04 octubre, 2012

TESTAMENTOS DE KUNDERA


Los testamentos traicionados 
Milan Kundera


¿Cuál es el papel del autor?¿Debe prevalecer su criterio respecto de su obra o, una vez escrita, compuesta, ésta debe ser “patrimonio público”, no en un sentido económico, sino artístico? ¿Puede consentir el novelista una traducción inapropiada de sus palabras?¿Y el músico una alteración de sus arreglos? Pero, al tiempo, ¿no es eso lo que hacemos de continuo adaptando las obras de Shakespeare o Sófocles a nuestros tiempos?¿No es eso lo que ayuda a mantenerlas vigentes y a que después de tantos siglos podamos seguir admirando su genialidad? ¿No es lícito que Picasso tomara como modelo Las Meninas de Velázquez? A todas estas preguntas (y muchas más) pretende dar respuesta Milan Kundera en Los testamentos traicionados

Es conocido que a la muerte de Kafka, su amigo Max Brod encontró entre sus papeles dos cartas (que ya conocía puesto que el propio Kafka le había anticipado su contenido) en las que se recogían instrucciones precisas sobre qué manuscritos debían destruirse, cómo debía recuperarse para su destrucción toda correspondencia que hubiera intercambiado en vida con amigos, familia o amantes y que cualquier papel escrito por él debía correr la misma suerte con la excepción de ciertas obras ya publicadas que eran nombradas de manera expresa y como lista cerrada.
Max Brod no sólo incumplió los deseos de su amigo sino que se encargó de recopilar todos los manuscritos dispersos y comenzó la tarea de publicarlos. Su celo alcanzó incluso a las obras no literarias de Kafka y así se publicaron sus diarios y su impresionante correspondencia (desde la más banal a la más íntima). Al margen de los concretos motivos de Brod para tal desobediencia -y de la justificación que éste ofreció en diversas publicaciones, comenzando por el prefacio de la primera edición de El proceso-, Kundera plantea una oposición frontal al credo actual según el cuál la voluntad del autor debe quedar supeditada a su obra y el público tiene “derecho” a la obra sin que los deseos de su creador deban interferir. Así, es lícito publicar manuscritos que el propio autor no consideró dignos del conocimiento público, borradores de obras ya publicadas, etc.
Pero la mayor traición de Brod a Kafka es la creación de una imagen falsa del autor, la supresión de textos de sus diarios que no convenían a la imagen de santo-mártir que Brod postulaba para su amigo y, en definitiva, la fundación de la kafkología, nacida al amparo de su interpretación de las obras de Kafka. Esa kafkología que discute sobre sí misma, totalmente al margen de la obra del autor praguense, construyendo un método, una cábala, que la aleja día a día de la realidad. Pero no sólo Brod y los críticos, también los editores suprimiendo reiteraciones (queridas y escritas intencionadamente por Kafka), alterando la peculiar puntuación del autor, o los traductores dando rienda suelta a una interpretación libre de las palabras de Kafka.

Pero no sólo Kafka, otros muchos autores (¿alguno no?) ven cómo sus palabras son tapadas, adulteradas, reinterpretadas. Hemingway, por ejemplo, es un ejemplo de cómo sus cuentos pueden ser diseccionados para llegar a conclusiones preconcebidas. Colinas como elefantes blancos es el ejemplo que emplea Kundera para demostrar cómo la crítica obvia las palabras de los personajes del cuento suplantándolas por las suyas propias de manera que acaben diciendo lo contrario de lo que escribió su creador.

No sólo en la Literatura sufre el creador el acoso de los mediocres que pretenden enmendar y manipular su obra. Stravinsky es otro ejemplo. El célebre autor ruso decidió al final de su vida dejar un registro sonoro de sus obras a modo de versión definitiva de sus obras de modo que nadie pudiera “interpretarlas” suplantando su propia versión. Menos suerte tuvo el compositor checo Janáceck quien tuvo que ver cómo su obra era despreciada en su propio país y cuando finalmente se aceptó la interpretación de una de sus más importantes óperas en Praga, tuvo que ser previa adulteración de sus arreglos y de la estructura de la obra de modo que su sentido más profundo quedó totalmente distorsionado.

Pero este libro no es sólo un cántico egocéntrico y narcisista a favor del autor como creador de un arte intocable, airado con el mundo que se apresta a destrozar y vulgarizar su elevada obra. Kundera despliega una brillante teoría sobre el devenir histórico de la novela, organizada en tres tiempos. Según esta teoría (y de manera muy resumida) la novela nace en el momento en que la épica abandona la poesía. Ese vacío narrativo lo asume una nueva forma de expresión que se caracteriza en estos primeros pasos indecisos por la total falta de estructura: normalmente los primeros textos de este género (Rabelais, el Quijote, la novela picaresca, Diderot, …) no son sino aquello que le ocurre al protagonista en su quehacer. La sucesión de escenas sin más conexión que el propio protagonista o algún otro personaje, crean un rico tapiz en el que el humor absurdo, la exageración y la hipérbole trenzan un estilo rico y ágil que aún nos sorprende. 

Asimismo, la novela es ese espacio en el que se suspende el juicio moral, de nodo que esta independencia de la moral es lo que permite identificar más claramente, siempre según Kundera, la novela con Europa. La incomprensión de este aspecto de la novela explica la persecución a la obra de Rushdie; la postura general del mundo de la cultura en Occidente, considerando que la novela ha podido faltar al respeto de los creyentes musulmanes, supone una amenaza directa a la propia idea de novela y, por tanto, a la propia esencia de la Europa que hoy conocemos.
Pero la novela se consolida como género literario y asume nuevos elementos, como el drama que abandona igualmente a la poesía, o el afán por reflejar la realidad. Los personajes pasan a tener un pasado, una herencia que les hace actuar de un modo determinado en función de sus circunstancias; ya no se trata de personas de las que todo se ignora (¿alguien conoce algo relevante de la vida de Alonso Quijano previa a su locura?), se destierra el absurdo y se sustituye por la descripción minuciosa; la novela imita a la vida y las novelas pasan a ser una sucesión de escenas bien planeadas, todas ellas con un papel dentro del gran proyecto de la obra.

Pero el género se agota, y llega el tercer tiempo, un tiempo en el que el agotamiento del modelo anterior obliga a tomar aire y mirar al pasado. La transición comienza sutilmente. Unos, como Hemingway, tomarán la minuciosidad para sus diálogos, olvidando el marco temporal y espacial que pasan a un segundo plano. Otros, como Joyce, se centrarán en la cotidianeidad para hacer crecer sobre ellas su obra. Kafka tomará como modelo para su primera novela inconclusa (El desaparecido o América) el Oliver Twist de Dickens pero eludiendo lo que define a la obra del inglés (“sequía del corazón disimulada detrás de un estilo desbordante de sentimientos” según el propio Kafka).
Los nuevos caminos romperán definitivamente el esquema de la novela del siglo XIX. Autores de una tradición distinta a la occidental contribuirán a dar un nuevo tono a la novela (Kundera habla de la tropicalización de la novela para describir cómo autores de América Latina introducen nuevamente aspectos mágicos, irracionales, barrocos, en sus obras o subraya las bondades similares de obras como Los versos satánicos de Rushdie, criticando que el enfoque mediático sobre la misma nos ha privado de los aspectos literarios sobresalientes que atesora).

Kundera también aplica su teoría de los tres tiempos de la novela a la música. Así, el primer tiempo caracterizado por la invención y la destreza, la improvisación y la armonización tiene en Bach y las fugas su más alto exponente. Posteriormente se abandona el bajo continuo o los juegos de instrumentos para centrarse en la melodía. Todo se supedita a la melodía y el fin de ésta no es otro sino el evocar sentimientos en el oyente. ¿Cómo definir la música sino es como sentimiento puro, hecho ondas? Pero el modelo se agota y se debe volver al pasado, a la sencillez y a la invención, al gozo en definitiva de crear. Stravinski retoma a los clásicos renacentistas, Janáceck recorre las calles de Praga con un cuaderno y un lápiz anotando las melodías de sus vecinos en sus conversaciones diarias.

Cientos de ideas sobre música, sobre literatura, sobre el arte en general. Riqueza de ejemplos y anécdotas, pero sin perder de vista una visión más global. Todo ello con la vehemencia propia de Kundera, con bastantes (quizá excesivas) referencias a sus obras y un estilo ameno que ayuda a asimilar sus teorías (no necesariamente a compartirlas) y que enriquece a todo aquel que se acerque a las páginas de este libro. Kundera ofrece una visión coherente de la evolución de la novela, de las razones por las que su fin no se adivina próximo (pese a otras voces en sentido contrario) pero dibuja un horizonte inquietante en la medida en que la importancia nominal del creador se pone en tela de juicio por la vía de los hechos día a día, sin disimulo, en el convencimiento de que su obra no le pertenece.

 GWW

Datos del libro
  • 13.0x22.0cm.
  • Nº de páginas: 302 págs.
  • Editorial: TUSQUETS EDITORES
  • Lengua: ESPAÑOL
  • Encuadernación: Tapa blanda
  • ISBN: 9788483109144
  • Año edición: 2003
  • Plaza de edición: BARCELONA


01 octubre, 2012

RELATOS DISCORDANTES


DISCORDANCIAS
ELENA CASERO
Ed. Talentura, 2011

Hay en este conjunto de relatos ―diecinueve, en total―muchos nexos de unión entre ellos. No sólo el hecho de que los personajes se sientan discordantes en su ámbito, sino que la obsesión que resulta recurrente en muchos de los textos sea un hecho también discordante: el suicidio. Porque si bien la muerte es algo que inevitablemente, nos toca a todos, decidir en qué momento la abrazamos es discrepar del destino, individualizarlo, decidiendo por nosotros mismos el único acto que quizá sea el más dramáticamente libre. No decidimos nacer, nos nacen. No decidimos muchas cosas en esta vida, que nos vienen impuestas, aunque sí podemos decidir otras: llevarle la contraria a lo que nos parece venir decidido de antemano.
Otro nexo de unión que observamos es una abrumadora sensación de soledad, aplastante, la soledad de la rutina, de las vidas planas, soledad muchas veces compartida bajo el mismo techo y que es más dramática precisamente porque podría no serlo. Mayoritariamente los relatos son protagonizados por mujeres, mujeres de una cierta edad, que se encuentran hartas de su diario y cotidiano vivir. Y cuya única salida creen encontrar en la huida de la vida. A veces de la propia y a veces de la ajena.
También los hombres interpretan un papel en estas narraciones, unas veces bajo el manto de la soledad o del desamparo, otras en el papel del otro, del que está en casa pero como si no estuviera, de ese otro desarraigado, o de ese indiferente, una especie de vegetal con el que la mujer que transita por el mismo pasillo no consigue puntos de encuentro y por tanto abandona.
En general, todos estos escritos nos muestran un mundo dramáticamente desolador: una cárcel interior de la que quieren huir, y de la que creen que sólo la muerte les va a liberar. Sin embargo, los textos están contados de modo absolutamente cotidiano, como si fuera algo que vemos a diario. Porque lo vemos a diario: son esas parejas que no se hablan, esas convivencias insulsas, o esas relaciones desesperantes o tristemente opresivas que estamos habituados a escuchar de vecinos, parientes, a contemplar al lado, o en las noticias; a vivir, incluso. Todo es cotidiano, tristemente cotidiano. Lo que no es tan cotidiano son las soluciones a las que llegan los personajes.

Es el enfoque que la autora, Elena Casero, lo que le da el toque personal, cuyas narraciones rezuman un humor cáustico, negro, pero en algunos momentos desternillante. Un humor sin el cual no soportaríamos seguir leyendo. Un humor que es lo que consigue mantenernos vivos en un paisaje tan desolador como el que sabemos que reflejan de nuestro entorno estos retazos de realidad arrancados por la autora y presentados con una retranca y una ironía que les hace presentables. Porque la vida sin humor resulta muy dura en algunos casos. ¿Y qué mayor discordancia es reírse de la muerte? Porque la muerte está presente en casi todos estos relatos, pero presentada desde un punto de vista que nos hace sonreír, en situaciones que sería para llorar. También hay otro punto común, y son los finales. Elena Casero llega al final del relato y nos da un sobresalto, nos deja con la boca abierta o hace que soltemos una carcajada. Finales sorprendentes, finales abiertos. Algunos de los relatos hacen referencia a otros, imbricándose en sus personajes. Quizás el último, Bodas de plata, sea a su vez discordante respecto al resto, al menos en cuanto al tema fúnebre, que no en el humorístico. Si hubiera de quedarme con alguno, quizá el relato Una llamada a deshora sea el que me ha resultado poderosamente sugerente. Desternillante el de Recuerdos a Benedetti. Unos muy breves, otros más largos, el conjunto es una lectura que se hace amena, escrita en un lenguaje muy directo, muy llano, a veces descarnado, que a pesar de su poso amargo hace reflexionar sobre la cotidianeidad de nuestras miserias, y  produce algunos momentos de franca hilaridad discordante, obviamente.

Elena Casero (Valencia, 1954) es una autora tardía, una autora a la que la vida ha llevado a escribir, y lo hace siempre con un toque de humor y retranca que la va caracterizando y dándole ya un sello personal a sus escritos.   


Ariodante

28 septiembre, 2012

NIÑOS SALVAJES


EL PEQUEÑO SALVAJE

T. C. BOYLE

T. C. Boyle (Peeksill, Nueva York, 1948), es uno de los más famosos narradores estadounidenses del momento, por su sensibilidad, ironía y talento narrativo. Escritor que suele basar algunas de sus obras en hechos reales, como es el caso de Música acuática (1981), que narra las aventuras del explorador escocés Mungo Park, descubridor del curso del río Níger o The Woman (2009) donde narra la vida del arquitecto  Frank Lloyd Wright a través del testimonio de cuatro de las mujeres que pasaron por su vida. Pero Boyle sorprende también con otro tipo de literatura, como la sátira que utiliza en Drop City, ambientada en los años 70, o El balneario de Battle Creck (1993), al que acude gente de postín para aprender a llevar una vida sana o curar sus dolencias gastrointestinales,  pero donde también nos muestra las excentricidades de un científico loco, como es el doctor Kellogg.  Una comedia adaptada con éxito a la gran pantalla en 1994 por Alan Parker y con Anthony Hopkins en el papel del excéntrico doctor.

Sin embargo, pese a los premios cosechados, - como el Pen/Malamoud por su novela de relatos T. C. Boyle Stories, el Pen/Faulkner por El fin del mundo (1987) o el Prix Médicis Étranger, a la mejor novela publicada en Francia en 2003 por la anteriormente citada Drop City- parece que es un autor poco conocido en nuestro país, quizá porque no es un escritor mediático y parece que sus obras no atraen a la gente por la temática provocadora de alguna de sus obras o por tratar temas que están de actualidad.

Impedimenta ha apostado por una de sus obras basadas en hechos reales, El pequeño salvaje, para dar a conocer su narrativa. Anteriormente, fue llevada  al cine por François Truffaut en 1969 con el título de L´enfant sauvage, considerada como una joya del séptimo arte. Es lo que los franceses denominan nouvelle o relato corto, con traducción de Juan Sebastián Cárdenas. En El pequeño salvaje  Boyle nos presenta, de forma apasionada y conmovedora, la historia de Víctor, el niño salvaje de Aveyron, que unos cazadores encontraron en los bosques de Lacaune en la región francesa de Languedoc, en 1797, totalmente desnudo y asilvestrado. Es protegido por las autoridades gubernamentales y enviado a París donde “a pesar de la orden estricta del Ministerio del Interior de que hicieran llegar al niño sano y salvo y sin percances, Bonnaterre no pudo evitar tener que hacer varias paradas por el camino, y complacer a la gente, dejándoles echar aunque fuera un breve vistazo a aquel prodigio”. Fue puesto en manos del doctor Itard para que pusiera todos sus medios en tratar de civilizarlo.

La literatura, desde sus inicios, da muchas referencias a este fenómeno. En la mitología nos encontramos a Rómulo y Remo, los fundadores legendarios de Roma, que fueron amamantados por una loba. En el siglo XIX , aplicando la figura de criterios ilustrados de el buen salvaje de la época, Rudyard Kipling creó la figura de Mowgli en El libro de la selva. En el siglo XX, en 1912, Edgar Rice Burroughs hizo lo propio con Tarzán. En estos dos libros citados la línea que divide el universo de los seres humanos y el de los animales se vuelve casi nula, integrando el mundo de las especies. Ya en el siglo XXI, la escritora australiana Eva Hornung nos trae El niño perro, donde nos relata una historia basada en la experiencia del punto de vista del niño y no de los científicos que lo estudian. Basada en un hecho real, la novela relata cómo el pequeño, abandonado por su madre en Moscú, es acogido por una manada de perros. Es el caso de Romochka. La novela relata cómo el pequeño, abandonado por su madre en Moscú es acogido por una manada de perros.

De una forma magistral Boyle nos va describiendo en este relato todo el proceso de intento de civilización de Víctor, con un realismo tal que parece que vamos viendo el transcurrir de los hechos, viendo cada lugar por el que pasa el niño salvaje hasta llegar a París, sus reacciones ante el mundo nuevo que le rodea,  el trato que con él tiene Sicard, que lo tomaba por un idiota, o cómo lo exhiben en su visita a Madame Récamier, pero también vemos el lado humano de aquellos que intentan ayudarle como el incansable doctor Itard o el cariño con que le trata la señora Guérin. Es, sin duda, un maestro en describir el alma humana con todo lujo de detalles.
Es un libro testimonio, un documental fantástico, en el que Boyle es la voz en off del mismo. Merece la pena la lectura de sus 121 páginas porque vamos siendo testigos de ciertos progresos de comunicación de Víctor, de sus reacciones ante el nuevo panorama que se le presenta y de la paciencia del doctor Itard para lograr sus objetivos.
                                                                                                            
Francisco J. Portela

¡Sálvese quien pueda! - Andrés Oppenheimer

¡Sálvese quien pueda! El futuro del trabajo en la era de la robotización. Oppenheimer siempre me ha llamado la atención, si bien no he sid...