02 julio, 2012

AVERSIÓN NOVELADA



TRATADO GEOGRÁFICO SOBRE LA AVERSIÓN
FRANCISCO JAVIER SÁCHEZ GARCÍA

Con Tratado Geográfico Sobre La Aversión, Francisco Javier Sáchez García (bajo el seudónimo Pascasio Saga) ganó en 2006 el III Premio de Novela Corta Villanueva del Pardillo. De esta novela, los miembros del Jurado, por unanimidad, destacaron la destreza en el manejo del lenguaje y la capacidad para crear un sorprendente universo personal. No sólo eso, Sánchez García demuestra un marcado gusto por el detalle y la descripción de ambientes y personajes.

Francisco J. Sánchez García (Campillo de Llerena, Badajoz) es Licenciado en Derecho y Diplomado en Trabajo Social, pero ha trabajado profusamente en el ámbito de la educación y la gestión cultural. No se trata de su primera obra ni de su primer premio, ya que con anterioridad ha ganado varios premios literarios, entre ellos el de Narración Corta Peñón de IFACH de Calpe (Alicante) y el de Novela Corta Calamonte Joven de Badajoz. Asimismo, ha resultado finalista en diversas convocatorias literarias, una de las últimas fue la XV edición del Premio Internacional de Novela Rómulo Gallegos, donde quedó finalista junto a veintiséis españoles más entre quienes se encontraban Javier Cercas, Juan José Millás, Eduardo Mendoza y Antonio Muñoz Molina, entre otros.
Evelio Cruz Meneses es el protagonista de esta novela que transcurre en el pueblo de Berzocana (Cáceres), que como si de un Macondo español, es testigo fiel de la vida de sus escasos habitantes. Los vecinos de esta pequeña localidad tienen una historia particular que Cruz Meneses se encargará de relatar. Evelio no se conforma con trabajar en el departamento de catalogación de la biblioteca municipal, sino que desea ser escritor. Será el historiador oficial, el narrador encargado de que la vida del Padre Reina, de Juana Santascusa, Tobías Hernández y otros muchos que pueblan esta geografía sobre la aversión.
Evelio Cruz Meneses nació sin padre y de su madre siempre se dijo que se dedicaba al oficio más antiguo del mundo. Motivos de sobra suficientes para conferir una personalidad cuanto menos peculiar: tímido, hondo de pensamiento, insomne, introspectivo y sagaz.

En  Tratado Geográfico Sobre La Aversión(2006) el lector apreciará una prosa castiza, cuidada y la destreza y el buen uso que hace de la lengua de Cervantes Sánchez García, quien parece tener el ánimo de escribir sin premura, plasmando el tiempo que camina lento por entre las calles de Berzocana.
A finales de septiembre, cuando la sombra de las cárcavas refresca la tarde amarilla de álamo, una niebla hueca, decidida, baja las sierras sin ningún propósito y se introduce serpenteante entre los castaños para acabar cubriendo los helechos y las retamas completamente. El sol se va a asustando poco a poco y lo que fue neblina tenue en primer tiempo se torna después densa, compacta niebla, como si todo el valle, con sus sierras del rededor, fuese una inconmensurable habitación cerrada.
Como Miguel Delibes, Sánchez García se muestra fiel a un territorio narrativo propio y nos conduce tierra adentro, hacia el paisaje de la profunda Extremadura donde el tiempo se ha detenido hace muchos años.

 Sara E Rodríguez
Ficha del Libro:

Título:  Tratado Geográfico Sobre La Aversión   
Autor:  Francisco J. Sánchez García
Editorial:Verbum
I.S.B.N.-10:      8479623667
I.S.B.N.-13:      9788479623661
Nº P´gs: 112

30 junio, 2012

LEYENDA DEL GOLEM


El Golem
Gustav Meyrink


La leyenda es un género con características muy definidas. Remite a una época pasada, en la mayoría de los casos de impreciso encuadre histórico, un pasado mítico. Es fundamentalmente una tradición oral habiendo sido transcritas, en la mayoría de los casos, únicamente gracias al esfuerzo del movimiento romántico que creía ver en ellas el espíritu del pueblo. En ocasiones, este material se toma como punto de partida de creaciones más cultas por parte de autores modernos, pero ninguno como Gustav Meyrink transplanta la esencia de una leyenda en todos sus aspectos para crear una obra totalmente original.

Meyrink toma y actualiza en todos los sentidos posibles la leyenda del Golem de Praga, hombre de barro creación de un sabio rabino que cobra vida cuando se introduce en su boca un papel con el impronunciable nombre de Dios obedeciendo las órdenes de su creador.

En primer lugar, ubica su obra en un tiempo determinado, los últimos días del gueto judío de Praga, en el momento en que comienza su demolición con fines de salubridad y mejora de las condiciones de vida de sus habitantes. Esta época puede parecernos remota y mítica a su vez, no obstante, para los lectores de la época de Meyrink el gueto era algo más que un recuerdo lejano, era una vivencia compartida hasta hacía poco.

En este momento (finales del siglo XIX), la figura del Golem ya no se manifiesta como un muñeco de arcilla, sino como una fuerza cuyo poder se extiende por todo el gueto, más allá de pruebas reales. Una fuerza espiritual que atrapa el pensamiento colectivo de un pueblo que ya ha perdido su identidad de tribu y al que sólo le quedan unas cuantas referencias colectivas.

Meyrink sustituye la tradición oral por la novela (el género literario que menos se presta a su verbalización y difusión popular) y los aspectos religiosos ceden el paso a las más modernas teorías psicológicas y espiritistas que inundan el subconsciente del protagonista de este libro, conviviendo aún con elementos de ese pasado remoto, como la Cábala.

El lenguaje expresionista, el telón de fondo sombrío de una Praga en blanco y negro, fantasmal, poblada de sombras y espectros son el recurso estético que sustituye a la figura del Golem. Las fuerzas del mal ya no provienen del exterior sino del propio hombre, dueño de su destino pero incapaz de adivinar los pasos a seguir para dominar esta fuerza y que, pobremente, trata de leer los signos que se despliegan ante sus ojos.

El propio Meyrink fue aficionado a la adivinación (de hecho su negocio financiero en Praga fracasó como consecuencia de sus prácticas poco ortodoxas en materia de asesoramiento bursátil) y plasmó en esta obra muchas de sus experiencias. Más aún, cuando escribió El Golem hacía años que había abandonado Praga por su Viena natal y, posteriormente por el exilio en Alemania debido a que su antimilitarismo incomodaba a las autoridades austriacas.

El éxito de El Golem (al que no fue ajeno su casi inmediata traslación al cine) pone de manifiesto el interés que en los lectores de principios del siglo XX despertaban estos ambientes y la sabiduría de Gustav Meyrink en tejer con los hilos del subconsciente un tapiz de imágenes rebosantes de sugestión y capaces de ocupar el lugar que las antiguas leyendas ya no eran capaces de llenar.

La trama argumental, en ocasiones compleja y errática, pasa a un segundo plano, los personajes carecen de matices que los enriquezcan (quizá se salvan dos excepciones: Wassertrum y Charousek, quienes encarnan una peculiar relación padre-hijo digna del propio Freud, que deja la Carta al Padre de Kafka en un simple lamento quejumbroso). Nada de ello importa, lo perdurable de la novela no son sus personajes, la historia de amor que esconde o las venganzas soñadas o ejecutadas. Estos elementos no son sino el esqueleto sobre el que la noche de Praga, sus habitantes sin nombre y el espíritu que les alienta hacia el mundo de los vivos o el mundo de los muertos despliegan toda su moderna belleza.

 GWW

Datos del libro
  • 13.0x19.0cm.
  • Nº de páginas: 264 págs.
  • Editorial: TUSQUETS EDITORES
  • Lengua: CASTELLANO
  • Encuadernación: Tapa blanda
  • ISBN: 9788472238343
  • Año edición: 1995
  • Plaza de edición: BARCELONA


28 junio, 2012

MARCHANDO CON DOCTOROW


LA GRAN MARCHA 
 E. L. Doctorow

Edgar Lawrence Doctorow (Nueva York, 1931) es uno de los más reputados exponentes de la literatura estadounidense actual. Entre las obras que mejor lo representan están las novelas “Ragtime”, “El libro de Daniel”, “Billy Bathgate” y “Ciudad de Dios” (algunas de ellas, llevadas al cine). “La Gran Marcha” (‘The March’, 2005) es su décima novela. En ella Doctorow escenifica el episodio final de la Guerra de Secesión de los EE.UU.: la marcha del ejército de la Unión al mando del general William T. Sherman por territorio confederado -los Estados de Georgia y las Carolinas-, en 1864-1865.

La novela ofrece una mirada panorámica del acontecimiento referido, y lo hace desde el punto de vista parcial y fragmentario de una variedad de personajes de muy diversa condición; algunos de ellos históricos –como el propio general Sherman, una de las figuras centrales de la obra- y otros, la mayoría, ficticios.Se trata entonces de una novela de estilo coral, según modalidad muy en bogaen la actualidad (no sólo en la novela sino también en el cine).
No se espere de “La Gran Marcha” una reconstrucción novelada al por menor de hechos militares, ni meditaciones en torno a las circunstancias políticas, económicas y sociales que desencadenaron la Guerra de Secesión. El verdadero interés de la obra está en la infrahistoria del gran suceso, en el contraluz de proporciones humanas del episodio histórico. Lo que preocupa a Doctorowes la condición humana sometida a los estragos de este conflicto, toda una cesura en la historia de su país.

El relato, amplio en sus propósitos, moderado en su extensión, consta de un muestrario de humanidad herida por el drama de la guerra civil. Predominan los figurantes, mucho más víctimas que agentes de la historia. El autor deja traslucir una mirada conmiserativa, más bien ajena al elogio de falsas grandezas y presuntos heroísmos. Acaso en la figura del general Marshall se concentre todo el punto de grandeza que Doctorow puede concebir en un acontecimiento tan sórdido como la Guerra de Secesión. Se percibe la admiración por el personaje de proporciones históricas, el jefe militar que conduce un ejército de gran tamaño en lo que debía ser –y fue- la operación que decidiese el final del conflicto. El retrato del personaje proporciona la imagen entrañable de un hombre entre los hombres: Sherman sufre, compadece y se envanece como cualquier otro. Pero también se manifiesta en él la presunción del que sabe destinado a los libros de historia. Así sucede, por ejemplo, que en medio de la campaña, Sherman se entere por la prensa del fallecimiento de su hijo de seis meses; en su reacción inmediata hay tanto dolor como vanidad:
Dejó caer las manos a los lados. Oh, Señor, exclamó, ¿también tú sientes envidia? (p. 135).
Sherman, el hombre, el general victorioso, se codea con el Dios de su fe.
Hay en la novela, sabiamente medido, cuanto dramatismo puede haber en un relato cuya substancia sea la guerra. No son sólo los sesenta mil hombres que componen el ejército unionista lo que alborota todo a su paso, sino también la vasta muchedumbre de esclavos liberados y de desarraigados que lo siguen. Y es todo un mundo en movimiento, un mundo a cuestas, como señala uno de los personajes:
Es que ustedes llevan un mundo a cuestas, dijo Emily.
Sí, tenemos todo lo que define a una civilización, dijo Wrede. Tenemos ingenieros, intendente, asentador de real, cocineros, músicos, médicos, carpinteros, criados y armas. ¿Está impresionada?
(p. 71).
Impresionada está Emily, puesto que su propio mundo de dama sureña se ha desmoronado al paso de este otro mundo en movimiento, al que azarosamente se ha incorporado, y del que poco antes había pensado –desde su posición de ‘adversaria’- que se trataba de una plaga más que de un ejército.

La novela, dicho está, posee el temple realista que compete al asunto. Las peripecias de los personajes contienen desgracia y buena fortuna. Presente está el toque de pesimismo, y es que no hay forma de hacerse demasiadas ilusiones acerca de la naturaleza humana. Por sufrida que haya sido la Guerra de Secesión, no era la primera ni sería la última gran matanza entre congéneres:
[…] Nuestra guerra civil, la fábrica devastadora de los huesos de nuestros hijos, no es más que una guerra posterior a otra guerra, una guerra anterior a otra guerra (p. 375).
Doctorow evita refocilarse en excesos sentimentales, y se agradece. Lo característico de “La Gran Marcha” es la sobriedad y un justificado verismo en lo que atañe al pequeño gran drama de la historia.


Rodrigo
E. L. Doctorow, La Gran Marcha. 
Roca Editorial, Madrid, 2006. 381 pp.

¡Sálvese quien pueda! - Andrés Oppenheimer

¡Sálvese quien pueda! El futuro del trabajo en la era de la robotización. Oppenheimer siempre me ha llamado la atención, si bien no he sid...