23 enero, 2012

JUGANDO A DETECTIVES

ARTHUR & GEORGE
JULIAN BARNES



Arthur & George es un díptico que enfrenta la vida de dos contemporáneos cuyas vidas se cruzaron fugazmente pese a su natural divergencia. George es un joven abogado de origen indio que, en la Inglaterra eduardiana de principios del siglo XX, es acusado, juzgado y condenado por rajar el vientre y causar la muerte de varios animales en un condado rural. Su carácter reservado, sus escasas dotes para la comunicación humana, su origen racial y su exclusivo interés por el mundo del Derecho, despreciando otras aficiones más mundanas como las mujeres o el alcohol, le convierten en un espécimen extraño, una rareza en una comunicad intransigente y dispuesta a atribuirle cualquier iniquidad por no querer ser uno más.
Arthur es, naturalmente, el gran escritor Conan Doyle cuya infancia se vio influida por una educación centrada en los elevados principios morales de la Vieja Inglaterra según los cuáles, el ejercicio de deportes físicos servía para templar las tentaciones de la carne, fumar delante de una dama era considerado una absoluta grosería y el honor propio estaba por encima de cualquier otra cuestión terrenal. Pese a que en su infancia conoció la pobreza relativa como consecuencia de la conducta errática y bohemia de su padre – lo que forzó a su pobre y adorada madre a sacar adelante a su parentela- logró abrirse camino, primero como médico, posteriormente como oftalmólogo y, finalmente, dado que la escasez de clientes le permitía escribir en su despacho profesional, como autor de éxito.
Es conocida la aversión que Conan Doyle acabó desarrollando por Sherlock Holmes a quien mató y posteriormente resucitó ante los ruegos de su público (y de su propia madre). Arthur siempre prefirió sus novelas medievales en las que el ideal caballeresco era la esencia. Precisamente ese ideal es el que le llevó a lo largo de su vida a consagrar sus esfuerzos a diversas causas que consideraba justas. Así, organizó numerosas colectas a favor de desvalidos que llamaban su atención por cualquier motivo- por ejemplo el ganador de la maratón de las olimpiadas de Londres descalificado por haber sido ayudado a levantarse a pocos metros de la meta-, se manifestó en contra del sufragio femenino, tomó partido por la mayoría de asuntos públicos de la Inglaterra de su época e intervino activamente en diversos casos judiciales.

En esta última faceta es donde se encuentran fugazmente la vida de estos dos hombres. Arthur Conan Doyle investigó, escribió artículos, promocionó una comisión del gobierno y logró, finalmente, la anulación de la sentencia que condenaba a siete años de trabajos forzados al bueno de George Edalji, incapaz por otro lado de acercarse a una vaca, no digamos ya de abrirle la panza.
A primera vista se podría establecer una relación natural entre las labores “reales” de investigador justiciero de Conan Doyle y las “ficticias” de su creación literaria. Sin embargo, y a diferencia de lo que señalan facilonamente la mayoría de las críticas que se han publicado de este libro, creo que el origen de este impulso está más relacionado con el carácter de desfacedor de entuertos, casi quijotesco, propio de sus ideales elevados. Su interés era limpiar la vergüenza que sentía como inglés por el estrepitoso fracaso que la administración pública (policía, jueces, jurado popular y políticos) había jugado en este episodio. De hecho, a partir de este suceso, y con el fin de prevenir injusticias similares se crearon los Tribunales de Apelación.
Sin duda, y pese a que el título parece mostrarnos a dos personajes en igualdad de condiciones, el libro gira inevitablemente en torno a la vida de Conan Doyle, no sólo por ser más conocida, sino porque su carácter, su infinita energía, su concepción del honor y la visión que de sí mismo tenía (no precisamente modesta) son un poderoso imán al que Barnes sabe sacar un brillo especial que le hace aún más atrayente.
Sin embargo, y a un nivel puramente literario, es la recreación de la vida de George Edalji, cómo se construye ante nuestros ojos asombrados la personalidad y el esbozo de sus pensamientos más íntimos, lo que da la medida del enorme talento de Julian Barnes. El autor sabe tomar una historia real y trocarla, más allá de la pura anécdota, en un territorio literario propio. Mediante un estilo engañosamente sencillo (apenas parece advertirse el trabajo del autor) y con precisión aritmética, se nos desgrana en paralelo el curso de la vida de estos dos hombres ejemplificando dos formas de entender la vida y afrontar sus desafíos.



Datos del libro
  • Editorial: ANAGRAMA
  • Lengua: CASTELLANO
  • Encuadernación: Tapa blanda
  • ISBN: 9788433971227
  • Año edición: 2007
  • Plaza de edición: BARCELONA

19 enero, 2012

DURMIENDO EN EL PATIO


EL PATIO DORMIDO 
 Mª JOSÉ GALVÁN
Evohé Ediciones, 2012


Ediciones Evohé me ha sorprendido gratamente con la primera novela de la escritora madrileña, nacida en 1962, y Licenciada en Historia del Arte, Mª José Galván.  Ya el lector lo primero que se va a encontrar nada más abrir este precioso libro es un plano, un plano en el que vemos cuatro inmuebles que tienen un denominador común: el patio. Un patio que está ahí, sin hacer ruido, viendo el transcurrir de la vida de los vecinos que habitan a su alrededor. Pero el plano tiene su sentido porque nos sirve para ver dónde residen los personajes que aparecen y desaparecen en esta obra coral, donde casi toda ella se desarrolla en interiores. El potencial lector no se me asuste al encontrarse el mismo, así, de sopetón. Una gran idea del magnífico trabajo desarrollado por su creadora.

Pero el hecho de que todo lo que en la obra acontece transcurra casi sin movernos de esas paredes no hace que pierda interés su lectura. Al contrario. No hace poco leí otra de similares características, también una obra coral pero aquí la trama transcurría casi toda en un hotel. Un denominador común tienen ambas: me costó un poco meterme en lo que la autora nos quiere transmitir pero una vez que le coges el hilo no eres capaz de soltarlo, lo mismo que hace un gato cuando juega con una madeja, que empieza a tirar de ella y sigue hasta deshacer todo el trabajo que había hecho su ama. Con ambas me ocurrió lo mismo pues al terminar de leerlas me dije que eran dignas de releerlas con el tiempo. Obras que te quedan en la memoria y de las cuales sacas muchas conclusiones. En este caso, la condición humana.

El libro me gustó en su conjunto, tanto por su cuidada presentación, que lo es, por la ilustración impactante de su portada, como por el sentido de la gran calidad que atesora en su interior. Una calidad narrativa por la que la autora nos sumerge en una obra de fácil lectura, con un lenguaje muy de nuestros tiempos, encontrándonos con registros diferentes según sea el personaje que intervenga, porque es una novela en la que se ven representadas una gran parte de la población de este país, la que más abunda, la clase media, con sus sentimientos, su quehacer diario pasando de un personaje a otro que, aunque sean tantos los que habitan en esa famosa manzana, poco a poco nos vamos familiarizando con sus problemas, sus alegrías, sus tristezas.

 Escrita en tercera persona, la autora nos cuenta cómo la tranquilidad de esos vecinos cambia en la madrugada de un siete de septiembre. Una madrugada que los padres de un adolescente, Julio, no iban a olvidar jamás, pero tampoco la iban a olvidar los vecinos de los portales colindantes donde se produjo el fatal incidente que truncaría una vida: el patio. Allí nunca pasaba nada, todo era considerado normal. Pero llegó el día fatídico. Y todo fue porque tres muchachos, en plena noche, se introdujeron a tientas por la rampa de acceso al mismo pero, con tan mala fortuna que, entre risa y risa de los adolescentes, uno de ellos, el más alto, tropezó con algo, dio un enorme traspié y cayó. Cayó hasta que poco a poco sentía que se le iba la vida. El fatal desenlace se produce.  

—¡Qué pena lo de ese chico! —suspiró la madre reanudando la conversación—. La muerte es lo peor de todo. La puñeta nos la están haciendo, eso es verdad, pero ¡cómo estarán los padres!

¿Por qué les estaban haciendo la puñeta?. Y lo intento explicar así porque es una palabra que se suele utilizar en la vida diaria y puede interpretarse según la connotación que tenga, en este caso la de enfado, irritación de unos vecinos que se ven involucrados en algo que según ellos, creen que no tienen arte ni parte. La notificación del inicio de un procedimiento judicial va llegando a los presidentes de los cuatro portales. La familia pide resposabilidades a los inmuebles a cuyos propietarios considera culpables del fallecimiento de su hijo.

La escritora madrileña nos va relatando de forma magistral todo lo que en la novela sucede, desde la relación de unos vecinos que están condenados a entenderse, al proceso judicial que va siguiendo su curso. Todo ello bien documentado pero descrito de manera que nos enfrascamos en la lectura de la misma sin querer perdernos detalle, con un lenguaje a veces escrito en tono desenfadado, haciendo soltar incluso alguna carcajada,  sabiendo utilizar figuras como metáforas, comparaciones, exclamaciones o sonidos onomatopéyicos en su justo momento. Diálogos que agilizan la lectura de esta maravillosa obra.

Una obra, en definitiva, muy de nuestros días, un fiel reflejo de lo que ocurre en nuestra sociedad. Son, pues, situaciones que suceden a diario. Y ese carácter actual que tiene El patio dormido lo vemos en sus personajes pues nos los podríamos encontrar en el rellano de nuestras plantas. Vecinos con los que apenas uno se saluda, si es que nos saludan. Pero llega un momento, un problema, en el que por muy conflictivas que sean las relaciones que se produzcan entre nosotros no nos queda más remedio que afrontarlo.


16 enero, 2012

CRUZANDO EL PUENTE CON ANDRIC


UN PUENTE SOBRE EL DRINA  
Ivo Andric

Ivo Andric, connotado escritor de origen bosnio (1892-1975), creó en los años de la Segunda Guerra Mundial una trilogía novelística denominada ‘de los Balcanes’, compuesta por las novelas Crónica de Travnik, Un puente sobre el Drina y La señorita. Parece incuestionable que la mejor de las tres es Un puente sobre el Drina. Drina es el nombre de un río que desde antiguo ha hecho de frontera natural entre Bosnia y Serbia. En el siglo XVI, cuando la región circundante conformaba una provincia adscrita al imperio turco, el visir que la gobernaba decidió construir un puente sobre dicho río, a la altura de la ciudad de Vichegrado. La presente novela cubre los cuatro siglos que van desde la construcción del puente hasta el período inicial de la Primera Guerra Mundial.
Se trata de una obra de ficción con basamento en hechos históricos. Su registro es episódico, alternando la anécdota y el drama. Andric es un estupendo fabulador, de modo que en ‘Un puente…’ ni lo dramático degenera en patetismo ni lo anecdótico en banalidad. Nunca sus materiales, aquellos de los que se vale el autor, llegan a degradar el alto nivel del todo. Mi impresión es que Andric advierte en cada situación un indicio de sentido –de la vida, del mundo, del ser del hombre-, sin que esto signifique que la novela abunde en filosofías (como no abunda en simbolismos). Acaso hiciera una muy certera selección de lo que, a su juicio, merece ser contado en unas crónicas (mayormente ficticias, cómo éstas de la ciudad de Vichegrado). El caso es que ninguno de los episodios que componen la novela adolece de gratuidad, y todos ellos sortean con éxito los riesgos de la sordidez y el melodrama.

Cada personaje y cada sucedido, cual sea el volumen que ocupen en el conjunto, son útiles al propósito de plasmar la dignidad de lo humano, así como la futilidad de toda soberbia (ideas ambas, directrices en el plan de la obra). Por momentos parece que el relato discurriese por la senda ejemplarizante de cierta literatura, mas enaltecido por la ausencia de moralinas y de sentencias edificantes. He ahí, por ejemplo, el personaje de lamentable estampa cuyo destino es el de ser bufón del pueblo: incluso él en su miseria puede disfrutar un asomo de gloria, cuando le celebran la pequeña aunque temeraria proeza de bailar sobre el parapeto del puente. O aquel dignatario musulmán, presunto erudito y cronista de la ciudad, en realidad un fatuo ignorante: los hechos más notorios –tal como la conquista austro-húngara de la provincia- empalidecen ante su convencimiento de que nada sería más importante que su propia persona; así pues, sus pretendidas crónicas no pasan de unas cuantas páginas de cuadernillo.

Si el puente aparece como escenario privilegiado de la novela, su kapia (una terraza provista de graderíos a mitad de la construcción) es a la vez hito y epítome de la historia de Vichegrado -tanto la Gran Historia como la pequeña, la del hombre común-. En la kapia se reúnen a diario ociosos y opinantes de lo divino y de lo humano. Allí se comentan noticias y se cierran negocios, y refuerzan los vichegradenses sus vínculos sociales. Desde la kapia se arroja al río la bella a la que han desposado contra su voluntad. Ahí se le ha aparecido a un jugador compulsivo el Gran Engatusador, que lo ha curado de su mal pero también le ha robado su vitalidad. Sobre sus piedras consuman los juerguistas grandes borracheras, y las nuevas generaciones de estudiantes filosofan sobre el mundo y rivalizan en amores. Es en una losa de la kapia donde se emplazan bandos y proclamas oficiales (del gobierno turco primero, luego del poder habsburgo). En esta terraza se instalan las guardias que controlan el paso de viajeros y transeúntes. En postes erigidos de propósito exhibe el ejército turco cabezas de rebeldes serbios –también de inocentes que han tenido el infortunio de hacerse sospechosos al arbitrio otomano-. En la terraza discuten los musulmanes, ya en el siglo XIX, las medidas a seguir para enfrentar el avance de las tropas cristianas. Y es en ella que un comité representativo de las tres religiones de la ciudad (musulmana, ortodoxa y judía) recibe al victorioso ejército austro-húngaro –y sufre el desdén de su altivo comandante-.
El puente es también testigo y víctima del cambio de los tiempos. Nacido como fundación pía por voluntad de un gobernante islámico, conforme transcurrenlos siglos su significado religioso pierde relevancia, para terminar cediendo frente al utilitarismo y pragmatismo de los días de la modernidad (llegada con el dominio habsburgo). Estupefactos, los musulmanes de Vichegrado observan lo que ellos consideran característica inquietud y laboriosidad de los occidentales, manifiesta en los ingentes trabajos de reparación del puente. Pero también constatan –desde el prisma de los más ancianos y testarudos de entre aquellos- la malicia e impiedad del eterno enemigo, al enterarse de que los austríacos han instalado una carga explosiva en la emblemática edificación.

Entrado el siglo XX, el país será un enorme campo de batalla en que se batirán los ejércitos de imperios decadentes y de incipientes estados. Si durante las Guerras Balcánicas de 1912 y 1913 en Vichegrado sólo resuenan ecos distantes de la guerra, el conflicto desatado por el atentado de Sarajevo (el asesinato del archiduque Francisco Fernando) acaba por ensañarse con la ciudad.
“[…] Y el puente –comenta en medio de la novela el narrador- continuaba irguiéndose, como siempre, con su eterna juventud, la juventud de una concepción perfecta y de las grandes y estimables obras del hombre, que ignoran lo que sea envejecer y cambiar y que no comparten –al menos, ésa es la impresión que dan- el destino de las cosas efímeras de este bajo mundo”.
Lo lamentable es que los azares de la historia confirmen a veces –tal vez con demasiada frecuencia- la precariedad de impresiones como aquella. No obstante, habría que congratularse de que la misma veleidosa historia inspire obras de excelencia, como ésta que he comentado. Si hay gentes de talento en quienes aproveche la inspiración, mejor que mejor.

Rodrigo

- Ivo Andric, Un puente sobre el Drina.
ISBN-9788498677959
RBA, Barcelona, 2010. 448 pp. 48 páginas

¡Sálvese quien pueda! - Andrés Oppenheimer

¡Sálvese quien pueda! El futuro del trabajo en la era de la robotización. Oppenheimer siempre me ha llamado la atención, si bien no he sid...