Una amiga
mexicana que vive en San Salvador, a donde debió radicarse por una propuesta
laboral de su marido, me regaló este pequeño libro cuando fui a visitarlos.
Claramente no está muy contenta con residir por más de cinco años en dicha
ciudad, cuando originalmente irían por solo 6 meses.
El asco cuenta
las impresiones de Edgardo Vega, un salvadoreño que, luego de radicar dieciocho
años en Canadá, se ve obligado a retornar rápidamente a El Salvador tras el
fallecimiento de su madre. Su visión constituye una crítica mordaz a las
costumbres y a las mentalidades nacionales. Escrita a manera de imitación estilística del escritor
austríaco Thomas Bernhard, esta novela, si puede llamársele novela, ha sido
calificada como una “excelente parodia”, por Miguel Sáenz, traductor y biógrafo
español de Bernhard.
Castellanos, el
autor, relata los momentos que compartió con Edgardo Vega, declarado
posteriormente enemigo nacional de El Salvador, según me informaron
posteriormente, durante su visita a su país natal. A lo largo de la obra se
reproduce, a modo de monólogo, la conversación entablada por el visitante y su
amigo de la escuela primaria. Un monólogo verborrágico bañado de resentimiento
que empeora minuto a minuto por los efectos del alcohol, para terminar con una
cruel confesión y acusación.
La verdad es que
no me gustó mucho este libro, aunque lo terminé en el mismo aeropuerto de
Comalapa en la sala de embarque donde esperaba la llamada de mi vuelo. Pero,
asumo que así como yo no conozco la veracidad de este compendio antipatías y
odios, sí considero que algunas cosas puedan ser reales; así como también debe
haber una infinidad de aspectos positivos del país y su gente.
Hasta donde
entendí, este libro está prohibido en todo el territorio de El Salvador, por
eso me animé a escribir esta reseña, porque asumo que muchos salvadoreños
conocen algo de su contenido, aunque sea a modo anecdótico, pero no pueden
hacerse una acabada idea del mismo, así como tampoco una opinión. Yo les
entrego la mía, si es que alguna vez algún salvadoreño se encuentra con estas
líneas, para que sean tomadas como críticas constructivas y no un disparador de
sentimientos irracionales que no generarán más que el círculo vicioso del odio.
Reflexionemos, no sólo el pueblo salvadoreño, sino todos y cada uno, acerca de
lo que estamos haciendo de este mundo…
Muchas gracias
Horacio.
¡Saludos!