03 marzo, 2013

MONSTRUOS


EL MONSTRUO EN MÍ
JOSE IGNACIO BECERRIL POLO

En 1886, Robert Luis Stevenson publicaba «El extraño caso del doctor Jekyll y el señor Hyde» (en ingles «Strange Case of Dr. Jekyll and Mr. Hyde»),una novela que exploraba la dicotomía psicológica del ser humano. La finalidad del autor era evidenciar la hipocresía social que juzga exclusivamente por las apariencias, obligando a las personas a reprimirse públicamente. Sin embargo, esta cohibición solo era soportable mediante la satisfacción privada de una serie de deseos «cuestionables». En consecuencia, se generaba una dualidad en el compartimiento del individuo, que daba lugar a dos personas completamente diferentes dentro de un mismo cuerpo. Este conflicto interior, que viene a representar la eterna lucha entre el bien y el mal, sigue vigente en la actualidad. Y podría decirse que ha encontrado nuevas formas de manifestarse, pero también de ocultarse a nuestros ojos.

En «El monstruo en mí» J. Ignacio Becerril utiliza la ambigüedad para manipular la psicología del lector, obligándole a replantearse todo lo leído cuando apenas quedan unas pocas líneas o palabras para concluir el relato. El autor nos demuestra la rapidez con la que conformamos nuestros juicios y clasificamos a los personajes en base a nuestros prejuicios, sin esforzarnos por conocer todos los detalles de la historia. Las apariencias nos engañan y ese es nuestro mayor error. De ahí que cada relato conlleve una reflexión, un mensaje más complejo que se oculta tras la convicción de saber lo que va a ocurrir a continuación.
A pesar de la amplia temática, el factor sorpresa es el elemento común de todos los relatos que conforman esta antología. El mejor ejemplo es «La ciudad inhabitada», un relato en el que predominan los interrogantes acerca del origen que explicasen la presencia de un mal invasor y que podría considerarse una excelente metáfora del título.

Algo similar a «De sueños y monstruos» u «Ocho esferas plateadas» que demuestran la existencia de monstruos en la vida real, capaces de sobrepasar los límites de nuestra imaginación para adquirir una presencia física a través de nosotros y ejecutar el mal para el que fueron concebidos. Sin embargo, junto a «Tumbas en la ciudad», conforman los relatos más simples y no terminan de encontrarse a la calidad narrativa del resto.

Si bien, J. Ignacio Becerril nos plantea un interesante interrogante en «Todo está hecho», «Ni el infierno querrá tu alma» y «No habrá descanso en la muerte». En estos tres relatos, la venganza representa un nexo en común que impulsa a sus protagonistas a actuar en contra de sus principios para poder perpetrarla contra los auténticos monstruos. Por ello, sitúa al lector ante la disyuntiva de posicionarse a favor o en contra de ellos, haciéndole replantearse si el fin justifica los medios.
No obstante, «El monstruo en mí» consigue destacar sobre otras antologías por dos relatos: «Casa ocupada» y «El hombre que soñaba con mariposas». El primero es un autentico tributo a la literatura fosca que no decepcionará a sus seguidores y permitirá el resto una primera aproximación a este género. Un cuento tenebroso protagonizado por una peculiar familia de proscritos, en la que el amor es sinónimo de dolor. Sin embargo, la inocencia infantil consigue imponerse sobre la maldad adulta. Una historia que estremece y conmueve a partes iguales.

Por último, «El hombre que soñaba con mariposas» no es un relato propiamente dicho, sino una novela corta que el punto final perfecto a esta antología. Una pesadilla que comienza al despertar y nos describe un mundo similar al concebido por Robert A. Heinlein para «Starship Troopers». El ser humano ha perdido su primacía como especie dominante y ahora son otras las que ocupan su lugar, mientras nosotros quedamos reducidos a meras presas, un alimento fácil de conseguir y todavía más fácil de devorar. Sin embargo, pronto descubriremos que a pesar de lo terrible que pueda parecernos nuestro presente, siempre hay esperanza para un futuro mejor.
Al igual que si nos paseásemos por un laberinto de espejos, «El monstruo en mí» nos muestra todas las perspectivas que pueden conformar la misma realidad. Cada reflejo será diferente al anterior, pero será solo una cuestión de apariencia porque el objeto o la persona no cambian de uno a otro.

Mari Carmen Horcas


Titulo: El monstruo en mí 
Autor: Jose Ignacio Becerril Polo
Editorial: Saco de Huesos
Año de publicación: 2011
206 págs.
ISBN: 9788493942175

01 marzo, 2013

A CIEGAS


EL PAÍS DE LOS CIEGOS

CLAUDIO CERDÁN


Esta novela no aparecerá en la lista de los libros más vendidos, no será considerada un Best Seller ni tampoco la encontrarán en los centros comerciales cercanos a su casa, pero para los amantes del género negro será considerado un libro interesantísimo y levantará pasiones. Será libro que aparezca en las librerías de siempre, en donde los libreros, hechos a vender libros buenos o a recomendar novedades un tanto desconocidas, darán buena cuenta de él. Porque este libro, señores, es bueno, muy bueno.
La narración entronca directamente con nuestro querido género negro, el género negro nacional que autores como Serafín, Montero, Gonzalez Ledesma, Marsé, Muñoz, Ibáñez y otros más que no se citan por la escasez de espacio, han llevado como estandarte de novelas que nos han entretenido, divertido e incluso reír a mandíbula batiente. Es por ello, ahora que nos bombardean con autores de otros países con una ternura sin igual, por lo que le doy mayor importancia a semejante novela. Nada que ver con los autores nórdicos, comparado con ellos esta es una novela de hombres  y no de niños, aquí la sangre, las vísceras y los fluidos corporales saltan casi de las páginas y nos llega un aroma indudable a vida y a realidad.
La novela tiene una magia propia, tan propia que cuando te quieres dar cuenta andas por la página ciento cincuenta y no puedes parar. Estructurada en capítulos cortos y con una acción continua no se detiene por nada y nos arrastra página tras páginas en pos del protagonista, un personaje tan censurable como honesto. Tengo que hablar del pulso narrativo, el cual, es incesante, no dejando apenas un respiro, algo en verdad difícil de conseguir puesto que no consigue aburrir ni tan siquiera cansar, sino que nos hace que leamos con mayor ansia si cabe.
El autor ha trasladado la acción a Alicante, allí nos muestra una realidad que simplemente nos asombra, nos asquea y nos interesa.
Véase como ejemplo:
“La fauna más desarrapada de Alicante emerge de sus madrigueras en esta parte de la ciudad. Mendigos diabéticos que se han quedado ciegos de tanto beber,  putas desdentadas de cinco euros la mamada, heroinómanos con SIDA que se pinchan en los genitales. En esta parte de la ciudad llueve papel de plata quemado, sangra bilis de esquizofrénico, sonríe entre dientes podridos por la droga y grita en pos de una muerte rápida que nunca llega.” Pag.145.
Podría poner más extractos del libro, pero con el anterior y el siguiente creo que los lectores se harán, perfectamente, a la idea de cómo escribe este escritor y el tono de la novela.
“El trance de pasar de esta vida a la siguiente es igual de sucio que al nacer. En uno terminas oliendo a placenta y en el otro acabarás apestando a mierda. Sólo hay que recordar el semen de las perneras de los ahorcados, el último esputo de sangre del cirroso o los ganglios ulcerantes de la sífilis. No existen maneras dignas de irse al otro barrio. Da igual que palmes de pie o sentado, en una cama rodeado de extraños conocidos o como un viejo abandonado en un asilo, en el Titanic o a la hora de la siesta.... da igual, porque, a fin de cuentas, no eres más que un trozo de carne sin pulso.” Pag. 130-131.
El autor, todo un descubrimiento, emplea el sarcasmo de manera constante, no sólo para los personajes sino para cualquier situación, convirtiendo toda la narración en algo ácido y corrosivo. Emplea una prosa dura y convincente, mostrando que controla el lenguaje y lo pone a su servicio de manera brusca, tan brusca que parece sometido a todo un tratamiento violento. La aparición de palabras, no muy académicas pero que a nadie se escapará su significado, como descular o ahostiar, nos hacen sonreír y acercarnos aún más a la libertad de la calle.
Como decía el autor ha supuesto toda una alegría, un escritor que ha demostrado que sabe crear personajes duros e inolvidables y ha llenado las páginas de este libro de una prosa que nos acerca tanto a la realidad que nos hace pensarnos y mucho la visita a Alicante, que aparece ante nosotros con otro rostro, el de una ciudad mucho más vital y honesta, más siniestra y más divertida.
Como lector y amante de la novela negra le animaría a que prosiguiera con esta senda, otra novela más como esta y le garantizo que será considerado como uno más de nuestro pabellón particular de escritores de cabecera.
Hay que agradecer a la editorial Ilarión, no sólo la cuidada edición, sino también la firme apuesta por este autor y por esta literatura, tan maltratada por las grandes editoriales. Tengo la plena seguridad que acertarán con semejante proceder.
En resumen una novela de una pieza, interesante, atractiva y que devuelve con intereses todo el tiempo que le dediquemos. No hay que perderse semejante lectura, a los amantes del género negro les chiflará y a los que no lo conozcan o se acerquen por primera vez les resultará muy atractivo y con seguridad les sorprenderá.

 Sergio Torrijos

DATOS TÉCNICOS:

ISBN: 978-84-938572-7-1 
EDITORIAL: ILARIÓN
Fecha de publicación: 2011
 298 páginas



25 febrero, 2013

WAUGH VIAJERO


ETIQUETAS 
Evelyn Waugh


Evelyn Waugh es conocido principalmente por su obra Retorno a Brideshead, sin embargo, con anterioridad a la misma, había escrito algunas novelas de humor (¡Noticia Bomba! es un buen ejemplo) en las que satirizaba a la sociedad de su época.
Con una finalidad algo más monetaria, escribió durante la década de los años treinta algunos libros en los que daba cuenta al público inglés de sus viajes por el extranjero. Etiquetas es el primero de estos libros, en el que describe su viaje por el Mediterráneo. Dada la escasa novedad y originalidad de su ruta, el propio Waugh titula la obra etiquetas dado que apenas puede añadir nada que no haya sido escrito sobre estos lugares, limitándose a destacar aquello que llama su atención, en especial en materia humana, más que artística, paisajística o histórica.

Su viaje comienza con un vuelo comercial que le lleva de Londres a Paris donde disfrutará de los placeres de la noche parisina para descubrir que los locales de moda sirven champagne de malísima calidad y que el bullicio bohemio que tanta fama da a la capital francesa no es otra cosa que una sucesión de locales a los que se acude en romería, de modo que se visite el local que se quiera, siempre se acaba viendo a las mismas personas. Apenas cien noctámbulos dando tumbos por cinco o seis cabarets forman la esencia de la noche parisina. Acompañado por viejos amigos, conocerá a extravagantes caballeros y elegantes damas algo ebrias, llegando a la conclusión de que París convierte a todo el que la pisa en extranjero, nada en ella tiene carácter propio y verídico, un gran teatro mercantil. Afortunadamente, Waugh no llegó a conocer cuán acertado era su juicio y el largo camino que aún se debía recorrer en este sentido.

Un incómodo viaje en tren le lleva a Monte Carlo donde disfrutará de su primera inscripción en un auténtico club (el Sporting Club) y de la contemplación anhelada del Mediterráneo. Pocos días después se embarca en un crucero turístico (el Stella Polaris) de bandera noruega que le llevará hasta Nápoles donde descubrirá que el turismo ha arruinado la posibilidad de disfrutar de estos lugares sin la conveniente custodia de un guía de confianza que impida caer en manos de timadores, mendigos o delincuentes de la peor calaña.
El viaje continua arribando en la costa palestina para visitar las arenosas tierras de Haifa y Nazaret que no parecen haber gozado del entusiasmo del escritor. El Stella Polaris sigue su ruta hasta Port Said donde Waugh desembarca para vivir una temporada en la ciudad y poder visitar El Cairo y Helwan. Integrado en la pequeña colonia occidental, se apresta a tomar notas para un futuro libro sobre la sociedad de Port Said. Un pequeño grupo de militares, funcionarios, diplomáticos y empresarios en cuyas relaciones se entremezcla para disfrutar de lo mejor de cada grupo haciendo fugaces escapadas a El Cairo y visitas a las pirámides, la Esfinge y otros restos egipcios.

Finalmente decide escapar de la opresión camino de otra pequeña prisión, Malta, donde se hospeda gratis en el mejor hotel de la isla a cambio de la promesa de escribir unas amables líneas sobre el establecimiento en el libro que seguirá a esta ruta. Desconozco si el pobre director del hotel pudo llegar a discernir si fue objeto de una fina ironía o directamente de un incumplimiento contractual en toda regla dadas las observaciones que Waugh hace al respecto. La isla, pese a sus más de cien años de dominio británico, no ha perdido su carácter mediterráneo. Los bien conservados restos de los edificios de la Orden de San Juan son empleados, no para el turismo o el pasto del ganado – como ocurre en otros muchos lugares- sino para dar cobijo a la administración británica siendo prácticamente el único símbolo de su dominio.
El casual reencuentro con el Stella le permite escapar de la isla camino de Creta donde aún están en sus inicios las excavaciones de los palacios micénicos por lo que tras la breve parada, el crucero reanuda su camino, esta vez rumbo a Estambul, donde Waugh puede ver de primera mano los cambios que el régimen de Kemal ha introducido para occidentalizar la sociedad turca: la prohibición de la poligamia, el sufragio femenino, la supresión del traje típico turco, etc. Sin embargo, estos cambios son vistos con escepticismo por Waugh quien considera que todo cuanto tocan los turcos (sea arte, costumbres, ...) acaba por degradarse. La contemplación de las riquezas de los antiguos palacios imperiales y de las riquezas de los harenes sólo evoca la sospecha de que, en el derrumbe final del Imperio, muchas de esas joyas serían sustituidas por otras falsas.
El viaje continua en Atenas donde Waugh se reencuentra con un amigo la universidad junto con el que recorre los locales nocturnos más alejados de las rutas turísticas para descubrir que los parroquianos atenienses no sólo no tratan de pedirles dinero, sino que les invitan a bebidas.
La visita a Corfú, ya conocida por el autor, le reafirma en su deseo de enriquecerse para poder comprar una villa en esa paradisíaca isla, por lo que insta al lector a que compre varios ejemplares del libro que está leyendo para financiar así su proyecto. Remontando el Adriático visita Ragusa (actual Dubrovnik) y Cattaro criticando que ambas ciudades, en especial la primera, de indudable estirpe occidental, hayan sido entregadas al experimento yugoslavo tras la Primera Guerra Mundial (no en vano, los años noventa del pasado siglo corrigieron sangrientamente este error).

La visita a Venecia permite a Waugh comprobar lo poco que ha quedado de un pueblo que se caracterizaba por sus virtudes cívicas, su pasión por el arte y su habilidad comercial. La venta del encanto de su ciudad es lo único que pervive de un pasado de gloria.
El Stella regresa a Monte Carlo para dar por finalizada su temporada invernal y volver al Mar del Norte para la temporada veraniega. Waugh aprovecha el viaje para regresar a Inglaterra evitando la tortura y vulgaridad del tren. Barcelona es la próxima parada que arranca grandes elogios, tanto de las Ramblas como, en particular, de la obra de Gaudí de la que ignoraba su existencia. La visita a las famosas casas del arquitecto catalán, al parque Güell o a las obras incompletas de la Sagrada Familia causa su admiración. Este buen sabor de boca hace que su visita a Mallorca resulte algo decepcionante. Si bien, la impresión es muy superior a la que le produce Argel donde la plena confusión de razas y la falta de una organización social europea al estilo de la de Port Said son una muestra de degeneración que denuncia. Málaga es otra parada breve de la que apenas logra dejar ver una cierta indiferencia.

La visita al Peñón de Gibraltar es otra decepción ya que la presencia de policías ingleses, periódicos ingleses, tabaco inglés y otros elementos típicos de las islas, en un contexto extraño suscitan cierta inquietud en Waugh que ve próximo el final de su viaje. Éste tiene dos paradas adicionales de gran encanto para el escritor. De un lado Sevilla, de la que admira su elegancia y estilo de vida, de otro Lisboa a la que considera encantadora, guardando un especial recuerdo para el monasterio de Belém y la Plaza del Comercio.
El Stella arriba finalmente a Inglaterra entre la niebla y las sirenas, arrojándole a las conveniencias inglesas, a su correspondencia atrasada, las invitaciones sociales y otras obligaciones que tanto deplora.

Si bien la enumeración de las paradas en el viaje mediterráneo de Waugh promete una lectura amena e interesante, la verdad es que en la mayoría de las ocasiones, los comentarios resultan torpemente personales. El desprecio por otras culturas (en especial la musulmana) resulta un tanto intolerable en nuestros tiempos. Esa superioridad de la que parece hacer gala no guarda relación con las críticas que de continuo hace a su vida en Inglaterra, que parece detestar. Más aún, en 1929 su actitud parece algo trasnochada y más propia del siglo XIX. Los tiempos han cambiado lo suficiente desde Gladstone como para que su actitud resulte más bien ridícula. Su esteticismo es algo afectado y superficial, lo que en Wilde forma parte de una concepción más amplia de la vida, en Waugh resulta decadente y fuera de lugar.
No obstante, el libro fue escrito en un momento clave en la historia de los viajes. Hasta poco antes de ser escrito, sólo los muy acaudalados podían permitirse el lujo de un gran viaje (el famoso tour europeo). Los viajes se prolongaban durante largas temporadas en las que se hacían acompañar de numerosos criados y sirvientes y en las que el contacto con la población local resultaba vulgar y sólo justificable con el fin de experimentar una leve porción de exotismo. Sin embargo, tras la Primera Guerra Mundial, el turismo comienza a ser practicado de un modo diferente (el Stella es un buen ejemplo de ello) y deja de ser privativo de las clases más ricas, si bien sigue reservado para personas de fortuna. Los criados dejan de ser acompañantes, se busca la novedad aún a riesgo de tener que hacer largas caminatas por arenas ardientes o sufrir picaduras de insectos. Los guías turísticos organizan las visitas a los lugares imprescindibles para que nadie crea haber dejado atrás algún monumento digno de admiración. En numerosas ocasiones Waugh hace burla de este nuevo tipo de turistas, en especial, hace presa en australianos y americanos.
Ese momento de transición es, al tiempo, reflejo de una época en la que aún convive una sociedad heredada de los tiempos previos a la Primera Guerra Mundial y una nueva forma de entender las relaciones sociales, laborales y familiares que se impondrá definitivamente con el torbellino del próximo conflicto. Este contraste se pone de manifiesto en Etiquetas y será el que, con mejor tino, se plasme en obras posteriores de Waugh.

GWW


Datos del libro
  • 14.0x22.0cm.
  • Nº de páginas: 224 págs.
  • Editorial: PENINSULA
  • Lengua: ESPAÑOL
  • Encuadernación: Tapa blanda
  • ISBN: 9788483074916
  • Año edición: 2002
  • Plaza de edición: BARCELONA


¡Sálvese quien pueda! - Andrés Oppenheimer

¡Sálvese quien pueda! El futuro del trabajo en la era de la robotización. Oppenheimer siempre me ha llamado la atención, si bien no he sid...