Arthur Koestler
Única
incursión de Koestler en el campo de la novela histórica, Los gladiadores, o Espartaco (The gladiators,
1939), es el título inaugural de un terceto narrativo en que el autor aborda
–entre otras cosas- el tema de la ética revolucionaria. Novelando el episodio
de la sublevación de esclavos acaecida entre los años 73 y 71 a . C., Koestler estudia
algunos de los dilemas relativos a fines y medios o el conflicto ‘moralidad
trascendente v/s conveniencia social’ en una revolución. Se trata, pues, de una
obra de registro político, basada parcialmente en la extrapolación y el
anacronismo. Los otros componentes del trío son Oscuridad al mediodía (Darkness at noon,
1941; también conocida en castellano como ‘El
cero y el infinito’) y Arrival
and departure (1943; al parecer, sin traducción al castellano);
ambas novelas, ambientadas en el siglo XX.
Arthur
Koestler (1905-1983) fue un escritor de origen judío, nacido en Budapest y
educado en Viena. En 1931 se afilió al Partido Comunista alemán, cuando
trabajaba en un periódico berlinés. Poco después viajó a la URSS en misión reporteril,
ocasión en que pudo conocer la atroz realidad del alardeado ‘paraíso de los
trabajadores’. Progresivamente desencantado del comunismo, Koestler realizó una
indagación primaria sobre la figura de Espartaco, movido de la curiosidad sobre
quien inspiró el nombre del Spartakus-Bund
(Liga Espartaco, movimiento del que surgiría el PC alemán). Entusiasmado por lo
que descubrió y acuciado por la dura contingencia en que se hallaba inmerso, concibió
la idea de componer una novela histórica sobre la famosa rebelión de esclavos.
Koestler
creyó notar ciertos paralelismos entre la época del mentado suceso y las
primeras décadas del siglo XX. Postula en su autobiografía que el siglo I a.C.
fue “un siglo de intranquilidad social, de revoluciones abortadas y de
violentos movimientos de masas […]. Las causas que determinaron tales
trastornos sociales y políticos tenían un rasgo igualmente familiar a nuestra
era: el derrumbe de valores tradicionales, una rápida transformación del
sistema económico, grandes masas de gente sin ocupación, debido a la
importación de esclavos de trabajo y a los cereales mas baratos llevados desde
las colonias, la ruina de los pequeños campesinos y el aumento de grandes
latifundios, una administración corrompida y una clase rectora decadente
[etc.]” (La escritura
invisible, Debate, 2000; p. 287). De acuerdo a esto, el autor
procura reconstruir la historia de la sublevación recurriendo a las escasas
fuentes históricas disponibles y al expediente de la ficción novelística, esto
último con dos propósitos: suplir de modo especulativo los vacíos de la
historiografía –curiosidad y prerrogativa de novelista, incipiente en su caso-
y, ante todo, plasmar ciertas consideraciones nacidas de su evaluación del
moderno paradigma revolucionario, extrapolándolas por vía de anacronismo al
precedente establecido por Espartaco. El proceso de creación de Los gladiadores permitió
a su autor ordenar ideas y romper definitivamente con el comunismo.
Como
anticipaba, Koestler hace de la ética revolucionaria el tema medular de la
novela. En su versión del episodio histórico, Espartaco quiere construir una
sociedad utópica, una “federación basada en la justicia y la buena voluntad”
que llevaría el nombre de ‘Estado del Sol’. El ideario que lo inspira es de
índole igualitaria y protocomunista: nadie debía arrogarse el derecho de
imponerse a los demás y todos compartirían la propiedad de los bienes. El
problema es que la realización de la utopía enfrenta un sinnúmero de
dificultades, tanto internas como externas, y Espartaco no puede sino actuar
como un tirano. Es lo que Koestler denomina la ‘ley de los desvíos’: el líder
revolucionario, amante de su pueblo y colmado de buenas intenciones, se ve
obligado a desviarse del camino que inicialmente se ha trazado -demasiado
piadoso, excesivamente ingenuo- y a ejercer la crueldad en nombre de la bondad;
para suprimir de la historia las matanzas y los despotismos, se convierte él
mismo en déspota asesino. Considerado desde la lógica revolucionaria, es una
porfiada realidad, refractaria a las buenas intenciones, lo que fuerza a que
los iluminados como Espartaco –así nos lo presenta el novelista- pospongan
virtud y humanitarismo en nombre de un futuro soñado, cuya (hipotética)
realización justificaría los sacrificios del presente (tema que es mejor
tratado en Oscuridad
al mediodía). No obstante, la exasperada observación hecha por uno
de los personajes es la de más precio: “No hay tirano más peligroso que el que
está convencido de ser un abnegado guardián del pueblo”. Esta es, en
definitiva, la conclusión que mejor identifica el pensamiento de autor.
El
afán polémico de la novela es patente conforme se desenvuelve la trama y
explícito en el post
scriptum -apéndice explicativo añadido por el autor en la edición
inglesa de 1965, e invariablemente incorporado en las ediciones en castellano-.
La tentativa de Koestler no fue la única en su género ni en su tiempo. Otros
representantes de la denominada ‘literatura del exilio’ (Lion Feuchtwanger,
Alfred Döblin, Heinrich Mann) cultivaron la modalidad literaria que el
venezolano Arturo Uslar Pietri calificara de “reconstrucción de la historia”,
en novelas de tesis que se valen de paralelismos históricos para dilucidar un
presente conflictivo. Más que en el acápite de la fidelidad histórica, mis
reproches irían por el lado de la perdurabilidad de la obra; lado del que, como
es lógico, suele cojear la ficción de tinte político. La sola presencia del post scriptum me
suscita dudas acerca de la autonomía de la obra (aquello de “La novela debiera
ser capaz de hablar por sí misma”). Con todo y recordar que el de la autonomía
narrativa es un principio nacido de una época, un artificio literario entre
otros, creo que la relevancia y la vigencia de Los gladiadores están muy supeditadas
al contexto histórico que impulsó su redacción. Se trataría, por tanto, de una
obra con fecha de vencimiento.
Hecha
constancia de tales reservas, me parece que la novela aún se sostiene
satisfactoriamente, bien confeccionada como está, de modo que se deja leer con
gratitud. Resulta interesante, además, por los dilemas que plantea.
En
suma, recomendable.
Rodrigo
Rodrigo
-
Arthur Koestler, Los gladiadores.
Pocket Edhasa, Barcelona, 2005.
Traducción de
María Eugenia Ciocchini, 504 pp.
Hay edición por Altaya bajo el título de Espartaco
(1996, misma traducción, 346 pp.).