20 junio, 2012

SENTIDOS Y SENSACIONES


UNA HISTORIA NATURAL DE LOS SENTIDOS
DIANE ACKERMANN



En la escuela me explicaron que la vista sirve para ver, el oído para escuchar y el tacto para tocar. Pero hasta que no he leído el libro de Diane Ackerman no he comprendido realmente qué significa ver, oler, tocar o gustar.

Una historia natural de los sentidos se organiza en torno a cinco capítulos que van desgranando sucesivamente los cinco sentidos que definen la sensorialidad del mundo tal y como la percibimos los hombres desde el principio de los tiempo, más un capítulo adicional referido a la sinestesia que consiste precisamente en la confusión, la mixtura de los sentidos, en la que un color se puede oler o un acorde musical se ve con una determinada tonalidad, y que, por tanto, se adentra más en el mundo de la neurología.

Pero empecemos. ¿Cómo definir un olor? Ninguna lengua parece capaz de describir un olor si no es acudiendo a luna perífrasis. Algo huele como la canela, como un niño recién nacido, pero salvo por el recuerdo, nadie sería capaz de adivinar a qué nos referimos. Toda una industria gira en torno a los olores (no pensemos sólo en perfumes, también en detergentes, alimentos precocinados, papeles para envolver, velas, etc) reproduciendo los que se encuentran en la naturaleza pero también creando otros nuevos mediante complejos procedimientos químicos cuyas fórmulas son tan secretas como las de un nuevo armamento. 

Con el olor seducimos, conquistamos, pero también lo empleamos como repelente para mosquitos o depredadores (preguntad a las mofetas). Claro que lo que a un europeo puede resultar repugnante (el olor a excrementos sin ir más lejos) a una tribu africana puede parecerle el más refinado afrodisíaco; el olor de comida en putrefacción es un reclamo ineludible para las moscas. Pero nada más maltratado que nuestro olfato, sentido que parece estar en peligro de extinción gracias a la contaminación, alergias y demás afecciones.

Siguiendo nuestro viaje descubrimos programas de pediatría que fomentan en recién nacidos su inteligencia y fortaleza física mediante sesiones programadas de masajes. El tacto, primera puerta por la que se abre el placer sexual, pero también última barrera ante el peligro de depredadores a los que no hemos visto, olido u oído y que se abalanzan sobre nosotros. El calor y el frío no existirían sino los sintiéramos sobre nuestra piel, pero la conciencia del propio ser, la unión alma y cuerpo se manifiesta a través del tacto (recordemos el episodio de la mujer desencarnada de Oliver Sacks, quien no tenía conciencia de su propio cuerpo, que le resultaba tan ajeno como el del camarero que nos sirve un café). La piel es símbolo de poder, dinero o fuerza (los abrigos de bisón, pero también los tatuajes o las escarificaciones que atestiguan la superación de pruebas de iniciación), claro que también es el papel sobre el que se dibuja la tortura, la mutilación o el dolor. El tacto, capaz de un beso sublime o de una violencia sin límite, el más extremo de nuestros sentidos, el que resulta más difícil de perder por completo, el mejor distribuido por todo nuestro cuerpo y el más difícil de aprender a usar.

Pocos sentidos se asocian como el gusto con el placer, el lujo y la abundancia. Sin embargo, no hay sentido más primordial puesto que se relaciona directamente con la alimentación y con los nutrientes que necesitamos, pero que se ha sublimado por el devenir histórico. El gusto, el más comunal de todos los sentidos ya que se disfruta mejor en compañía, el más cultural de todos ellos puesto que el hombre no ha dejado de inventar nuevos sabores, nuevos productos, nuevas mezclas que satisfagan los más sutiles paladares. Pero toda esta delicadez u variedad se apoya en tan sólo cuatro notas (distribuidas desigualmente, tanto en nuestra propia boca como en las diferentes culturas): salado, agrio, dulce y amargo. Cuatro colores para un mosaico infinito. Sabores hay que han marcado el rumbo de la historia como es el caso de la ruta de las especias. El chocolate y la vainilla, el tabaco o las trufas son una muestra de lo que el hombre puede hacer por un sabor y el dinero que puede mover a su alrededor. Por la boca nos llega la leche materna y nos administran la mayoría de las medicinas que tomamos en nuestra vida (la mayoría con edulcorantes que enmascaren su verdadero sabor), pero a través de la boca nos llegan también infinidad de infecciones, no en vano es el orificio más directo (o el de mayor tamaño) a nuestro interior. Por ella los hombres han comido el cuerpo sin vida de otros hombres y por no comer ciertos alimentos muchos hombres han muerto, no parece cosa de tomarlo a broma.

Pero escuchemos con atención qué tiene que decirnos Ackerman sobre el oído. Biológicamente una obra maestra, compleja pero eficaz, diseñada para oír una gama de sonidos lo suficientemente amplia para sobrevivir en mundo hostil (¿quién quiere oír el vuelo de un pajarillo si con ello perdemos el del rugido de un carnívoro que nos acecha?). Y es que una cosa es el sonido y otra el oído que sólo capta aquello para lo que está preparado. 

¿Cómo suena nuestro intestino o nuestro estómago al hacer la digestión, nuestro corazón fatigado? Las modernas máquinas de ultrasonidos nos permiten responder a estas preguntas que ayudándonos a superar la enfermedad y el dolor, otras máquinas permiten aumentar la capacidad de audición de quienes la han perdido. De la naturaleza tomamos ideas como el sonar o el radar que nos permiten ver a través del sonido. Pero la mayor creación en materia de sonido es, sin lugar a dudas, la música. Dominar esas ondas y saber combinarlas, construir aparatos que las reproducen añadiendo suaves matices hasta emocionarnos es fruto de un lento proceso que aún no ha finalizado ni lo hará nunca. Pero a nuestros oídos también llegan bombardeos sónicos en forma de claxon, motores, máquinas taladradoras, gritos, anuncios. La contaminación acústica, capaz de altera el carácter más pacífico y equilibrado, la peor contaminación posible, la que tiene mejor propaganda (el silencio ha sido desterrado de nuestras ciudades, de nuestras vida, es el vacío al que nadie quiere mirar). Pero el silencio también se escucha, probemos.

Nuestra moderna vida descansa en la visión. Vemos películas, jugamos a video juegos, admiramos a las modelos desde sus anuncios. La televisión nos lleva a todas partes, a las guerras más recónditas, o a la casa de la vecina de arriba a través de un reality show. Todo se puede ver, nos preciamos de no tener nada que ocultar, denigramos la oscuridad y queremos que todo salga a la luz. Comenzamos mirando a las estrellas y ahora miramos la Tierra desde ellas. Inventamos las bombillas para ahuyentar la noche y nuestras oficinas ni siquiera necesitan ventanas. Pintamos todas las cosas de colores (igual que ocurre con el gusto, los colores básicos se combinan hasta el infinito pese a su simplicidad primordial), pintamos nuestra piel con los tonos cálidos que nos brinda el sol de una playa paradisíaca, vestimos a nuestros hijos de azul y a nuestras hijas de rosa, pero tenemos la poca delicadez de no cambiar el color de los semáforos aumentando el riesgo de atropello de los daltónicos. 

Hemos hecho un arte de la pintura y decimos de los grandes maestros que en sus cuadros reflejan el interior de los retratados, igual que ocurre con los grandes fotógrafos. Las proporciones en la arquitectura buscan un arquetipo de belleza totalmente visual. Ni aún dormidos perdemos la vista y nuestros sueños son, principalmente, visiones, a veces acompañadas de sonido y otras sensaciones. La vista, el más cansado de nuestros sentidos, para el que hemos inventado las gafas, desarrollado técnicas láser pero al que no sabemos dejar descansar ni un solo segundo y para el que no nos cansamos de crear imágenes del horror que sólo son barridas por otras imágenes anestesiantes.

Desde la poesía a la biología, la antropología y las relaciones sexuales, la psicología y la medicina, la quiromancia o la artesanía, la música, la cocina, la botánica y la zoología, la investigación aeroespacial, todo ello se relaciona con los sentidos. Más aún, somos hombres puesto que estamos en el mundo y percibimos el mundo gracias a nuestros sentidos. Aunque no seamos conscientes de ello, leemos el mundo a través de estos cinco sentidos (seguro que alguien querrá añadir dos o tres sentidos más, cuantos más mejor, a fin de cuentas) y ellos condicionan lo que leemos. Otros seres vivos tienen lecturas distintas de esta misma realidad. Por ello, el nuestro, nuestro pequeño mundo, el que conocemos, es hijo de nuestros sentidos, ellos nos hechizan como cantos de sirena para hacernos la vida más soportable. 

Abandonémonos a nuestros sentidos o seamos más conscientes de ellos y de todo lo que nos aportan. No perdamos ni un átomo de su valor, vivamos más y mejor la vida, apuremos todo lo que podamos de ella, y todo lo haremos a través de estos cinco sentidos.


GWW




Datos del libro
  • 14.0x22.0cm.
  • Nº de páginas: 368 págs.
  • Editorial: ANAGRAMA
  • Lengua: CASTELLANO
  • Encuadernación: Tapa blanda
  • ISBN: 9788433913555
  • Año edición: 2000
  • Plaza de edición: BARCELONA


18 junio, 2012

VIDAS RUSAS


VIDA Y DESTINO 
Vasili Grossman


Vida y destino responde al vasto plan de abarcar el mundo conocido de su autor en una coyuntura tan crucial como fuera la batalla de Stalingrado, decisiva en el transcurso de la Segunda Guerra Mundial. Se trata de una ‘novela total’, ambiciosa modalidad que ha hecho escuela en la literatura rusa. Dostoievski, Tolstói, Pasternak, Bulgákov, Solyenitzin, en menor medida Turguéniev y Sholojov; son los nombres más representativos de esta tradición, a la que ahora sabemos se suma Vasili Grossman. Y lo ha hecho del modo más propio: cultivando un estilo llano y natural, carente de artificios esteticistas que pudieran enturbiar el propósito fundamental de representación epocal.

En Vida y destino se yuxtaponen la grandeza terrible de lo épico y lo conmovedor de la cotidianeidad. Épica más bien sórdida y atroz, en este caso, puesto que concierne a una de las guerras más despiadadas de la historia, aquella que sacrificó a millones de alemanes y soviéticos en nombre de unos regímenes e ideologías que son vergüenza de la humanidad. Y una cotidianeidad asaltada y despedazada por la contingencia histórica, pero rehecha sobre la misma complejidad de la naturaleza humana, manifiesta tanto en las grandilocuentes justificaciones de la abominable matanza como en los pequeños instantes en que el hombre común despliega las más corrientes de sus facultades.

Aliento épico y mirada cotidiana se combinan de modo sutil y eficaz. Sus indicios mayores son la amplitud escénica, por un lado, y la minuciosidad intimista en las situaciones que configuran el universo novelado, por el otro.Amplitud: evidente enla mirada panorámica aplicada por Grossman a uno de los momentos álgidos de la confrontación germano-soviética. Minuciosidad: desplegada en la caracterización de una abigarrada muchedumbre de personajes y ocasiones en los que cualquiera de nosotros, lectores, podemos sentirnos identificados.
El universo de personajes de la novela es representativo de una variedad posible de categorías humanas y situaciones en que se ven envueltas. Hay de todo: generales y soldados,comunistas recalcitrantes y disidentes, valientes y cobardes y mucho más. Nunca se trata de tipos humanos monolíticos o acartonados. En Vida y destino no hay lugar para simplismos ni para la caricatura. El mezquino puede en cualquier momento mostrarse magnánimo como el que más. El hombre de talante íntegro es susceptible de quebrarse y cometer una villanía. El comedido puede volverse imprudente, y el imprudente mostrarse comedido. Tampoco hay maniqueísmos: los pocos alemanes que habitan la novela no son una encarnación apócrifa del mal, sino que se muestran tan vulnerables como cualquier ser humano. Lo mismo que Krímov, un comisario comunista que de victimario se torna víctima de la paranoia estalinista.

La amplitud y diversidad en los personajes tiene su correlato en la gama de escenarios en que ellos se desenvuelven.La novela tiene su vórtice en la batalla de Stalingrado, pero no se reduce a un mero relato bélico, sino que comprende situaciones paralelas en lugares distintos, tan heterogéneos como un campo alemán para prisioneros de guerra, un campo de trabajo forzado soviético, la estepa caucásica, la prisión moscovita de la Lubianka, un instituto científico, etc. La mirada panorámica de Grossman refleja la multitud de circunstancias que concurren en la decisiva instancia en que las dos mayores potencias totalitarias de Europa concentran su esfuerzo bélico en la ciudad del Volga.
Grossman, a pesar de todo lo que ha visto y sufrido (o acaso por haber visto y sufrido), confía en que el bien será capaz de imponerse a los peores momentos del hombre –este lobo de su propia especie-. Ilustración de esta luz de esperanza es el pasaje en que una mujer, cuyas trazas son las de una persona desquiciada por el dolor, se abalanza sobre un prisionero alemán con la intención aparente o primera de agredirlo, y acaba por ofrecerle un trozo de pan –en un gesto que ni ella misma es capaz de comprender-. Lo que parece decirnos Grossman es que a pesar de los sanguinarios intentos por suprimir toda manifestación de humanidad, siempre será posible el despunte de la piedad y la bondad.
Es cierto que la novela tiene como una de sus dimensiones principales la denuncia radical del totalitarismo. Respecto del fascismo –término genérico empleado por el autor-, la denuncia es patente en la representación del martirio de los judíos, eficaz en un par de pasajes que se encuentran entre los más dramáticos de la novela: el de la carta de la madre judía de uno de los protagonistas, Viktor Pávlovich Shtrum,a cuyas manos llega después de asesinada su madre por los nazis; y el del acarreo de una cantidad de judíos a un campo de exterminio. Su destino final es una cámara de gas, en la que otro personaje, Sofía Ósipovna Levinton, consuma al fin su naturaleza maternal con un niño al que apenas conoce. Pero también esta denuncia procede según la modalidad de incisos discursivos en los que el autor declara la guerra al fascismo, contraponiéndolo explícitamente a toda aspiración libertaria y humanitaria. El fascismo –en este sentido- es el enemigo ya no tanto del comunismo soviético como de la patria gran-rusa y de la humanidad toda, incluidos los propios alemanes (sus primeras víctimas).

Por otra parte, la denuncia del régimen soviético es de tipo ‘interno’, consecuentemente con el hecho de que sea el comunismo estalinista la versión de totalitarismo que se ha apoderado de Rusia y su imperio plurinacional y se erija, de este modo, en su enemigo endógeno –así como el fascismo es su enemigo externo-. Grossman nos muestra la perversidad del estalinismo desde la entraña misma del régimen, supresor de libertades y derechos y corruptor de toda relación humana: el del estalinismo es un ambiente emponzoñado por la constante persecución y delación de la individualidad, siempre acosada por el miedo, la doblez y el servilismo. Sin formulaciones discursivas ni sentencias condenatorias, por demás imposibles en el contexto de la época, la tiranía estalinistaes objeto de la acusación que subyace en la certera descripción desus rigores. Tan certera que el régimen impidió la publicación de la novela –y un editor llegó a decirle a su autor que este impedimento se extendería por doscientos años. Por fortuna no ha sido así-.

Pero la novela no consiste en un simple instrumento de denuncia que reduzca su valor al de un burdo folleto de propaganda ideológica. En ella el propósito utilitario circunstancial –universal, si se trata de la crítica del totalitarismo- se imbrica con la intención primordial de retratar, desde las posibilidades ofrecidas por el arte novelístico, un vapuleado fragmento de humanidad, en el que hay sitio –como siempre ocurre allí donde haya seres humanos- para toda clase de pasiones y sentimientos. Así por ejemplo, Shtrum, inserto en la vorágine de la guerra y el despotismo, tiene tiempo para enamorarse de la esposa de un colega que también se ha enamorado de él y prefiere permanecer leal a su marido. Lo que sugerido de esta manera pudiera parecer argumento de culebrón, en la novela se reviste de la mayor naturalidad. Grossman trata este tema con la dosis precisa de arte y realismo, y en sabia mixtura con los demás elementos de una novela que se nos muestra inmensa como la vida. No sólo calidez sino también verismo, nada menos, es lo que se obtiene con esta delicada historia de amor frustrado. Y esta es sólo una de las vívidas demostraciones de humanidad con que nos topamos en la lectura de Vida y destino. Una novela que puede calificarse como una de las mejores que nos ha legado el siglo XX.

Rodrigo

Vasili Grossman, Vida y destino
Galaxia Gutenberg-Círculo de Lectores, 
Barcelona, 2007. 
Traducción de Marta Rebón. 
1111 pp.

16 junio, 2012

RELATOS CON LIMONADA


LIMONES DULCES
MARIAN TORREJÓN
Prólogo Fernando Iwasaki
Ed. Certeza, 2012
La autora presenta catorce relatos entre los que, si hubiera que buscar un eje común, este sería el de su actualidad. Los temas son, pues, muy actuales, incluso aquellos en que la memoria es la que juega un papel principal, y por tanto el pasado. Pero es un pasado muy reciente, en el que podemos reconocernos, en general; si no en todos, al menos reconocer situaciones que hemos conocido de cerca, en carne propia o ajena. Y esas incursiones en el pasado, esa relación pasado-presente, es remarcada por la autora en muchos de los relatos. «Los cuentos de Marian Torrejón narran el estupor―nos dice Iwasaki en el prólogo―, la turbación y el desasosiego que conllevan esas irrupciones del pasado, las epifanías de la memoria y los sentimientos que uno creía soterrados». 

Nostálgicos unos, divertidos y humorísticos otros, profundamente emotivos algunos, inquietante y con un toque onírico alguno. En conjunto, Torrejón nos ofrece una amplia perspectiva del mundo humano que nos rodea; de situaciones muy habituales, presentadas de un modo muy sobrio, y atractivo, sin barroquismos, pero ameno, variado y que nos incita a seguir leyendo. De prosa ágil y correcta, distribuye leves pinceladas de poesía y emotividad.
Limones dulces es una contraposición con la que simbolizar ese poso ácido que en toda actividad vital siempre queda, ese recordatorio de que nada ni nadie es perfecto, y el hecho de que haya utilizado el título del primer relato para abarcar el conjunto parece que sea casual. Hay unas gotas de acidez en estos relatos, acidez realista, diría yo. Y asimismo, unas cucharadas de azúcar que nos hacen llevadero el fuerte sabor del limón.

El primer relato mira hacia el pasado: la adolescencia, los primeros encuentros con el amor, los vaivenes de la vida juvenil. El fajín del general y Kaputt son dos relatos nostálgicos, que recrean con mirada amable la situación cotidiana de la vejez, las rutinas e incluso los cambios imprevistos, dándole un matiz levemente jocoso, o entrañable, dentro del dramatismo que supone el invierno de unas vidas en su etapa de decadencia. Esto no es nada y Dos salas son textos francamente dramáticos y tremendos, sobre todo el primero, que al menos a mí me ha causado honda impresión y empatía; situaciones críticas y vividas cotidianamente por mucha gente, que nos pueden pasar a cualquiera o que todos hemos vivido alguna vez: enfermedad, hospitales, muerte o vida.

Crisis, Llámame Seve, se mueven en el mundo de los problemas laborales con un cierto regusto entre sarcástico e irónico; Juntos y Fancy? Son sátiras hilarantes de relaciones amorosas algo conflictivas; El pez muerto deja una sensación amarga; inquietante y perturbador es El cuadro, que plantea una posibilidad de mundos paralelos, simulacros y dobles personalidades. Con un elefante, imposible es un texto onírico, una especie de pesadilla; Sesión de terapia es una intriga psicológica muy bien llevada, un juego en el que los papeles van mudando de sitio hasta ocupar unos el lugar de los otros.
Cierra el libro El cuaderno esmeralda, en el que evoca una impresión infantil guardada en el olvido durante años y que resurge inesperadamente ante un objeto aparentemente inocente. Un conjunto de narraciones cuya lectura entre líneas, nos deja la impresión de que hay mucho más de lo que aparece, de que se nos dice mucho más de lo que leemos. Sensaciones, clima emocional, recreaciones de un espacio-tiempo mental  se aúnan para mantenernos atentos a una lectura amena y reflexiva.
Como ella misma se autodefine en su blog, la escritora valenciana Marian Torrejón, es licenciada en Económicas, pero con más inclinación por los cuentos que por las cuentas. En su haber tiene varios premios literarios: accésit como Finalista en los Premios del Tren 2008 y el Premio de Cuento Ciudad de Tudela 2009, entre otros.


Ariodante


Ficha técnica:
Título: Limones dulces
Autora: Marian Torrejón
Editorial: Certeza, 2012
98 páginas

¡Sálvese quien pueda! - Andrés Oppenheimer

¡Sálvese quien pueda! El futuro del trabajo en la era de la robotización. Oppenheimer siempre me ha llamado la atención, si bien no he sid...