19 mayo, 2012

ALQUIMIA LITERARIA


EL ALQUIMISTA

PAULO COELHO

Quién no ha leído Alicia en el país de las maravillas, de Lewis Carroll,  El Principito de Antoine de Saint Exupéry o Juan Salvador Gaviota, de Richard Bach. Todos ellos son relatos que tienen algún trasfondo detrás de su inocente apariencia externa. Nos parecen simples historias para niños o jóvenes escritas con la intención de entretenernos y aficionarnos a la lectura pero todos nos enseñan algo. Incluso en las programaciones escolares son obras que se eligen como lecturas obligadas pero no son escogidas al azar, por decir que los alumnos tienen que leer algo. Los alumnos deben explicar lo que el autor nos ha querido enseñar con esas historias, algunas con apariencia irreal, disparatada; otras, como quimeras, sueños. Pero todas ellas esconden un fin. 

Algo semejante pasa con El Alquimista (O Alquimista), novela de Paulo Coelho. En el prefacio, narrado en primera persona, el autor nos dice que es un libro simbólico, a diferencia de El Peregrino de Compostela (Diario de un mago), que fue un trabajo descriptivo. Siempre estuvo muy interesado en la Alquimia, a la cual dedicó once años de su vida y  confiesa que le interesaba más descubrir el Elixir de la Larga vida, pues le desesperaba el pensamiento de que todo se acabaría algún día, antes de entender y sentir la presencia de Dios tras hacer el Camino de Santiago. Su maestro, RAM, el cual le reconduce por el camino que estaba trazado para él, le explica que existen tres tipos de alquimistas:

- “Aquellos  que son imprecisos porque no saben de lo que están hablando, aquellos que lo son porque saben de lo que están hablando pero también saben que el lenguaje de la Alquimia es un lenguaje dirigido al corazón y no a la razón”.
- “¿Y cuál es el tercer tipo? –pregunté- “Aquellos que jamás oyeron hablar de Alquimia pero que consiguieron, a través de sus vidas la Piedra Filosofal”.


Paulo Coelho (Río de Janeiro, 24 de agosto de 1947). En 1972 inicia su carrera como autor, que incluye trabajos periodísticos, guiones para la televisión, dirección escénica o composición de canciones, aunque su fama viene derivada de su labor como novelista. En 1974 fue encarcelado, acusado de subversión por el gobierno brasileño. Se caso con la pintora Cristina Oiticia y con ella adoptó los preceptos de la orden religiosa RAM (rigor, amor, misericordia). Su primer gran éxito  fue “El peregrino de Compostela”(1987), donde relato sus experiencias durante la peregrinación por el Camino de Santiago. Otros títulos conocidos internacionalmente son; “Brida”, “Las Valquirias”, “La quinta Montaña”, “Verónica decide Morir”  “A orillas del río piedra me senté y llore” y “Once Minutos”.

Ya en tercera persona, el narrador nos relata la historia de Santiago, un pastor que se desplaza con su rebaño por los campos andaluces. Durante dos noches duerme en una iglesia abandonada y sueña con que un niño se acercaba a él y a sus ovejas y comenzaba a jugar con éstas. Después conducía a Santiago hasta las pirámides de Egipto donde se hallaba un tesoro. Cuando llegó a Tarifa, fue a contarle su sueño a una gitana. Ésta le dijo que debía viajar hasta Egipto para encontrar su tesoro. Descontento, se sienta en  un banco de la plaza a leer un libro y conoce a un anciano que dice ser el rey de Salem. El misterioso rey le cuenta una historia: la meta en la tierra de todo hombre es su Leyenda Personal,”Cuando una persona desea realmente algo, el Universo entero conspira para que pueda realizar su sueño". 

El pastor decide viajar a África. Desembarca en Tánger y empieza su largo camino que le llevaría hasta el tesoro. Se da cuenta de que ha llegado a una tierra ajena. Todos hablan lenguas extrañas y tienen costumbres y vestimentas muy diferentes. Al poco tiempo de llegar a la ciudad un chico le roba el dinero que había conseguido vendiendo sus ovejas. Un comerciante de cristal le da trabajo en su tienda. Había transcurrido casi un año y se acuerda de que tiene que seguir con su Leyenda Personal. 
 
Pero aún le esperaban una serie de vicisitudes hasta llegar a las Pirámides, que era donde encontraría su tesoro. Se marcha con una caravana que partía al día siguiente para atravesar el desierto. Como había guerras tribales viajaban con precaución y querían llegar pronto al oasis, porque según la Tradición era un lugar neutral y no podía ser atacado. Se enamora de Fátima, sólo de verla ir a recoger agua al pozo con un cántaro. Caminando por el desierto, cerca del oasis, se encuentra con un jinete misterioso que le hace unas preguntas intimidantes. Como le hablaba de cosas que poca gente conocía se da cuenta de que era el alquimista. Éste acepta acompañarle hasta las pirámides, no sin antes pasar por una serie de peligros y pruebas. El jinete decide separarse del muchacho al llegar a un monasterio copto. Allí son recibidos por un monje. Santiago viaja solo hasta llegar a las Pirámides. Al verlas, llora y donde caen sus lágrimas empieza a cavar. Allí estaba su tesoro. 
 
Este best-seller de Paulo Coelho está escrito con un lenguaje sencillo, directo y lleno de sentencias y términos simbolistas, como Leyenda Personal, Lenguaje del Mundo, Gran Obra, que le dan al texto un sentido alegórico y otras veces metafórico. Se intercalan historias bíblicas como la que figura en el prefacio contando cómo Nuestra Señora y el niño Jesús deciden bajar a un monasterio. También encontramos otra sobre Jesús, ocurrida en el  reinado de Tiberio. El personaje de Melquisedec, el rey de Salem, lo encontramos en el Génesis. También en el prefacio el autor nos relata la historia de Narciso. A lo largo de la novela observamos cómo el joven va conversando con personas mayores, como Melquisedec, el mercader, el inglés o el alquimista. Es curioso que se forma siempre una relación maestro y alumno, pues de esta manera el autor nos da a conocer conceptos moralizantes. 

Vemos también, como es habitual en el escritor brasileño, la relación con la naturaleza,  que normalmente, en sus obras, siempre tiene un momento para acordarse de la ella: En este caso, los campos de Andalucía, el desierto, las montañas o el rebaño de ovejas.

El ritmo es algo lento por su realismo simbólico pero no falto de aventuras. Ritmo que nos permite imaginarnos perfectamente cada escenario por el que el protagonista viaja en busca de su sueño, de su Leyenda Personal.

Francisco Portela

Título Original. O Alquimista
Traducción: Monserrat Mira
Editorial Planeta, 2007
Pág.: 184


15 mayo, 2012

RELATOS


EL CÍRCULO DE KRISKY

MIGUEL PUENTE MOLINS


Dependiendo de cómo salga del berenjenal en el que me haya metido por su culpa, considero que la curiosidad es uno de mis mayores defectos, o la más grande de mis virtudes. Ayer me empujó a pasarme por la presentación en Valencia de un par de libros del llamado “género fosco”. Este tipo de literatura, definida, por lo que entendí, como un tipo de fantasía oscura, gusta de jugar con el terror, nuestras fobias y nuestras angustias.

No sé si es debido a los muchos cuentos de muertos resucitados, ánimas en pena, brujas, maldiciones, sucesos extraños y conductas aviesas del personal más variopinto, oídos durante mi infancia al calor y única iluminación de una chimenea vieja, o a que la lectura con ocho años de Poe y Lovercraft me curó de espantos, pero lo cierto es que en casi 40 años que llevo leyendo cuanta historia de fantasía cae en mis manos, no he encontrado ningún relato o novela que me estremezca o haya hecho que me sobresalte ante algún ruido. Debido a esa incapacidad para causar emoción en mí,  no suelo interesarme mucho por la novela llamada  “de miedo” o “de terror”. No le encuentro más aliciente que el de la calidad literaria que pueda tener, pues normalmente suelo encontrarlas previsibles y poco interesantes.
Uno de los libros de los que se habló,  El círculo de Krisky, es una  antología de relatos. Esto no es algo que me entusiasme demasiado, pues los cuentos me parecen eso, cuentos, siempre demasiado cortos. A pesar de ser otro punto en su contra decidí probar suerte cuando un amigo me señaló un valor que lo hacía muy atractivo a mis ojos: los relatos tenían bases mitológicas.
Mitología: la palabra que, junto a “Fantasía” e “Historia”, hace que se disparen todas las alarmas en mi mente y me sienta atraída por una narración como por un imán.
 Así que lo compré, y esta mañana, mientras me tomaba el café he pasado una hora muy agradable enfrascada en su lectura. Pensaba leer un relato o dos mientras desayunaba y cuando me he dado cuenta se habían terminado las páginas. Eso es buena señal, desde luego.
 
El libro se compone de ocho relatos muy armónicos en su temática y en su estructura, que si bien no me han hecho pasar miedo, ni siquiera un poco de inquietud, sí que me han parecido historias interesantes bastante bien escritas y bien desarrolladas. Tienen la duración adecuada a cada una. Unas son muy cortas, pero sin tener apariencia de estar resumidas. Otras se alargan bastante más, sin que les sobre paja de relleno. Pero todas, con independencia del tema, el estilo o la duración, han conseguido lo mismo: que acabe de leerlos con una sonrisa de complicidad con el autor.

El primero de ellos, Los siete cuervos, está basado en un cuento popular, no muy difundido, que yo conocí en mi infancia como el de “Los siete hermanos cisnes”. El autor coge la historia, la sitúa en Galicia, y la viste con una exquisita ambientación de mitología celta-galaica que  a mí personalmente me ha hecho disfrutar mucho. Me ha parecido delicioso.
El segundo, Una duda razonable, es un cuento muy corto que tiene su punto de sorpresa gamberra y me dejó con la grata sensación de que se trata de un guiño a Poe.
En Psicosomático, quizá de los que  menos me han gustado, la enfermedad mental se mezcla con otras culturas con un resultado inquietante y muy interesante. La forma en que trata la somatización de los problemas mentales es cuanto menos curiosa, pero creo que el final podría haber sido mejor elaborado.
El hombre sin nombre hunde sus raíces en la civilización del creciente fértil. Algún fleco suelto en una historia bastante elaborada hace que este relato no sea lo redondo que podría haber sido. Es una pena, pues tiene elementos suficientes para convertirse en uno de los mejores relatos de la antología.
Sombra, otro de los más breves, hace buena la máxima de “menos es más” y se convierte en uno de los mejores para mi gusto. Inquietante y con un sabor que me ha recordado a King, en sus cuatro páginas condensa sentimientos y emociones muy diversas.
El extraño caso de Elías Fosco es, para mi gusto, el mejor de todos. Ambientado en la Galicia de la transición, con un fondo de mitología, cultura, o superstición (como se le quiera llamar) de la tierra natal del autor, le da otra vuelta de tuerca a la llamada “novela negra” concentrándola en un cuento interesante y muy especial. Lástima algún desliz tonto que lo afea un poquito,  pero que no afecta a la historia.
La cabeza de Dick pone el contrapunto humorístico que sirve para descargar la tensión acumulada tras el relato anterior. Historia simpática y un poco traviesa, nos vuelve a demostrar que este autor se maneja muy bien en las distancias cortas.
El círculo de Krisky es el relato que da nombre y cierra la antología. Basado en las cadenas de mensajes que recibimos todos en nuestros correos con desesperante asiduidad, las mezcla con extraordinaria habilidad con el folklore centroeuropeo, creando un relato capaz de despertar cierta ansiedad, para culminar en un final interesante.
En resumen, este libro me ha gustado bastante, más de lo que me esperaba. Solo algún pero ensombrece el buen sabor que me ha dejado.

Comentarios sobre la edición: un error de maquetación (creo, que yo de eso no entiendo) en una página llama bastante la atención.
Comentarios sobre el autor: algún desliz involuntario y cierta tendencia a perderse en frases largas (un par de veces en todo el libro) son las únicas pegas que podría encontrarle buscando mucho.

Ángeles Pavía

Ficha Técnica
Título: EL CIRCULO DE KRISKY
Autor: MIGUEL PUENTE MOLINS
Editorial:  AJEC
Páginas: 167
ISBN: 84-15156-22-2
Género: Antología de relatos.






13 mayo, 2012

LOS FITZGERALD


ZELDA Y FRANCIS SCOTT FITZGERALDKYRA STROMBERG




Francis Scott Fitzgerald resume ejemplarmente la mayoría de las virtudes y defectos de su época, hasta el punto de que su asociación con los "felices veinte" o la era del jazz toma rasgos de simbiosis. Su origen de clase acomodada no le impidió padecer de un fuerte sentimiento de inferioridad respecto a quienes ocupaban una clase superior a la suya y junto a los que trataba de situarse como un igual, no por su dinero sino por su talento. De este modo, la literatura se convirtió en el arma con la que pretendió asaltar las mansiones con vistas a Central Park o las villas de la Riviera francesa. Afortunadamente para sus lectores (y para él mismo) su talento literario estaba a la altura de este empeño por lo que la calidad de su obra está fuera de discusión en nuestros días.
Con un afán tan grande por acceder a lo más selecto de la sociedad de su tiempo, no parecía lógica la elección de su esposa, una hermosa sureña, hija de un hacendado de clase alta de Montgomery. Zelda le habría permitido formar parte de la pequeña aristocracia del lugar, pero no satisfacer sus anhelos de notoriedad, reconocimiento y riqueza a un nivel más amplio.

Por otro lado, Zelda aspiraba a vivir en el lujo indolente en que se había criado, y sin embargo acabó casándose con un escritor que no había publicado más que un puñado de cuentos y que acababa de ver impresa su primera novela. Un escritor que tenía que consolidar su talento prometedor que aún no le impedía vivir en la estrechez. Sin embargo, el romance culminó (no sin ciertas tensiones) y el sol brilló sobre la estrella de Scott quien comenzó a ganarse una reputada fama a través de sus cuentos (llegó a ser el escritor de relatos mejor pagado de Estados Unidos) y de los adelantos por cuenta de sus futuras novelas que, generosamente, le daba su editor.
De este modo, provisto de fama y dinero, Scott y Zelda pasaron a ser el ingrediente de moda en cualquier acontecimiento social relevante. El despilfarro y el exceso con el alcohol, sus peleas públicas y las consiguientes reconciliaciones no hicieron otra cosa que aumentar la fama de la pareja.
Sin embargo, estos excesos no parecían mermar la calidad de la obra de Scott Fitzgerald quien parecía capaz de captar la imagen de toda una generación, de toda una época caracterizada (en esos ambientes) por el lujo y el desenfreno, el relativismo moral y la falta de principios y compromiso. Scott era capaz incluso de captar ese lado oscuro del glamour y la riqueza, y así lo dejó plasmado en su novela más conocida, El Gran Gatsby, en la que el protagonista esconde el origen de su fortuna incierta y sufre las consecuencias de su éxito, como si de una justicia se tratase que equilibrara la balanza de la vida.
Al igual que en este personaje, la sombra también se cernía sobre Scott ya que sus gastos (rigurosamente contabilizados en su ledger) superaban con creces los ingresos que su obra literaria le reportaba lo que no hacía otra cosa que aumentar la presión que sufría por publicar más relatos y adelantar su próxima novela y, con el fin de aliviar dicha tensión, se sumergía en nuevos viajes y fiestas alcohólicas acrecentando la espiral en que se veía envuelto.

Entre tanto, la vida y personalidad de Zelda siguió su propio curso. En los principios de su relación actuó como el centro de atracción de las fiestas sociales. Su belleza y encanto cautivaban a sus anfitriones, si bien los excesos con el alcohol terminaban por crear ciertas suspicacias. Pasada esta primera época como Miss Fitzgerald, trató de crear su propia personalidad, desarrollando los más diversos intereses. Así, se dedicó (recuperando una afición de su juventud) a la danza de manera intensiva para luego optar por la literatura como forma de consolidar su propia identidad.
Siempre ha sido muy discutido el papel de Zelda en la literatura de Scott. Es un hecho probado que el escritor tomó prestado abundante material de los diarios y cuadernos de Zelda (lo que no hizo más que crear un cierto sentimiento confuso en ambos). De ahí que el intento de Zelda por publicar sus pequeños relatos (y su única novela) contaron siempre con cierta desconfianza por parte de Scott. De una parte temía que las obras de Zelda se adueñaran del tema de su próxima novela, de otra temía enfrentarse a ella en este campo en el que él siempre había sido el creador admirado. Así, en ocasiones aconsejó que algunos relatos se publicaran como obras conjuntas, para obtener un mejor precio gracias a su nombre. En otras, aconsejó al editor de Zelda, a espaldas de ésta, que la persuadiera para que cejase en su empeño de publicar su novela.
En cualquier caso, y tomara lo que tomara prestado de las ideas de Zelda, el principal papel de ésta en la obra de Scott Fitzgerald es el de modelo de sus personajes femeninos hasta un punto en que es difícil si las protagonistas de sus obras imitan a Zelda o ésta a aquéllas. Un nuevo modelo de mujer, atrevida, autónoma, aflora en sus libros al mismo tiempo que lo hacía en la vida real, flapper era su nombre y Zelda su icono.

Finalmente, la inestable vida de Zelda se quebró comenzando una peregrinación por diversos sanatorios, en Europa y Estados Unidos, para tratarla de diversos problemas nerviosos. La relación de la pareja se mantuvo pese al forzoso alejamiento y, casi recíproca indiferencia, que se refleja en la correspondencia que intercambiaban. Las nuevas obras de Scott habían perdido el apoyo de gran parte del público que antaño las acogía con admiración; no en vano, la Gran Depresión había modificado definitivamente el panorama de la sociedad norteamericana. Sus relatos cada vez se vendían a peor precio y los problemas económicos continuaban amenazando la vida de Fitzgerald, de modo que éste buscó el refugio en la única industria que parecía sobrevivir a la gran crisis: Hollywood.
En el mundo del cine trató de comenzar una nueva vida marcada por su dedicación, poco fructífera, a la escritura de guiones que apenas verían la luz. Junto a estos trabajos coleccionó pequeñas historias detectivescas en torno a un personaje singular, Pat Hobby, y comenzó a elucubrar sobre su próxima novela, basada en el mundo del cine del que ahora tenía un conocimiento de primera mano.
Esta última novela, El gran magnate, sería publicada póstumamente ya que la vida abandonó a Scott en 1940. Zelda le seguiría penosamente ocho más tarde al fallecer en el incendio del sanatorio en el que estaba internada.

Scott Fitzgerald escribió siempre desde un cierto hedonismo y con una perspectiva vital claramente superficial; sin embargo, supo incrustar en sus personajes suficientes vetas agridulces que humanizan su carácter dotándoles de una profundidad de la que sin duda carecían muchos de los amigos en que se inspiró. Sus crecientes problemas económicos no hicieron sino poner de manifiesto su escepticismo ante las clases acomodadas y la relación fluctuante que mantuvo con ellas. Este sabor amargo vela el optimista paisaje con que suelen abrirse sus obras y nos adentra en dramas sutiles en los que el lenguaje (para cuyo reflejo escrito tenía gran talento) es capaz de impulsar por sí mismo una trama.
Su relación con Zelda refleja igualmente las mismas contradicciones vitales. Deseoso de tener una mujer admirada y de ser envidiado por su causa pero al tiempo, celoso de la sombra que ésta pudiera arrojar sobre su fama. No aceptó los intentos de Zelda por afianzarse como una personalidad propia, empujándola a una crisis psíquica (cuyo origen, no obstante, fue fundamentalmente hereditario) que acabó por hundirla y por destruir su ya delicada relación.

Al cabo, esta relación no hizo sino satisfacer sus intereses. Ambos obtuvieron parte de aquello por lo que se habían unido y, ciertamente, conocieron el amor en sus primeros años. Kyra Stromberg narra este proceso de un modo algo desorientado. Culpemos también a la era del jazz, quizá un poco de mareo y desenfoque sean apropiados cuando se habla de esta vibrante pareja y el tiempo en que vivieron.

 GWW
ZELDA Y FRANCIS SCOTT FITZGERALD 
KYRA STROMBERG, 
EL ALEPH, 2001
ISBN 9788476694473

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