Este post fue enviado por Ariodante a opiniondelibros@gmail.com. Muchas gracias Ariodante, como siempre.
Aunque la edición del libro, muy atractiva, invita a su lectura, y su título corresponde a lo que realmente se nos va a contar: una travesía, principalmente marítima, aunque también terrestre, queda una cierta connotación implícita que puede confundir al lector. La figura de un barco velero y una vaga imagen de los rasgos simiescos del viejo Charles Darwin sugieren que la travesía que nos van a narrar es la del famoso naturalista. Y efectivamente, los lectores vamos a viajar con Darwin en el Beagle. Pero no sólo con él.
El autor, el biólogo David López Hernández, si bien toma como base ese viaje, el segundo realizado por el bergantín Beagle, con Darwin como investigador científico agregado, no sólo nos relata las andanzas y aventuras de un gran número de personajes reales y ficticios, pertenecientes a la tripulación del barco y a las poblaciones por donde pasan; incluso los personajes de ficción introducidos tejen una trama ajena a la expedición, insertando de ese modo otras travesías emocionales e incluso introspectivas y partes históricas sobre la América austral, que la misión de los oficiales del Beagle es cartografiar y estudiar, principalmente. Hay varias travesías en esta obra, insertadas como muñecas rusas, unas dentro de otras.
No hay un único protagonista, sino varios, así como no hay una única travesía: tanto el capitán Fitzroy; el contador Rowlett; el joven
Darwin; sus ayudantes respectivos Dring y Covington; los distintos oficiales; el ayudante de cirujano Bynoe, los mellizos Ryan, recogidos en Devonport; incluso los tres fueguinos destinados a ser devueltos a su país tras una temporada civilizándose en Inglaterra. Todos tienen su viaje, unas veces físico, otras, vital. El personaje femenino de Angélica se introduce mediante una serie de cartas dirigidas a Rowlett, por medio de estas epístolas se nos reporta acerca de la sociedad y la política chilenas del momento, y enlaza a su vez con el personaje del ayudante del contador, J.E.Dring, que paulatinamente va adquiriendo un protagonismo mayor a lo largo de la narración, siendo de hecho uno de los ejes sobre los que va girando la novela.
Contada en tercera persona en su mayor parte, permite al narrador una descripción ampliamente coral, pero le dificulta profundizar psicológicamente en los personajes; tal es la cantidad de nombres que se nos presentan, que hubiera sido recomendable adjuntar un listado con la posición de cada personaje en el barco, para ayudar a la memoria del lector a ubicar a cada uno sin necesidad de volver páginas atrás. Sin embargo, sí hay una parte, a mi juicio la más atrayente, que se narra a modo de diario y que supone una travesía más: la lenta huida de Joe y Angélica atravesando los Andes y la Pampa. La otra travesía, la de James, contada con una muy acertada terminología marinera y un buen ritmo de acción, es breve pero muy bien llevada. Y el viaje base del Beagle, que continúa su periplo alrededor del mundo, completa la circunferencia volviendo casi al punto de origen y haciendo confluir las distintas trayectorias en una, con resultados sorprendentes.
En general, la lectura de esta novela es amena y el estilo correcto, aunque tenga algunos tramos mejorables; la primera parte discurre, quizás, algo lentamente de más. El personaje de Darwin está fundido con el resto de la tripulación, al contrario de lo que en un primer momento podríamos esperar. Es ésta una narración múltiple, una travesía de travesía, en la que hay aventuras y dramas, búsquedas y encuentros, propósitos y casualidades, azar y necesidad.
Biólogo y escritor español, David López Hernández (Langreo, 1978) combina su carrera literaria con su trabajo de laboratorio para la Administración Pública. Además de varios relatos publicados, López Hernández ha recibido premios como el Novela Corta de Vademembra o el Premio Jaén de Novela gracias a El crimen de los Monegros, una gran incursión en la novela negra.
Muchas gracias Ariodante.
¡Saludos!
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