26 junio, 2012

¿PARA QUÉ LOS LIBROS?


EL FIN DE LOS LIBROS
OCTAVE UZANNE
Trad.: Elisabeth Falomir Archambault
Ed. Gadir, 2010

En 1894 tienen lugar muchos acontecimientos; en el sur de Francia se puede observar una lluvia de meteoritos, evento que muchos ligan a símbolo de sucesos importantes. Uno de ellos tuvo mucha resonancia internacional: Dreyfuss es arrestado, y a partir de ahí tiene su desarrollo uno de los procesos políticos que más tinta han vertido en el papel. Incluida la tinta literaria (el famoso artículo de Zola, Yo Acuso). Cruzando el Canal, un anarquista francés, Martial Boudin, coloca una bomba en el Observatorio de Greenwich, en un intento simbólico de acabar con la ciencia. Pero la ciencia está en uno de los momentos más álgidos y vertiginosos.
Precisamente ese año, William K. Dickson, colaborador de Edison, patenta la primera cámara de cine: el kinetoscopio. John Le Roy proyecta en ese año la primera película en Nueva York, para publicitar el descubrimiento de Edison, que en 1877 había inventado el fonógrafo y diez años más tarde intentó aplicarlo a la imagen, usando un cilindro en el que inscribía pequeñas fotografías, que eran inmovilizadas momentáneamente por breves rayos luminosos, dando lugar al embrión de la película cinematográfica.  Finalmente, Louis y Auguste Lumière, basándose en los hallazgos de Edison, pero perfeccionándolos, desarrollan el cinematógrafo, que presentan en diversas presentaciones científicas. En diciembre de 1895 se proyectaría en París la primera sesión comercial de cine; entre otros cortos, la famosa Llegada del tren que haría saltar de sus asientos al público. Comenzaba así una nueva era, la de la imagen en movimiento.

Curiosamente se produce en esos años otro hecho de importancia enorme: las investigaciones de Marconi dan un gran impulso  al desarrollo de la telegrafía sin hilos y la radio; probó por primera vez los experimentos con ondas electromagnéticas para el envío de mensajes sin cables en 1896, en Gran Bretaña. Estos y otros muchos descubrimientos y avances científicos crean un clima especial, en el que el mudo parece precipitarse a unos cambios repentinos, que tambalean los cimientos de la concepción del mundo decimonónica. Muchos escritores se lanzan a imaginar qué puede depararnos el futuro. Wells, Orwell, Conan Doyle, Verne, Stevenson… describen guerras de mundos, conflictos en granjas, misterios irresolutos, viajes a la luna, dobles identidades, etc.

Pues bien, ese año se publica por primera vez este texto, formando parte de un conjunto, Cuentos para bibliófilos, en colaboración con Albert Robida. El autor, Octave Uzanne (Auxerre, 1851-Saint Cloud, 1931) fue un escritor, periodista y editor francés, fundador de varias revistas  sobre arte y pensamiento y creador de la Sociedad de bibliófilos contemporáneos. Estuvo vinculado al Simbolismo y al Art Nouveau.
El texto imagina a un grupo de amigos que tras asistir a una conferencia de la Royal Society, sobre temas científicos, debaten, entre vapores etílicos, sobre el futuro de las ciencias, del arte y las letras. Cada uno va exponiendo ideas al respecto, a cuál más utópica y extravagante. Cuando le llega el turno al autor, expone claramente su radical negativa al futuro del libro impreso. Según Uzanne, la tradicional pereza y comodidad humanas serían los causantes de tal desaguisado: resulta más cómodo escuchar un relato que tomarse el esfuerzo de leerlo. Nuestros ojos deben tomarse un merecido descanso, y el oído recuperar aquellos hábitos del pasado de las narraciones orales, sólo que en vez de viva voz, lo cual sería también muy trabajoso, usarán grabaciones: el equivalente a los futuros discos compactos, que era en ese momento el fonógrafo, de reciente creación y en fase de  conversión en gramófono. Y Uzanne se explaya imaginando series de dispositivos que permitirán a los antiguos lectores convertirse en amables y descansados oyentes. Ante la objeción de qué pasaría con el libro ilustrado (que había sido y era aún muy común), Uzanne saca a colación el kinetógrafo (el futuro cine) inventado por Edison. Una combinación de fonógrafo y kinetógrafo, anticipando el futuro cine sonoro, serían, según el autor, los sustitutos ideales de la narración impresa: contarían una historia que incluso el oyente podría ver ilustrada, ¡y en movimiento! ¡El no va más!

El caso es que los tiempos de la letra impresa parecen haber perdido terreno, pero no en el sentido que el autor sugiere, sino desde la aparición de los ordenadores y últimamente, del libro digital. Vivimos inmersos en una continua discusión sobre el tema, como probablemente debatirían en los círculos monacales la importancia de la imprenta frente a los manuscritos iluminados medievales. Probablemente el libro en papel no muera nunca, pero ciertamente su función cambiará. Recordemos que no siempre la literatura y los textos escritos, en general han estado ligados al papel.  En la Antigüedad se escribía –y se leía― en tablillas (¿suena a tablet?) de arcilla o de cera, antes de pasar al papiro y luego al papel.  Pero esa es otra historia…
La editorial Gadir  abre, con este breve opúsculo, una puerta a la imaginación ya la reflexión, además de una amable lectura.

Ariodante


24 junio, 2012

DIARIOS HUMORÍSTICOS


DIARIO DE UN DON NADIE
George et Weedon Grossmith


La editorial Nórdica, bajo su colección Otras Latitudes,  se apunta a rescatar novelas de humor inglés y apuesta, nada menos, que por el Diario de un don nadie, uno de los grandes clásicos de la literatura británica en su género. Aparece publicada, por primera vez, en la revista satírica y humorística Punch, entre 1888 y 1889, por entregas folletinescas. El éxito cosechado por estas publicaciones secuenciales de los hermanos Grossmith llevó a que se imprimieran en forma de novela en el año 1892.

Sigue las pautas establecidas por Charles Dickens en su obra Pickwick: nos muestran en una serie de escenas encadenadas de carácter costumbrista bajo las cuales van apareciendo, poco a poco, unas líneas a seguir, simples pero efectivas, que hacen que las mismas adquieran una forma narrativa.

George Grossmith (Londres, 1847- Folkstone, 1912) fue comediante inglés, compositor, actor y cantante. Creador de 18 óperas cómicas, casi 100 scketches musicales, alrededor de 600 canciones y piezas para piano, tres libros y obras serias y cómicas para revistas, es recordado por los nueve personajes memorables de la ópera cómica de Gilbert y Sullivan y, sobre todo, porque escribió en colaboración con su hermano Weedon esta novela icono del género cómico británico.

Weeddon Grossmith (Londres, 1854-1919), fue escritor inglés, pintor, escritor y dramaturgo pero tuvo que dedicarse al teatro como actor y director para ganarse la vida. Ilustró, con gran acierto, este Diario de un don nadie


¿Por qué no habría de publicar mi diario? A menudo he visto memorias de personas de las que nunca había oído hablar y no acierto a comprender –por la mera razón de que yo no sea “alguien”- por qué mi diario no habría de ser interesante. Solo lamento no haberlo comenzado cuando era joven.
 Así comienza este singular diario en el que Charles Pootter, su narrador y protagonista, nos introduce, a lo largo de los quince meses que abarca el mismo, en las múltiples anécdotas que le acontecen. Los Laureles es la típica casa inglesa con un jardín en la parte delantera en la que él reside. Es un ciudadano de la clase media que trabaja en la City londinense y que aspira a codearse con la alta sociedad. Por este motivo el diario empieza el día 3 de abril, ya que en esas fechas comienza el año fiscal en Inglaterra, según nota del traductor.


El modélico empleado de la City nos irá presentando a su esposa Carrie, a su hijo Lupin, empleado de banco, y su novia Daisy Mutlar, o a la criada Sarah, sus amigos Cummings  -que vive enfrente- y Gowing, los cuales se presentan en cualquier momento.

El diario nos muestra a un señor Pooter que cree llevar una vida propia de todo un caballero británico pero siempre le veremos en múltiples situaciones ridículas por su torpeza. Situaciones que le harán tropezar tanto con personas o cosas. A lo largo del relato vemos cómo le suceden una serie de malentendidos con sus amigos, con su criada,  los proveedores del barrio, el coadjuntor  o sus compañeros de oficina. ¡Ah, y me olvidaba del limpiabarros con el que siempre sufren algún percance los que por su lado pasan!.

El diario de un don nadie es fiel reflejo de la sociedad victoriana tardía. El carácter británico, sus modales, sus costumbres son bien retratadas por los hermanos Grossmith con un lenguaje muy de nuestro tiempo, lleno de ironía y en el que nos encontramos con juegos de palabras y chistes malos que tanto le gustan al bueno del sr. Pootter. Y digo retratados porque nos acercamos más a esa época a través de las magníficas ilustraciones que nos iremos encontrando mientras vamos disfrutando de su amena lectura. 

Estamos ante una novela que rebosa humor británico por los cuatro costados, divertida, entrañable, llena de situaciones que provocan hilaridad. Se puede leer de una sentada, como se suele decir vulgarmente, cosa que no recomendaría, porque se disfruta más de esta deliciosa lectura dosificándola pues así nos recreamos más con las escenas divertidas que a lo largo de la obra nos encontramos.

Francisco Portela

Título original: The Diary of a Nobody
Autor: George et Weedon Grossmith
Traducción: Íñigo Jáuregui
Nordica Libros S. L.
Colección Otras Latitudes
Nº páginas: 237
ISBN: 9788492683833

22 junio, 2012

SHAKESPEARE EN VERANO


EL SUEÑO DE UNA NOCHE DE VERANO
WILLIAM SHAKESPEARE

Uno de los momentos en que más maldigo la suerte que me hizo nacer 15 años antes de lo debido es cada vez que me enfrento a mi total incapacidad para aprender inglés. Si me hubieran obligado a estudiarlo desde pequeña en el cole, como me pasó con el francés, probablemente ahora sería capaz de desenvolverme con él como con la lengua de nuestros vecinos, es decir, podría mantener un mínimo de conversación y leer cosas no muy complicadas. O muy complicadas, porque es seguro que  el inglés, dado el uso actual de la lengua de la pérfida Albión, lo habría practicado, no como el francés.
Pero esa es la situación actual. El inglés solo lo domino si es bajito y se deja, cosa que pasa en muy contadas ocasiones, por no decir ninguna. Y eso me fastidia mucho. Sobre todo cuando leo alguna obra importante  para mí  y que me gustaría poder saborear directamente de la pluma de su autor,  no dependiendo de intérpretes.
Eso es lo que me pasa con el libro que vengo a comentar hoy. Esta pequeña obra, salida de la pluma del cisne de Avon, me ha acompañado durante muchos años, más de 30, desde que la representé por primera vez en un teatro y cobré por ello. Eran otras épocas y los pequeños grupos teatrales, básicamente formados por estudiantes, podían moverse por los teatros de los pueblos, funcionar y tener un repertorio mínimo.
Desde entonces, desde que la conocí en profundidad, he pensado que debe perder mucho con la traducción. Al estar escrita en verso, toda la musicalidad se pierde. Giros y dobles sentidos deben quedar diluidos en el sentido lógico de cada frase. Debe ser una verdadera pena, porque incluso traducida al castellano, podemos ver el gran talento de ese escritor inglés que mezcló en ella  romance, enredo y fantasía, con grandes dosis de humor.
Es curioso ver como Shakespeare ambienta su cuento fantástico en Atenas. Una tierra tan lejana y exótica para un inglés del siglo XVI como para nosotros hoy día la amazonia o Tailandia. Quizá más todavía. En esta, para él lejana ciudad, cuna de todo la cultura y el conocimiento, el  autor nos sitúa la víspera del solsticio de verano, noche en la que el mundo de las hadas se funde con el de los mortales y los hechos más insospechados pueden ocurrir.
Y como es lógico pensar, ocurren.
Al día siguiente, el primer día del verano, van a celebrarse las bodas del duque de Atenas, Teseo, con Hipólita, reina de las amazonas. Esa noche, Hermia, una joven a la que su padre obliga a contraer matrimonio con un hombre al que desprecia, y  Lisandro, su enamorado, huyen al bosque cercano a la ciudad. Buscándola acude su prometido Demetrio, junto a su mejor amiga Elena,  que la ha traicionado para conseguir los favores del futuro consorte despechado.

En el mismo lugar y la misma noche, una compañía de actores decide ensayar su obra. Al día siguiente, en las bodas del duque representarán el drama de Príamo y Tisbe, y para que nadie los sorprenda antes de tiempo huyen de la ciudad y se refugian entre la floresta.
Entre los mismos  sagrados árboles que dan sombra a una fuente, Titania, reina de las hadas va a hacer sus ofrendas al solsticio junto a su corte. Esa misma noche, Oberon, rey de los duendes, con el que está enemistada por la posesión de un bellísimo paje, planea con la ayuda del travieso y rápido Puck la forma de arrebatarle el doncel a su esposa.
Entre las sombras amables  juegan las hadas, ensayan los actores, duermen los amantes y una delicada flor expide sus jugos para que sea difícil distinguir sueño de realidad, amor de pasión, certeza de hechizo.

Shakespeare, en su momento autor de moda, recibido por los más altos personajes y cuyos sonetos se vendían y se  copiaban por toda Inglaterra, fue un maestro del lenguaje en todos sus aspectos, eso es de todos conocido y no voy a hacer un comentario sobre eso. Pero si voy a incidir en algo que para mí es básico en un escritor y que ya he comentado muchas veces: los personajes.
Sus criaturas tienen la fuerza de la pasión que este inglés ponía en todos sus escritos y así todos los personajes son capaces de desarrollar en muy pocas líneas unas personalidades definidas y únicas que, aunque en ciertos momentos resulten un poco exageradas, en una obra como esta, irónica, absurda y divertida, no acusan para nada un grado de histrionismo que podría resultar cargante.
Este autor, además tiene la peculiaridad de destacar de una forma notable a sus personajes femeninos, sobre todo en esta obra. Las tres mujeres protagonistas, cuando están presentes eclipsan con facilidad a los personajes masculinos, aunque sean estos los determinantes para el desarrollo de la trama.
Los ingredientes están listos. De la mano maestra del genial poeta nos deleitamos con un plato lleno de un humor exquisito, de una poesía preciosa y delicada como el ala de un hada, y de una serie de situaciones enrevesadas, traviesas y festivas, que hacen de esta comedia fantástica un prototipo de diversión elegante, llena de matices y de ironías en cada uno de sus personajes.

Esta pieza es perfectamente recomendable para quien se quiera introducir en las obras de este autor, ya que su agilidad, y su tono festivo la hacen de muy fácil lectura. Eso sí, como siempre, recomendar una buena traducción para aquel que no tenga la suerte de poder leerla en su idioma original.
PD: A los que os sea arduo leer a Shakespeare pero no os importa verlo en la pantalla, hay una extraordinaria película de 1999, dirigida por Michael Hoffman. También está la gran versión que la Lyndsay Kemp Company grabó. Un verdadero disfrute para los sentidos.

 Ángeles Pavía


¡Sálvese quien pueda! - Andrés Oppenheimer

¡Sálvese quien pueda! El futuro del trabajo en la era de la robotización. Oppenheimer siempre me ha llamado la atención, si bien no he sid...