EL SIGLO DE LAS LUCES
Alejo Carpentier
Novela publicada originalmente en 1962, de distinta tela que El reino de este mundo puesto que, en la presente, Carpentier se distancia notoriamente de su teoría de lo real maravilloso, cosa que ya había hecho en las novelas que mediaron entre ambas (Los pasos perdidos, 1953; El acoso, 1956). El distanciamiento, cabe apuntar, atañe al abordaje y reivindicación del pensamiento mítico como distintivo de la singularidad americana; las novelas que siguieron a El reino de este mundo adscriben al género realista. Por otra parte, El Siglo de las Luces no sólo tiene el característico toque carpenteriano, el barroquismo del estilo y el enaltecimiento de la exuberancia caribeña, sino que lo lleva a cimas insuperables. El Siglo de las Luces es una novela espléndida, copiosa en referencias culturales y una genuina fiesta del idioma; a no dudar, uno de los clásicos mayores de la literatura latinoamericana.
Su
trama abunda en peripecias cuyo marco histórico lo proporciona la dramática
década final del siglo XVIII. Su hilo conductor: los ecos de la Revolución Francesa
en el Caribe. Escenarios principales de la narración son el ámbito caribeño y la Francia revolucionaria;
secundariamente, en el brinco temporal que conduce al desenlace, el Madrid que
ha presenciado los tumultos de mayo de 1808. Entre sus protagonistas, Víctor
Hugues destaca por su historicidad: fue Comisario de la Convención en
Guadalupe, en la que hizo un verdadero gobierno de terror, y luego Agente del
Directorio en Cayena (Guayana Francesa). Completan el trío protagónico los
jóvenes cubanos Sofía y Esteban, quienes no sólo harán a Hugues objeto de
afecto y desprecio, a su turno, sino personificación de la grandeza y vileza de
la crucial coyuntura finisecular.Hugues los inicia en la ebullición de ideas
que promete y, de hecho, ha desencadenado un cataclismo histórico de amplias
repercusiones, al tiempo que introduce a Sofía en el mundo del amor.
Por
no estropear el suspenso, me limitaré a referir someramente el arranque de la
trama. Todo principia en La
Habana , en torno de 1790. Un acaudalado comerciante criollo
acaba de fallecer, dejando en la orfandad a sus hijos adolescentes, Sofía y
Carlos, quienes se recluyen en la casona familiar en señal de duelo. Con ellos
vive su primo Esteban, huérfano desde temprana edad, también adolescente y un
verdadero hermano para ambos. La reclusión deviene gradualmente fiesta, al
hacer de la casa un lugar encantado al margen del mundo; mundo del que, no
obstante, se maravillan los chicos a través de los libros. Cierto día irrumpe
un francés de nombre Víctor Hugues, marsellés afincado en Saint-Domingue (la futura
Haití). Desea hacer tratos con el dueño de casa, de cuya muerte obviamente no
está informado. Superada la decepción, el francés se revela un prodigioso
compañero de juegos y un gran contador de historias; parece un prestidigitador
que no acabara de sacarse cosas de la manga. Para mayor admiración de sus
nuevos amigos, proporciona al enfermizo Esteban el auxilio providencial del
doctor Ogé, mulato y amigo del marsellés. Pero Víctor y Ogé son francmasones y
extranjeros, doble motivo de sospecha para las autoridades locales; deben huir
de Cuba.
Los vaivenes de su fuga arrastran a Sofía y Esteban, quienes se ven
abocados a un Caribe convulsionado por la proliferación de ideas
revolucionarias y la revuelta de los negros en Saint-Domingue. Los
acontecimientos llevan a Víctor y Esteban al otro lado del océano, a una
Francia en plena revolución que ya ha dado al mundo, un tiempo atrás, noticias
tan pasmosas como el intento de fuga del rey y su captura en Varennes (junio de
1791). He aquí que Victor Hugues hace su entrada en la Historia , pues volverá al
Caribe oficialmente investido de poderes. Esteban será testigo de su
encumbramiento y de su degradación, y mucho padecerán sus juveniles
entusiasmos. No menos severo será el impacto en Sofía, en quien la espera no ha
hecho sino acrecentar el aura romántica –doblemente romántica, en su caso- del
marsellés.
Sofía
y Esteban aportan, en alternancia, la perspectiva desde la que se presencian y
evalúan los actos de Víctor Hugues. Con Hugues hace su entrada la Revolución en el
Caribe, representada en el Decreto del 16 Pluvioso del Año II, que “proclamaba
la abolición de la esclavitud y la igualdad de derechos otorgados a todos los
habitantes” de la Guadalupe ;
pero también en el símbolo del Terror revolucionario: la guillotina, esa
siniestra máquina. Es un Hugues demasiado ensoberbecido de su papel el que
retorna al Caribe. “Luciendo todos los distintivos de la Autoridad , inmóvil,
pétreo, con la mano derecha apoyada en los montantes de la Máquina , Víctor Hugues se
había transformado, repentinamente, en una Alegoría. Con la Libertad , llegaba la
primera guillotina al Nuevo Mundo”. Y pronto, demasiado pronto, la realidad se
impone a los ideales.
Los
atractivos que depara la novela son variados: acción, romance, un dramático
trasfondo histórico con sus connotaciones políticas y filosóficas; los
conflictos éticos a los que se ve enfrentado un Esteban tan idealista como
vacilante en la acción; en lo que toca a la forma, una prosa gozosa como pocas,
tan sugerente que resulta en verdadera fiesta para los sentidos. Al colorido y
exuberancia del Caribe corresponden un estilo y un léxico frondosos, a la
medida de la desmesura antillana. Largos párrafos se suceden, con escasos,
breves y punzantes diálogos además de fascinantes descripciones de lugares y
objetos. Carpentier era un apasionado de la radiante materialidad caribeña, y
vaya que fue capaz de transmitirnos su pasión: en una prosa pletórica de
sensualidad, envolvente y fascinante. Abundan sabrosos y expresivos localismos,
y es que no hay modo de negarle dignidad a la vertiente caribeña de nuestra
lengua común. No por nada se ha calificado a esta novela como ‘sinfonía del
Caribe’. No en vano se caracteriza a Carpentier como escritor barroco,
caracterización que el propio autor refrendara al promover el Barroco al rango
de categoría fundamental en la delimitación de lo latinoamericano.
Los
pasajes históricos, referidos especialmente a la actuación de Víctor Hugues en
calidad de agente de la
Revolución , son fidedignos. Para su elaboración Carpentier
hizo acopio concienzudo de fuentes documentales, proceso en que pudo además
enterarse del destino de connotadas personalidades revolucionarias, caídas en
desgracia y condenadas al destierro en la Guayana Francesa
-destacan los casos de Jaques Billaud-Varenne y Jean-Marie Collot d’Herbois,
quienes contribuyen al empaque histórico de la novela-. Escaso conocimiento hay
de la vida de Hugues y poca certeza sobre sus años finales y sobre su muerte,
al menos a la fecha en que el escritor redactó la obra. Me parece que el
talentoso cubano supo sacar partido de lo que sí se sabe, recreándolo del modo
más enjundioso para el lector.
En
suma, un libro sobradamente recomendable.