28 septiembre, 2010

Caín – José Saramago

La Bibliotecaria Emboscada nos envió este post a gclibros@yahoo.com. Muchas gracias Bibliotecaria Emboscada por tu contribución.

La recomendación de El Club de la Bibliotecaria Emboscada (http://elclubdelabibliotecariaemboscada.blogspot.com/) es una obra de José Saramago: Caín. Antes de comenzar siquiera a hablar sobre el libro es preciso una advertencia: trata de un tema muy espinoso, la religión (en concreto, la cristiana) y la forma de abordarlo es a través de la parodia (que no la burla). Queda la advertencia hecha.

Caín es una novela muy original que comienza con la expulsión de adán y eva (así, en minúsculas que es como aparecen los nombres propios a lo largo de todo el texto) del jardín del edén y el comienzo de su periplo para sobrevivir y criar a sus hijos. Uno de ellos, caín, se convertirá en el protagonista de la novela a partir de la muerte de su hermano abel, que él comete por los celos provocados por lo que entiende un desprecio de dios a sus regalos.

La novela está llena de reflexiones del protagonista y de diálogos y discusiones con otros actores de la historia bíblica, pero todo con gotas de ironía y humor que empapan el texto.

Como siempre ocurre con Saramago, el estilo del texto que se presenta es diferente a las formalidades habituales: el texto está escrito prácticamente seguido, con escasos puntos y aparte; el uso de la inicial mayúscula, como ya se ha apuntado, queda restringido al comienzo de una frase tras un punto, y los diálogos se presentan sin guiones ni comillas, obligando al lector a identificar las voces. No menos curioso que las características previas resulta la utilización del tiempo a lo largo de la novela: Saramago rompe su linealidad para jugar con el tiempo como un recurso adicional para reforzar el contenido.

Para José Saramago, reconocido escritor y ganador del Premio Nobel de Literatura en 1998, esta obra fue su última novela publicada en vida (corría el año 1999), ya que murió apenas un año después de que Caín llegara a las librerías.

Caín es una obra comprometida y controvertida que seguro que no deja indiferente a nadie: unos la odiarán y otros la apreciarán.

Una breve sinopsis del libro: Caín ha matado a su hermano abel porque dios prefería los regalos de éste a los suyos, y dios lo condena a vagar por el mundo con una marca en la frente. Desde ese momento, caín vivirá en diferentes presentes, siendo testigo y partícipe de algunos de los acontecimientos más destacados del Antiguo Testamento como la destrucción de las ciudades de sodoma y gomorra o el diluvio universal.

Las conversaciones (y hasta confrontaciones) con ángeles y con el propio dios serán una constante a lo largo de la trayectoria de caín, que defenderá sin descanso ni miedo su postura, aunque deje en mal lugar algunas de las actuaciones de dios.

Algunos datos básicos: Caín, de José Saramago (Portugal, 1922 - España 2010), publicado en 2009.

¡El Club de la Bibliotecaria Emboscada desea que os guste esta lectura!

Muchas gracias Bibliotecaria Emboscada.

¡Saludos!

10 septiembre, 2010

Ángeles fugaces – Tracy Chevalier

Este post fue enviado por Carmen Forján a gclibros@yahoo.com. Muchas gracias por tu contribución Carmen.

Esta obra es la primera que leo de la autora, Tracy Chevalier, por lo que no puedo comparar con su restantes trabajos. He de reconocer que al principio me resultó un poco lenta y falta de acción, problema que apenas se solucionó a lo largo de todo la novela. Sin embargo, algo en el libro hacía que siguiese leyendo, y ese algo eran los personajes: te vas haciendo con ellos, están bien retratados y acabas conociéndolos bastante bien, en parte gracias a la técnica de Chevalier de darle voz a cada uno de ellos; así es, la historia es contada en primera persona por cada uno de los personajes principales que se van alternando de forma ágil y amena.

La historia en sí es bien sencilla. Dos familias se conocen en un cementerio, al tener las tumbas cercanas, y sus hijas entablan una relación de amistad. Poco después se convierten en vecinas y esta amistad se intensifica; las familias por lo tanto acaban teniendo cierta relación aunque son totalmente diferentes. La familia Coleman está formada por Richard, Kitty y la hija de ambos Maude. Está también Edith Coleman, madre viuda de Richard, que no vive con ellos. Los Waterhouse son Alfred y Gertrude con sus hijas Lavinia y Ivy May. Personajes que también intervienen de modo directo son Jenny y la señora Baker, que trabajan en la casa de los Coleman, y Simon Field, hijo del sepulturero y que traba amistad con Maude y Lavinia.

Kitty es una mujer evidentemente insatisfecha con el estilo de vida de clase alta que lleva, lo que le hará ir buscando algo a lo que asirse. Sus decisiones afectarán al resto de la familia e incluso a los Waterhouse. Acaba formando parte del grupo sufragista; y ésta es una de las partes de la historia que menos me gusta. No por el hecho de que la protagonista pertenezca a este grupo sino, todo lo contrario, porque en la obra la autora refleja este mundo de la lucha por el sufragio femenino de forma muy negativa: el movimiento sufragista casi se erige como causante final de las desgracias que suceden. Y, conociendo la historia de estas mujeres y lo que han hecho por los derechos humanos, creo que se merecían otro enfoque.

Es importante recordar que la novela no se desarrolla, como a veces he oído decir, en la época victoriana; la acción comienza el día después de la muerte de la reina Victoria y concluye con el fallecimiento de Eduardo VII, nueve años después, y la ascensión al trono de Jorge V. Se sitúa por tanto en el período Eduardiano, un período de transición.... y esta transición se percibe claramente en las dos familias que al comienzo del libro tienen posturas diametralmente opuestas y con el paso de los años y las circunstancias vividas van acercando posturas.

Muchas gracias Carmen.

¡Saludos!

07 septiembre, 2010

Mis amigos – Emmanuel Bove

Este post pertenece a José Luis Amores, de Málaga, quien nos ha autorizado a repostear su material, http://bolmangani.blogspot.com/2010/08/conoceis-mis-amigos.html. Muchas gracias José Luis.

"Mis amigos" es una novela de Emmanuel Bove, seudónimo de Emmanuel Bobovnikoff. Este escritor nació en 1898 y murió en 1945 en París. Sus admiradores le hicieron hace algunos años una web que resume su biografía y bibliografía, además de ofrecer fotografías y documentos diversos. No tiene entrada en castellano en la Wikipedia. Pero si buscáis información sobre él en la red, encontraréis reseñas de la novela que os recomiendo leer, y poca cosa más. Sin embargo, quienes hayan leído "Doctor Pasavento", de Vila-Matas, al menos deberían reconocer el nombre. Se trata de uno de los autores fetiche mencionados en ella. Un escritor que emergió gracias a Colette, y que poco después desapareció, en el sentido no literal del término. En España, Pre-Textos publicó "Mis amigos" hace seis o siete años. Yo fui uno de los que compró la novela. Y además me la leí.

Dicen por ahí que Bove era un escritor para escritores —agrupe lo que agrupe este sustantivo—. Pero yo no soy escritor y recuerdo que, en su momento, valoré "Mis amigos" muy por encima de obras mucho más célebres. Era su estilo árido, sequísimo (publicado once años antes de que naciera Raymond Carver), de una tristeza endógena y una candidez desesperante pero asombrosamente fluido, lo que primero me llamó la atención. Pues se contrapone fuertemente a las formas narrativas de su tiempo —qué decir de muchas de las de ahora—, al menos a las más populares. Quizá en ella, en su diferencia, ya llevara implícita la posterior desgracia. Y luego estaba la historia en sí, sin centro alguno que no fuera el individuo como tal, confrontado con un entorno cuya crueldad intrínseca va asimilando como quien encaja patadas y bofetones en callejones oscuros. Recuerdo a un hombre llamado Víctor, solo, excombatiente y pobre, mutilado, dando tumbos por París. Buscando amigos. Alguien con quien compartir un vaso de vino, una habitación de hotel, un rato de conversación. Por momentos parece que logra conectar con alguno. Pero todos, sin excepción, sólo quieren de él una invitación, una noche efímera, un préstamo de retorno dudoso. Al final el protagonista termina como comenzó: solo en la habitación de un hotelucho parisino.

La ironía implícita en el título es admirable y de una vigencia total. Porque Víctor no tiene amigos. No tiene a nadie. Hoy ese hombre quizá tendría un perfil en Facebook. Puede que hubiera escrito Busco amistad en su pestaña de Información. Y un alto porcentaje de las solicitudes de relación icónica que enviara le serían correspondidas por inercia. Así iría atesorando un grupo de colegas virtuales. Iconos de tantos por cuantos píxeles, a los que con la mansa aceptación de sus invitaciones a juegos absurdos y absolutamente banales devolvería el favor de permitirle ensuciar sus Muros con anécdotas que en realidad no les importan lo más mínimo. Imagino a Víctor en Twitter, siguiendo a medio mundo y a él sólo un probablemente numeroso puñado de spammers. Víctor en Linkedin, con un currículum paupérrimo de referencias y tácitamente nulo de contactos o cartas de recomendación. Víctor respondiendo a correos basura de identidades femeninas rusas que "buscan amistad en Internet". También lo veo subiendo fotos a Flickr. Imágenes de despojos en una carnicería, de vagabundos durmiendo al lado de cajeros electrónicos, de niños rumanos trabajando para la industria de la mendicidad. Víctor como asiduo comentarista de blogs. Y al contrario de quienes piensen que se escondería tras la habitual ausencia de identidad, él siempre conectado a múltiples cuentas de comunidades virtuales y firmando sus mensajes con un lacónico Víctor. Seguramente su perfil es de los más visitados de la red, dada su promiscuidad, su propensión a regalar afectos en sus devaneos virtuales.

No obstante, Víctor sigue sin tener verdaderos amigos. En los mundos virtuales su porcentaje de rebote, expresivo de la indiferencia que suscita, es del 400%. Y en el mundo desconectado su ranking no tiene parangón. Es decir, se arregla y sale a la calle y como respuesta a sus Buenos días generosamente repartidos recibe miradas de incomprensión. Obligándolo su trabajo seguramente a relacionarse con decenas de personas al cabo del día, rara es la ocasión en que alguien se fija en él si no es para obtener algo a cambio. Hacia Víctor el desinterés ajeno se da en toda su plenitud, pero con él nadie es desinteresado. Cada vez que, estrechando una mano, la del otro aprieta la suya más fuerte de lo normal, probablemente acabe prolongándose hasta su bolsillo. Pero como es pobre, mediante esa vía no conseguirá retener a ningún ser humano por mucho tiempo. Además, esa privación se le nota incluso en las fotografías con que prueba a amenizar su yo circulatorio en la red. Su aspecto tiene un aura cutre, sórdida —esa camisa de color apagado, la barbilla demasiado estrecha, el pelo atrasado y con una gruesa raya mustia al lado, se acaba de afeitar pero no lo parece—. Así, quienes en un momento dado podrían apreciarle por lo que simplemente es, un hombre bueno, se ven frenados por un miedo ancestral al humilde, al necesitado, al contagio de la mala suerte que su mera cercanía parece promover. Por lo tanto Víctor ve espaldas, mira nucas, se conformaría con tocar hombros, pues las manos le son negadas. Porque, reconócelo, Víctor no te gusta.

La única conclusión válida es que Víctor es un excluido. Como él los hay a millares. Mejor decir a millones. Nadie sabe cuántos, pero se sospecha que su número crece cada día en proporción al de jugadores en Farmville. Hay Víctores en cada rincón vital, virtual y real. Ese carraspeo respetuoso a tu lado, ligeramente escorzado, proviene de uno de ellos, de un Víctor. Que igual va a presentársete. A mostrarte su sonrisa de empastes. Ese señor de mediana edad que va en el autobús, con el asiento lleno de aire al lado del suyo; el otro que deja su sitio a la señora en el metro pero que luego no encuentra un mínimo trozo de barra donde agarrarse; ese que hace una compra solitaria y de pocos artículos, para así maximizar las oportunidades de contacto al cabo de la semana; aquel que nos trae un pedido cualquiera, y que nos solicita amablemente nuestra firma en una hoja de la que luego guarda celosa copia como si de una bitácora personal de conocidos se tratara: todos ellos son Víctor.

Piénsalo bien, seguro que conoces a alguno. Explora en tu olvido, y verás como los vas rescatando. Mira en tus contactos y los encontrarás a puñados. ¿Y este quién es?, te preguntas. ¿De qué lo conozco? ¿Cómo llegó hasta aquí? ¿Por qué lo tengo como amigo?

No lo dudes: es Víctor. Como otro nombre cualquiera. Y tú eres uno de sus amigos. A no ser que tú mismo seas Víctor. ¿Lo eres?

Muy interesante, José Luis. Muchas gracias.

¡Saludos!

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