Este post fue enviado a por Daniel, de Buenos Aires, Argentina a mi e-mail.
Daniel, muchas gracias por tu colaboración. Debo confesar que conozco a Miguel Bonasso (o al menos eso creo) y nunca se me hubiera ocurrido la idea de querer leer uno de sus libros, pero me llamó la atención tu post y me entusiasma leerlo, más allá de las diferencias ideológicas que puedo llegar a tener con su autor. Por otro lado, me impresionan tus ganas y tu optimismo, ojalá todos fuéramos así. Muchas gracias.
El hombre recibe el aviso de la misteriosa Central y emprende la fuga hacia la tierra de la que salió pobre treinta años antes. Es el empresario más rico del país, pero sus miles de millones de dólares no le sirven: el Poder le ha soltado la mano. Lleva apenas un bolso, un maletín y un escurridizo teléfono satelital por el que debería llegar la señal salvadora y en el que sólo escucha el balbuceo de la muerte. Viaja a encontrarse con su destino, acompañado por un fiel ayudante, que maneja la 4 x 4 por los caminos de Entre Ríos.
Así arranca la saga de Don Alfredo, acompañando la intimidad de Yabrán en las horas que precedieron al enigma de una muerte que para muchos argentinos sigue siendo un montaje alucinante; la última de sus estratagemas. Y ese relato terminal, helado y sórdido como la más dura de las novelas negras, discurre en paralelo con la revelación de una vida que el protagonista siempre quiso mantener en el mayor de los secretos; la increíble parábola del "triunfo ambicioso" que vendía helados en el pueblo de Larroque y llegó a convertirse en un Estado dentro del Estado.
Con el ritmo y la riqueza de los mejores thrillers, la apasionante investigación de Miguel Bonasso responde a las inquietantes preguntas que se dispararon junto con el escopetazo de San Ignacio: ¿Quién era realmente Alfredo Yabrán? ¿El mafioso que describen sus enemigos o el padre tierno, el amigo leal, el visionario genial que describen sus amigos? ¿Por qué estaba rodeado por un aparato de antiguos represores? ¿Cómo hizo para edificar su imperio en tan poco tiempo? ¿Fue el testaferro del "botín de guerra"? ¿El cajero de la corrupción? ¿Traficaba armas y drogas? ¿Lavaba dinero? ¿Cuál era su verdadera relación con Carlos Saúl Menem? ¿Por qué lo persiguieron Cavallo y Duhalde? ¿Qué lugar ocupa su debacle personal en la declinación del menemismo? ¿Qué papel jugó el Departamento de Estado en su caída? ¿Ordenó realmente el asesinato de José Luis Cabezas o fue víctima de una conspiración urdida en los sótanos del poder?
El autor de "Recuerdo de la muerte" responde a estos y otros interrogantes, articulando la información ya conocida con claves secretas que habían permanecido inéditas hasta este momento, para llegar a un final sorpresivo, en el que la vida imita a John Le Carré y el tono policial que acompañó la peripecia del Don argentino deja lugar a la atmósfera perversa de una novela de espionaje.
Se trata de la biografía de Alfredo Yabrán, un personaje muy contradictorio de la historia moderna de mi país. La verdad es que uno nunca sabe qué creer, mucha gente escribe, mucha gente opina y mucha gente inventa. La cuestión es que si este libro fuese una novela y en su inicio dijera "los personajes de esta historia son ficticios, cualquier similitud con la realidad es mera coincidencia" no estaría mal. Lo que quiero decir con esto es que parece una historia de no creer, da la sensación de ser ficción; sin embargo, sí llego a creer, después de tanto tiempo de vivir esta Argentina loca que me toca vivir (y que según se dice, loca desde sus inicios), que la realidad no estaría muy lejos de esta "ficción", y no me refiero sólo a la Argentina; me da la impresión de que en muchos países de Latinoamérica pueden vivirse cosas tan aberrantes como en Argentina.
Esto es lamentable, sin embargo, sería bueno reflexionar un poco sobre esta realidad, ¿es este el país que queremos? ¿Qué es lo que nuestros hijos y nietos aprenderán de nosotros? ¿Podemos cambiar la historia? La verdad es que no lo sé. Lo que sí sé es que quiero creer que se puede, quiero creer que es posible estar mejor, que nuestro futuro no está signado por la corrupción, los intereses propios, las mafias y las luchas de poder para unos pocos amen de la libertad y la vida de de los muchos que quedamos de lado.
Realmente quiero creer que se puede estar mejor, que Latinoamérica puede hacer uso apropiado de sus recursos y ser grande, haciendo las cosas como corresponde, buscando el bien común y el bienestar de sus habitantes. Quiero creer que Dios ampara a América Latina (teniendo en cuenta que la mayor parte de la población católica se ubica en esta región) y que no nos dejará en manos de estos "personajes". Quiero creer que se puede, que sólo estamos en años de transición y que lo bueno está por venir. Quiero creer que los latinoamericanos podemos abrir los ojos y remar todos hacia un mismo norte, protegiéndonos y apoyándonos unos a otros. Quiero creer que los que creemos no creemos en vano.
Muchas gracias.
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