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13 diciembre, 2011
El códice purpúreo – Herminia Luque Ortiz
07 diciembre, 2011
Uno se acostumbra – Arnoldo Rosas
Este post fue elaborado por Ediciones Oblicuas y enviado por Arnoldo Rosas a opiniondelibros@gmail.com. Muchas gracias Arnoldo por tu contribución.
EDICIONES OBLICUAS tiene el placer de presentarles esta sorprendente narración del escritor venezolano Arnoldo Rosas. "Uno se acostumbra" es una novela que juega con las identidades de los personajes a través del propio juego del protagonista: imaginar los nombres y las vidas de los otros al contemplarlos en situaciones cotidianas. Una excelente ocasión para dar a conocer en España la obra de este escritor hispanoamericano.
Uno se acostumbra
Antonio Martínez es un hombre de negocios, de mediana edad, solitario, que entre viaje y viaje fantasea con la posibilidad de ser otro, de tener otras experiencias. Acostumbra a imaginar los nombres de las personas que contempla en los aeropuertos y a construir a su alrededor unas vidas que podrían ser perfectamente la suya. ¿Pero cuál es su verdadera vida?
Arnoldo Rosas realiza un excelente ejercicio narrativo a lo largo de esta desconcertante e irónica narración mediante el cual implica al lector en el propio texto. Exige su participación para acabar de tejer la urdimbre de identidades ambivalentes que se desarrolla en ella: una trama que no hace más que reflejar las angustias y emociones de unos personajes que son incapaces de sostenerse a sí mismos.
Muchas gracias Arnoldo.
¡Saludos!
05 diciembre, 2011
El peregrinaje de Rubén – Guadalupe Eichelbaum
Este post fue elaborado por Pablo Aranda para la Revista Mercurio, y nos fue enviado a opiniondelibros@gmail.com por Guadalupe Eichelbaum. Muchas gracias Guadalupe.
Una mujer se acomoda en una esquina cuando sus hijos duermen, aparta papeles de la mesa y enciende el ordenador. La luz que irradia la pantalla se refleja en su cara. Durante una hora ha conseguido espacio, y claridad, para continuar su segunda novela. La mujer no se conformará con una impresión encuadernada de la novela para repartirla entre familiares y amigos. Esta vez no, ya descansan en un cajón los folios cosidos de su primera novela.
No es cierto que para escribir sólo sea necesario poseer un ordenador y tiempo. Aunque a veces nos topamos con novelas que parecen confirmarlo, novelas que incluso han sido probablemente publicadas por grandes editoriales. Pero escribir supone un trabajo previo, invisible, noches en las que la idea que nos vino una tarde va creciendo, buscando nuevos espacios entre los pliegues de nuestro cerebro.
Hasta que un día la insistencia se convierte en obsesión y tal vez anotamos un par de frases en la libreta que solemos olvidar en la mesilla de noche, una libreta que nos resultará insuficiente para plasmar esa urgencia que posee ya demasiadas ramificaciones. Tenemos la idea de encontrar el tono, quizá después la estructura.
Entraremos así en una suerte de trance, viviremos rodeados de una nebulosa de personajes que se cruzan hasta que concluyamos la novela. Y la contrariedad necesaria de volver al principio para corregir. Y terminar de corregir y darle otra vuelta. Ver lo que sobra, lo que falta, aceptar que lo que borramos lo perdemos para siempre, pero que es mejor así, que la novela gana con la pérdida.
La mujer da por finalizada la novela pero no se conforma con la posibilidad de que sólo la lean aquellos que la rodean. En las solapas de los libros que pueblan sus estanterías encuentra direcciones de editoriales. De las páginas de algunas revistas, de furtivas conexiones a internet, obtendrá direcciones de improbables concursos literarios. Entrará entonces en una vorágine de impresiones sucesivas de la novela, encuadernaciones, envíos por correo. Y la lenta espera de alguna respuesta. Porque el escritor, a menudo, no tiene quien le escriba.
Guadalupe Eichelbaum se puso en contacto conmigo a través de un amigo común. Me explicó algo similar a lo contenido en los párrafos anteriores, algo por lo que yo también he pasado. En el rincón de un bar cercano a la estación, junto a una mesa done dos prostitutas terminaban el bocadillo que les ayudaría a afrontar su noche extensa (digo esto porque, además de ser verdad, da un toque muy literario, ¿a que sí?), en ese bar me dejó su segunda novela: "El peregrinaje de Rubén".
Guadalupe Eichelbaum ha conseguido que la editorial Alhulia de Salobreña le publique su novela. De la revista Mercurio me piden que la reseñe en sus páginas (esta vez sin bares ni prostitutas acabándose sus bocadillos).
Parece que se cierra el círculo, uno al menos. El peregrinaje de una escritora. De una novela cercana.
Muchas gracias Guadalupe.
¡Saludos!
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