16 enero, 2012

CRUZANDO EL PUENTE CON ANDRIC


UN PUENTE SOBRE EL DRINA  
Ivo Andric

Ivo Andric, connotado escritor de origen bosnio (1892-1975), creó en los años de la Segunda Guerra Mundial una trilogía novelística denominada ‘de los Balcanes’, compuesta por las novelas Crónica de Travnik, Un puente sobre el Drina y La señorita. Parece incuestionable que la mejor de las tres es Un puente sobre el Drina. Drina es el nombre de un río que desde antiguo ha hecho de frontera natural entre Bosnia y Serbia. En el siglo XVI, cuando la región circundante conformaba una provincia adscrita al imperio turco, el visir que la gobernaba decidió construir un puente sobre dicho río, a la altura de la ciudad de Vichegrado. La presente novela cubre los cuatro siglos que van desde la construcción del puente hasta el período inicial de la Primera Guerra Mundial.
Se trata de una obra de ficción con basamento en hechos históricos. Su registro es episódico, alternando la anécdota y el drama. Andric es un estupendo fabulador, de modo que en ‘Un puente…’ ni lo dramático degenera en patetismo ni lo anecdótico en banalidad. Nunca sus materiales, aquellos de los que se vale el autor, llegan a degradar el alto nivel del todo. Mi impresión es que Andric advierte en cada situación un indicio de sentido –de la vida, del mundo, del ser del hombre-, sin que esto signifique que la novela abunde en filosofías (como no abunda en simbolismos). Acaso hiciera una muy certera selección de lo que, a su juicio, merece ser contado en unas crónicas (mayormente ficticias, cómo éstas de la ciudad de Vichegrado). El caso es que ninguno de los episodios que componen la novela adolece de gratuidad, y todos ellos sortean con éxito los riesgos de la sordidez y el melodrama.

Cada personaje y cada sucedido, cual sea el volumen que ocupen en el conjunto, son útiles al propósito de plasmar la dignidad de lo humano, así como la futilidad de toda soberbia (ideas ambas, directrices en el plan de la obra). Por momentos parece que el relato discurriese por la senda ejemplarizante de cierta literatura, mas enaltecido por la ausencia de moralinas y de sentencias edificantes. He ahí, por ejemplo, el personaje de lamentable estampa cuyo destino es el de ser bufón del pueblo: incluso él en su miseria puede disfrutar un asomo de gloria, cuando le celebran la pequeña aunque temeraria proeza de bailar sobre el parapeto del puente. O aquel dignatario musulmán, presunto erudito y cronista de la ciudad, en realidad un fatuo ignorante: los hechos más notorios –tal como la conquista austro-húngara de la provincia- empalidecen ante su convencimiento de que nada sería más importante que su propia persona; así pues, sus pretendidas crónicas no pasan de unas cuantas páginas de cuadernillo.

Si el puente aparece como escenario privilegiado de la novela, su kapia (una terraza provista de graderíos a mitad de la construcción) es a la vez hito y epítome de la historia de Vichegrado -tanto la Gran Historia como la pequeña, la del hombre común-. En la kapia se reúnen a diario ociosos y opinantes de lo divino y de lo humano. Allí se comentan noticias y se cierran negocios, y refuerzan los vichegradenses sus vínculos sociales. Desde la kapia se arroja al río la bella a la que han desposado contra su voluntad. Ahí se le ha aparecido a un jugador compulsivo el Gran Engatusador, que lo ha curado de su mal pero también le ha robado su vitalidad. Sobre sus piedras consuman los juerguistas grandes borracheras, y las nuevas generaciones de estudiantes filosofan sobre el mundo y rivalizan en amores. Es en una losa de la kapia donde se emplazan bandos y proclamas oficiales (del gobierno turco primero, luego del poder habsburgo). En esta terraza se instalan las guardias que controlan el paso de viajeros y transeúntes. En postes erigidos de propósito exhibe el ejército turco cabezas de rebeldes serbios –también de inocentes que han tenido el infortunio de hacerse sospechosos al arbitrio otomano-. En la terraza discuten los musulmanes, ya en el siglo XIX, las medidas a seguir para enfrentar el avance de las tropas cristianas. Y es en ella que un comité representativo de las tres religiones de la ciudad (musulmana, ortodoxa y judía) recibe al victorioso ejército austro-húngaro –y sufre el desdén de su altivo comandante-.
El puente es también testigo y víctima del cambio de los tiempos. Nacido como fundación pía por voluntad de un gobernante islámico, conforme transcurrenlos siglos su significado religioso pierde relevancia, para terminar cediendo frente al utilitarismo y pragmatismo de los días de la modernidad (llegada con el dominio habsburgo). Estupefactos, los musulmanes de Vichegrado observan lo que ellos consideran característica inquietud y laboriosidad de los occidentales, manifiesta en los ingentes trabajos de reparación del puente. Pero también constatan –desde el prisma de los más ancianos y testarudos de entre aquellos- la malicia e impiedad del eterno enemigo, al enterarse de que los austríacos han instalado una carga explosiva en la emblemática edificación.

Entrado el siglo XX, el país será un enorme campo de batalla en que se batirán los ejércitos de imperios decadentes y de incipientes estados. Si durante las Guerras Balcánicas de 1912 y 1913 en Vichegrado sólo resuenan ecos distantes de la guerra, el conflicto desatado por el atentado de Sarajevo (el asesinato del archiduque Francisco Fernando) acaba por ensañarse con la ciudad.
“[…] Y el puente –comenta en medio de la novela el narrador- continuaba irguiéndose, como siempre, con su eterna juventud, la juventud de una concepción perfecta y de las grandes y estimables obras del hombre, que ignoran lo que sea envejecer y cambiar y que no comparten –al menos, ésa es la impresión que dan- el destino de las cosas efímeras de este bajo mundo”.
Lo lamentable es que los azares de la historia confirmen a veces –tal vez con demasiada frecuencia- la precariedad de impresiones como aquella. No obstante, habría que congratularse de que la misma veleidosa historia inspire obras de excelencia, como ésta que he comentado. Si hay gentes de talento en quienes aproveche la inspiración, mejor que mejor.

Rodrigo

- Ivo Andric, Un puente sobre el Drina.
ISBN-9788498677959
RBA, Barcelona, 2010. 448 pp. 48 páginas

13 enero, 2012

Anacaona. El fin de una raza – Ramón Carredano Cobas



El 12 de octubre de 1492 fue un día clave para la Historia de la Humanidad: el Almirante Cristóbal Colón había descubierto un continente nuevo, aunque él no lo sabría nunca. Creía haber llegado a Las Indias siguiendo la ruta de Occidente. Significó el encuentro entre dos mundos que se habían desarrollado independientemente sin conocer uno lo que sucedía en el otro.

La primera crónica escrita de este hecho, es el Diario de a bordo de Cristóbal Colón sobre el descubrimiento de América en el que el Almirante se refiere a la isla bautizada por él como La Española, y que hoy ocupa Haití y República Dominicana, de la siguiente manera: «La Española es maravilla: las sierras y las montañas y las vegas y las campiñas y las tierras tan hermosas y gruesas para plantar y sembrar, para criar ganados de todas suertes, para edificios de villas y lugares.»

Desgraciadamente el escrito original se ha perdido, pero se conserva la copia fidedigna del mismo realizada por el fraile dominico Padre Bartolomé de las Casas, quien, además, es autor de la Brevísima relación de destrucción de las Indias, escrita en el siglo XVI, donde describe las atrocidades a las que fueron sometidos los indígenas americanos por los conquistadores españoles, obra considerada como el primer informe moderno sobre la defensa de los derechos humanos.
Sobre esta isla y su conquista por los españoles fue escrita la novela Anacaona, el fin de una raza. Ópera prima escrita en castellano de Ramón Carredano Cobas (Noia – A Coruña, 1950), escritor en lengua gallega, idioma en el que ha publicado las obras Fray Samuel (Frei Samuel), La uña del águila (A unlla da aguia), Una blanca de cobre para Martín (Unha branca de cobre para Martiño) y Veneno Tinto (Veleno Tinto), donde vuelve a aparecer el personaje de Fray Samuel, todas ellas de temática histórica.

Además, de su labor literaria, Ramón Carredano está muy ligado al mundo del teatro, pues fue cofundador con José Agrelo de  Candea, grupo con el que representarían sus obras por todos los rincones de Galicia. En la actualidad sigue unido al escenario, ya que es el director de la escuela de teatro del Liceo de Noia, así como también  colabora en la revista Alameda, del  citado Liceo.

El autor nos relata en tercera persona y con bastantes dosis de realismo los acontecimientos acaecidos a partir de la arribada de las carabelas del Almirante Colón a La española en el mes de diciembre de 1492. Está dividida en tres partes: CanoabóBartolomé Colón, el Adelantado y Anacaona.
Los días transcurrían felices en la isla de Haití. Sus habitantes llevaban una vida indolente y no podían intuir el cambio que se iba a producir en sus vidas cuando arribaron a las costas de Marién aquellos seres extraños. Los taínos, raza que poblaba la isla, los tomaron por los dioses venidos del Turey (cielo) que, según la leyenda indígena, volvían para recuperar lo que ya era suyo.

No se imaginaban los habitantes de la Española las vicisitudes que les esperaban con la llegada de estos dioses. Su vida corría peligro sin ellos saberlo y cuando se percataron de ello, ya era demasiado tarde.
La llegada de Colón a la isla supuso un duro golpe en su forma de vida. La construcción de asentamientos, la búsqueda de oro y el pago de tributos fueron, entre otras,  las causas que originaron la resistencia de los indígenas. Lo que más encolerizó a los caciques fue el trato dado a sus súbditos que eran esclavizados y obligados a trabajar en la extracción del preciado metal. No estaban acostumbrados a estas duras labores, pero fueron forzados a realizarlas a base de látigo, mutilaciones y todo tipo de vejaciones a las que fueron sometidos, lo que producía una gran mortandad.

Los nativos consiguieron reunir un gran número de guerreros para enfrentarse al invasor pero, pese a todo, fueron derrotados pues el enemigo contaba con mejor armamento, además de caballos y perros de presa.  Hubo numerosos combates pero todos con el mismo final: la derrota taína.
Todo esto, unido a las enfermedades que habían venido con los europeos a la isla, como la viruela o la simple gripe, para las que no estaban inmunizados, causaban numerosas muertes, diezmando la población.
Estas actuaciones y las protestas de los descontentos contra los hermanos Colón, llegaron a oídos de los Reyes Católicos que nombraron a Francisco de Bobadilla  gobernador de la isla en sustitución de Colón, pero dada su mala gestión  y su fama de corrupto fue sustituido por Nicolás de Ovando, quien terminó de empeorar la situación, interpretando a su manera las órdenes dadas por la Reina Isabel, y, quizá a causa de una acusación llegada a él sobre una supuesta sublevación en Jaragua, se dirigió allí con una expedición que sería agradablemente recibida por la reina Anacaona, cacica de aquellas tierras. Expedición que terminaría con una de las peores masacres que se recuerdan en la Historia.

En esta novela nos encontramos con la lucha  por la supervivencia de un pueblo. Lucha representada por el cacique Canoabó y por su esposa Anacaona, que se enfrentaría a los españoles tras la muerte de su esposo.
Era Anacaona la mujer más hermosa de la isla, la más deseada y la más admirada. Se la tenía por gran poetisa compositora de areytos que ella misma describe con sus propias palabras: «En ellos está la memoria de nuestro pueblo. En los más antiguos se narran nuestras costumbres, las leyendas de los primeros antepasados que llegaron a estas islas, las hazañas de nuestros guerreros. Lo que somos como pueblo para que las próximas generaciones lo sepan

La reina de Jaragua, sueña y recuerda: «Dejaría que pintasen su cuerpo y lo adornaran con guirnaldas de flores para luego unirse al canto de los areytos, acompañados por los tambores y las flautas de los músicos. Pronto se haría de noche. Las primeras aves regresaban a sus nidos y los más madrugadores cocuyos encendían sus luces. Fumaría unos tabacos y marcharía a dormir a su bohío con la esperanza de no recibir aquella noche la visita de su esposo.»
Era el pensamiento de Anacaona en el momento más feliz del día para ella, que había sido arrebatada a la fuerza de Jaragua por el cacique Canoabó, de raza caribe, temido por su ferocidad y carácter combativo. Y que había llegado a Haití procedente de las islas orientales, con un puñado de guerreros en busca de esclavos decidido a instalarse en la isla, en Cibao, en el cacicazgo de Maguana.

El autor nos relata los hechos con un lenguaje sencillo, a veces empleando términos taínos pero que no interfieren en la comprensión de la trama de la novela. En algunos pasajes del libro quizá nos muestre con cierta dureza las represalias que se toman contra los indígenas. Encontramos en ella reflexiones y diálogos más bien cortos, que dan un ritmo fluido a la lectura, aunque éste decrece un poco con algunas descripciones referidas sobre todo a la forma de vida de los indígenas y en la batalla que tiene lugar en el valle de la Vega.

Al final del libro viene una relación alfabetizada de los términos taínos con su significado por si el lector quiere consultarlos.

La obra es amena en su conjunto y de fácil lectura por lo que es recomendable para aquellos que quieran conocer algo más sobre la realidad del Descubrimiento de América.


Francisco Portela


Francisco Portela colabora como crítico literario o reseñista con El placer de la lectura, Melibro y Reseñas Literarias, del Escritor Amando Lacueva; y tiene también un blog, Un Lector Indiscreto. Adicionalmente, tuvo la oportunidad de entrevistar a Ramón Carredano Cobas. Su entrevista se encuentra luego de la reseña de la obra.

ENTREVISTA
Ramón Carredano Cobas (Noia – A Coruña, 1950), escritor en lengua gallega, idioma en el que ha publicado las obras Fray Samuel (Frei Samuel), La uña del águila (A unlla da aguia), Una blanca de cobre para Martín (Unha branca de cobre para Martiño) y Veneno Tinto (Veleno Tinto), donde vuelve a aparecer el personaje de Fray Samuel, todas ellas de temática histórica.

Además, de su labor literaria, Ramón Carredano está muy ligado al mundo del teatro, pues fue cofundador con José Agrelo de  Candea, grupo con el que representarían sus obras por todos los rincones de Galicia. En la actualidad sigue unido al escenario, ya que es el director de la escuela de teatro del Liceo de Noia, así como también  colabora en la revista Alameda, del  citado Liceo.

1.- Sus primeras obras fueron escritas en gallego ¿Por qué ese cambio al castellano?
RCC.- ¿Por qué no? En realidad fue cuestión de editorial, más que de idioma. El mundo editorial no está en su mejor momento. La crisis, el libro electrónico… las editoriales gallegas además de todo esto, tienen el problema de la discriminación y exclusión del gallego en los libros de texto impuestas por el nuevo gobierno autonómico. Esto las coarta muchísimo a la hora de editar en nuestra lengua.

2.- ¿Por qué este acontecimiento, precisamente?
RCC.- Por dos motivos esenciales. Primero: porque siempre me gustó la historia. Segundo: porque el tema del descubrimiento de América es un tema que me apasionó desde la escuela de primaria, en cuanto me enteré de que unos tipos bien bragados se habían metido a cruzar un mar desconocido y aterrador, y luego por tierras igual de desconocidas, con una naturaleza las más de las veces inhóspita por salvaje, rodeados de pueblos guerreros que los acosaban continuamente. Historias de amor, de guerra, de traición, de ambición, de heroísmo…

3.- ¿Qué le inspiró para escribir la novela?
RCC.- Como te digo el tema del descubrimiento y la conquista de América me apasionó desde niño. Tengo leído mucho sobre el tema, tanto novelas, como crónicas de la época, y también ensayos, tanto modernos como antiguos. Hace ya muchos años leyendo "El caballero de la Virgen"  de Blasco Ibáñez, me encontré con la figura de la cacica Anacaona, y como casi todos los españoles que la conocieron, me quedé enamorado de ella. Pasaron muchos años, pero acabé encontrándola de nuevo.

4.- ¿Cómo se documenta para poder ambientar sus novelas?
RCC.- De la única manera que conozco: leer, leer y leer. Hoy tenemos la gran ventaja de Internet que es la enciclopedia más extensa del mundo, una fuente de información nunca antes soñada al alcance de una tecla, pero sobre todo los libros. Siguen siendo imprescindibles.

5.- ¿Hay algún personaje en sus obras con el que se sienta identificado?
RCC.- Tanto como identificado, no. Creo que todos tienen algo de mí, eso es casi inevitable. Un escritor utiliza sus propias vivencias y experiencias a la hora de escribir y construir sus personajes. De todas formas, no llego a sentirme identificado con ninguno, pero a unos sí les tengo más cariño que a otros, porque me resultan más simpáticos, por empatía, porque, a mi parecer, quedaron mejor construidos, y tienen una personalidad propia muy acusada y especialmente atractiva. De entre ellos destacaría sobre todo el personaje de "Frei Samuel", un fraile gallego del siglo del siglo XIV, pícaro, mujeriego, más amante de la mesa que de la misa, astuto, tan pronto egoísta como generoso, observador, inteligente… Toda una joya.

6.- ¿Cuáles son los ingredientes que incluye en sus relatos?
RCC.- Me gusta mucho incluir el humor, siempre que el tema, naturalmente, se preste. En las dos historias de Frei Samuel ("Frei Samuel" y "Veleno tinto" –Veneno tinto-), hay mucho, muchísimo humor. En todas mis novelas hay pinceladas e incluso brochazos de humor. "Anacaona. El fin de una raza", creo que es la primera novela en la que el humor está ausente, aunque no pueda evitar que a veces aparezca la retranca gallega. Otro ingrediente, es la historia. Todas mis novelas tienen el ingrediente histórico, sean las luchas de los nobles con la iglesia en las aventuras de Frei Samuel, la guerra de la independencia en "A unlla da aguia" (La uña del águila), relacionadas también con la historia de Noia, mi pueblo natal, y "Unha branca de cobre para Martiño" (Una blanca de cobre para Marín) y "Anacaona. El fin de una raza", ambas ambientadas en el descubrimiento y colonización de América.

7.- ¿Qué novela le gustaría haber escrito?
RCC.- La isla del Tesoro de Stevenson.

8.- ¿Y de cuál detestaría ser su autor?
RCC.- De "Mi lucha" de Adolf Hitler.

9.- Una época digna de novelar.
RCC.- Dos. La historia de Noia y el descubrimiento y conquista de América.

10.- Un mito literario.
RCC.- ¿Uno solo? Es muy difícil quedarse con uno: Peter Pan, Tom Sawyer, el capitán Nemo, el capitán Ajab, Sancho Panza, Jhon Silver, Lázaro de Tormes….

11.- Un escritor inmortal.
RCC.- Cualquiera del Siglo de Oro español: Quevedo, Lope y Calderón, sobre todo, y en ese orden.

12. – ¿Es complicado publicar?
RCC.- Sí, es complicado publicar. Me refiero a publicar directamente, tratando con una editorial. Otra cosa son los premios. Creo que ese es el camino más sencillo para llegar a la publicación. Entiéndase: sencillo para llegar a la publicación, pero primero hay que ganar el premio, y eso ya no es tan fácil. De todas formas, si la obra es buena, tarde o temprano saldrá a la luz. No hay que rendirse. Una obra que no ganó diez premios puede ganar el número once.

13.- ¿Piensa escribir alguna obra más en castellano?
RCC.- Pienso escribir alguna obra más.

Francisco Portela
enero 2012

09 enero, 2012

Casas en el crepúsculo – Eduard Von Keyserling


CASAS EN EL CREPÚSCULO
EDUARD VON KEYSERLING
Ed. Erasmus, 2011 

Crepuscular es, probablemente, la palabra más adecuada para describir la literatura de Keyserling. Sus novelas son de una belleza incomparable, a la vez que nostálgicas de un hedonismo de tiempos pasados, son llamas a punto de apagarse, cantos de cisne. Anclado en el siglo XIX, adivinando la llegada del nuevo siglo y los cambios que conllevará, el autor se resiste a abandonar el suyo, y transmite esa sensación, esa defensa de un universo que ya sabe perdido pero que intenta retener hasta el último aliento. 

Como en las demás novelas que escribió, ambientadas siempre en la antigua nobleza báltica ―a la que pertenecía―, los personajes de la novela son nobles rurales, viven en el campo, rodeados de sus bosques, y tratan de mantener las costumbres ancestrales, ligadas a la naturaleza a los ciclos de la vida. Lo que el autor nos muestra en el relato es el conflicto generacional, la visión de los hijos y nietos de esos viejos dinosaurios, que, mientras atisban que hay otros mundos fuera del suyo, se sienten aún atados a la tradición, obligados a continuarla mientras vivan los ancestros. 

Cuatro familias nobiliarias, los von der Warthe, Egloff, Dachhausen y Port auf Witzow, mantienen relación de vecindad y de cortesía, además de resolver los asuntos de las fronteras entre sus respectivos territorios. La protagonista, Fastrade, es la joven hija del barón von der Warthe, que tras haber abandonado la mansión familiar en pos de un amor imposible, ha de retornar al hogar tras la muerte del hermano menor. Lo que encuentra es un padre postrado, una tía llorosa y desolada, una casa oscura y silenciosa. Ella debe recoger el testigo y cumplir con las obligaciones de su rango. Dietz von Egloff , jugador, diletante e inquieto heredero, se interpone en su camino. Pero a su vez, la baronesa Liddy von Dachhausen, anterior amante, no acepta ser abandonada tan fácilmente. 

Alrededor, está el bosque otoñal e invernal nevado. La palidez, la blancura azulada de la nieve es una constante que los envuelve durante el invierno. Las pinceladas con las que Keyserling pinta el paisaje, dan un toque personalísimo a toda la obra que desarrolla este autor. Hay una continua interacción de los personajes con la naturaleza que los rodea: la fría y blanca nieve, el olor de los pinos, el perfume de los jacintos en primavera, el canto del urogallo, el piafar de los caballos. Podemos considerar esta interacción como un símbolo: ante la angustia que supone la ruptura, la debacle del mundo que se desmorona, van a refugiarse en el pasado ancestral: el bosque milenario. La sensación de libertad del bosque, en el que se refugian cuando ya no soportan más la prisión que suponen las casas familiares es como un remanso de paz. El bosque, sin embargo, va cambiando a lo largo del año. Comienza la narración en otoño, con los senderos cuajados de hojas amarillentas y rojizas, la humedad y el sol vespertino. Y acaba al verano siguiente, cerrando el ciclo anual de la tierra. Todo un año en la vida de vetustos miembros de generaciones destinadas al olvido, y jóvenes vástagos que se agostan entre las paredes de sus grandes casas, mansiones sólidas pero desoladas. Las únicas que han vivido en las ciudades―Gertrud y Fastrade― retornan descompuestas, con los nervios destrozados, tratando de sobrevivir entre el deseo del cambio y la responsabilidad impuesta de la tradición. Dietz tampoco encuentra su espacio, salvo cuando vaga por los bosques a caballo o pisando el blando y oloroso musgo y escuchando el viento entre los viejos abetos, o cuando espera, en la tensa madrugada de la caza, el vuelo del ave para disparar. Quizás por eso sus pasos le lleven inevitablemente a un dramático y simbólico final, anticipando el futuro de una clase que ya ha perdido su razón de ser. 
Considerado estilísticamente como impresionista, el mundo que nos describe el autor está lleno de colores, sensaciones plásticas y emociones. Eduard von Keyserling (Castillo de Paddern, hoy Letonia, 1855- Munich, 1918), escritor alemán, nacido en el seno de una  antigua y noble familia germano-báltica y primo del filósofo Hermann Keyserling. Hubo de abandonar sus estudios en Dorpat por un incidente social, marchando con 23 años a Viena para estudiar filosofía e historia del arte. A finales de siglo se trasladó con sus hermanas a Munich; posteriormente quedó ciego como consecuencia de la sífilis que padecía. 

Enero 2012 



¡Sálvese quien pueda! - Andrés Oppenheimer

¡Sálvese quien pueda! El futuro del trabajo en la era de la robotización. Oppenheimer siempre me ha llamado la atención, si bien no he sid...