01 abril, 2013

EN LA INGLATERRA MEDIEVAL


LA HACEDORA DE LENTES


TITUS MÜLLER



Inglaterra. Siglo XIV. Muy pocos maestros dominan el difícil arte de fabricar lentes, de pulir el cristal y tallar delicadas monturas de madera. Courtenay conoce bien la importancia de esos artesanos.Con el fin de aniquilar a su enemigo, el doctor Hereford, protegido de la hermandad secreta de los Caballeros Cubiertos y su traductor de la Biblia, Courtenay pretende servirse de los conocimientos de Elias Rowe, el mejor artesano de las lentes de toda la región.
 Una mañana, su esposa Catherine encuentra a Rowe rodeado de sus herramientas y... mueto. La joven viuda continúa la profesión de su marido y se ve involucrada en la lucha entre el arzobispo y los caballeros de la alianza.
 “Braybrooke parecía un lugar idílico, el tipo de sitio que el caminante elegiría en los Midlands para comer algo y pasar la noche, una aldea con amables habitantes. Brabooke era el abismo de los infiernos, una puerta del cielo.” (pág. 9).
Titus Müller (Leipzig, Alemania, 1977) nos relata, en tercera persona, la historia de Catherine Rowe, que, tras el asesinato de su marido, se ve involucrada en el enfrentamiento entre los partidarios de John Wycliffe, traductor de la Biblia al inglés, considerado como un hereje, y el arzobispo de Canterbury, William Courtenay. Su esposo había hecho lentes para sir Thomas  Latimer, que formaba parte de los Caballeros Cubiertos, la alianza que pretendía la reforma de la iglesia y apoyaba y protegía a Hereford, discípulo de Wycliffe.

Son los principales personajes de esta trama que tan bien recrea el autor, narrándonos los hechos de esta apasionante historia situada en una época difícil en Inglaterra. A medida que nos vamos adentrando en la misma vemos las vicisitudes por las que debe pasar Catherine, las desgracias que también afectan a su hermano Alan, que ve cómo pierde todo. Los dos luchan por la supervivencia. Catherine por descubrir al asesino de su esposo y salvarse a sí misma y a su hija y Alan por recuperar el amor que se le niega.

Una mezcla perfecta de ficción y hechos históricos que demuestran el dominio que tiene de lo mismos el escritor alemán. Los acontecimientos son descritos de tal forma que parece que los estamos viviendo nosotros mismos. Las pinceladas con las que nos va presentando los sucesos que en ella se nos muestran logran que nos imaginemos cómo era la Inglaterra de aquella época. Los personajes cobran fuerza tal como los describe. Los vamos conociendo perfectamente a medida que transcurren los hechos. Están dotados de una gran personalidad. Logra que nos hagamos una idea de cómo es y cómo actúa cada uno de ellos. Quizás el único pero que le encuentro es, al estilo de Umberto Ecco, en El nombre de la Rosa, la utilización de pasajes bíblicos en latín e inglés, pero que no distraen mucho la atención del lector pues bien puede obviarse su lectura.

Una novela que su autor logra que la sigamos con interés a lo largo de sus treinta y nueve capítulos. Nos vamos encontrando con una obra de estilo ágil pese a los datos pormenorizados que nos ofrece su autor pero que nos ayudan a conocer la época en que esta historia ocurrió. Asesinato, odio, traición, venganza, celos, amor, todos los ingredientes necesarios que hacen de La hacedora de lentes una historia atractiva en la que el lector va a conocer a fondo las artimañas de uno y otro bando para acabar con su enemigo.

Titus Müller estudió Literatura alemana moderna, Historia medieval y Periodismo en Berlín. Cofundador de “Quo Vadis” (Grupo de Trabajo sobre Novela Histórica). Su primera novela apareció publicada en 2002, El escribano del obispo. En 2003 publica La hija del clérigo, en 2004 la novela colectiva Los siete líderes, en 2010 El misterio de los perfectos  y en 2012 La jesuita de Lisboa. Está considerado como uno de los jóvenes valores de la novela histórica en alemán.


Francisco Portela

Título: Die Brillenmacherin
Autor: Titus Müller
Traducción: Carmen Bas
Editorial Espasa Calpe narrativa 2007
Nº Páginas: 405
ISBN: 9788467025002

30 marzo, 2013

CRISTIANISMO Y LITERATURA


ENTREVISTA A JAVIER GARCÍA GIBERT
"En parte el cristianismo es un
éxito de la literatura"

Hablar con Javier García Gibert de su libro “Sobre el viejo humanismo. Exposición y defensa de una tradición” (Marcial Pons, Madrid, 2010) es sentarse frente al espejo del ser humano al desnudo. Sociedad, política, religión, ciencia, filosofía; todo desde un prisma que nos recuerda que otra realidad -también otra realidad interior- es posible. “Para llegar a ser hombre no basta con nacer hombre. Ya lo dijo Píndaro, llega a ser el que eres, el que de verdad tienes la potencialidad de ser. Llega a ser un hombre. ¿Uno nace y por el hecho de nacer ya tiene todos los derechos?, -se pregunta a sí mismo el autor-. No, -se responde-. Llegar a ser hombre es la meta. No puedes creerte con derecho a todo sin haberte currado nada”.

Sobre el viejo humanismo es un ensayo que repasa, desde la antigua Grecia hasta el siglo XX, la tradición humanística. Desde Platón, Cicerón, San Agustín, Dante, Petrarca (el primer humanista moderno), Montaigne o Erasmo hasta las reflexiones humanísticas del siglo XX; a través de la descripción de los rasgos esenciales de esa tradición, y de los movimientos que, falsamente, se han apropiado del nombre y han traicionado la idea, su autor recuerda la existencia del canon humanístico por encima de los nuevos ‘humanitarismos’ que ahora lo desvirtúan.

Su libro se titula “Sobre el viejo humanismo”. ¿Qué es el viejo humanismo?
Es la tradición de una larga sabiduría -no es ciencia ni filosofía, es sabiduría vertida por escrito para el ennoblecimiento ético, estético y espiritual del ser humano. Aunque recibe una importante savia catalizadora de la tradición judeo-cristiana (a ello dediqué mi anterior libro Con sagradas escrituras. Diez ensayos de literatura bíblica), los orígenes del “viejo humanismo” están en la cultura grecolatina.

¿Qué defiende esta tradición?
Lo primero que defiende es una premisa: la libertad de juicio, la necesidad de pensar libremente; por eso se aleja de lo políticamente correcto, de las instituciones, de las universidades, de los teólogos o de los científicos. Ya lo dijo Sócrates a través de Platón, los conocimientos científicos no tienen nada que ver con la mejora ética del hombre. Tampoco sirven de mucho las ideologías, que son poner un uniforme prestado e igualador a las ideas. El viejo humanismo se centra en el ser humano y clama por el autoconocimiento; los humanistas no dan tanta importancia a los hechos exteriores como a los interiores

Dicho esto, son varios los principios en los que se fundamenta el viejo humanismo, pero como punto de partida yo hablaría de sus presupuestos antropológicos: dignidad del hombre y libre albedrío. Dignitas hominis  y miseria hominis, es decir, todo ser humano es un ser de dos caras complementarias: nobleza y miseria, potencialidad infinita y limitación evidente. Como decía Pico della Mirandola tenemos el libre albedrío para elevarnos hasta lo angélico o descender hasta lo animal. Porque la condición de ser humano hay que trabajársela, no viene adquirida. Elegimos.

Sin embargo, hoy en día, con los nuevos ‘humanitarismos’ las miserias parecen siempre circunstanciales, vienen de fuera y culpamos al contexto; el hombre es bueno y la civilización lo ha hecho malo, eso es muy rousseauniano. Las miserias pertenecen al ser humano y debemos aceptar lo que el ser humano tiene de limitado, de miserable. No es exactamente la culpabilidad como concepto judeocristiano, es sencillamente aceptar nuestra condición.

Ha mencionado la tradición judeo-cristiana. ¿Hay humanismo en el cristianismo?
En el Antiguo Testamento no tiene cabida el humanismo como tal, ya que el hombre no es el centro, sino Dios. Sin embargo en los textos bíblicos del Nuevo Testamento sí se vislumbra. “El sábado ha sido hecho para el hombre, y no el hombre para el sábado” (De la Buena Noticia de Jesús de Nazaret San Marcos 2,23-28). Esto ya es algo humanista. O la afirmación de que “Lo que entra por la boca no hace impuro al hombre, sino lo que sale de la boca” (Mateo 15, 10-20). Es en el interior donde están la bondad y la pureza, y esto sí es humanista; es lo que el hombre lleva dentro lo que le va a salvar o le va a condenar.

¿Qué tienen en común la tradición cristiana y la tradición humanista?
Principalmente comparten el componente estético, aunque también existen otras similitudes. Todos los humanistas escriben muy bien, y La Biblia contiene obras maestras desde el punto de vista literario y humano. El estilo no es sólo estética, es ética; esto ya lo decía Cicerón. Escribir bien es una responsabilidad.

En La Biblia, por ejemplo, “El libro de Job” es de una potencia casi Shakesperiana. La historia de Saúl, el primer rey judío, es una tragedia increíble; o las tres mujeres bíblicas, Ruth, Esther y Judith, que son tres arquetipos de mujer. Y lo que hay de poesía en algunos profetas, en algunos salmos, como el 137, o en los evangelios.

Los textos bíblicos son muy cálidos, incluso más que los griegos o los latinos, más cercanos que la Ilíada. La diferencia es que en el caso del cristianismo, los evangelios están tan mediatizados por las interpretaciones a veces en exceso rutinarias que es casi imposible leerlos con ojos nuevos, pero son historias alucinantes. Gran parte del sorprendente éxito de una secta como la de los cristianos son esos textos. En parte el cristianismo es un éxito de la literatura. 

¿Qué más cruces de caminos existen entre ambas tradiciones?
El cristianismo y el viejo humanismo comparten ciertas posturas “opuestas” a las que defienden los nuevos humanitarismos. Estos hablan de libertad a todas horas, mientras los humanistas hablamos de libre albedrío, que es un concepto teológico católico. Dios no ha dado ninguna naturaleza sino la libertad interior para actuar, para elegir un camino: la libertad de condenarse y salvarse. Es la libertad que nadie te puede quitar.

Actualmente en la sociedad se habla de libertades públicas y libertades exteriores, pero que no se nos escape un detalle importante: un hombre con plena libertad exterior puede ser un esclavo interiormente. En la sociedad actual nada parece venir del interior, es más, todo son derechos y se nos llena la boca con esta palabra como en un constante acto de rebeldía, porque se piensa que el derecho lo tengo yo y la obligación me viene de fuera. ¡Es al contrario! En realidad la obligación sale de dentro y el derecho te lo conceden. La obligación no es una losa, porque ¿qué ennoblece al ser humano, la exigencia de un deber o la ostentación de un derecho? Es el deber lo que te ennoblece, eso lo tenían muy claro los viejos humanistas, que nunca hablaban de derechos, sólo de aspiración y necesidad de justicia.

En la tradición humanista lo importante son los deberes, sin embargo los humanitarismos sólo nos hablan de los derechos.  

¿Shakespeare era humanista?
No. Shakespeare es, a su pesar, un agente de la disolución. La literatura humanística está hecha para consolar pero sin engaños, llevándonos por los cauces de superación, de las dudas, de las frustraciones que todos tenemos. Shakespeare no te consuela, Shakespeare te deja a la intemperie. A mí me parece un genio porque está libre de todo, pero también lo está de la tradición humanística. Él comenzó a disolver una tradición y abrió el mundo a la modernidad.

Cervantes, por ejemplo, era un gran humanista. Y San Agustín, quien hablaba de conocer a Dios dentro de ti mismo, y si no te conoces a ti mismo no vas a conocer a Dios, porque Él está fuera, no está dentro. Ese autoconocimiento es absolutamente humanista.

Dice que Shakespeare abrió el mundo a la modernidad. ¿Ser humanista es ser conservador?
Sí, si bien ser conservador no implica no evolucionar, ser conservador es conservar lo valioso y discriminar lo esencial y permanente de lo accesorio y de lo superficial. La noción de progreso empieza a surgir a partir del SXVI o XVII con los avances científico-técnicos y se entroniza en los siglos XVIII y XIX, pero para el viejo humanismo este progreso exterior –que es admirable desde un cierto punto de vista- no tiene demasiado interés. Lo importante no es el común progreso exterior sino la perfectibilidad singular de cada individuo; y esta capacidad de perfeccionamiento no se transmite de generación en generación, es tarea de cada uno a lo largo de su vida.

Maria Luisa Lucas
(peridista independiente)

28 marzo, 2013

ALLEGRO MA NON TROPPO


DA CAPO, UNA HISTORIA REAL
Sinopsis

Almudena Pulpeiro es una joven auxiliar de clínica de veinte años. Toda su vida gira alrededor de su gran pasión: la música. Almudena es una trompista miembro de la Banda Municipal de Música y Escuela de Ribadeo.
Un día antes de que la marea negra del Prestige anide en las costas gallegas, Almudena sufre un accidente de tráfico camino de su clase en el Conservatorio. Tres días después fallece en el Hospital.
La tragedia de esta pérdida trastoca para siempre la vida de sus familiares, pero poco a poco irán adaptándose al trauma inicial y al dolor emocional. Su padre decide aprender a tocar la trompa para mantener viva la ilusión de su hija por la música.
Al igual que el negro chapapote cubre el litoral gallego, un manto de tristeza cubre las vidas de todas las personas del entorno de Almudena, incrédulos ante el trágico destino que les ha arrancado de sus vidas a la joven.

Adriana Aramburu Peña nació en 1982 en Ribadeo (Lugo), escenario donde se ubica su primera novela. Su afición a la fotografía le lleva a estudiar Imagen en Asturias. En 2004 se traslada a Castilla y León para cursar estudios de Periodismo en la Facultad de Filosofía y Letras de Valladolid. Ha trabajado como operadora de cámara, fotógrafa y periodista en diferentes medios de comunicación. Actualmente reside en Madrid.
Su novela “Da Capo” surge de una experiencia personal. Es una historia llena de dolor, amor y superación. Una historia que nos hace ver que cuando tienes un gran sueño, y este incluye a tu ser más querido, las adversidades y los obstáculos pueden volverse pequeños.

Si un libro es un conjunto de palabras para contar una historia, aquí la palabra consigue emocionar.
Muchas veces lo que podamos estar leyendo son suposiciones, historias que se inventa el autor, aventuras que quizás soñamos alguna vez en nuestra imaginación el vividlas, pero lo que más caracteriza a este libro es la realidad que lleva en sus páginas impresas con toda la dureza y crudeza de una situación que tiene cubiertas por desgracia a nuestras carreteras.

Por desgracia todos o casi todo el mundo o a sufrido en sus carnes o conoce a gente que a dejado la vida por las carreteras y en multitud de ocasiones por imprudencias de otros en las que ellos se han visto involucrados, esta realidad y esta situación es la que nos relata en la primera parte de esta historia la autora. Aquí nos retrata esos momentos de angustia sin aspavientos ni adornos, solo lo que sucede dejando al desnudo a la persona, a aquella que ve como se escapa lo que más quiere, y más en una situación como muy bien dice ella que podríamos considerar casi anti-natura como es el que un padre vea desaparecer a su hijo cuando lo normal y para lo que estamos preparados, bueno más que preparados es habituados es a que el hijo sea el que entierre a sus padres. También la lucha y la indenfesión que se encuentran las victimas ante la legislación donde a parte del dolor por la perdida queda la pesadumbre por la falta de una ley que defienda a las victimas de los conductores que infligen las normas.  

Podríamos imaginar una historia desgarradora, dura sin ninguna luz que ilumine a los que la sufren pero aquí es donde  el libro da un giro hacia la esperanza dentro del dolor, lo realizado por el padre de Almudena es digno de elogio no hay mejor homenaje a un ser querido que mantenerlo con vida a través de sus propios sueños y anhelos realizándolos.
La novela tiene una carga de sentimientos muy grande que aflora en multitud de páginas y relatos durante la narración, esto hace de ella una historia con muchos momentos emotivos, todo narrado desde un lenguaje coloquial, llano y sincero que muestra todo sin tapujos y sin florituras que en una historia como esta no vienen al caso, quizás los momentos con una carga emocional mayor son las cartas de su primo dirigidas a su prima fallecida, en ella se va viendo como el transcurso del tiempo no cura pero va atenuando y dando una perspectiva nueva a la situación sin olvidar lo sucedido.
Adriana a demostrado con este libro que es una gran narradora, ya que con su primer libro aunque sea un tema emotivo ha sabido plasmarlo de forma sencilla y consiguiendo transmitir emoción en el transcurso de las páginas, habrá que ver en sucesivas novelas si también es una buena “inventora” de historias.


José Gómez

 Ficha Técnica
Título en Español:  Da Capa, Una Historia Real
Editorial: Ediciones Atlantis
Lengua: ESPAÑOL
Encuadernación: Tapa blanda



Si un libro es un conjunto de palabras para contar una historia, aquí la palabra consigue emocionar.
http://miscriticassobrelibrosleidos.blogspot.com.es/2013/03/da-capo-una-historia-real-de-adriana.html


¡Sálvese quien pueda! - Andrés Oppenheimer

¡Sálvese quien pueda! El futuro del trabajo en la era de la robotización. Oppenheimer siempre me ha llamado la atención, si bien no he sid...