13 junio, 2012

VOLANDO CON BLANCA MIOSI


EL CÓNDOR DE LA PLUMA DORADA
BLANCA MIOSI 


Túpac estaba tan conmovido que no atinó a decir palabra. Siempre había pensado en un padre inmortal y al tener la certeza de que moriría, le invadió una sensación de temor y desconsuelo. Le había escuchado decir en algunas oportunidades que cada quinientos años habría un cambio fundamental, y el formaría parte de eso, porque regresaría transformado en un nuevo Pachacútec, pero Túpac no era un hombre fácil de convencer. Aquellas palabras, sin embargo, dichas en aquellos cruciales momentos le impresionaron profundamente.

Blanca Miosi, la autora de El cóndor de la pluma dorada dice que la escribió con el corazón. Y, efectivamente, a medida que vamos pasando sus páginas nos vamos dando cuenta de su afirmación. Estrictamente documentada, la narración se ciñe a los hechos que realmente acontecieron durante el incario y la llegada y conquista de los españoles.

Una historia de amor imposible se desarrolla en los primeros capítulos. La hija del gran Pachacútec, que gobernaba el extenso Tahuantinsuyu, estaba enamorada de Koullur. Pachacútec, sin embargo, tenía otros planes para ella: ofrecérsela como virgen al dios Inti. Su hijo Túpac Yupanqui se embarcó en una expedición marítima impensable para aquel entonces: llegarían, tras meses de dura travesía, hasta lo que hoy es la Polinesia, en Oceanía. La noticia de esas tierras le llegó al inca por medio de unos mercaderes que afirmaban que al otro lado del mar de Mamacocha había unas islas con grandes riquezas. Mar a quien los españoles llamarían Océano Pacífico.

El imperio fue extendiendo sus dominios. Túpac Yupanqui, ya sucesor de Pachacútec, continuó la tarea de su padre. Durante su reinado el imperio alcanza su máxima expansión. No reparará en peligros a la hora de emprender expediciones que depararán grandeza a su reino.

Le sucedería su segundo hijo, Titu Cusi, el emperador Huayna Cápac. El imperio era tan extenso que ya para su padre había sido difícil de gobernar. Estaba decidido a llevar al incario a su máximo desarrollo aunque tuvo que enfrentarse a revueltas. Finalizadas las revueltas, mandó reconstruir Quito y llevó al imperio  a una época de franco esplendor prosiguiendo la obra de su padre. Pero esa tranquilidad contribuyó a la decadencia del gran ejército incaico. El imperio estaba abocado a la repartición entre sus dos hijos: Huáscar y Atahualpa.

Después de la muerte de Huayna Cápac, el imperio fue gobernado por ambos, cada uno en su territorio de manera pacifica aunque siempre con la idea de ir armando un gran ejercito.

Casi al tiempo en que Cristóbal Colón se topó con el Nuevo Mundo, murió Tupac Yupanqui. En 1525, Francisco Pizarro, alcalde de Panamá, estaba convencido de lo que había dicho un mercader moribundo: que más al sur había un reino muy rico. Pizarro no se resignaba a perder la oportunidad de conseguir riquezas.
Pizarro se encontró con una guerra civil entre los partidarios de Huáscar y Atahualpa. Esto le beneficiaría en sus conquistas terminando con la captura, evangelización y muerte de Atahualpa.

El cóndor de la pluma dorada es una novela que todo aquél que le guste el género histórico va a engancharse a su lectura y más por el carácter didáctico que tiene la misma. Escrita en tercera persona, utiliza un lenguaje sencillo salpicado, eso sí, por vocablos quechuas pero que no influyen para nada en la comprensión del texto. Al contrato, le aportan realismo y, a base de ir familiarizándonos con ellos vamos entendiendo su significado. Así ocurre con Koullur, que era un chasqui, o sea,  un mensajero.
                                           
Los personajes los vamos conociendo a lo largo de la novela. Están bien caracterizados y llegamos a familiarizarnos con sus defectos y sus virtudes. Vemos cómo la dedicación de cada uno de los incas a su cometido va cambiando, sobre todo la actitud de Huayna Cápac, pues en los reinados anteriores la casta militar estuvo dedicada a la abstinencia, la privación y el trabajo pero con él las costumbres cambiaron. El imperio se desmembró con su mandato y los españoles aprovecharon la ocasión.

El cóndor de la pluma dorada  nos va enseñando, a lo largo de sus veintiocho capítulos, la cultura incaica. El Cápac Ñan, una gran vía de comunicación que llegó a alcanzar hasta los confines del imperio. Su religión, politeista, con Wiracocha como el creador de todo pero a quien más veneraban era a Inti, el sol. La estructura social del imperio, que era vertical, con el inca en la cúspide y los súbditos eran la parte más baja de la escala social. Era una sociedad polígama. Los incas eran los que gobernaban el imperio. Eran una casta y el inca elegía de entre sus hijos a su sucesor. Sus ciudades, templos, agricultura, ganadería, todo ello lo iremos conociendo a lo largo de esta obra.

Sin duda, con esta novela nos damos cuenta de que tanto los incas como los conquistadores buscaban lo mismo: el someter a los conquistados y hacerse con las mayores riquezas posibles. Errores y aciertos, triunfos y fracasos, conquistas y esclavos: todo esto igualó tanto a unos como a otros.

Esto es lo que se agradece de una novela histórica, su imparcialidad. De otro modo, siempre nos quedará la duda. Una duda que daría lugar a confundirnos y el lector que vaya a leer El cóndor de la pluma dorada agradecerá el trabajo efectuado por la autora  a la hora de ofrecernos una obra en la que, aparte de entretenernos, pretende que conozcamos los hechos tal como realmente ocurrieron.

Francisco Portela

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