En busca del Barón Corvo: Un
experimento biográfico
A.J.A. Symons
En busca del barón
Corvo
es uno de esos libros cuya existencia parece mediar entre la clandestinidad y
el secreto de los iniciados. Sólo unos pocos conocen de la existencia del barón
y su pequeño pero interesante papel dentro de la literatura universal. En
Frederick Rolfe se conciertan todos los elementos del malditismo literario: la
biografía azarosa, el desprecio de sus contemporáneos y una peculiar obra
literaria, más sobresaliente por su rareza que por su brillantez artística.
Sin embargo, el
mérito del libro descansa igualmente en la labor de su autor: A.J.A. Symons,
quien no se limita a la mera biografía sino que describe (de ahí la adecuación
del título, la busca, la quest) el proceso de reconstruir la vida de Rolfe, las
pistas que cada nuevo descubrimiento abrían en su investigación, las conjeturas
que quedaban confirmadas por posteriores revelaciones, o desmentidas para
siempre, la correspondencia y entrevistas que concertó con personas que
conocieron de primera o segunda mano al extraño escritor. Todo ello explica el
subtítulo de esta obra “Un experimento biográfico” que bien merecería tener
numerosas secuelas.
A través de las
averiguaciones de Symons, accedemos a un segundo nivel, el de los hechos
ciertos y probados en torno al barón Corvo así como sus palabras (vertidas,
bien a través de sus libros, bien gracias a la abundante e intensa relación
epistolar que mantuvo con sus conocidos, amigos o enemigos). De la unión de
todos estos elementos surge ante nuestros ojos la figura completa de Rolfe y,
como de entre la bruma de un amanecer en la laguna de Venecia, podemos adivinar
su pensamiento, sus intenciones y sus frustraciones; podemos llegar a conocer
cuánto le dolieron las traiciones que consideraba que le hacían sus amigos y
cómo influyeron en su obra.
Este brillante resultado
es consecuencia exclusiva del método empleado por Symons que no pasa por
ofrecer una visión lineal y acabada del biografiado sino que nos muestra los
elementos sobre los que basa su indagación, sus luces y sus sombras, de modo
que el propio lector pueda contradecir imaginariamente al autor. Todos estos
ingredientes hacen de En busca del barón Corvo una lectura que desafía
los estilos convencionales por los que suelen discurrir obras similares y que
convierte la experiencia de su lectura en un acontecimiento refrescante y
novedoso.
Como ya se ha
señalado, la historia de la Literatura tiene su propia rama maldita formada por
autores que no lograron el reconocimiento de sus contemporáneos pero a los que
el tiempo ha sabido poner en su lugar. Asimismo, abundan los ejemplos de
escritores no muy reconocidos pero cuyas obras son delicados manjares en manos
de bibliófilos. En esta segunda categoría, el aspecto biográfico del genio
desconocido acostumbra a ser igual de interesante (o más) que sus escritos, de
manera que vida y obra se dan la mano para conformar un todo inseparable, cuya
importancia es recíproca.
En el caso del barón
Corvo, su vida se cimienta sobre una serie de complejos entre los que se puede
contar el trastorno bipolar, la esquizofrenia y la manía persecutoria, unidos a
una gran sensibilidad y temperamento artístico. La extraña psique de Rolfe le
llevó al convencimiento de que estaba llamado a metas más altas que las del
resto de mortales con quienes convivía, de modo que trató de descubrir por sí
mismo cuál era el camino por el que debían despuntar sus talentos.
Primeramente lo
intentó como sacerdote católico, abandonando la fe anglicana en la que nació,
dado el atractivo de la liturgia católica, la conexión de este credo con la
historia del arte y su profundo simbolismo con los que su carácter parecía
convenir. Sin embargo, y ésta fue la primera gran traición que sufrió (o creyó
sufrir) en su vida, fue rechazado por la jerarquía impidiéndole la ordenación a
la que consideraba que estaba llamado. La herida que este hecho le ocasionó
queda reflejada en una de sus novelas (Alejandro VII), obra en la que el
cónclave romano elige Papa a un desconocido al que le había sido negada la
ordenación sacerdotal por inquinas y envidias de sus superiores. Esta “venganza
literaria”, muchos años después de ocurridos estos hechos, no sólo refleja lo
profundo del dolor que le supuso aquel rechazo, sino que da la pauta de la
práctica totalidad de sus obras, concebidas como un modo de vengar afrentas y
ajustar cuentas con quienes en la vida real zancadilleaban su camino a la
gloria.
Tras este duro golpe,
Rolfe trató de rehacer su vida de muy diversas maneras, como preceptor de una
importante familia católica, secretario de un notable profesor de Oxford,
protegido de una peculiar dama italiana (de esta etapa tomaría el apelativo de
barón Corvo), pintor de escudos heráldicos para una parroquia católica, etc.
Prácticamente en
todas estas etapas de su vida se reproduce la misma secuencia. Rolfe deslumbra
con sus modales, sus conocimientos de arte o de la Florencia de los Medici, su
talento como pintor o escritor y entabla nuevas amistades. Rolfe espera de
estas amistades una devoción y apoyo incondicionales de modo que finalmente,
por extraños quiebros del destino cualquier acontecimiento simple, el más
simple malentendido, supone un estallido de violencia (normalmente sólo a nivel
verbal, del que dejan constancia muchas de sus cartas), una nueva afrenta que
vengar, un peldaño más en el descenso a su peculiar infierno y a la
desconfianza en la humanidad en general.
Abandonada la pintura
como forma de lograr la fortuna, el reconocimiento y la admiración que
redimieran toda su vida, y la dotaran de un sentido, optó por la literatura. Su
peculiar estilo se caracteriza por su vitriolismo, su barroco lenguaje y su
ingenio en cuanto a estructuras gramaticales y a la invención de nuevas
palabras o a la adaptación y modelación de otras ya caídas en desuso. La fuerza
de su estilo hace olvidar lo poco atractivo de sus tramas argumentales,
forzadas por la necesidad de vengar sus reales o ficticias ofensas.
La vida del barón
Corvo, de quien se puede decir ciertamente que no ganó un chelín gracias a sus
escritos, terminó en Venecia en una debacle en la que el vicio y la locura no bastaron
para ahogar hasta el último segundo, la eterna queja lastimosa contra el mundo
que el desgraciado Rolfe compartía con quien le quisiera escuchar o lanzaba al
cielo cuando la soledad se convirtió en su única confidente.
Sus contradicciones
fueron incontables. Su odio por los católicos no le impidió relacionarse en
gran medida sólo con ellos, su ambición y excesos le hacían perder la confianza
de aquellos que podían ayudarlo y, en última instancia, el odio de Rolfe
siempre acababa por volverse contra quienes más podían o querían ayudarle. Este
odio tampoco le impedía, una vez rotas las relaciones con antiguos
colaboradores a quienes acusaba de las peores villanías, recurrir nuevamente a
ellos mediante cartas lastimosas en las que se ofrecía a olvidar las heridas
inflingidas mediante la entrega de dinero o favores similares.
Symons, hijo de su
tiempo y de una sociedad excesivamente imbuida del ideal victoriano, considera
la homosexualidad reprimida de Rolfe el motor de su errática y desgraciada
vida. Quizá se trate simplemente de que sus problemas psicológicos encontraron
la forma de aflorar de forma manifiesta a raíz de diversos episodios críticos
que condicionaron su relación con el resto de seres humanos y la visión que de
sí mismo tenía. Para salvar esta contradicción elaboró su propia teoría en
función de la cuál, su desgraciada vida tomaba sentido por el alto fin al que
estaba destinado. Todos cuantos se opusieran a él lo hacían con el fin de
impedirle su culminación, en una especie de conspiración general contra su
persona. Esta farsa le permitió salir adelante de las numerosas crisis que
conoció en su vida y le ayudó a no perder nunca la fe en sí mismo.
La vida de Rolfe sólo
puede inspirar lástima en nuestros días, pero la imagen de un ser que lucha por
aquello en lo que cree, que es capaz de superar todas sus limitaciones
convencido de su propia genialidad, es el arquetipo del artista romántico, un
solitario enfrentado al mundo que se niega a reconocer su talento contra toda
evidencia. El modo en el que Symons nos lo presenta, gradualmente, haciéndonos
partícipes de sus propios avances en la investigación, nos aventuran en un
largo proceso de interiorización de la peculiar mente del barón. Todo ello
permite afirmar que la lectura de este libro es una “lectura experimental”
parodiando a su autor de la que todo amante de la buena literatura debería
tener noticia.
GWW
Datos del libro
- 13.0x20.0cm.
- Nº de páginas: 332 págs.
- Editorial: LIBROS DEL ASTEROIDE
- Lengua: CASTELLANO
- Encuadernación: Tapa blanda
- ISBN: 9788493431518
- Año edición: 2005
- Plaza de edición: BARCELONA