Este post fue enviado por Juan Guerrero (Juanito Smith, en Facebook) a nuestro e-mail. Muchas gracias por tu aporte, Juanito.
No soy un experto en literatura japonesa más allá de algunas lecturas de Mishima, Oé y Murakami, por lo que cuando cayó en mis manos el – para mi desconocido – primer volumen de "La Historia de Genji", lo primero que hice fue sopesar en mi mano sus casi mil páginas y pensar: espero que merezca la pena.Y la merece.
Resumir lo que se narra en Genji Monogatari es sencillo: Genji, hijo del emperador y de una amante de éste que carece de todo apoyo social tras la muerte de su padre, es sin embargo el hijo favorito del monarca, que desea nombrarle su sucesor por encima de su hijo primogénito. Consciente sin embargo de que la corte jamás aceptaría semejante decisión y para evitar que sea víctima de las intrigas que rodean al poder, decide dar a Genji un apellido, apartarle de la corte y situarle como plebeyo en un alto cargo de la administración del Imperio. A partir de este momento, el lector sigue a Genji en sus viajes y aventuras (casi siempre amorosas) que conforman la mayor parte del relato.Pero este resumen es totalmente inadecuado, pues lo que "La Historia de Genji" encierra es mucho más: la detalladísima imagen de una sociedad tan compleja, sofisticada y ajena a nuestro pensamiento occidental y moderno que a menudo produce una sensación de "extrañeza", de inmersión total en otro mundo del que se desconocen las reglas; pues el entorno social en el que vivía Shikibu, la autora de esta portentosa obra, se regía por unas normas de comportamiento absolutas y una jerarquía inflexible de la que daré dos breves ejemplos:
- En la corte japonesa feudal no existía el concepto de intimidad: ninguno de los personajes del relato está solo en ningún momento, pues tanto los caballeros como las damas van siempre seguidos de un grupo más o menos numeroso de "asistentes" (en el caso de los varones), o de "damas de compañía" (en el caso de las mujeres), que duermen separadas de su señora tan sólo por una cortina. Esto, sin embargo, no dificultaba las relaciones amorosas, pues a ojos de los señores y damas feudales sus acompañantes de baja posición carecen de relevancia.
- Otro ejemplo interesante, y que obliga a una lectura pausada y atenta de la obra es que, en dicha sociedad, la manera de dirigirte a alguien, el nombre por el que se le interpela, varía en función de la posición social del interlocutor: así, una criada del mas bajo rango utilizará para dirigirse a su señora un nombre diferente del que usaría una asistente personal, que a su vez será diferente del que usaría una dama de su mismo rango, etc., abarcando todas las estratificaciones posibles de esta compleja sociedad.
Hay muchos más ejemplos, pero baste con estos dos para darse cuenta de que "La Historia de Genji" no es un libro para leer rápidamente en la playa: requiere un notable esfuerzo por parte del lector interesado. La edición española está, además, salpicada de notas a pie de página que ayudan a adentrarse en esta sorprendente cultura.
La obra, pese a su apariencia lineal, se estructura muy a menudo como un juego de muñecas rusas: relatos dentro de relatos, escritos con un sobresaliente dominio del lenguaje y acompañados de abundantes poemas; pues pese a la rígida formalidad del antiguo Japón, la poesía estaba considerada como el arte más noble, y "permitía a las personas hablar desde el corazón".Y como no se puede resumir la extraordinaria riqueza de esta obra sin dedicar a ello muchas más paginas, terminaré esta reseña diciendo que, tanto por su enorme belleza formal cómo por el fascinante mundo que presenta, narrado con una profunda sensibilidad, "La Historia de Genji" - publicada en España en dos volúmenes- , es una lectura altamente recomendable para cualquiera que esté dispuesto a esforzarse en disfrutar de su contenido.
Juanito Smith.
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