13 abril, 2012

VICTORIA, REINA


 LA REINA VICTORIA 
Lytton Strachey

Una combinación de circunstancias determinó que en 1830 la Princesa Victoria fuese reconocida oficialmente como presunta heredera al trono de Inglaterra. Contaba sólo doce años de edad y era la imagen misma de la pureza y la inocencia, con lo que representaba una esperanza de regeneración para una monarquía desprestigiada por los escándalos protagonizados por sus últimos titulares. Como cualquier niña, Victoria podía ser considerada un botón de rosa; una vez crecida, cuando a su aura angelical y corta estatura añadía el atractivo de una figura esbelta, parte de la prensa la llamó la «Rosa de Inglaterra»; era, por demás, el partido más apetecido por las casas reinantes de Europa. Más tarde fue reina, esposa y madre, pero la madurez apenas hizo mella en el aire de virginidad moral que conservó prácticamente hasta su muerte. Un aire sin duda sincero y del todo conforme a su talante más íntimo, pero también un capital político del que supo obtener provecho. La propia Victoria atribuyó gran parte de su popularidad al modelo de doméstica virtud que ofreció a un país por entonces ávido de ejemplos (e inundado durante buena parte del siglo XIX por una oleada de romanticismo y sentimentalismo). Ésta es una de las facetas que destacan en la notable biografía escrita por el escritor inglés Lytton Strachey (1880-1932), miembro del grupo Bloomsbury.
Victoria fue criada en un ambiente recoleto y casi exclusivamente femenino además de germanizante, y a quienes la conocieron en la adolescencia causaba impresión de personilla tan simple y piadosa que “parecía hija de párroco alemán”. Sin embargo, satisfizo a todos cuantos pudieron verla el día de la ceremonia de coronación –en 1838- por su pasmosa dignidad, y a muchos por la sensatez con que se condujo en sus primeras intervenciones oficiales.
Muy pronto se manifestó como persona resuelta y vehemente, consciente además de sí misma y de su rango. En asuntos de gobierno hizo gala de «instintos de hombre de negocios». Una de las damas de su entorno la caracterizó como mujer dotada de un filamento de acero, definición que Strachey suscribe con entusiasmo. Ejemplo temprano de su firmeza fue el que no dudara en frenar los intentos de intervenir en el manejo de la política exterior británica por parte de su querido tío Leopoldo (rey de Bélgica y un verdadero padre sustituto para ella).
A poco de asumir como Primer Ministro, Benjamin Disraeli dio en llamarla «Reina de las Hadas»; el célebre político y escritor quedó encantado de la vivacidad de la diminuta monarca. El encantamiento fue recíproco, y el tono más que amistoso, romántico de sus relaciones se mantuvo hasta el final. Desde luego, Disraeli supo del temple de Victoria: el «Hada» tenía dientes y garras (la rosa, espinas). Entre los pasajes más notables del libro me han parecido los relativos al trato de la reina con los sucesivos Primeros Ministros, en el que se comportó con bastante volubilidad. Por lo mismo que aborrecía hasta la sola insinuación del cambio en todo orden de cosas, la alternancia de los partidos whig y tory en la conducción del país la azoraba una enormidad, y recelaba de cada uno de los nuevos jefes de gobierno. Pero, por lo general, pronto aprendía a apreciar sus respectivas cualidades, incluso a parecerle imposible el trato con otro Primer Ministro que no fuese  el de turno.

Afirma Strachey que Victoria fue «el símbolo viviente del triunfo de la clase media»; su pronunciada afinidad con los gustos de esta clase, aunque amplificados según su propia posición, impuso un sello burgués a su prolongado reinado. Con todo, la mentalidad de Victoria se caracterizó por un pertinaz conservadurismo: jamás profesó demasiada simpatía para con las reformas liberales y las ideas mesocráticas, el feminismo –por ejemplo- le parecía una espantable aberración, y en distintas aristas de su conducta y personalidad no podía ser sino una genuina aristócrata.
A despecho de su fuerte personalidad, el poder de la Corona declinó de modo sostenido a partir de 1861, alcanzando al final de la era victoriana lo que hasta entonces era su punto más bajo en la historia de Inglaterra. Strachey concibe como factor clave en este proceso -no el único- el fallecimiento del príncipe consorte, Alberto, ocurrido precisamente en dicho año. La influencia de Alberto fue decisiva en el manejo de los asuntos públicos, fortaleciendo de paso la potestad del trono. Tras su deceso, Victoria abandonó el rol pasivo y marginal al que gustosamente  se había sometido, no obstante lo cual fue incapaz de obstruir la paulatina liberalización de las instituciones políticas. 
 
Por cierto que Alberto (alemán de nacimiento y primo de Victoria) ocupa un lugar destacado en el libro. Interesante semblanza y consideración de su rol público: de joven indolente al que la política resultaba del todo extraña, pasó a ejercer en esta esfera un papel laborioso y eficaz, convirtiéndose no sólo en administrador competente sino en artífice del poder real. Su muerte significó un duro trance para Victoria, que optó por una voluntaria reclusión; durante mucho tiempo su contacto con el público se limitó a las contadas ocasiones exigidas por el protocolo. Idealizó a su adorado Alberto e hizo un culto de su memoria, conduciéndose en adelante bajo la divisa de honrar los ideales y los gustos de su fallecido esposo.  Las residencias reales y sobre todo las habitaciones de Alberto se convirtieron en auténticos santuarios.  (Fue esta una «operación de embalsamamiento» -la expresión es del historiador Simon Schama- que alcanzó rango oficial y que a la larga produjo un hastío generalizado.) La vida de Victoria se encaminó en una «eterna y deliciosa repetición de acontecimientos absolutamente triviales», sólo interrumpida por las labores oficiales que nunca descuidó; a ellas destinaba largas horas, mecánicamente programadas. Finalmente, a edad avanzada abandonó su relativa reclusión; si por entonces era de (casi) todos respetada, con sus apariciones en público y el rigor moral de su vida concitó universal estimación. Para sus complacidos súbditos, Victoria se erigió en la personificación del boyante Imperio Británico, al tiempo que el prestigio de la corona –que no su poder efectivo- adquiría niveles casi místicos.

Se trata de un libro escrito con un esmerado equilibrio entre compromiso emocional y distanciamiento, en que los toques de ironía contrastan con el tono admirativo. El énfasis de la biografía está puesto en la dimensión pública del personaje. Si he de fiarme en la traducción (en mi caso, la de Editorial Sudamericana, año 2000) y en la fama del autor, debo decir que el libro me ha parecido formalmente impecable además de entretenido. Una lectura en verdad gratísima.

Rodrigo
- Lytton Strachey, La reina Victoria
Lumen, Barcelona, 2008. 400 pp.

11 abril, 2012

UN THRILLER SEVILLANO


PUENTES Y SOMBRAS
FERNANDO DE CEA
Ed. Abec, 2012

Estamos ante una opera prima de un autor que, a pesar de haber escrito mucho, no lo ha hecho en forma de libro ni de ficción. El autor, Fernando de Cea, capitán de fragata de la Armada, es además licenciado en Economía y ejerce la crítica de cine, habiendo publicado abundantes artículos en revistas especializadas y en su blog cinematográfico. Como puede observarse, son campos muy diversos en los que se mueve. Y ahora añade el literario, en el que entra pisando fuerte.
Novela de intriga, policíaca, con salpicaduras de novela negra,  este thriller tiene visos de guión cinematográfico, y arrastra importantes influencias de los clásicos del género, así como de sus versiones cinematográficas. No en balde el autor es un cinéfilo empedernido.
Ambientada en  Sevilla, ciudad que conoce bien, entre escenarios reales e imaginarios, y en la más absoluta contemporaneidad ―a juzgar por las conversaciones, los usos y las referencias a la actual crisis― el autor desarrolla una enrevesada trama que une varios submundos: el de la prensa, concretamente un imaginario periódico local, La voz de Hispalis, donde varios son los personajes que destacan: Merche, Cecilia, Enrique, Roberto, Jaime…; el policial, donde un par de personajes, el inspector Hidalgo, y sobre todo, la subinspectora Sam Torres (femenino ―Casandra― a pesar del nombre), llevan voz cantante en todo el embrollo; el mundo marginal de la droga, con otro protagonista, el Gabacho, que cruza tangencialmente toda la novela, haciendo de hilo de Ariadna; varios asesinatos, conflictos sociales con gitanos, drogotas, corrupción encubierta, en fin, todo lo que puebla los telediarios y la prensa diariamente. Nada lejano ni, desgraciadamente, demasiado fuera de lo habitual en una gran ciudad.  
Los dos personajes que tienen papel protagonista, Merche y Sam, son jóvenes y femeninos, como parece ser lo que toca, actualmente. En realidad, diría que todos los personajes que destacan ―para bien o para mal, puesto que varios son asesinados― son femeninos. Los demás giran alrededor de ellas. Quizás el personaje de Cecilia resulte un poco estereotipado, pero ciertamente es real.  También el personaje de El Gabacho atrae la atención, mostrándonos el sórdido submundo de la droga, la delincuencia y los bajos fondos.

La trama y la acción, sin duda, atrapan. Los distintos niveles se entremezclan creando una fuerte tensión y a pesar de los largos diálogos (poco cuidados, y en mi opinión, excesivamente extensos), que a veces relajan el ritmo, cuyo tempo se mantiene in crescendo, llegando a puntos de tensión de gran fuerza. La lectura es ágil, manifiestamente cuidada en los distintos puntos de vista (hay de todo: narrador omnisciente en tercera persona, primera persona, personalidad desdoblada, en fin, para todos los gustos). Aunque se nota una cierta confusión en cuanto a las narraciones subjetivas, las que implican doble personalidad. Abundan las pistas falsas, por lo que no se adelanten con las posibles conclusiones.  El lenguaje es muy contemporáneo, usando terminología de jergas, como conviene en el género.

Encontramos, asimismo, una complicada madeja de investigaciones: la periodística, la policíaca, que circula en doble dirección,  y la judicial en el caso del testamento desaparecido, la personal de Sam, etc. El autor ha apostado fuerte en este su primer paso literario. Sin embargo, en un intento casi hitchcockiano, ha querido rizar el rizo en demasía, y el final resulta (al menos en parte), excesivamente rebuscado, y, en mi opinión, de difícil verosimilitud. Siempre pensé que las explicaciones psicologistas que Hitchcock nos ofrece al final de Psicosis estropean una película que, por lo demás, es impecable. Y los capítulos finales de Puentes y sombras me han recordado inevitablemente a  Psicosis. No desvelo nada de la trama con esta afirmación, puesto que el paralelismo se refiere a la estructura, no al contenido, completamente distinto.
Es una novela que sorprende en cada tramo con diversas vueltas de tuerca, y acaba con una virada en redondo, que diría un marino. Lo cierto es que el trayecto hasta el sorprendente desenlace tiene buen ritmo y suficiente credibilidad, en general. La novela tiene interés y se deja leer bien: entretiene, ciertamente. Las casi cuatrocientas páginas se pasan volando. Auguramos éxito seguro, y un posible traslado a la gran pantalla lo que fácilmente podría convertirse en película.
Para más datos, aqui teneis una entrevista con el autor.

Ariodante

09 abril, 2012

STEPHEN KING AL ATAQUE


LA ZONA MUERTA
 STEPHEN KING


El dinero que no has ganado con tu trabajo trae mala suerte – sentenció lúgubremente-. Uno de los proverbios de mi madre. Los tiene por millones. Y aborrece el juego”. Esta frase que dice el protagonista después de haber ganado una buena cantidad en la Ruleta de la Fortuna en la feria del condado, ¿sería una premonición de todo lo que sucedería a lo largo del relato?.

“La Zona Muerta” (The Dead Zone), es una novela enmarcada dentro del género fantástico. Su autor, Stephen King, (Portland-Maine, 21/09/47) escritor prolífico estadounidense, escribe  relatos de terror y fantásticos. Su primera novela, Carrie, (una mujer dotada con poderes telequinésicos que se venga atrozmente de sus compañeros de escuela). tiene la curiosidad de que fue rescatada de la basura por su esposa Tabitha porque el borrador no le gustaba a él y ella le alentó a que lo acabara. Después vendrían muchos otros éxitos y llegó a colocar cinco libros al mismo tiempo entre los más vendidos de Nueva York. Vendrían obras como “El misterio de Salem´s Lot “, “Resplandor”, “Apocalipsis”, “La Milla Verde”  y otros títulos que le catapultarían a la fama mundial vendiendo millones de ejemplares de libros, muchos de ellos considerados como best-sellers.
 En las obras de S. King hay influencia, sobre todo, de Edgar Allan Poe, el maestro de los relatos de terror. Es curiosa, además, la coincidencia de ambos en su adicción al alcohol y a las drogas, aunque sólo King, con la ayuda de su familia, logra superarla
.
En el prólogo de la obra nos encontramos, de forma inconexa, a dos personajes que no tienen nada que ver entre ellos. La trama se desarrolla en dos partes que llevan por título La Rueda de la Fortuna y El tigre que ríe. Finalizará con un epílogo en el que se aclaran algunos aspectos de La Zona Muerta.

 Estamos en el año 1953 y vemos como un niño, Jonny Smith, sufre un accidente cuando patinaba en una pista de hielo para niños pequeños y choca con un jugador de hockey  pues se había adentrado en la zona de mayores. Luego el autor nos traslada al año 1955 presentándonos a Greg Stillson, un vendedor de Biblias, a quien su madre le había dicho que estaba predestinado para algo grande, para algo extraordinario y él la creía.
Los personajes que aparecen en esta novela son gente normal de la clase media americana, son personas que nos podríamos encontrar por la calle, con sus miedos, sus miserias, sus sentimientos, sus alegrías y sus penas. Gente normal, sí, pero con alguna  peculiaridad que los distingue de los demás. 

 Personajes así son los que aparecen en La Zona Muerta: la tragedia que ha implicado para Johnny Smith, pues su vida y su romance con Sarah Bracknel, han sido truncados por un hecho fatídico. Cuando despierta en 1975, descubre que ha estado más de cuatro años y medio en coma y además, se enfrenta a un profundo cambio que ha sufrido la sociedad estadounidense. Pero lo más increíble para él es que ahora posee facultades parasicológicas, y esto le llevará a conocer muchos aspectos oscuros del ser humano y a predecir situaciones antes de que ocurran. Además se debe enfrentar también al trastorno mental que ha sufrido su madre influida por su fatal accidente, hecho que la ha llevado a una crisis religiosa. Sarah ha decidido rehacer su vida y sorprende a Johnny diciéndole que se ha casado hacen año con un joven abogado aunque siga enamorada de él. Este fenómeno psíquico que ahora posee hará que el  sheriff de Castle Rock lo llame para resolver un asesinato producido en su jurisdicción. El día en que asistió a un mitin del candidato a la Cámara de Representantes, Greg Stillson, cuando éste saludaba a la gente le da la mano a Johnny y tiene una horrible visión. Ve al excéntrico político como Presidente de los Estados Unidos en un futuro y a causa de una decisión imprudente que provoca un conflicto nuclear mundial. Esta visión hará que Johnny Smith se plantee una pregunta ¿debe o no matar a este excéntrico político?. 

 "Bueno..., suponga..., suponga solamente que pudiera montar en una máquina del tiempo y volver al año 1932, en Alemania. Suponga que se encontrara con Hitler. ¿Lo mataría o dejaría vivir?"

.David Cronenberg, en el año 1983, filma una versión cinematográfica de esta novela, protagonizada por Christopher Walken.  En el año 2002 una serie protagonizada por Anthony Michael may en el papel de Jonny Smith. Fue producida por la Lions Gate Televisión y CBS Paramount Televisión para USA Network.
Cleaves Mills y Castle Rock son dos pueblos que no existen, como suele ocurrir en las obras de este genial escritor, que los ubica, casi siempre, en el Estado Norteamericano de Maine. 
 En el transcurso de esos cuatro años y medio, en la primera mitad de la década de los setenta, han pasado muchas cosas en Estados Unidos, sobre todo en el plano político: La  Guerra del Vietnam, la presidencia de Richard Nixon, su posterior dimisión tras el escándalo Watergate y su sustitución por Gerald Ford. Acontecimientos que aparecen todos en la novela, aunque sea de refilón. Éstos iban a influir mucho en la sociedad estadounidense y cambiar el panorama político mundial.

King pretende provocar una catarsis en la sociedad americana con los miedos que esta tenía, sobre todo en lo relativo al terrorismo, cosa que pretende conseguir incluyendo el personaje del excéntrico candidato a la Cámara de Representantes, Stillson, un político psicópata y corrupto.
 El autor utiliza un lenguaje claro y sencillo con el que nos pretende atrapar para que nos enfrasquemos en la lectura de este fascinante relato que, aunque a veces se desvía de la trama central, porque en ella encontramos historias que nos desvinculan de su esencia, provocando que ésta avance a un ritmo lento, lentitud provocada por el autor,  para que así sigamos interesados en la obra y de hecho lo consigue.

Es un libro a recomendar sobre todo por el ritmo trepidante que hay en la parte final de la historia y porque se le va cogiendo cariño a sus personajes. Además, el  hecho de que el protagonista tenga facultades psíquicas nos da qué pensar. ¿qué haría yo si tuviera esos poderes?.

Galaico


Título original: The Dead Zone
Traducción: Eduardo Goligorsky
Plaza & Janés S. A.
RBA Editores S. A.
Edición 1983

¡Sálvese quien pueda! - Andrés Oppenheimer

¡Sálvese quien pueda! El futuro del trabajo en la era de la robotización. Oppenheimer siempre me ha llamado la atención, si bien no he sid...