17 abril, 2012

LIBRO PARA NIÑOS


 YO, ELVIS RIBOLDI
BONO BIDARI

La Galera, 1ª ed. Octubre 2011
Novela Gráfica para niños a partir de 7 años.
ISBN: 9788424636852

 ARGUMENTO:

Elvis es un niño un poco especial. No puede parar quieto ni un segundo y ello le acarrea bastantes problemas ya que, como consecuencia de su " nervio" siempre acaba algo roto: un despertador, las gafas de su mejor amigo Boris, los lápices que se come de Emma...etc. Pero Elvis no lo hace adrede, hay una razón para tanto " nervio" e imposibilidad de estarse quieto un segundo: es hiperactivo.   

OPINIÓN PERSONAL: 

Si hoy en día a los niños no se les despierta el gusto por la lectura no va a ser por falta de libros para ellos. A ver cuál de todos los que me he leído este año de Literatura Infantil y Juvenil es más divertido, chulo y entretenido. Un buen ejemplo es este escrito por Bono Bidari ( seudónimo de los creadores Oscar Julve, Daniel Cerdá, Ramón Cabrera y Jaume Copons)  : "Yo, Elvis Riboldi".

Esta novela gráfica, ha sido editada por la editorial La Galera y está también en catalán. Desde el primer momento, Elvis logra encandilar al lector. Él es una mezcla- no copia, ojo¡¡¡¡¡- entre Bart Simpson, Manolito Gafotas y el Pequeño Nicolás. Un niño que no puede parar quieto y que siempre está provocando un caos accidental a su alrededor pero, en el fondo, tiene un gran corazón. Como reza en la contraportada del libro "es incapaz de hacerle daño a una mosca". Un niño, además con un gusto musical exquisito ya que está loco por la música de los AC/DC a los que descubrió en la Guardería al ser la música que les ponía para dormir la profesora que tenía: la señorita Samantha.

El carácter, aunque lo mejor es decir personalidad, que tiene Elvis le acarrea problemas en el cole. Como no está quieto siempre está poniendo de los nervios a la señorita Jennifer que es, además, la directora del Colegio, experta en deportes de contacto y una persona a la que todos los alumnos temen. Lo mismo le pasa al profesor  Pinkerton que, es también, el padre del peor enemigo de Elvis: Lagunilla.

Boris y Emma son los mejores amigos de Elvis. Boris es un niño paquistaní, experto en informática y a quién Elvis está rompiendo, sin querer, cada dos por tres las gafas. A pesar de ello, Boris nunca se enfada con Elvis y es su gran apoyo en todo. Emma es la compañera de pupitre de Elvis, tiene un estuche lleno de colores que huelen a vainilla y que, Elvis, siempre está comiendo porque no puede parar quieto.
 
Fuera del Cole, el mejor amigo de Elvis es su vecino: el Sr Lugosi, un ex hippy y corresponsal de Guerra que ha conocido a gente tan importante como Martin Luther King o el Ché Guevara. Leonidas e Irlanda son los padres de Elvis. Leonidas es pastelero y siempre está tomando pastillas para los nervios, Irlanda es cartera. A su hijo le pusieron el nombre de Elvis porque se casaron en Las Vegas y les casó un imitador del Rey.
Todos estos personajes van dando forma a la historia. Este libro es el primero de la serie de Elvis. En él conocemos su historia y descubrímos qué le pasa, por qué nunca puede estar quieto y es por una razón muy simple: Elvis es hiperactivo por lo que este libro va más allá de hacérnoslo pasar bien, es una forma de ayudar y entender a los niños hiperactivos. Este mensaje y que Elvis sea así me ha gustado mucho.
Al ser una novela gráfica las ilustraciones se mezclan con el texto. Unas ilustraciones en blanco y azul muy divertidas:


Un libro que se lee rápidamente y que te ayuda a desconectar de tantos problemas. Una lectura con la que no puedes parar de reír. Aunque está dirigido a lectores de 7 años, es perfectamente legible también por los adultos, es más lo recomiendo para éstos, nunca está de más divertirse con un libro y más aún en estos tiempos que corren.
 
Todo el equipo que forma Bono Bidari ha hecho un trabajo estupendo. No sólo hay ilustraciones impactantes sino que el texto es de los que se lee sin darse uno cuenta, muy bien adaptado al nivel de un lector de 7 años. Al divertir, es de esos que, afortunadamente, despiertan el gusto por la lectura entre los más pequeños. 


Ysabel

15 abril, 2012

PASEANDO POR LA GRAN VÍA


LA GRAN VÍA ES NEW YORK
RAÚL GUERRA GARRIDO

ALIANZA EDITORIAL, 2010ISBN 9788420684376 


La Gran Vía de Madrid, que este año cumple su primer centenario, surgió de la necesidad de crear un eje que facilitara las comunicaciones entre las estaciones de Príncipe Pío y Atocha, de abrir un amplio espacio urbano en la maraña de pequeñas calles insalubres que tejían esa zona de Madrid y permitir, al tiempo, la creación de una importante calle comercial con edificios imponentes y modernos, un escaparate de la modernidad en un Madrid.- una España- que vivía aún inmersa en el siglo XIX y alejada en gran medida de las corrientes urbanísticas más importantes de Europa.
Con el tiempo, esta calle ha ido evolucionando de muy diversas maneras conservando siempre su esencia como centro neurálgico de la ciudad, pasarela de tendencias, centro comercial y de negocios. Para quienes vivimos en Madrid, aunque de Madrid no seamos, este libro nos ofrece la oportunidad de adentrarnos en unas escenas y una sociología que no hemos llegado a conocer (los vocingleros del SEPU, los grandes estrenos en sus cines, el esplendor de Chicote o la presencia de ilustres visitantes, desde Hemingway a Eisenhower).
Sin embargo, Raúl Guerra Garrido no pretende narrar la historia de esta emblemática vía, todo lo contrario, su perspicaz atención ha compuesto una obra formada por diversas escenas que configuran un collage en el que podemos conocer esta calle no desde la imponencia de sus edificios o los acontecimientos históricos que ha contemplado, sino desde la perspectiva de los ciudadanos que por ella han paseado, comido, bebido o fallecido. Son las historias de estas personas, notables o ignotas, nacionales o inmigrantes, las que a través de sus quehaceres nos hablan de la importancia de esta vía.
Estas historias breves abarcan los más diversos registros y estilos. Nos encontramos con vivaces diálogos, historias policíacas o detectivescas, pequeños sucesos íntimos o grandes acontecimientos históricos. Pero también nos ofrece sus “texturas urbanas” que recogen los textos de los anuncios, reclamos, eslóganes, marcas comerciales o nombres de establecimientos que se pueden encontrar en un paseo por sus aceras como si de un fresco vital se tratara.

También encontramos interesantes recreaciones de dos obras En la colonia penitenciaria o Ante la Ley de Kafka ubicadas en el contexto de la Gran Vía (como ejemplo, el guardián de la puerta de la Ley se ha metamorfoseado en guarda jurado, encargado de impedir que mendigos y drogadictos acampen cerca de la puerta de la empresa que protege).

Y es del conjunto de todas estas historias de lo que surge la comprensión de esta calle, de su significado social, pero también del ser humano que la puebla, que no es especialmente diferente al que puebla cualquier otra calle de cualquier otra ciudad, donde se pasean brazo contra brazo el rufián y el joyero, el representante de artistas y el mozo de cuerda dispuesto a labrarse un futuro. Es este paisaje humano el que se convierte en el protagonista del libro, pasando la Gran Vía a ser el mero escenario en el que discurren sus vidas.
El mundo literario de Guerra Garrido se muestra abigarrado y barroco en ocasiones, directo y moderno en otras, pero siempre acierta en el retrato de los caracteres que dibuja. Los mecanismos psicológicos de sus personajes se revelan a través de sus actos y sus palabras, pero adquieren validez universal, de ahí que este libro no exija del lector un conocimiento de su hábitat geográfico sino un afán por comprender mejor el mundo urbano que le rodea.

GWW

13 abril, 2012

VICTORIA, REINA


 LA REINA VICTORIA 
Lytton Strachey

Una combinación de circunstancias determinó que en 1830 la Princesa Victoria fuese reconocida oficialmente como presunta heredera al trono de Inglaterra. Contaba sólo doce años de edad y era la imagen misma de la pureza y la inocencia, con lo que representaba una esperanza de regeneración para una monarquía desprestigiada por los escándalos protagonizados por sus últimos titulares. Como cualquier niña, Victoria podía ser considerada un botón de rosa; una vez crecida, cuando a su aura angelical y corta estatura añadía el atractivo de una figura esbelta, parte de la prensa la llamó la «Rosa de Inglaterra»; era, por demás, el partido más apetecido por las casas reinantes de Europa. Más tarde fue reina, esposa y madre, pero la madurez apenas hizo mella en el aire de virginidad moral que conservó prácticamente hasta su muerte. Un aire sin duda sincero y del todo conforme a su talante más íntimo, pero también un capital político del que supo obtener provecho. La propia Victoria atribuyó gran parte de su popularidad al modelo de doméstica virtud que ofreció a un país por entonces ávido de ejemplos (e inundado durante buena parte del siglo XIX por una oleada de romanticismo y sentimentalismo). Ésta es una de las facetas que destacan en la notable biografía escrita por el escritor inglés Lytton Strachey (1880-1932), miembro del grupo Bloomsbury.
Victoria fue criada en un ambiente recoleto y casi exclusivamente femenino además de germanizante, y a quienes la conocieron en la adolescencia causaba impresión de personilla tan simple y piadosa que “parecía hija de párroco alemán”. Sin embargo, satisfizo a todos cuantos pudieron verla el día de la ceremonia de coronación –en 1838- por su pasmosa dignidad, y a muchos por la sensatez con que se condujo en sus primeras intervenciones oficiales.
Muy pronto se manifestó como persona resuelta y vehemente, consciente además de sí misma y de su rango. En asuntos de gobierno hizo gala de «instintos de hombre de negocios». Una de las damas de su entorno la caracterizó como mujer dotada de un filamento de acero, definición que Strachey suscribe con entusiasmo. Ejemplo temprano de su firmeza fue el que no dudara en frenar los intentos de intervenir en el manejo de la política exterior británica por parte de su querido tío Leopoldo (rey de Bélgica y un verdadero padre sustituto para ella).
A poco de asumir como Primer Ministro, Benjamin Disraeli dio en llamarla «Reina de las Hadas»; el célebre político y escritor quedó encantado de la vivacidad de la diminuta monarca. El encantamiento fue recíproco, y el tono más que amistoso, romántico de sus relaciones se mantuvo hasta el final. Desde luego, Disraeli supo del temple de Victoria: el «Hada» tenía dientes y garras (la rosa, espinas). Entre los pasajes más notables del libro me han parecido los relativos al trato de la reina con los sucesivos Primeros Ministros, en el que se comportó con bastante volubilidad. Por lo mismo que aborrecía hasta la sola insinuación del cambio en todo orden de cosas, la alternancia de los partidos whig y tory en la conducción del país la azoraba una enormidad, y recelaba de cada uno de los nuevos jefes de gobierno. Pero, por lo general, pronto aprendía a apreciar sus respectivas cualidades, incluso a parecerle imposible el trato con otro Primer Ministro que no fuese  el de turno.

Afirma Strachey que Victoria fue «el símbolo viviente del triunfo de la clase media»; su pronunciada afinidad con los gustos de esta clase, aunque amplificados según su propia posición, impuso un sello burgués a su prolongado reinado. Con todo, la mentalidad de Victoria se caracterizó por un pertinaz conservadurismo: jamás profesó demasiada simpatía para con las reformas liberales y las ideas mesocráticas, el feminismo –por ejemplo- le parecía una espantable aberración, y en distintas aristas de su conducta y personalidad no podía ser sino una genuina aristócrata.
A despecho de su fuerte personalidad, el poder de la Corona declinó de modo sostenido a partir de 1861, alcanzando al final de la era victoriana lo que hasta entonces era su punto más bajo en la historia de Inglaterra. Strachey concibe como factor clave en este proceso -no el único- el fallecimiento del príncipe consorte, Alberto, ocurrido precisamente en dicho año. La influencia de Alberto fue decisiva en el manejo de los asuntos públicos, fortaleciendo de paso la potestad del trono. Tras su deceso, Victoria abandonó el rol pasivo y marginal al que gustosamente  se había sometido, no obstante lo cual fue incapaz de obstruir la paulatina liberalización de las instituciones políticas. 
 
Por cierto que Alberto (alemán de nacimiento y primo de Victoria) ocupa un lugar destacado en el libro. Interesante semblanza y consideración de su rol público: de joven indolente al que la política resultaba del todo extraña, pasó a ejercer en esta esfera un papel laborioso y eficaz, convirtiéndose no sólo en administrador competente sino en artífice del poder real. Su muerte significó un duro trance para Victoria, que optó por una voluntaria reclusión; durante mucho tiempo su contacto con el público se limitó a las contadas ocasiones exigidas por el protocolo. Idealizó a su adorado Alberto e hizo un culto de su memoria, conduciéndose en adelante bajo la divisa de honrar los ideales y los gustos de su fallecido esposo.  Las residencias reales y sobre todo las habitaciones de Alberto se convirtieron en auténticos santuarios.  (Fue esta una «operación de embalsamamiento» -la expresión es del historiador Simon Schama- que alcanzó rango oficial y que a la larga produjo un hastío generalizado.) La vida de Victoria se encaminó en una «eterna y deliciosa repetición de acontecimientos absolutamente triviales», sólo interrumpida por las labores oficiales que nunca descuidó; a ellas destinaba largas horas, mecánicamente programadas. Finalmente, a edad avanzada abandonó su relativa reclusión; si por entonces era de (casi) todos respetada, con sus apariciones en público y el rigor moral de su vida concitó universal estimación. Para sus complacidos súbditos, Victoria se erigió en la personificación del boyante Imperio Británico, al tiempo que el prestigio de la corona –que no su poder efectivo- adquiría niveles casi místicos.

Se trata de un libro escrito con un esmerado equilibrio entre compromiso emocional y distanciamiento, en que los toques de ironía contrastan con el tono admirativo. El énfasis de la biografía está puesto en la dimensión pública del personaje. Si he de fiarme en la traducción (en mi caso, la de Editorial Sudamericana, año 2000) y en la fama del autor, debo decir que el libro me ha parecido formalmente impecable además de entretenido. Una lectura en verdad gratísima.

Rodrigo
- Lytton Strachey, La reina Victoria
Lumen, Barcelona, 2008. 400 pp.

¡Sálvese quien pueda! - Andrés Oppenheimer

¡Sálvese quien pueda! El futuro del trabajo en la era de la robotización. Oppenheimer siempre me ha llamado la atención, si bien no he sid...