Bohodón
Ediciones nos envió esta nota de prensa a opiniondelibros@gmail.com. Muchas
gracias.
Una novela trágica y desternillante a un tiempo que
muestra el retrato de España a través de una prostituta. Una historia que
funciona como un espejo en el que es difícil que el lector no se vea reflejado.
Marilín se pasó la vida con el alma envasada al
vacío, como si estuviera esperando a abrirla cuando el mundo se hubiera afinado
a su gusto. Así empieza la novela de José González de la Cruz, y a partir de
ahí lo mejor que puede hacer el lector es dejarse arrastrar por el mundo de
Marilín, y disfrutar. Sin freno.
Es éste un libro escrito con gracia, con ritmo y
con escepticismo que envuelve al lector desde el primer momento. Una novela
excesiva y brutal como un esperpento, irreverente, divertida y valiente, que
nace de una inusual capacidad, la de su autor, para sentir y para ver. Y para
contar.
La vida está llena de cosas feas, a veces muy
dolorosas, dentro y fuera de esta novela. El sentido del humor, la inteligencia
y la ternura no cambian la realidad, pero sí la manera de enfocarla, y curan
heridas. José González de la Cruz lo sabe, y nos lo muestra.
González de la Cruz propone una obra de intensa
crítica social de la que no se salva nadie. Irreverencia a espuertas para
retratar la historia de España desde la II República hasta nuestros días. Salen
vapuleadas la Banca, la clase política y civil, la Iglesia, el Estado, la
Educación, el Ejército… Y no solo aquí, sino que traspone nuestras fronteras y
rocía de reproches a otros países como los Estados Unidos o Italia. Diario íntimo de la ingenua Marilín es
una novela dura y directa. Mucho. Pero también es una novela entrañable y
divertida, porque solo el prisma de la risa permite acercarse al dolor de
manera certera, permitiendo al lector ser consciente de las penas que le rodean
—y de las que es partícipe—, induciéndole mediante la sonrisa a intentar
subsanarlas. Podría resumirse el contenido de la propuesta literaria con la
siguiente frase que encontramos en sus páginas: “Madre mía, no sé a quién se le ocurriría esta vida de locos. En fin, lo mejor es no pensarlo y ponerse a
echar un trago”.
Lo mejor de todo es que la intensidad ideológica de
la obra no se traduce en una lectura pesada o inaccesible para el público
habituado a textos más someros. Todo lo contrario. El estilo de González de la
Cruz es ágil y brillante y, en su profundidad, de fácil lectura. Una virtud
narrativa que le convierten con ésta, su segunda novela, en una autor muy a
tener en cuenta. Diario íntimo de la
ingenua Marilín, una ventana abierta de par en par para abrir los ojos al
conjunto de la sociedad. No hay que desaprovecharla.
J. G. de la Cruz nació en Madrid, cuando no había internet, ni voda-fones, ni Ipad de
esos, cuando la vida era más corazón que cábala, y la esencia de las cosas las
gozábamos viéndonos la cara. Había menos cosas, pero las veías y las podías
tocar. Ahora no, ahora el mundo va por las ondas, parece que la vida se hubiera
evaporado y vagara por cables, los amores y los lamentos corren en mensajes
cifrados que colgamos en una nube y ahí marchitan, en un vacío tenebroso recién
inventado y oculto, oscuro e intangible, donde hasta se persigue y se multa a
los clientes de las nobles putas. Apenas queda rastro de nosotros, nos llaman
sujetos pasivos y nos han marcado a fuego con un CIF como a las reses. Ahora
perteneces al Estado y sus tejes de control, y no hay cosa que puedas hacer sin
su venia. Estamos a un paso del 1984 de Orwell. Por eso siento nostalgia de
cuando eras un poco señor de tu vida, de cuando había menos delirio, más
principios, y más gusto. Algo más de alma. Y disfrutábamos dándole a la húmeda
con los amigos, riéndonos, exagerando novias, y paladeando la buena cháchara al
lado del fuego. Pero eso ya no es posible porque cuando mejor está la
conversación suena un móvil para cualquier idiotez.
Esta es su segunda novela. La primera se editó bajo
el título de Balas y caricias, una
historia esperpéntica de la guerra civil.
Muchas
gracias.
¡Saludos!