03 mayo, 2012

UN TOCHO GORDO


CONDENADOS
SANTIAGO EXIMENO

El otro día, un amigo me pasó por Internet una novela escrita por un tal Santiago Eximeno. Con este chico había tenido yo contactos fugaces en muros de amigos comunes del facebook, y, válgame mi ignorancia fandomitera, yo ni siquiera sabía que era escritor. Pero claro, frecuentado los mares en los que nado últimamente era difícil pensar que se dedicase a la cría del mejillón en sus ratos libres (que también puede ser, oiga). Creo que soy la única rana en un  acuario lleno de peces que no, no escribe.

Parece ser que este chico ha tenido la audacia de ser el primero en editar su novela en formato electrónico pero con una especie de suscripción popular (Crowd funding, creo que se llama). No me entero mucho de esos temas, la verdad. Peco de suma ignorancia en el ambiente editorial y en los nuevos formatos más todavía. Pero eso sí, que conste que intento enterarme a la mayor brevedad posible (otra cosa es que lo consiga). Bien, me parece fantástico el tema del libro electrónico, pero eso no quiere decir que denigre por obsoleto el formato tradicional. Lo que me encanta es la posibilidad de elegir aquel que mejor se adapte a mis necesidades en cada momento. Y sobre todo me encanta que los escritores tengan la oportunidad de hacer llegar sus obras a más gente, y pueda darse a conocer de una forma tan cercana y tan sencilla. Creo que con eso salimos ganando todos.

Cuando me llegó el lunes apenas pude echarle una ojeada, pero entre el martes y el miércoles la he devorado. Estoy pasando por una situación un poco compleja en mi ambiente laboral y tengo muchos ratos desocupados, así que he aprovechado y la he leído con rapidez.

Y la verdad, la he disfrutado. Y eso, el haberla disfrutado es lo que más me ha sorprendido, porque tenía todos los numeritos para no gustarme.
Me explico.
Me gustan los tochos gordos, muy gordos. Me gustan las historias largas complejas y enrevesadas, con muchos personajes, tramas y subtramas. No suelo leer relatos cortos ni cuentos porque no me satisfacen, me parecen eso, cortos.
No me gustan los muertos resucitados de ningún tipo ni color. No me gustan los zombis, ahora tan de moda. Les huyo como a la peste. (Probables reminiscencias de un trabajo en el que los cadáveres, a dios gracias sin resucitar, son demasiado cotidianos).
No me gustan los temas basados en la mitología judeo-cristiana, y todo aquello que me suene remotamente a esta religión, tanto en las novelas como en el cine. Me repele. Pero mucho, mucho.

Como veis, esta novela la tenía muy cruda conmigo. Una novela corta de apenas 150 páginas, en la que salen muertos resucitados, basada en la iconografía cristiana del juicio final, con una trama bastante sencilla y solo cuatro personajes, tenía todos los numeritos para que la borrara directamente del ordenador al cuarto párrafo. Pero como persona extremadamente curiosa que soy, decidí darle una oportunidad, pensando en que la dejaría a las primeras de cambio

Había una cosa con la que no contaba y es con la increíble habilidad narrativa de Santiago para engancharme desde las primeras líneas. No es un escritor trepidante, ni muy dinámico. Escribe de una forma sosegada y sencilla, directa, clara y concisa. Sin prisa, pero sin pausa. Y es ese mismo ritmo, constante pero muy intenso, que sabe imprimir a toda la narración, el que hace que no la puedas soltar.
Sus personajes son sólidos, macizos, claramente definidos. Sabe tratarlos con una habilidad que nos permite conocerlos sin adivinar nada que no debamos saber. Esto hace que en el momento justo, al levantar el telón nos sobrecoja con unas historias crudas y realistas, que, por ser tan habituales en la vida diaria, nos hacen la novela totalmente creíble y a sus personajes parte del entorno cotidiano de nuestras vidas.
La novela avanza con firmeza, entre el caos de una situación límite que amenaza la cordura de los personajes y los saltos en el tiempo necesarios para darnos a conocer a los cuatro protagonistas a los que el azar, el destino o nada, simplemente nada, ha unido en el día del juicio final. Y ese avanzar continuo, solo pospuesto momentáneamente por los paréntesis de los hechos del pasado, nos conduce paso a paso a un final sorprendente que nos impacta y nos deja en suspenso, con el aliento retenido.
Evidentemente, una de las premisas con las que yo contaba se ha cumplido ampliamente: me ha sabido a poco, a muy poco. Hubiera seguido disfrutando durante muchas páginas por mi afán devorador. Pero he de reconocer que la novela tiene la extensión justa para la historia que cuenta. Hasta eso está justamente medido y controlado, sin que nada le sobre ni le falte.
Solo un pequeño pero puedo ponerle a esta pequeña joya: hay algunas escenas impactantes que a mi parecer adolecen de un poco de frialdad en la narración. Pero realmente no sé si es un defecto o una virtud, pues quizá una mayor expresividad hubiera roto ese ambiente de perplejidad que envuelve todo el relato. Perplejidad que consigue transmitirnos y que sin duda es la que los mismos protagonistas sienten ante la situación a la que se ven enfrentados.
No añado nada más. Solo recomendar su lectura a todo aquel que quiera pasar un buen rato. Y por supuesto, dar las gracias a todos aquellos que me lo han proporcionado a mí. Gracias, Santiago.

Ángeles Pavía


01 mayo, 2012

NAUFRAGIO CON MAYUSCULAS

TITANIC. El final de unas vidas doradas 

ARGUMENTO:
Quizá sea el argumento de este libro uno de los más conocidos por todos. La madrugada del 15 de abril de 1912, uno de los transatlánticos más lujosos del momento se hundía en las frías aguas del Atlántico como consecuencia del choque con un iceberg. Este navío era el Titanic. El hundimiento causó un gran impacto en la sociedad del momento, a bordo iban más de 2000 pasajeros de los cuáles se salvaron unos pocos. Gente de diversas clases sociales pero con ilusiones y objetivos.
Hugh Brewster nos acerca a la vida de estas personas manteniendo vivo su recuerdo. El Titanic naufragó pero sigue estando muy viva su leyenda y todo lo que le rodeó.
OPINIÓN PERSONAL
He de confesar que desde siempre me ha atraído muchísimo todo lo relacionado con el Titanic así que no lo dudé ni un momento cuando vi en las estanterías de la librería de Ricardo este libro editado por Lumen. Me llamó la atención que se centrase en las víctimas y pasajeros así como el cuidado de su edición con la inclusión de fotografías.

Sobre el Titanic también se ha escrito mucho y se han rodado muchas películas, sin ir más lejos con motivo del centenario de su hundimiento se ha reestrenado en 3D la famosa película de James Cameron "Titanic", en ella ya se hacía una pequeña mención a los pasajeros del navío pero, sin duda alguna, la visión que nos presenta Hugh Brewster es mucho mejor y más extensa. Además, se percibe en ella una fuerte labor documental e histórica. No es un libro más sobre Titanic sino un libro de Historia del siglo XX también, especialmente de su sociedad.

Una de los aspectos más destacados del libro es este encuadre histórico que hace. A lo largo de los sucesivos capítulos, titulados siguiendo la cronología del rumbo que siguió el Titanic desde su salida desde el muelle de Cherburgo hasta el fatal choque y hundimiento; vamos conociendo a los diversos pasajeros que viajaban en él.

El Titanic era como una pequeña ciudad flotante. Fue construído, al igual que su gemelo "Olympic" como un barco para transportar emigrantes a América. A diferencia de los otros barcos que transportaban emigrantes, el Titanic reunía para ellos mejores condiciones ya que disponían de un comedor, salón de fumadores y una sala común con un piano. Junto a estos emigrantes, la mayoría de ellos irlandeses, viajaban pasajeros de clases medias y altas. En el Titanic, las diferencias de clases eran obvias, la diferencia entre los pasajeros de primera y el resto era abismal.  Diferencias que afectaban incluso a sus sirvientes.
    
Hugh Brewster refleja en su libro estas diferencias. A bordo, sobre todo como pasajeros de primera clase, viajaban muchas personalidades destacadas del momento. La mayoría de los viajeros eran estadounidenses que regresaban a Nueva York tras pasar una temporada en Europa. El enfoque histórico que el autor hace del naufragio permite pensar y ver al Titanic como una metáfora, y una premonición, de lo que iba a suceder 2 años después: la Gran Guerra.

Hugh Brewster presenta el desastre del Titanic como lo que fue: el fin de una época, de la época dorada de principios del siglo XX. De un modo de vida y de pensar. No olvida datos anecdóticos entre los que destaca que ya tuvo un pequeño incidente antes de zarpar o que el capitán se guardó en el bolsillo el primer telegrama que le alertaba de la presencia de icebergs. Se aprecia como la gente estaba convencida de que el Titanic era invencible y que nada podía ocurrirle, como le sucedía a la sociedad que lo vio partir.

"Titanic: el final de unas vidas doradas" se lee rápido y con ganas.  Pero al mismo tiempo es de esas lecturas que se recomienda seguir con el apoyo de una libreta y un lápiz para ir anotando las ideas y conceptos más llamativos. A destacar la pequeña biografía cronológica que hace de los supervivientes compartiendo con el lector qué fue de sus vidas tras el desastre.
Por todo ello, es una lectura más que recomendable. Como lectora e historiadora, he disfrutado de ella. El estilo narrativo de Hugh Brewster te transporta al mismo Titanic, te enfrasca en la lectura haciendo que te olvides de todo lo que te rodea. Algo que considero muy positivo y que denota que es un buen libro. 


Ysabel
DATOS TÉCNICOS:

TITANIC. El final de unas vidas doradas(Gilded Lives, Fatal Voyage, 2012)
Hugh BrewsterEditorial Lumen
Colección Libroalibro
© 2012, Hugh Brewster
© 2012, Random House Mondadori, S.A.
Traducción de Guillem Sans Mora, 2012
1ª Edición, Febrero 2012
Género y tags: Titanic, Historia, Clases sociales.
ISBN: 9788426420268
418 Páginas 



30 abril, 2012

KAFKA EN JAPONÉS


KAFKA EN LA ORILLA
HARUKI MURKAMI

Kafka en la orilla es un libro extenso que narra la historia de un joven de 15 años (Kafka Tamura) que pretende escapar de la maldición de su padre buscando tomar posesión de su propio destino. En este viaje contará con la ayuda de diversos personajes que le prestan ayuda, comprensión y un poco de luz. Paralelamente a esta trama, prácticamente al mismo nivel, se desarrolla la historia de un anciano con deficiencia mental que actúa como instrumento del destino interviniendo tangencialmente en la historia principal.

Ambos relatos se combinan alternativamente en los sucesivos capítulos con la periódica inclusión de informes médicos, testimonios de declaraciones en el curso de una investigación oficial, etc., lo que configura un pequeño puzzle cuyas piezas se despliegan progresivamente en diversas direcciones hasta ir conformando una imagen de conjunto coherente.

Como primera virtud de la novela hay que destacar su amenidad dado que, pese a su extensión, se lee con interés y sin fatiga. Murakami sabe despejar las incógnitas de su historia progresivamente para mantener el interés del lector. Sin embargo, hay muchos elementos que pueden resultar discordantes dentro de la tradición novelística más ortodoxa. Así, el protagonista tiene un alter ego que se le manifiesta en forma de cuervo y que, en ocasiones, habla por su boca, supliendo su timidez o indecisión. Hay muchos otros elementos propios de la literatura fantástica, como la existencia de mundos paralelos comunicados por puertas que se abren o cierran en función de extrañas circunstancias o actos.
Todos estos ingredientes se insertan en la novela, de tono realista, como si se tratase de elementos factibles y reales al estilo de Kafka, que introducía lo incongruente en la cotidianeidad aunque, en el libro de Murakamo el resultado final no acaba de funcionar puesto que los aspectos fantásticos no parecen integrarse totalmente en el tono de la obra y su necesidad parece, cuanto menos, cuestionable.
Kafka en la orilla recoge infinidad de referencias a la cultura occidental, alejándose su autor del mundo cultural oriental que le es más propio, probablemente buscando un público más amplio y una obra más universal. La referencia más inmediata es al mito de Edipo, con quien se identifica Kafka Tamura y cuyos pasos trata de evitar (no desvelamos el grado de éxito de su empeño por no estropear la lectura). Sófocles nos habla del destino como una fuerza superior a la voluntad del hombre, Murakami somete al protagonista a una prueba similar pero no acaba de desvelar la causa de la maldición Por otro lado, el protagonista del final de la novela no parece muy diferente del de las primeras páginas en cuanto a sabiduría (aunque el autor pretenda hacerlo parecer) o experiencia.
Las referencias continúan por toda la novela y referidas a cualquier disciplina artística. Beethoven y su Trío del Archiduque o la Sonata 17 para piano de Schubert reciben extensos comentarios elogiosos por parte de dos personajes. El cine francés de Truffaut (Los 400 golpes) también recibe sus respectivos elogios si bien, es la literatura la que cuenta, como es natural, con un mayor número de referencias. Desde Yeats y sus versos sobre la responsabilidad a Eurípides (Casandra). Kafka es una referencia continua como se ha indicado. Para empezar, Kafka en alemán significa cuervo (nombre del espíritu que acompaña a Tamura), Kafka era reservado y misterioso como lo es el joven prometido de la señora Saeki de quien se enamora el protagonista, y como los personajes del checo, vaga en busca de un sentido para su existencia en un mundo que apenas alcanza a comprender.

Sin embargo, las referencia a grandes personajes históricos o a su pensamiento no dotan por sí mismas a un texto de sentido ni le transfieren su profundidad. Igualmente, las metafísicas reflexiones entre Tamura y el amigo que más le apoya en toda la novela (otro adolescente de sexualidad y biología confusa) parecen impropias de su edad -revelan un conocimiento enciclopédico de la literatura, filosofía, historia, etc, de imposible dominio a tan corta edad- y, en cualquier caso, no siempre se revelan como necesarias, antes bien, en la mayoría de los casos resultan reflexiones forzadas y carentes de interés para el desarrollo de la historia. Es decir, bajo una fachada de grave reflexión y profundidad, al rascar, descubrimos con asombro un pavoroso vacío.
Por último, y pese a que la novela versa sobre el conocimiento de uno mismo, y a que los personajes se plantean continuamente este asunto (aplicado a sí mismos o a otros personajes), sus personalidades y su concepción del mundo no parece variar sustancialmente, ni como fruto de la experiencia ni como consecuencia de su continua reflexión. Ni siquiera el protagonista, que vive una experiencia traumática, parece haber alcanzado un mayor nivel de comprensión (o al menos considero que Murakami no ha sabido plasmarlo adecuadamente)
El personaje más vivo, el único que realmente parece adecuar su vida y su pensamiento a aquello que sucede a su alrededor es Hoshino, un joven camionero que ayuda a Nakata (el anciano deficiente que habla con gatos). Hoshimo acerca a Nakata a su ciudad de destino a bordo del camión que conduce pero acaba dejando su trabajo para adentrarse en un mundo que le es desconocido -personajes irreales que le dan instrucciones sobre cómo abrir y cerrar puertas que comunican este mundo con otros, objetos que llueven del cielo, ...- con plena aceptación. Su receptividad se expande y comienza a apreciar la música clásica, los libros, el cine en blanco y negro, aceptando sus propios sentimientos, en definitiva, crece como persona (y como personaje de la novela) replanteándose su vida y asumiendo un profundo cambio.
La última página de Kafka en la orilla se vuelve con un sabor agridulce. De una parte se disfruta de la lectura, tremendamente seductora y amena, por otro lado, se aprecia que el esfuerzo del autor por crear un mundo complejo, sutil, de elevada reflexión, ha quedado a medio camino. Quizá la próxima vez veamos satisfechas todas nuestras expectativas.

GWW
KAFKA EN LA ORILLA 
HARUKI MURAKAMI, 
TUSQUETS EDITORES, 2008
ISBN 9788483835241

¡Sálvese quien pueda! - Andrés Oppenheimer

¡Sálvese quien pueda! El futuro del trabajo en la era de la robotización. Oppenheimer siempre me ha llamado la atención, si bien no he sid...