodigio”. Fue puesto en manos del doctor Itard para que
pusiera todos sus medios en tratar de civilizarlo.
La literatura, desde sus inicios, da muchas
referencias a este fenómeno. En la mitología nos encontramos a Rómulo y Remo,
los fundadores legendarios de Roma, que fueron amamantados por una loba. En el
siglo XIX , aplicando la figura de criterios ilustrados de el buen salvaje
de la época, Rudyard Kipling creó la figura de Mowgli en El libro de la
selva. En el siglo XX, en 1912, Edgar Rice Burroughs hizo lo propio con Tarzán.
En estos dos libros citados la línea que divide el universo de los seres
humanos y el de los animales se vuelve casi nula, integrando el mundo de las
especies. Ya en el siglo XXI, la escritora australiana Eva Hornung nos trae El
niño perro, donde nos relata una historia basada en la experiencia del
punto de vista del niño y no de los científicos que lo estudian. Basada en un
hecho real, la novela relata cómo el pequeño, abandonado por su madre en Moscú,
es acogido por una manada de perros. Es el caso de Romochka. La novela relata
cómo el pequeño, abandonado por su madre en Moscú es acogido por una manada de
perros.
De una forma magistral Boyle nos va describiendo en
este relato todo el proceso de intento de civilización de Víctor, con un
realismo tal que parece que vamos viendo el transcurrir de los hechos, viendo
cada lugar por el que pasa el niño salvaje hasta llegar a París, sus reacciones
ante el mundo nuevo que le rodea, el
trato que con él tiene Sicard, que lo tomaba por un idiota, o cómo lo exhiben
en su visita a Madame Récamier, pero también vemos el lado humano de aquellos
que intentan ayudarle como el incansable doctor Itard o el cariño con que le
trata la señora Guérin. Es, sin duda, un maestro en describir el alma humana
con todo lujo de detalles.
Es un libro testimonio, un documental fantástico, en
el que Boyle es la voz en off del mismo. Merece la pena la lectura de sus 121
páginas porque vamos siendo testigos de ciertos progresos de comunicación de
Víctor, de sus reacciones ante el nuevo panorama que se le presenta y de la
paciencia del doctor Itard para lograr sus objetivos.
Francisco J. Portela